𝓟𝓪𝓻𝓽𝓮 𝓤𝓷𝓲𝓬𝓪
02 abril 2017, 10:55 am
Nihonbashikayabachou, Chou City, Tokyo.
Miré mi reloj de muñeca, el cual tenía más de diez años de andar conmigo y el cristal que recubre los números dorados y las manecillas desgastadas con una pequeña mariposa en el extremo del segundero que recorría sin parar cada número que se encontraba en un fondo de pequeñas flores rosadas ya estaba algo rayado debido a que solamente me lo quitaba para dormir y ducharme. Era una de las pocas cosas que me había quedado de "herencia" de mi hermanita, que había fallecido cuando cumplió los cinco años debido a la Leucemia que sufría, eso y una cadenita con un dije redondo que tenía grabada una letra "C" que era la inicial de su nombre, Chiyo.
Ya era tarde, era muy posible que perdiera el tren que me llevaría a un trabajo de último minuto al que me habían ofrecido, aceptando sin dudarlo ya que estaba segura de que mis años de estudio en fotografía por fin iban a rendir sus frutos, si todo salía bien podría dejar el trabajo que consumía mis noches. justo como la anterior, que era en un club nocturno como bartender. Mi turno terminaba a las cinco de la madrugada, por lo que era casi imposible no quedarme dormida esta mañana.
No estaba acostumbrada a fotografías a personas en un estudio, de hecho al no tener un trabajo fijo, me dedicaba a retratar paisajes, personas, animales y cualquier cosa que llamara mi atención al natural, nunca pedía que alguien posara para mis fotos, quizás por eso era que no tenía un trabajo "real" en este momento. Solamente trabajos de medio tiempo que duraban menos de lo que mi alacena tardaba en vaciarse.
Entre esos trabajos varios se encontraba paseadora de perros, bartender que era a lo que actualmente me dedicaba desde hacía un par de meses, niñera, dependiente en una tienda departamental, cajera en un Convini e incluso cuidar ancianos en una casa de asilo. De verdad trataba de conservar uno solo de los trabajos, pero ninguno de ellos era lo que mi corazón deseaba, mi pasión era la fotografía y aún así no había sido contratada más que para fotografiar algún evento familiar, al que terminaban diciéndome que por ser familia no me pagarían y que bastaba con asistir y consumir lo que sirvieran en el lugar.
Muchas veces incluso llegué a considerar que no tenía talento para la fotografía y que por eso mismo no lograba que me contratasen en ninguna agencia o empresa ni grande ni pequeña. Me frustraba tanto la situación que incluso quería tirar de una vez por todas la toalla y resignarme a que sería una fracasada de por vida y que mis trabajos serían siempre de mierda y pasajeros.
Si hasta este punto no me había rendido era por ella, por Chiyo quien fue la única que siempre creyó en mí, decía que su inspiración siempre era yo que por más que la vida me azotara contra paredes de piedra y concreto, me terminaba levantando, me sacudía mis ropas viejas y desgastadas y seguía adelante sin importar qué.
Ahora, con veinticuatro años, se me presentó por fin la oportunidad de mi vida y juré que daría todo de mí para que, por fin, alguien reconociera mi esfuerzo y pudiera salir del agujero en donde vivía, en un barrio de mala muerte, en un edificio que se caía a pedazos y en un apartamento que era poco más grande que una cajetilla de cerillos.
Esperaba que mi lado torpe no me jugara una mala pasada, si ya de por sí ir tarde no me suma puntos, el nerviosismo lograba que mi torpeza se triplicara. Empaqué todos los implementos necesarios, la lente que tenía de 27 mm que había sido mi compañera confiable, un flash externo, las dos baterías, mi pc con los cables necesarios, algunas tarjetas de memoria y mi bebé, mi Alpha 7R IV de 35mm. La noche anterior puse a cargar las baterías para no tener contratiempos el día de hoy y que a media sesión no me quedase sin pila.
Lo coloqué todo en mi maletín de cuero negro de manera que todo el equipo estuviera bien protegido, odiaría que alguna cosa le pasara después de haber invertido los pocos yenes que había ahorrado mientras estudiaba para comprar mi equipo que, podría no ser el mejor o más profesional del mundo, pero para mí era mi universo.
