CAPITULO 37



SAMADHI




Apenas si había pasado una semana después de la boda de Sara. Ella y Lucas se habían ido al día siguiente por unos cuantos días de luna de miel a España, y agradecía rotundamente que fuera jueves y ya mañana estuvieran de regreso. Estos días habían sido un lío y un caos para mí. La nueva temporada estaba por iniciar y la carga de trabajo era terrible. Me sentía cansada y algo pesada. Los senos en ocasiones me dolían horrible, y eso que aún no me llegaba el periodo.

Iba llegando a mi apartamento. Brad tenía días de no aparecerse por ninguna parte y comenzaba a preocuparme. Desaparecía de repente como si nada, claramente nuestra relación no era para nada grata, y mucho menos después de enterarme que fue él quien me había mandado ese video que lo jodería todo. Lo peor era que, a pesar de ello lo quería por formar parte de nuestra familia.

Me metí a la ducha. Había quedado con Álvaro en salir a cenar algo que no fuese su comida para juzgar por un rato el sazón de los demás. Me agradaba mucho salir con él, mas sin embargo, él no llenaba ese amor que aún sentía por Clar.

Me arreglé casual: jeans y remera holgada con unas botas color beige. Estábamos a principios de octubre, y recordé que este año no la había pasado en el cumpleaños de Clar. El móvil retumbó por toda la estancia hasta que lo contesté. Era Álvaro quien ya me esperaba en el estacionamiento.

Salí hasta llegar ahí, subí al coche y lo saludé dejando un casto beso en la comisura de sus labios. No iba a negarlo, me gustaba besar a Álvaro, pero lo nuestro no había pasado de ahí. Besos y toqueteos por encima de la ropa.

—Y bien, ¿a cuál restaurante iremos hoy? —pregunté.

—Iremos a uno de sushi, muy bueno por cierto —puntualizó.

Emprendimos el viaje hasta ese establecimiento. Se encontraba cerca del centro de la ciudad y comimos de todo tipo de sushi. Desde el común hasta el más peculiar. Nos la habíamos pasado tan bien que el tiempo que pasaba con él, me hacía olvidar a Clar.

Aún era temprano, así que ambos decidimos regresar a mi apartamento. Me sentía cansada, y por más que luchara por no quedarme dormida en el camino ahí, me fue imposible.

—Despierta bella durmiente —susurra Álvaro moviéndome con delicadeza el hombro.

—Lo siento, pero estoy exhausta —contesto.

Me sonríe de lado y comienza a besarme. Correspondo a su cálido beso de labios, nada intenso, y de pronto, comienza a tocarme el abdomen. Siento lo frío de sus manos y cuando pienso reaccionar me siento a horcajadas de él en el asiento del coche. Las respiraciones nos fallan terrible, y comienza a besar mi cuello. Lo permito, pero me arrepiento al momento.

—Para... —susurro.

—Te deseo Sam —contesta con la voz entre cortada.

Mi pecho se oprime al escuchar aquello, y tomándolo de los hombros lo arrastro hasta el respaldo del asiento. Me mira con desconcierto.

—¿Qué sucede? —pregunta.

Las pupilas se mantienen dilatadas por el deseo, y estoy consciente de lo que tengo que hacer. Me vuelvo al asiento del copiloto, y él se queda mirando al frente sin objetar palabra. Entonces yo soy quien decide mirarlo a los ojos.

—Lo siento —susurro —, pero no puedo Álvaro. No puedo fingir que lo he olvidado. Espero me perdones, lo nuestro no funcionará así, mereces muchísimo más porque eres demasiado bueno para mí.

No dice nada más. Su silencio lo delata y sé que ahora mismo me tengo que bajar del coche y lamentarme por desperdiciar una buena oportunidad con él.


(***)


No había dormido bien después de lo último que le dije a Álvaro en el coche el día de ayer. Sólo recibí un mensaje de él diciéndome que pasaría unos días fuera de la ciudad y que esperaba me encontrase bien sin él aquí, que comprendía mis sentimientos y que él se había tirado al barranco sin medir los suyos. Traté de tomarlo de la mejor manera posible, pero aun así me sentía culpable, porque hasta cierto punto le había dado posibilidades que para mí, ahora eran inalcanzables.

