Capítulo 7


—¿Nos vamos?

Yoimiya apenas empezaba su transición de la perspectiva de una niña a una más madura, nunca se había preocupado por verse mejor para alguien, y esa sensación de éxito era diferente, notar cómo los ojos de ese hombre se mantenían fijos en ella le causaba regocijo, tal vez era su naturaleza femenina que comenzaba a despertar en su ser la necesidad de que esta persona en especial y su atención sean dirigidas a ella.

Apartado de la capital, llegaron a una isla donde el festival rebosaba de multitudes, tanto Goku como Yoimiya se emocionaron por el sin fin de eventos que conformaban la fiesta, la comida y juegos hicieron de esa noche una que nunca olvidarían, y para Gokú, el tiempo con ella parecía desenfrenado, las risas se extendían infinitamente y el gozo de la vida más regocijante, ¿y cómo darse una idea de que no podía permitirse sentirse de esa forma?, si apenas su corazón entendía la responsabilidad que había aceptado, pero tarde o temprano la realidad iba a golpearle.

Finalmente, el espectáculo principal se llevó a cabo, Gokú estuvo con ella, desde el más pequeño detalle hasta que el nombre de su familia se expresó en las luces que iluminaron la ciudad de inazuma, fue digno de que la arconte electro lo presenciase, el paisaje efímero que expresaba el sentimiento cálido que dentro de Yoimiya se guardaba, transmitiéndose en el joven y permitiéndole ver más de esa conexión con las luces, casi podía ver el alma de esa mujer entregada a esa estela que era dedicada solo a él, le hizo muy feliz.

Cuando el espectáculo concluyó, sobre una colina solitaria ambos tomaron un descanso, Yoimiya esparció sobre la hierba una pequeña manta que hizo más cómodo el momento, y poco después reveló un par de varitas que compartió con el joven, eran pequeños fuegos artificiales que encendieron juntos, no era una luz que se esparciera sobre toda inazuma, pero sí sobre ambos, y eso bastaba.

Este momento se sentía tan familiar, algo similar se debía guardar en sus memorias perdidas y no quiso soltarlo, porque el momento provocaba que todas sus dudas desapareciesen y eso era agradable.

—Hay un simbolismo oculto en estas festividades, todos encienden los fuegos artificiales con las personas que más nos importan.

—Ya veo, eso lo hace más especial entonces, porque tú eres importante para mí. —Afirmó el varón.

—Dime Gokú, ¿te gusta Inazuma?

—Sí, todo lo que me has mostrado es interesante, la comida es muy rica, hay lugares muy bonitos.

Contestó con ánimo

—E-entonces, si tanto te gusta, ¿significa que te quedarás aquí después de todo?

—Por ahora no me interesa otro lugar, quiero quedarme aquí con las personas que me han cuidado, además de otras responsabilidades.

Su respuesta despertó alegría en la rubia, una que no pudo contener.

—Ya veo. — Las mejillas de la mujer se sonrojaron, y cautivada tuvo que apartar la mirada para no delatarse, pero, a medida que el pequeño palillo de luz se consumía, entendió que el tiempo se terminaba y que la hora había llegado.

—Gokú...— le llamó con voz baja. —¿está mal si quiero que esto continúe así? Si después del festival, te pido que continuemos caminando tú y yo, que me permitas quererte de esta forma ¿te quedarías conmigo?

Los ojos de Gokú se mantenían fijos en ella, con una incredulidad que no le permitía pestañear, condenado a verla, mientras que, en sus pensamientos, solo hubo desconcierto ante esos ojos que suplicaban esperanza.

—Yo estaría encantada de hacerlo si me das esa oportunidad, porque si es así, yo sería muy feliz, y buscaría la forma de hacerte muy feliz también, de verdad lo haría... cada día empezando desde hoy, porque te amo.

Fortaleciendo el contacto esperó la respuesta, no se atrevió a verle a la cara, porque ya confesar sus sentimientos era demasiada carga para su corazón, y así, el silencio extendió su tortura conforme el tiempo avanzaba sin piedad y misericordia, pero, si creía que un NO podría ser la peor situación, se equivocó.

—Ayaka y yo estamos esperando un hijo...

cuanto podía sentir dio un vuelco completo, el corazón se le detuvo y el aliento le faltó.

—¿Qué?

Retrocedió incrédula al tiempo que cristalinas gotas se deslizaron por las blancas mejillas de la mujer, como un río desbordante sin fin, ni ella misma entendía la razón del trágico evento de la que era protagonista, no entendía nada ahora mismo, pero su corazón sí que lo hacía.

—Yoimiya, yo...