No había podido ni siquiera tomar un café, ya que gracias a que cuando coloqué la alarma en el móvil la noche anterior, quizás por los nervios, presioné la opción de pm en vez de am, por lo que por cosas de la vida, desperté casi dos horas después de la hora en la que se suponía que despertaría para no poder lograr hacer todo con calma antes de salir del apartamento. Era la primera vez que agradecía las peleas de la pareja que viven en el apartamento de junto, ya que de no haber sido por sus gritos, quizás aún estaría tranquilamente dormida.
No pude lavar mi cabello ya que al tenerlo un poco ondulado, bastante rebelde y de largo por la cintura, requiere sus horas de cuidado para dejarlo mínimamente decente, por lo que la mejor opción fue un shampoo en seco, dejarlo suelto y colocar una pañoleta que combinara con mi outfit aunque fuera un poco ya que era algo simple, una blusa de cuello de tortuga sin mangas color blanco, un jumper color salmón largo hasta el tobillo que se ajustaba un poco a mi cuerpo y mis zapatillas blancas. De accesorios solamente la pañoleta, un par de aritos medianos y la cadenita de mi hermana. Estaba claro que de todas maneras me sentiría algo fuera de lugar, ya que estar rodeada de modelos con sus largas piernas y pieles perfectas me iba a intimidar un poco. Esconderme detrás de mis gafas era lo más que podía hacer para ocultar aquel sentimiento y tratar de mantenerme lo más serena posible.
Resoplé dando un par de vistazos rápidos desde mis pies hasta mi cabeza, la sonrisa que me di a mi misma no podría haber sido más falsa, pero era lo que había. Trataría de que haber iniciado el día con el pie izquierdo; como ya era costumbre, no interfiriera con la emoción que tenía. Sin duda daría el 100% de mi para que todo saliera mejor de lo esperado, dejar una buena impresión y conseguir por fin cumplir uno de mis sueños.
Me coloqué sobre el hombro la correa del maletín, tomé el móvil que tenía sobre la cama, ajusté mis gafas sobre el puente de la nariz, sacudí mi ropa un poco como si aquel gesto retirara de las telas un poco de mala suerte, tomé las llaves y caminé apresurada hacia la puerta, di un rápido vistazo hacia atrás, parecía que no había dejado nada olvidado.
—Bien Kazumi, todo va a salir perfecto...
Finalmente terminé dándome ánimos a mi misma como siempre hacía y bajé las escaleras de forma rápida pero sin correr, ya que más de una vez me había dado un tropezón terminando por rodar hacia abajo hasta toparme de frente con alguna pared que me detuviera. No tenía ni el tiempo ni el dinero para reemplazar mis gafas; de nuevo, sólo por un traspié, así que andaba con la mayor precaución de mi vida en ese momento.
De camino eran aproximadamente diez minutos hasta la estación de trenes de Tokyo, de ahí me dirigiría a la prefectura de Aomori, ya que el diseñador había decidido tomar mi consejo y aprovechar que su colección era de primavera para llevar a cabo la sesión de fotos en el Parque Hirosaki y no solamente por los cerezos que se encontraban en su punto máximo de floración, sino para así aprovechar las vistas del castillo de Hirosaki. En un principio la idea era hacerlo en un estudio, pero gracias a mi sugerencia de hacerlo al aire libre ahora debía emprender un viaje de poco más de tres horas en el tren bala, ya que mi idea le había llamado más la atención que hacer una sesión artificial dentro de cuatro paredes.
En parte la sugerencia era gracias a que por mi bajo presupuesto, no cuento con el capital suficiente para equiparme con la iluminación necesaria para sesiones en interiores, pero eso era algo que no diría a la persona que me contrató, no era que escondiera mi situación ni nada, no me gusta mentir en ninguna situación, pero la primera impresión es esencial y necesitaba que la mía fuera muy profesional.
¿Cómo conseguí este trabajo? Pues, yo nunca he sido de las personas que creen en el destino, soy más de pensar que cada persona crea sus propias opciones y decide qué caminos tomar. Pero por alguna razón esta vez, el destino se hizo presente en mi vida aunque yo sigo negándolo. Todo comenzó hace tres años atrás, una revista realizó un concurso de fotografía y el premio era trabajar para ellos en un contrato de cinco años. Claramente fue una oportunidad que no iba a dejar pasar, así que envié las mejores fotografías que tenía; una pareja de ancianos en una banca de un parque en otoño que ha sido mi favorita desde siempre, me hace creer que el amor verdadero sí existe, unos perritos jugando con su madre y el puente Rainbow en una noche de verano.