Estaba por salir almorzar con Magenta. Estábamos llenas de trabajo y mi madre otra vez se encontraba de viaje en Nueva York por algunas prendas en la pequeña sucursal que se encontraba ahí. Decidimos ordenar comida a la oficina y en cuanto llegó el sushi caliente que yo misma había pedido el aroma delicioso me inundó. Magenta por otro lado, había ordenado una ensalada de atún. El aroma que desprendía lo último hizo que mi estómago se hiciera un revoltijo, y las náuseas llegaron hasta mi garganta. Hice una arcada ante tal aroma, y me disculpe con Magenta indicándole que iría al baño.

Corrí, por no decir que casi volé hasta la taza y expulsé lo poco que había desayunado por la mañana.

Al terminar, me enjuagué la boca y lavé mi cara. Me sentía fatal, «Seguramente algo me cayó mal» pensé. Regresé a la oficina que compartíamos Magenta y yo, y para mi buena suerte, ya había terminado con su almuerzo. «»

—¿Todo bien Sam? Te ves pálida —inquirió.

—Todo bien. Seguramente algo me cayó mal.

Me dispuse a comer, aunque mi estómago no se encontraba del todo bien.

Era viernes y agradecía que hayamos terminado el trabajo pendiente a tiempo. Estaba exhausta. Así que en cuanto llegué al apartamento me metí a la ducha para tomar un baño largo y duradero. En cuanto salí me puse el pijama. Apenas eran las ocho de la noche y escuche la puerta sonar. Fui directo abrirla.

—He venido por ti —Sara se adentró sin pensarlo a la estancia. Lucía bella con ese vestido negro ajustado a su figura —¡Anda! Que Lucas, Will y los demás nos están esperando.

—No me siento con ánimos de salir Sara, hoy por la mañana...

—¡Nada de excusas! Yo también he tenido una semana ajetreada y estoy dispuesta a dejarlo todo en la pista de baile, así que tienes que hacerme compañía, por favor —hizo un puchero tratando de convencerme.

—¿Ajetreada? Vas llegando de tu luna de miel en España —me reí, pero accedí —. Solo un rato ¿vale? —confirmé.

Sara esbozó una sonrisa radiante y me dispuse a ir a mi habitación para cambiarme. Escuché la televisión encenderse y comencé a buscar en el armario el atuendo adecuado. Estábamos en otoño y el fresco comenzaba a sentirse, pero no tanto como para irse abrigado a una disco. Así que decidí ponerme un vestido de seda color rojo a tirantes y una cazadora.

No lo había notado, pero mis pechos se veían un poco más voluminosos de lo que eran antes. Las caderas estaban un poco más ensanchadas y mi trasero lucía un poco más grande, por no decir gordo. Me alimentaba bien, el estar destrozada y deprimida no hacía que se me fuera el hambre, sino al contrario, me daba cada vez más. Me coloqué el vestido con solo un panti de encaje color negro, opté por no ponerme sostén. Me puse unos botines un poco altos en color negro y un pequeño bolso del mismo tono. Me gustaba lo que veía, sin embargo, las ojeras y mi expresión demacrada por el cansancio seguía. Me maquille solo un poco para disimularlas, y después de ello me dirigí a la estancia.

—¡Fiu! Pero que buena te ves Sam —comenta Sara, le hago un gesto breve como si su comentario me apenara —¿En qué momento te operaste los senos? —se burló de mí.

—¡Cállate! —ambas nos reímos por su comentario y nos dispusimos a salir del apartamento.

Íbamos en su coche, como acostumbraban ella y Lucas cuando salía alguna discoteca. Nos dirigimos a la misma de siempre, en donde Leo reservaba. Al llegar, se encontraba abarrotada, pero como siempre ya teníamos nuestra exclusiva entrada. Nos dirigimos a la zona VIP y ahí estaba, Clar con Stephany. Mi corazón se aceleró con tan solo verlo de lejos y me regresé.

