Paul x Carlos
Hay personas que nacieron para sonreír, Paul es una de ellas; y, sin embargo, casi nunca lo hace.
Hay partes que crujen agónicamente en el machihembrado de este piso cuando camino sobre él o cuando me siento para colocarme los zapatos —que es justamente lo que estoy haciendo ahora—. Esta es una casa antigua; lo sé, es como esas viejas pesadillas que no asustan en sí, sino que dejan un pequeño vacío dentro tuyo.
Sí, esas tablillas de pino antiguo crujen y anucian los pasos cercanos. No podrías disimular espiar a menos que conocieras cada lugar. Los pasos de Paul nunca son precisamente cautelosos, tan solo vagos, tal vez tanto como él —que casi nunca sonríe y casi nunca dice demasiado.
— ¿Ya te vas?
No quiero levantar la vista para verlo, tras escuchar el tono parco de su voz, y finjo concentrarme por demás en atar mis agujetas, aunque mi vista haga enfoques fugaces en sus zapatillas blancas junto al marco de la puerta.
— Así es —respondo, y en serio trato de sonar muy optimista.
Él piensa. En sí, usualmente piensa mucho todas las cosas. No lo miro y sonrío, sólo para que no piense esta vez las cosas equivocadas. Entonces puedo percibir esa intención de adentrarse en el movimiento cauteloso de sus zapatos. Lo sé. Es difícil hablar con él, es difícil que se abra contigo, que te diga las cosas que verdaderamente piensa ...y siente.
— Carlos.
Mis dedos detienen su afán tranquilo casi inevitablemente al escuchar mi nombre. Mi nombre en su voz, es algo que no puedo...
— ¿Hm? —alzo la vista sólo para verlo inclinarse y sentarse junto a mí.
Ahora es él quien mira mis zapatos, o tal vez no lo hace, no, sé que no. Fija su azul frío en un sitio inexistente, más allá de todo, aún más allá de él.
— Paul —trato de ser suave— ¿En qué piensas?
E incluso sé la respuesta.
— En nada.
Y es la mueca de siempre.
Suspiro y me empeño, esta vez con real determinación, en terminar de atar mis agujetas. Entonces siento ese contacto tibio sobre mi hombro, de nuevo, es él. Es él tan junto a mí.
Mi mejilla roza el terciopelo de sus cabellos rubios y sé lo que siento.
Al principio siempre era muy complicado. Era difícil llegar a él, sin contar que solíamos discutir demasiado. Sólo después de unos tragos bajaba apenas la guardia y a veces ni siquiera así cedía completamente. Era un tren misterioso.
Inclino y giro con cuidado mi cabeza hacia la suya para que aún siga apoyada en mi hombro, y trato de encontrar su mirada. Sólo encuentro sus labios ligeramente separados, con una frase rendida en ellos.
— Paul —le llamo en voz baja.
Y él por única respuesta sólo acurruca más su cabeza contra mi cuello. En el suspiro cálido suyo sobre mi piel, puedo apostar a que ha cerrado sus ojos. Sé lo que siento.
Tanto lo sé, que dejó que mi brazo rodee su cintura para sostenerlo contra mí. Y me quedo en silencio, sintiendo cada delicado palpito; es suyo y es mío también.
Paul no tarda demasiado en flexionar sus piernas y apoyar una contra la mía. Bien, suspiro, esto es algo que ya debo hacer. Vuelvo a inclinarme a él y esta vez le tomo el rostro con ambas manos para mirarlo mejor.
— Paul —le digo de nuevo y fijo mis ojos en la mirada oculta bajo sus pestañas— ¿Estás bien?
Al ver que sigue sin responderme, le retiro con cuidado los mechones que caen sobre su rostro en una caricia que no puedo controlar.
No me hubiera atrevido si su mano no se hubiera rendido contra mi muslo, sobretodo porque teníamos "reglas" —a ninguno de los dos nos gusta llamarlo precisamente "reglas", pero eso no significa que no seamos conscientes de las circunstancias—. Aún así no puedo evitarlo. Mi mirada sosegada recorre sus facciones hasta llegar al anhelo oculto en el respiro calmado que proviene de sus labios. Cuanto más me acerco, más lo percibo. Es su calidez a unos pocos centímetros de la mía. Cuando cierra sus ojos conmovedores yo cierro los míos y lo beso suavemente.
Hemos sellado todo con un contacto tibio y húmedo. La primera vez estábamos lo suficientemente ebrios como para fingir que no había sucedido. La segunda vez tal vez fue igual. Las próximas veces seguíamos ebrios o drogados, pero ya lo tomábamos como una mala burla, hasta como un buen gesto de fastidio. Pero de allí a hoy ya han pasado más de dos años.
— ¿No has bebido, cierto? —me pregunta en un susurro cuando nuestros labios se han separado.
— No.
No lo aparto de mí y tampoco lo miro a los ojos.
— Yo tampoco —confiesa en otro susurro tímido, tal vez apenado.