La revista publicó dos fotos de cada participante, el concurso involucraba una votación abierta al público, en ese momento la vida me la jugó mal ya que al no ser reconocida en ninguna parte, pues mis fotografías no tuvieron el apoyo requerido ni siquiera para entrar en los diez primeros lugares. Incluso ya había olvidado aquel evento, de no ser por la llamada por la que en este momento camino por las calles de Shibuya tan temprano por la mañana.
Justo a tiempo llegué a la estación, si hubiese tardado un minuto más hubiera perdido el único tren que sale hacia Aomori, entré agitada por la pequeña carrera que tuve que hacer al final para entrar al vagón antes de que la puerta cerrara y ahora me encontraba sentada, transpirada y agitada tratando de recobrar el aliento. Jamás me hubiese imaginado que a estas horas viajara tanta gente, ahora entendía la razón para tener que comprar el tiquete días antes del viaje, y es que esta era la primera vez que me tocaba viajar tan lejos.
Ellos debían estar en el parque antes de la hora pactada por cuestiones de maquillaje, peinados y vestimenta, no era como que fuese a llegar tarde al lugar, ya que afortunadamente llegué a tomar el tren, lo único en lo que afectó mis planes el haberme despertado tarde, fue el poco tiempo que me quedaba para hacer mis cosas; entre ellas mi café de la mañana y mi cigarro para despertarme... cigarro... un momento...
Y sí, por más que busqué entre todos los bolsillos que tenía, había dejado olvidado mi mechero y mi tabaco en casa. Sabía que no todo iba a ser fácil, ahora si mis dos cosas esenciales para funcionar como una persona medianamente normal no estaban, mi párpado comenzó a temblar por el estrés y las manos me sudaban. Pues será llegar allá y comprar tabaco en la primera tienda que vea o voy a colapsar.
Había planeado dormir todo el trayecto hasta mi destino para que no se hiciera tan pesado el viaje, pero la ansiedad no me dejaba, para colmo mi mal humor estaba comenzando a notarse en mi ceño fruncido. Y es que sí, por más que intente disimular un poco cuando algo me afecta, mi cara me delata por completo, golpeaba el suelo del vagón repetidamente con mi zapatilla debido a que mi pierna había comenzado a subir y bajar sin control, frotaba mis manos una con la otra y pequeñas gotas de sudor se deslizaban desde mi frente hasta mi barbilla.
Suerte la mía fue llegar a Aomori y querer ir por un café en la pequeña cafetería que se encontraba en la estación, y darme cuenta de que el autobús que me llevaría hasta la estación de Hirosaki estaba a punto de salir. Por lo que el café fue descartado en ese momento y salí corriendo hasta el autobús, solamente eran diez minutos de viaje así que ya pues luego me las arreglaría, aunque mi estómago rugiendo a todo el volumen posible me hacía sentir una vergüenza tan grande que solo quería que la tierra me tragase en ese momento.
Y aquí me encontraba, todo aquel viaje sumamente largo y tedioso más la carrera que tuve que darme por tantos contratiempos, uno tras otro, se veían opacados por la vista que tenía al frente. Un muro de rocas enormes en donde se posaba el castillo que se observaba desde el puente de barandilla roja en el que me encontraba de pie hipnotizada por las vistas del lugar, pétalos de cerezo que bailaban con el viento que corría, un río de aguas tranquilas rodeando el lugar.
Dios, esto es más hermoso de lo que imaginé.
Era fácil saber en donde se encontraba todo el equipo que acompañaba al diseñador que en ese momento era mi jefe, ya que aquellas hermosas mujeres no pasaban desapercibidas a la vista de nadie. Así que en cuanto las vi cerca del castillo, ajusté mis lentes, tomé la correa de mi mochila y la subí a mi hombro, levanté la cabeza y caminé hacia donde se encontraban todos.
—¿Tú eres la fotógrafa, cierto? —se dirigió a mi una chica en un tono algo intenso.
—Sí, yo soy Kato Kazumi, mucho- —Ni siquiera me dejó terminar de presentarme.