—Sam, ¿Qué ocurre? —pregunta Sara, quien al girar su mirada a la zona donde todos se encontraban, me miró con lastima —Sam, no sabía —se disculpó apenada —, Lucas no me dijo que él vendría.

Negué, pero la seguridad que alguna vez me caracterizo regresó a mí. Di un suspiro y la tomé de la mano. Debía comprender mi error y pasar página de una buena vez sin nadie conmigo, sin una relacion. Pasar página por mí misma sin lastimar a nadie más, sin lastimarme a mí.

—Vayamos, por un corazón roto yo no me voy a detener —le hice saber.

Sara me miró orgullosa, pero en el fondo sabíamos que verlos ahí juntos me había destrozado como nunca. Nos encaminamos a la zona y nuestro alrededor se puso tenso en cuanto me vieron llegar. Tal vez todos sabían lo que le había hecho a Clar, o tal vez no, pero después palidecieron y me saludaron como lo hacían.

—¡Muñeca! —exclamó Leo con su peculiar acento tomándome entre sus brazos.

La mesa central se encontraba llena de licor y tragos. William extendió su brazo para darme uno color amarillo el cual bebí sin pena alguna. Tomé uno tras otro, sintiendo una mirada clavada en mí, pero no me importó, lo único que hacía era ignorarla. En ocasiones los miraba de reojo, ambos enfrascados en una conversación, y en ocasiones veía como Stephany se le trepaba descaradamente encima a Clar. Dicha escena me puso tensa y comencé a sentir nauseas. Ya había tomado algunos tragos, tal vez era por eso, sumándole que también me sentía mareada.

Sara bailaba con Lucas, Leo se había dirigido a la pista central y yo me senté en un sillón terciopelado color rojo que se encontraba en la zona. William me extendió otra bebida, y por lo que vi en su mirada él se encontraba igual de ebrio que yo. Me tomó de la mano y los dos comenzamos a bailar al ritmo de una sensual canción. Rodeé su cuello con mis manos y por alguna estúpida razón, William se me acercó más para poderme besar. Sin embargo, no lo hizo. Nuestras miradas se enlazaron y supe que lo que estábamos haciendo estaba mal.

¡Éramos amigos! No podíamos ser algo más.

Mi cuerpo se alarmó, pero alguien más me tomó del brazo estrujándome hasta la salida caminando por todo el lugar. Las botas que llevaba sonaban a cada paso que daba, incluso el momento en el que salimos de la zona.

—¡¿Qué mierda te pasa Samadhi?! —espetó molesta la voz de Clar. Me abalancé sobre él, sin poderlo evitar. Lo extrañaba, extrañaba escuchar su voz, extrañaba sus regaños y la forma de espetar mi nombre cuando algo le molestaba, extrañaba todo de él.

—Clarence...

Le rodeé el cuello y le planté un beso ¿pero qué estaba haciendo? Supongo que el alcohol en mi sistema me envalentonaba hacer todo lo que quisiera sin pena. No me soltó. Siguió besándome y metí la lengua para juguetear con la suya, y me dejó. Extrañaba sentir sus labios y la forma en la que jugueteaba con mi lengua cuando me besaba.

Tomó el dobladillo de mi vestido y metió sus manos traviesas para masajear mi trasero. Soltó un gruñido mordiendo mi labio inferior al tocar mi ropa interior. Sin darme cuenta nos encontrábamos en el estacionamiento subterráneo fuera de su coche. Abrió la puerta trasera y nos adentramos en él.

