💕Dieciocho.

Jimin odiaba los silencios.

Lo hacía desde que era un niño. Cada vez que había silencio el sentimiento de soledad crecía en su pecho, alimentando la propia vulnerabilidad de su espíritu que cada día luchaba para fortalecerse.

"Renuncio".

El silencio que le siguió a esa palabra fue extraño, todo desapareció; las personas, el edificio en el que estaba y las sensaciones del ambiente. Se redujo a ese cachorro que temía a los silencios, y con ese recuerdo fugaz de su niñez vino también el de su madre.

Ahogó un suspiro doloroso.

Su madre estaba muerta. No sabía quién era su padre. Lo único valioso que tenía en la vida eran sus hermanos, y les falló desde el instante en que esa única palabra salió de su boca.

—A mi oficina. —La voz de Yoongi llegó a sus oídos, pero Jimin se tomó un momento para procesarla porque creía que era necesario.

Siguió los pasos del alfa en el mismo silencio que le incomodaba. De pronto, la oficina le resultaba demasiado pequeña, el aire espeso no tenía la capacidad de llegar a sus pulmones con regularidad, ocasionando que su cerebro ralentizara la marcha y le costara mucho hasta la tarea más sencilla como lo era hablar.

Yoongi por su parte se sentía cansado de toda la situación. Cada vez se convencía más de que su madre fue irresponsable al contratar a un joven inexperto, y también sabía que parte de la culpa era suya por permitir dichas libertades.

Sin embargo, no se sentía cómodo con la idea de que todo acabara de esa manera. Sobre todo cuando era evidente el tormento por el que él omega estaba pasando, pese a que fue él quien tomó la decisión.

—Jimin. ¿Estás seguro de tu decisión?

—No.

—Entonces, ¿por qué decides ir por la vida siendo un esclavo de tus propios impulsos?

—Porque...

El omega frunció el ceño, un gesto que avisó a Yoongi que ya estaba despertando del trance en el que se había hundido.

—Lamento mucho mi comportamiento, señor Min —dijo de pronto—. La verdad es que necesito el trabajo, así que borremos de la memoria los últimos veinte minutos, ¿le parece bien? Bien, ¡estupendo!

Una sonrisa de inocencia pintó los gorditos labios, provocando que el alfa lo mirase extrañado.

—¿Qué?

Jimin parpadeó. —¿Qué de qué?

Yoongi avanzó un paso hacia él, mientras Jimin retrocedía, aun con una sonrisa nerviosa dibujada en sus labios.

—¿Enloqueciste?

—No señor —negó efusivamente, sin parar de retroceder lentamente.

—¿Por qué actúas extraño?

—Admito que me asustó mucho la posible consecuencia de mi decisión, así como también que me encuentro muy nervioso por lo que pueda pasar en un futuro. Por eso necesito que me confirme que todo está bien para que pueda irme a su enorme mansión para continuar con mi trabajo, feliz y aliviado.

Yoongi nunca pensó que asustar a la garrapata le resultase tan perturbador. Le sorprendió la habilidad del chiquillo para decir tantas palabras en cuestión de segundos y supuso que se debía al terrible susto que él mismo se había causado.

Al alfa le gustaba.

El verlo asustado claro.

Caminó un par de pasos, mirando con diversión como el menor volvía a retroceder.

Jimin a veces, solo a veces, le parecía entretenido. La mayoría del tiempo era molesto.

—¿Por qué estás retrocediendo?

—¿Por qué está avanzando?

Yoongi detuvo sus pasos. —Solo quiero hablar.

—Pues puede hacerlo de ahí, de lejitos —murmuró el rubiecito con desconfianza.

—Está bien. ¿Podemos hablar de lo importante?

—¿No es lo que estamos haciendo?

El alfa gruñó molesto y Jimin quiso arrancarse la lengua. El espeso aroma del mayor iba en aumento, provocando leves mareos y un pequeño malestar en el omega, quien frunció el ceño al sentirse de aquella manera.

Supuso que era por el poder y rango que el pelinegro poseía; un alfa que había alcanzado su completa madurez, por supuesto que era comprensible que reaccionara de aquella manera, siendo su propio lobo un cachorro que estaba en plena transición.