—Lo siento, debo irme ahora mismo. — Explicó y secando su rostro se dio media vuelta. —Perdón por las molestias.

Solo entonces, cuando la vio marcharse, se vio afectado por la angustia que allanaba su corazón, una tristeza indescriptible que le debilitaba, miró entonces algo que hubo ignorado todo este tiempo, su propio afecto por Yoimiya, y lo que ella provocaba en él.

Los días venideros fueron amargos, habiendo sido protagonista de una situación que poco o nada lograba entender, cargó con ese sentimiento hasta el día en que finalmente se anunció y consolidó su compromiso.

Su boda fue inolvidable por muchas razones, vistió de un negro intenso, además fue obligado a recoger su cabello y su prometida uno blanco con detalles celestes, recogiendo su cabello con algunos adornos que hacían parecer la primavera que renace sobre el invierno, su corazón se regocijaba de alegría cuando la miró por primera vez así.

Ayaka era una mujer elegante, educada, inteligente y bella, fácilmente podría ser el hombre más afortunado sobre la faz de inazuma, pero ahora mismo solo sentía desdicha y confusión, lo único que sabía con certeza, es que, a partir de ahora, nada sería igual.

Esa fue una celebración en la que no vio reflejada felicidad en su rostro, aún cuando todo el clan Kamisato encontraba alegría en esa festividad, no se sentía principalmente con voluntad de controlar sus sentimientos, se preguntó si este realmente era el propósito que le encaminaría por el resto de su vida.

—He escuchado que un guerrero desconocido protegió y apoyó los intereses del clan Kamisato. —Esas fueron las palabras que escuchó de Kamisato Ayato. —Fui testigo de la voluntad que se impuso contra el rayo mortal de la shogun, es un privilegio que alguien de tal valor tome la mano de mi hermana.

Esa fue la primera vez que conoció a la única familia que compartía sangre con Ayaka, el hermano mayor y líder principal del clan, había escuchado de su existencia, más no fue hasta este día que ambos varones se encontraron.

—Yo la seguiré protegiendo las veces que hagan falta. —Gokú aseguró y miró a Ayaka quien le sonrió de forma dulce y tímida. —Me esforzaré para ser un buen esposo.

—Me quedo tranquilo con eso, espero que tengan una vida feliz a partir de ahora. —con pocas palabras dio su aceptación, y eso debió significar un buen augurio para la vida de los dos jóvenes, le dio alivio y ver a Ayaka contenta disipó sus pensamientos por un segundo, eso fue así hasta que tuvo que ver esa rubia cabellera de nuevo, y esos ojos ámbar que le evitaban.

—Yoimiya, bienvenida.

Sonriendo radiante saludó Ayaka, traía una pequeña canasta consigo que amablemente entregó como regalo por el compromiso, las palabras se atascaron y no pudo no dejar de mirarla, esperó que ella le correspondiese, que se encontraran en esa forma casual de antes, pero no pasó nada.

—Felicidades por su compromiso, seguro que será un bebé fuerte y sano.

Con el ánimo felicitaba, y su sonrisa agraciada no parecía traer la melancolía que en esa noche la opacó, no parecía que nada en ella hubiese cambiado, y de alguna manera le provocó inquietud que todo lo que decía sentir esa noche ya haya sido olvidado, y, por ende, impulsado por su angustia la buscó cuando la fiesta hubo concluido. La alcanzo fuera de la hacienda Kamisato donde el camino la llevaba de regreso a la ciudad de Inazuma.

—¡Yoimiya! —Gritó él, hizo que se detuviera, pero ella no se volvió. — discúlpame por todo, de haber sabido cómo te sentías...

—No tienes que disculparme. —Le interrumpió ella. —fui un poco ingenua al pensar que me mirabas de la misma forma, de algún modo sabía que no solo yo me sentía así. —Una vez más, el joven no supo qué decir, escuchó a Yoimiya suspirar. —Supongo que no tengo el control de mis sentimientos, no voy a lamentarme por algo que no me correspondía, te conocí y eso fue suficiente para mí, solo quiero pedirte un favor.

—¿Qué clase de favor? —preguntó y solo entonces, la mujer se volvió y reveló la faceta afligida que la torturaba, la verdad se reveló.

—Verte me hace mucho daño, es por eso que esta es la última vez que estaremos cerca del otro.

Aún cuando las lágrimas brotaban de sus vacías cuencas, su sonrisa se mantuvo, y su mirada conectó con la suya, pudiendo ver por última vez la tristeza que apresaba en su interior.

—¿Qué?