Me sentó a horcajadas, y la masculinidad creciente de Clar estaba en la espera de más. Sin pena alguna me bajé los tirantes del vestido exponiendo mis crecientes senos ante él, quien los tomó mirándolos sorprendido entre sus manos, lamio y succionó con fuerza mis botones que se encontraban erguidos ante sus caricias. Los gemidos no tardaron en aparecer, y la respiración entre cortada en él. Con agilidad, Clarence se bajó el pantalón y desabotoné la camisa que llevaba puesta para quitársela. Toqué cada parte de sus pectorales, sus brazos y hombros. Comenzó a masajear y meter sus dedos dentro de mi feminidad, fui dejando besos húmedos en su cuello al igual que él con ligeras mordidas. Me tomó de las caderas y con habilidad moviendo hacia un lado mi ropa interior se adentró en mí. La sensación era placentera, y las embestidas duras no tardaron en llegar. Lo besé mientras me embestía con rudeza estirando su cabello alborotado. Chupó mi lóbulo derecho mientras me decía obscenidades al oído sintiendo todo de él dentro de mí. Agilicé los movimientos saltando encima de Clar. Lamió, mordió e hizo todo lo que se le viniera en gana con mi cuerpo, pero a mí eso no me importó. Quería sentirlo solo mío aunque fuese por un instante, por un momento. Las paredes de mi feminidad se contrajeron y eso a Clar le gustó. Ambos llegamos al clímax y sentí como nos corríamos al mismo tiempo los dos.

Apoyé mi cabeza en su cuello y aspiré su aroma. Con las respiraciones agitadas volví la mirada a Clarence, pero ésta cambió, ya no era la misma mirada lujuriosa de hace un momento. El miedo se apoderó de mí, sabía lo venía después. Su rechazo.

Me removí para dejar salir a su amigo que aún permanecía dentro de mí. Acomodé mi ropa interior y el vestido alisándolo, pues se encontraba arrugado. Al girar la mirada Clar ya se había vuelto a acomodar su ropa. Se encontraba recargado en el respaldo del asiento con los ojos cerrados como si estuviese analizando lo que había pasado. Las ventanas se encontraban empañadas gracias al calor que nuestros cuerpos habían emanado juntos. Lo miré y él hizo lo mismo. Su gesto se endureció al mirarme, y con seguridad dijo:

—Un acoston también me lo puedes dar tú, Sam.

Sus palabras me quebraron. Lo miré con sorpresa y éste salió del coche.

—Cierras bien la puerta Stone, y llévate tus pertenencias, no quiero que mi acompañante se dé cuenta.

Cerró la puerta con fuerza, y me rompí a llorar. Me sentía humillada, me sentía herida y completamente lastimada. Sabía que la había jodido, pero ¿Por qué mierda no podía seguir con mi vida? ¿Por qué quería regresar a él? Quería que me perdonara por el daño que le causé, quería que me dijera que me amaba aún, que aún estaba enamorado de mí. Quería miles de cosas con Clar y ninguna iba a suceder.

Me culpaba por la estupidez, por haberlo engañado de esa manera sin haber esperado una aclaración de su parte, simplemente actué. El arrepentimiento aparece a cada instante ahí, no me deja vivir, no me deja pasar página porque yo solamente lo amo a él. Y está mal, está mal amar tanto a alguien a quien le hiciste daño, está mal amar a Clarence y saber que lo nuestro ya es pasado, que el tiempo es relativo y éste no regresa.

A pesar de que Christopher ya no estaba en vida, su fantasma me seguiría persiguiendo de por vida.

—Pero que estúpida —susurro para mí misma masajeando mis sienes sollozando.

Acomodo mi atuendo al cuerpo, limpio las lágrimas derramadas hace un momento y tomo mis pertenencias. Con cautela y mirando a todos lados, salgo del coche, doy unos pasos y más adelante me encuentro con Will. Suspiro al verlo, su mirada estaba destrozada.

— ¿Qué sucede? —pregunto.

—Perdóname Sam, no quise... no quise... —sabía que se encontraba así por lo de hace un momento.

—No te preocupes Will, lo comprendo —le hice saber —, fuimos estúpidos, tu y yo somos amigos, casi eres mi hermano. No puede haber nada entre nosotros.

Me sonrió con amabilidad. Me dio un abrazo y estiró su mano dándome la cazadora que había dejado en el sillón terciopelado.

—¿Te llevo a casa? —me pregunta, y asiento a su petición.