—Montaste un ridículo espectáculo con un público completo —la voz del alfa lo sacó de sus pensamientos—. Manchaste mi reputación frente a mis trabajadores, ahora mi autoridad la verán como algo blandengue y de jugar —frunció el ceño, sintiendo verdadera molestia—. ¿Cómo debería tomar tu falta de respeto?

El rubiecito enderezó la postura y alzó el mentón.

—No tengo la culpa. Simplemente estaba disfrutando de un agradable momento, discúlpeme usted porque no sabía que en su empresa estaba prohibido reír. —Se cruzó de brazos y le sostuvo la mirada.

—¡Taehyung no se toma nada en serio! —el grito del alfa lo asustó—. ¡¿En qué diablos estabas pensando?!

—¡No me grite!

—¡Yo hago lo que quiero, y en estos momentos quiero gritarte!

—¡Es un abusivo! —pequeñas lágrimas nacían de los ojitos azules.

Yoongi parpadeó sorprendido.

—¿Abusivo? —preguntó con incredulidad, el menor asintió con vehemencia—. ¡Tú eres el que se alió con Kim para hacer de mi empresa un patio de juegos!

—¡Yah! —chilló, sobresaltando al mayor—. Ya me dijo todo eso, no es necesario que vuelva a repetírmelo.

El mayor entrecerró los ojos, negándose a creer en aquellos orbes irritados y llorosos. Por el poco tiempo que llevaba conociendo al rubio, sabía que era impulsivo, agresivo y tremendamente respondón; lo más lógico es que se le tirara encima como mínimo, o que le respondiese de manera mordaz como lo ha hecho muchas veces. Sin embargo; sigue temblando, con lágrimas recorriendo sus mejillas y el cuerpo tembloroso. Aquella fragilidad le resultaba dudosa, y Yoongi se negaba por completo a creer en ella.

<<Quiere engañarme>> fue el pensamiento que cruzó por su mente, y el cual le incentivó a seguir presionando.

—Eres un pequeño manipulador —dijo, el rubiecito negó de manera desordenada—. Por supuesto que lo eres —siguió el alfa con voz profunda—. Crees que puedes engañarme con esas lágrimas, pero no es así —rió de manera corta—; así que, desde ya te voy informando de que nada funcionará —aseguró—. No importa todo lo que mi madre haya dicho o hecho, también me vale un carajo todo lo que te haya prometido; después de todo, es para mí que trabajas, así que no hay un verdadero motivo que me detenga.

Los ojos del omega se ampliaron en terror cuando la amenaza del alfa se materializó en su mente.

—¿Qué me quiere decir?

Yoongi miró aquellos ojos asustados y respondió sin vacilar. —Que en cuanto lleguemos a mi casa estarás despedido.

Y aunque sabía que el alfa diría aquello, siempre terminó doliendo.

—P-pero... creí que... yo creí... —La voz de Jimin se apagó, con la mirada perdida en alguna parte de la oficina.

Era definitivo.

Perdió su trabajo, su sustento y su estabilidad.

La noticia hizo cortocircuito en su mente; todas las emociones negativas que no lo habían atormentado en días, estaban nuevamente presentes. La incertidumbre y el miedo volvieron con creces, provocando que su autocontrol sobre su lobito fuese casi nulo; llevando a que su omega hiciera lo que siempre hacía cuando se sentía solo y necesitaba calmarse.

Fue así como Jimin empezó a expulsar su aroma con fuerza.

Las dulces feromonas de las cerezas y orquídea se hicieron presentes en el lugar; la delicada fragancia que iba acompañada del amargo de su tristeza se expandió por cada rincón de la sala, llegando en cuestión de segundos hasta las fosas nasales de un molesto alfa.

Los aromas impactaron con fuerza abrasadora en el mayor borrando todo rastro de lucidez y haciendo estragos en su interior; Yoongi pudo sentir con completa nitidez el profundo aullar lleno de euforia de su lobo, lo sentía tan presente y tan vivo que por unos momentos se sintió fuera de este mundo.

Y fue inevitable aquel poderoso reconocimiento.

Omega. Cachorro.