— Bueno —quiero decir algo mejor—. Está bien.
Y aunque sabemos que no está precisamente bien, cedemos al impulso temerario y volvemos a besarnos; esta vez con más ansiedad, con más urgencia, como si aquello hubiese sido algo injusto de esperar. Hundo mis dedos en su cabello mientras el preciona en pulsaciones mi muslo. Y exploro el recinto de su boca deslizándome en un sabor nuevo; ese rastro añejo de whisky y cigarrillos hoy ha dejado lugar a una escencia de almendras o... —cierro mis ojos con fuerza, hundiéndome en esa sensación revolotante, tratando de percibirlo— son... nueces... ¡Paul sabe a nueces! Suspira en mí. Nueces y tabaco
Él comienza a jadear en el beso y entonces me deslizo hasta la comisura de sus labios para darle un pequeño espacio.
— Se supone que no deberíamos hacer...esto aquí...ahora —me dice él con dificultad.
Aún respiro sobre su piel cuando trato de poner el orden mi coherencia. Asiento y beso uno de sus lunares antes de alejarme con la mirada gacha. Tal vez yo tampoco quiero que él, y los demás, sepan mucho de mí...y lo que siento.
Sé que siempre hemos dicho, Paul y yo, que somos completamente diferentes; pero, en el fondo, sabemos que provenimos de una misma raíz interna. Hemos crecido diferentes, es eso, es sólo eso. Él y yo afrontamos los mismos monstruos con nuestras propias armas.
— Volverás mañana o... —me pregunta pasándose el dorso de su mano por la boca. No entiendo por qué ese gesto despierta en mí algo afectivo, es como si me derritiera por dentro...
Tal vez el hecho que él limpie inconscistemente el rastro que he dejado no debería causar nada emotivo en mí. Aunque, el hecho consecuente de que muerda ligeramente su labio inferior tratando de quedarse con un último vestigio mientras pierde su mirada en la nada, es quizás lo verdaderamente conmovedor.
— No —respondo con firmeza despertando de mi ensueño y poniéndome de pie—. Estaré de vuelta antes de las ocho.
Me sacudo el pantalón y él sigue sentado en el suelo, con un brazo apoyado sobre su rodilla y la mirada perdida.
Me paso mi morral sobre la cabeza y estoy listo para irme.
— Sólo tengo que hacer un par de cosas —añado tratando de compensar su silencio—. Cosas no muy divertidas —y sonrío en un tono idiota. Lo sé.
— Claro —dice finalmente él, aún lejos en la nada pero ya no tanto—, las cosas divertidas no suceden de día.
— No, definitivamente —cierro ligeramente mis puños y mantengo mi sonrisa absurda. Lo sé.
Sé lo que siento.
Doy un paso hacia Paul, me inclino para rodear sus hombros con un brazo y le dejo un beso fugaz en la sien. Es real, lo que hice, lo hice realmente y él estaba tan desprevenido que no tuvo oportunidad de rechazarlo.
— No bebas tanto —le digo justo antes de alejarme de nuevo hasta el umbral de la puerta— sin mí.
Y he logrado que sonría. Lo he hecho de nuevo y es un triunfo para mí, porque...
— Nos vemos —levanto mi mano en un despido dramático. Guardo su sonrisa en mi mente para el resto del día. Guardo esa imagen suya allí, de la forma en que sé que nunca podría volver a verlo, porque los momentos a lo largo de la vida son únicos. Estos días definitivamente no volverán.
Hay algo muy hermoso en su sonrisa. Es algo que conmueve tu alma y te hace apreciarlo cada vez más. Quiero modificar mi pensamiento inicial de esta mañana...
Y mi teléfono móvil suena cuando ya he salido de la punzante casa victoriana. Respondo mientras camino, lanzando mis palabras aterciopeladas:
"Iré hoy. He estado en Connecticut estos días" La calidez de una Primavera que termina ahora rodea la piel de mis brazos descubiertos "Así es, hemos estado grabando el nuevo álbum, conviviendo bajo el mismo techo, como la vez pasada" Giro la cuadra con pasos determinados "Es una aventura, para unos tipos que se curtieron en la carretera por casi dos años, esto ya es una aventura y... Hemos comprado muchos comestibles, comemos demasiado" Me atrevo a reír al teléfono "Y Paul..." Claro, no me había tardado en mencionarlo porque... "Él y yo bebemos todo el día para mantener la calma" Hemos bebido bastante sí, juntos, y también hemos hecho tantas otras cosas...
Sé que puedo estar profundamente enamorado de su sonrisa. Y no quiero pensar en el día que el decir y hacer cosas estúpidas ya no lo hagan sonreír. Porque...
Quiero modificar mi pensamiento matutino: Hay personas que nacieron para alumbrar todo con una sonrisa, Paul es una de ellas; y, sin embargo, yo...
Sé lo que siento.
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N.A.
Inspirado en la imagen de la cabecera (SPIN, Junio 2004)
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