Nos dirigimos caminando hasta su coche que se encontraba cerca de donde estaba yo, y subimos a él. Arrancó el motor y nos adentramos a la carretera.

Mis pensamientos divagaban al momento de hace un rato. Me sentía humillada y devastada, pero después, unas inmensas ganas de querer vomitar se acercaron de nuevo.

—Para Will —le hago saber. Obedeció a mi petición y en medio de la carretera bajé para vomitar.

Una mezcla de alcohol y comida se encontraba en el suelo. ¡Era asqueroso!

—¿Estás bien Sam? —Preguntó Will y asentí.

Volvimos al coche adentrándonos nuevamente a la carretera, pero algo extraño sucedió, pues William perdió el control del volante y éste derrapó estampándonos en el muro metálico de una curva cerca de la playa. Para mi mala suerte no me había abrochado el cinturón, así que me fue imposible no evitar el golpe en la frente contra el parabrisas.

Comencé a sentir un líquido espeso por mi frente, seguramente sangre.

—¡Dios mío! ¿Estás bien Sam?

Comencé a sentir un mareo junto con el dolor ensordecedor de mi cabeza. Cerré los ojos con lentitud para descansarlos por un momento escuchando a William comentar palabras inaudibles desde lejos.


(***)


El aroma a limpiador y alcohol inundaba la habitación. Me dolía la cabeza y no sabía porque. Tenía hambre, y también tenia sed.

Escuchaba los susurros de Magenta a lo lejos diciendo que estaba parpadeando o que quizás yo estaba soñando. Los ojos me pesaban que no quería abrirlos para nada. Pero algo me forzaba para hacerlo.

—¡Por fin despiertas! —exclaman Sara y Magenta al mismo tiempo.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Sara.

—Bien —respondo con la voz rasposa.

—No he llamado a tu madre aún Sam, perdóname pero si quier...

—Está bien, no quiero preocuparla —respondo. Magenta asiente.

—Bien, bueno, iré hablarle a la doctora Cecil.

Asiento. Sara me da una explicación breve de lo que ha ocurrido. Llevo dos horas sedada por el golpe que me he dado al momento del choque. Me han examinado y al parecer el golpe en la esquina derecha de mi frente ha tenido seis puntadas. Suspiro al saberlo, pues aún no sentía dolor alguno gracias a la anestesia.

—Clar está abajo —anuncia Sara —, no te miento, cada cinco minutos le pregunta a las enfermeras como te encuentras y si es que ya has despertado —sonrío, pero la misma sonrisa se esfuma al recordar lo de hace unas horas.

—¿Cómo esta Will? —pregunto, mi preocupación crece por él.

—Preocupado, pero él está bien. Él y Clar discutieron un poco.

Comenzó a contarme que Clar estaba furioso reclamándole a William por su manera de manejar, diciéndole que pudo haber pasado algo más. No lo negaba, me alegraba escuchar eso por parte de Clar, porque eso significaba que aún le importaba. Pero no era culpa de Will, algo sucedió con el coche.

—Bien, Samadhi —entró la doctora, una mujer castaña de por lo menos unos cuarenta años —, soy la Dra. Flores, ¿Cómo te sientes? —pregunta, a lo que le respondo simplemente con un "me encuentro bien". —Menos mal, en tu estado lo conveniente es usar el cinturón de seguridad.

Sara y yo nos miramos alarmadas después de sus últimas palabras: tú estado. Y me pregunto ¿Qué estado?

—¿Mi estado? —la doctora Flores me mira y después a Sara. Entre abre sus labios y después habla.

—Discúlpeme Samadhi, pero si aún no lo sabe, lo conveniente y por profesionalismo, es que le diga solamente a usted. Claro, siempre y cuando me autorice decirlo frente a su amiga.

Sara me vuelve a mirar, y yo asiento dirigiéndome hacia la doctora Flores. Comienzo a ponerme nerviosa por la sonrisa que esboza ésta última.

—Bien, estás embarazada.

Estas embarazada, estas embarazada...

Mi mundo, de un momento a otro se desmoronó.






Me iré corriendo lentamente !!! ♥

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