Tomó profundas inhalaciones de aquel exquisito y dulce aroma; un sentimiento burbujeante nacía en su interior, provocando mayor euforia a su lobo quien se removía inquieto cuando reconoció la tristeza que albergaba al pequeño omega poseedor de tan encantadora esencia.

El omega estaba triste, y el alfa aulló en completa culpabilidad y arrepentimiento.

Sin ser consciente, Yoongi empezó a desprender su aroma con un matiz cálido y protector; su alfa estaba concentrado en reparar su falta, mientras que su lado humano trataba por todos los medios posibles el poder controlar aquel impulso fuerte que nacía de lo profundo de su pecho y que lo orillaba a acercarse al frágil omega que sollozaba sin descanso.

De pronto, la sensibilidad del pequeño le golpeó de manera fuerte; los sollozos ahora los escuchaba multiplicados y le eran sumamente dolorosos de presenciar; el aroma que tanto le había encantado poco a poco iba volviéndose amargo en su totalidad, provocando que alfa y humano se asustaran al sentir aquel sentimiento de pérdida de manera inminente.

Y justo en ese momento supo que no podía seguir imponiendo resistencia ante los fuertes deseos de su lobo.

Jimin se sentía patético. Él realmente no quería llorar, mucho menos verse de manera tan derrotada y frágil frente al alfa; es solo que escucharle decir que estaba despedido le golpeó de una manera inesperada. Su lobo aullaba lastimero, y él realmente no podía entender de donde había nacido aquel matiz de decepción que su omega tanto aullaba.

No fue consciente de que había soltado su aroma sin inhibiciones.

Tampoco supo cuando el aroma del alfa cubrió al suyo de manera protectora y reconfortante.

Mucho menos pudo sentir cuando los fuertes y cálidos brazos del mayor cubrieron su pequeño cuerpo, donde el alfa empezó a acariciar con afecto y lentitud la tensa espalda del pequeño, en un intento por tranquilizarlo.

La tranquilidad que cubrió a ambos lobos fue inmediata; el lazo de aquella cercanía era lo único que necesitaban; donde el alfa volvía a sentirse cálido y el omega protegido.

Las pequeñas manitas de Jimin se ajustaron a la amplia espalda; sus deditos temblorosos y vacilantes se encargaban de devolver aquellas suaves caricias que él mismo estaba recibiendo. Sus ojos permanecían cerrados en completo gusto, mientras que, poco a poco hundía su rostro en el cálido y reconfortante pecho del alfa.

Aquellos minutos los hicieron suyos; el sentimiento mutuo que los envolvía creó un mundo nuevo, donde todo el exterior quedó en el olvido. Todo lo demás no importaba, y aunque una pequeña parte de ellos sabía que no estaba bien; alfa y omega se encargaron de olvidarlo, entregándose al apego del otro y sintiendo aquella sensación bonita y cosquilleante que estaba llenando por primera vez a su mundo de colores.

—Lo siento, cachorro —la voz del alfa sonaba como un hermoso arrullo para el omega—. Mi intención nunca fue asustarte.

El rostro de Jimin permanecía escondido en el pecho contrario, negándose a abandonar aquel lugar que recién descubría, el cual le había resultado tan reconfortante y familiar.

—Tuve miedo —susurró quedito.

—Lo sé —suspiró Yoongi, apoyando la mandíbula en la cabeza del rubiecito, ¿Por qué hacía aquello?

Un nuevo temblor invadió al pequeño cuerpo. —Entonces, ¿Es verdad?

—¿Qué cosa? —interrogó el alfa.

El rubiecito lo encaró, con un puchero lastimero adornando sus labios. —¿Me va a despedir?

Por primera vez Yoongi le observó detalladamente. Las brillantes pupilas del omega brillaban como en una noche estrellada; sus hermosas mejillas, pese a que estaban irritadas por el llanto lucían hermosas, y los rechonchos labios, rojos y apetitosos como una apetecible cereza que servía de encanto natural en el menor.

Esas encantadoras facciones todavía guardaban rastros de ingenuidad y esperanza, ofreciendo un calor reconfortante y un valor sin igual que no existía en el mundo de Yoongi. Sus profundos ojos, tan azules como el mar estaban rebosantes de inocencia; una inocencia que Yoongi quiso proteger, al igual que al cachorro mismo.