Consternado avanzó hacia ella, extendiendo su mano con la necesidad inmensa de abrazarla, de proteger aquel animado rostro que siempre deslumbraba a cualquiera, pero no pudo, porque ella le rechazó, se alejó de él y de todo aquello que vivieron hasta ahora, porque no hay amistad que pueda prevalecer después de un corazón que no ha sanado.

—Adiós Gokú, gracias por haber sido mi amigo.

Lo único que supo entonces, es que no tenía oportunidad de alcanzarla, ni derecho alguno para hacerlo, porque a sus espaldas estaba la vida que escogió y frente a él, un futuro que se perdería, un destino insondable del que solo quedaba melancolía e incertidumbre, la primera compañía que este mundo le reservó se había marchado.

Todo se tornó tan repetitivo, los días secos y el ánimo escaseaba a veces, eventualmente dejó de pensar en el pasado desconocido del que procedía, pero pasó a cuestionar su presente, las noches fueron eternas, y el amanecer pesado.

Pensó que todo tendría un cambio significativo, pero si lo hubo, no se notó, Ayaka, el clan, los empleados, los encargos y los problemas en inazuma, si algo le traía buena expectativa, era el hijo que venía en camino.

(...)

—Deberías descansar, No creo que sea correcto trabajar.

Un día, cuando el tiempo transcurrió lo suficiente, comenzó a preocuparse por la necesidad de Ayaka de continuar activa en los asuntos de la comisión, no es que eso le molestase, pero a veces creía que le daba prioridad a otras cosas que a su perspectiva, no tenían tanta importancia.

Cosas pequeñas como ver el océano, comer calavandas, hablar o cosas más íntimas fueron dejadas atrás, transformadas en recuerdos que a veces creía eran conservados solo por él.

—Me encuentro en buena condición, hay muchos asuntos que quedan pendientes, la comisión que nos corresponde tiene mucha más participación en los eventos de inazuma. — Declaró Ayaka, y animadamente siguió en lo suyo.

—¿Hay algo en lo que pueda ayudar?

—Yo me encargaré de todo, si lo deseas, podrías acompañar a Thoma.

Su vida se resumió en eso, a ser un mero observador en la hacienda Kamisato, de forma regular era solicitado por su cuñado, quien lo llevaba continuamente a sus reuniones, o sea lo que sea que fuesen, porque nunca le comentaba algo al respecto, parecían ser asuntos confidenciales, a veces solía acompañar a Thoma al puerto, donde iba con la esperanza de encontrarse a Yoimiya como ocasiones pasadas, y aunque muchas veces no la observó, tuvo la suerte de encontrarse con ella varias veces, sin embargo, nunca se atrevió a acercarse o mucho menos hablarle, aunque lo deseara con todo su corazón.

Desde la lejanía la distinguía atender a los clientes del negocio, siempre permanecía tranquila y feliz. algunos dicen que, aunque la luz ya no es tan intensa como antes, sigue siendo muy bonita, no lograba entenderlo, porque sus fuegos artificiales son los más hermosos, ¿sería que esa misma tristeza se ha transmitido a esos resplandecientes objetos?

Fue un lunes cuando ese fastidio se alojó en su corazón, el día en que el puerto de ritou la encontró, mucho más feliz y contenta ¿Y la causa? Un joven hombre de cabellera albina con la que conversaba muy a gusto en esa misma embarcación donde Thoma recibía suministros. Verla así de feliz le transmitió alivio, pero una inquietud le molestó y no podría superarla.

Confuso subió a esa gran montaña donde la soledad se compadecía de él, mientras vagaba inútilmente intentando buscar solución para la intranquilidad de su corazón.

La necesidad ferviente de ver a Yoimiya, y la responsabilidad que tenía con Ayaka, muy claro era que las dos mujeres le querían, pero, aunque ya tuviese su vida resuelta con la princesa garza, no iba poder olvidar a la chica de los fuegos artificiales, ni todo lo que de ella se caracterizaba.

Jamás iba a dejar la imagen de ese rostro lleno de tristeza, y cada lágrima que profanó la radiante actitud de su amiga, además, lo que su corazón sentía al verla con otro hombre no concordaba con nada que antes haya palidecido, disgusto y rechazo.

No debería pensar en esto, porque si algo sabía es que ahora tenía a Ayaka y el bebé que viene en camino, de ninguna manera iba a quitarles su lugar, pero no evitaba pensar, en que, si las cosas fueran diferentes, habría tomado otra decisión y principalmente si todo estaba bien.

Podría arrancarse los pelos de la cabeza toda la noche si eso pudiera darles una aclaración a sus revueltos sentimientos, y aunque no sería de esa forma, el destino le otorgó una pequeña ayuda.

—Veo confusión e intranquilidad en ti, Guerrero de otro mundo. —La voz le asustó y perplejo se puso en pie con una pose de combate, pero no hubo confrontaciones, tan solo una débil risita que se burló de él. —Algo está profanando la paz del santuario Narukami, me pregunto si podrás ser tú.

—Eres la señorita de ese día.

La superior de las sacerdotisas se acercó, y contempló el paisaje nocturno junto a él.

—Yae Miko, me conocen de esa forma. —Explicó la mujer de la cabellera rosa. —Los asuntos del corazón son una incógnita a la que solo su propietario puede encontrar respuesta, me pregunto cuales podrían ser las razones para desconcertar a un hombre cuya voluntad le permite ir en contra de los dioses.

Su tono tranquilo y sereno le provocó esa misma sensación, sabía que al menos no tenía en nada en contra suya, y viceversa. Ante la necesidad de hablar con alguien, suspiró de frustración.

—Antes de llegar aquí tuve una vida, o al menos eso es lo que me gusta pensar. —Dijo él. —Quiero ser feliz y continuar mi camino, pero las decisiones que tomo me alejan de ese objetivo.

—Estar en compañía no es lo mismo que no estar solo, pongamos como ejemplo a Ei.

—¿La creadora de la shogun?

Yae asintió.

—Permanece en ese sitio creado por ella, alejada de las debilidades mortales. Cree que es lo mejor para una diosa aun cuando no le gusta estar ahí, estoy seguro que incluso la más detestable vida mortal ha encontrado más regocijo que esa larga existencia.

El joven descendió la mirada, pensó en la soledad que cualquiera sentiría si estuviese en ese lugar, y no evitó comparar esa situación con la suya.

—Hay muchas cosas que me hacen feliz, pero por mi culpa hay alguien que es infeliz y la he lastimado.

—¿Y esa persona forma parte de las cosas que te hacen feliz?

Gokú no pudo responder.

—¿Qué es el amor?

Preguntó él.

—Así que se trata de eso. —Contestó ella. —Cuando se trata de ofrecerlo es poco probable que tengas control sobre él, pero es tu decisión aceptarlo cuando viene de algo o alguien más, solo tú sabes lo que es mejor para ti.

Gokú la escuchó atento, aunque esta vez, no logró entender el mensaje que acarreaban esas palabras. Lo siguiente que notó fue la disposición de esa dama para marcharse, no obstante, algo le hizo detenerse. — En asuntos del corazón no puedo ayudarte, pero creo que el que estés aquí no es solo coincidencia, por lo que creo que deberías saberlo.

—¿Saber qué?

—El decreto de captura de visiones y el cierre de fronteras nunca fue el veneno que dañó esta nación, y ahora mismo ese mal está infiltrado en las filas de tus aliados.

Gokú se quedó confuso.

—Hay ciertas personas a las que les convenía que la shogun actuase de esa manera, apoyando las decisiones cuestionables que al final marginaron a inazuma, pero desde que ella fue superada, no han vuelto a hacer acto de presencia, creo que ahora les interesa más la fuerza que tú les mostraste.

—¿A qué se refiere?

Preguntó, pero solo vio indisposición de la mujer para decirle más.

—Ve con cuidado Gokú, muchas veces lo que se ve, no es la realidad.

—¿Por qué me dice todo esto?

—Algún día lo sabrás.

(...)

Su más grande angustia ya arribó a su vida, porque desde el otro lado de la puerta vivió el martirio que con seguridad cualquier hombre de familia debería superar, e irónicamente, un llanto fue el alivio que su alma estaba esperando.

Al entrar en la habitación, notó el agotamiento que Ayaka palidecía, y a su lado, la razón que durante nueve meses esperaban ver, un ser que toda característica presente se asemejaba a él, desde su cabello erizado hasta cada facción de su rostro, el sentimiento no pareció ser nuevo, pero le invadió de una alegría inmensa, aquí su familia, su razón por la cual mantenerse vivo y de sanar las secuelas de su cuerpo, por dejar el pasado y enfocarse en el futuro, su nueva oportunidad. Kamisato Ayami fue el nombre que se le dio.

Su primogénito, fue recibido con alegría por todo el clan, y en él, ver a un ser vivo tan pequeño le proporcionó la voluntad que no lograba encontrar, porque podría decir que finalmente tenía algo en ese mundo, lo protegería y de hacer falta buscaría más fuerza para superar los obstáculos que viniesen, encontró la felicidad dejando de lado los problemas y dudas que lo agobian, lo creyó de esa forma entonces, sin embargo, esa determinación se vería puesta a prueba muy pronto.

Fin del Capítulo 7

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