Sonrió con un pequeño deje de ternura. —No lo decía en serio.

—¿De verdad? —se emocionó el menor, Yoongi asintió—. ¿No me va a despedir? —quiso asegurarse.

—No lo haré, te necesito.

Una pequeña arruga se formó en el entrecejo del rubiecito, y sus ojitos se estrecharon en sospecha.

—Prométalo entonces —exigió, levantando su pequeño meñique en alto.

El alfa ladeó la cabeza en confusión. —¿Lo dices en serio?

—Sí —asintió convencido—. Solo de esa manera podré creerle.

—¿No te basta con mi palabra?

—No. Tengo mucho que perder, espero que lo entienda.

El mayor suspiró y con cierta vergüenza unió su meñique con el del menor, provocando que una sonrisa de suficiencia naciera de los labios de Jimin.

—¿Ahora si me crees? —refunfuñó el alfa con las mejillas rojas.

—Le creo —respondió Jimin, mirándole con un brillo de agradecimiento en sus ojos hermosos.

Ambos sonrieron, la comodidad que sentían era extraña pero reconfortante y realmente no les importaba nada más.

De pronto, Jimin se puso nervioso al percatarse de algo.

Había expulsado su aroma.

Retrocedió un par de pasos asustado, provocando que el alfa le mirase de forma extraña. El pequeño rubiecito frunció el entrecejo, sintiéndose molesto consigo mismo.

<<¡No fraternices con el enemigo, lobito tonto!>> regañó en su mente, escuchando de manera inmediata el gruñido de protesta de su omega.

Yoongi parpadeó incómodo; todo rastro de su lobo había desaparecido, dejándole el peso de la incomodidad a él solo.

Rascó su cuello sin saber hacia donde ver. —Es hora de irnos —decidió, empezando a caminar primero.

—¿Irnos? —preguntó el omega confundido, pero siguiéndole el paso.

—Sí, debo llegar lo más pronto posible a mi casa para revisar detalles de la campaña —comentó, subiendo por las escaleras; observó al pequeño omega y bufó—. Apúrate, ¿Quieres? No tengo todo el día.

Había descubierto que el aroma que tanto había amado y, en cierto punto extrañado le pertenecía a aquella garrapata, ¿Podía ser peor?

Pero sobretodo, lo que más le enfurecía era que por unos breves instantes había mostrado una faceta de él que siempre mantenía oculta de los demás, inclusive de su madre.

La calidez y fragilidad que componía a su lobo, junto al inmenso deseo de amar y ser amado.

Rodó los ojos, ignorando la inquietud que su lado animal estaba sufriendo; todo aquello se le hacía patético y no pensaba hacer algo para cambiarlo.

Su lobo tenía que aprender que las decisiones las tomaba él y solo él; y lo que menos quería era verse involucrado en sentimentalismos baratos que no le llevarían a nada.

Peor si se trataba de aquel chiquillo berrinchudo.

—Apúrate, no puedo darme el lujo de perder más tiempo contigo.

El rubiecito rodó los ojos mientras aumentaba el paso. Ambos salieron de la empresa con varias miradas curiosas puestas en ellos; para todos los que trabajaban ahí se les hacía sumamente extraño y hasta cierto punto entretenido el ver al imponente y serio alfa acompañado de un pequeño omega de cabellos rubios y hermosas facciones que, a duras penas le llegaba a alcanzar el hombro por su baja estatura.

Salieron en silencio y subieron al auto del alfa, quien los llevaría a la mansión Min.

Y en el camino los sucesos vividos minutos atrás estuvieron presentes en sus mentes; provocando que aquel sentimiento que no querían admitir se hiciera presente con mucha más fuerza.

Porque simplemente había cosas que no se podían evitar.

Por mucho que se luchara para retenerlas; siempre volverían con más fuerza.

Ese era el poder de los lazos del destino.

El poder de los predestinados.

Y quizá lo sabían, pero se negaban a aceptarlo.
















Aquí está el capítulo que les debía, y espero que les haya gustado como a mí UwU.

¡Romance Yoonmin a sus órdenes!

Poco a poco nos vamos adentrando a la etapa dulce y de enamoramiento. 💕

Más tarde estaré publicando el próximo capítulo.

















💕YOONGLH.






















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