—Sí, sí, soy Yasuda, la asistente del señor Mitsuya. Llegas tarde.
¿Tarde? ¿Pero en qué quería que viniera? ¿En yet? O sea, era el único tren del día y no hice ninguna otra parada y aún así me dice que llego tarde.
—Lo siento, pensé que sabías que el tren en el que viajé es el único que viene al día hasta acá —Me estaba arrepintiendo de haber sugerido este lugar—. Pero ya estoy acá, podemos iniciar de inmediato.
Coloqué mi bolso sobre una banca del parque y comencé a armar mi equipo con sumo cuidado, no iba a dejar que tras de todo lo que ya había tenido que aguantar, esta chica me viniera a poner los pelos de punta. aunque sí lo había logrado, mis manos temblaban pero eso no impedía que ocultara todo aquello lo más profesional posible e hiciera como que sus gritos no me afectaran.
En total iban a ser dos días de fotografías, una con la luz de la tarde de hoy que sería en los alrededores del castillo, y otra por la mañana con en los árboles de cerezo que sería más corta, sería con todas las modelos juntas, ya que obviamente el único tren saldría a la una de la tarde y no podía darme el lujo de perder el dinero del ticket.
Las modelos se comportaron a la altura, por lo que la sesión fue sumamente tranquila, a excepción de la chica de antes que sus gritos era lo único que se escuchaba, dándole órdenes a todos como si la diseñadora de la colección fuese ella o que incluso fuese la madre de las modelos y el personal. No sabía cómo había alguien que la soportara honestamente.
A las ocho de la noche terminamos con todo, ni siquiera sabía cómo mi cuerpo había soportado la falta de nicotina y de café o algún alimento, pero sentía como si en ese momento colapsaría. Todas las personas se retiraron hacia el hotel donde nos quedaríamos a pasar la noche, ellos habían reservado una habitación para mí. ahora me encontraba guardando todas mis cosas en el maletín para ir a buscar algún lugar donde poder comer hasta quedar tan llena que no me podría mover un mes.
Quizás fue lo rápido con lo que me levanté del suelo donde estaba en cuclillas frente a la banca, la falta de alimentos, el estrés o todo aquello junto, pero en cuanto me puse en pie un mareo bastante fuerte me sacudió la vida y me fui para atrás sin poder evitarlo.
Solamente cerré los ojos esperando impactar contra el suelo, ya casi era inmune a las caídas ya que parecía que mi vida sería vivir en el suelo, pero unos brazos sostuvieron mi cuerpo, logrando que por pocos centímetros no impactara contra el concreto.
—Oye, ¿te encuentras bien? —Aún no había abierto los ojos, pero aquella voz grave y varonil logró que mi mente volara, aquel tono de voz preocupado invadió mis oídos al punto de que llegué a pensar que quizás había perdido el conocimiento y un ángel me estuviera hablando.
Abrí mis ojos lentamente, y en cuanto mi vista dejó de ser borrosa, logré enfocar bien y me topé con un par de ojos violetas que me observaban a través del cristal de unas gafas de marco negro que se ajustaban perfectamente a la forma de su cara. Su cabello perfectamente acomodado hacia el frente en tonos violetas claros y oscuros que armonizaban a la perfección con el color de sus ojos, y sentí como por unos instantes todo el mundo quedó paralizado, como si el tiempo se detuviera justo en su mirada y las palabras no lograban escapar de mi garganta.
Me había tenido que retirar del lugar donde se iba a realizar la sesión de la nueva colección de primavera en la que había trabajado durante meses, debido a unos problemas que se estaban dando en el taller en Shibuya, ya que una de las máquinas había dejado de funcionar y las telas que se suponía que llegaban ayer, aún no llegaban y ese retraso nos iba a costar muy caro. Tardé casi el día entero al teléfono resolviendo todo, estaba cansado, malhumorado y con el estrés bastante alto por lo que decidí salir a caminar por los alrededores del parque, ya mañana habría tiempo, con suerte, para estar en la sesión que, según Yasuda, había salido increíble.
Sabía que así sería, ya que el trabajo de aquella chica me había impresionado. Lamenté mucho el hecho de que tuviera tan poco apoyo en el concurso, si lo hubiese sabido en su momento no hubiera dudado en votar por ella. La manera en la que retrató aquella pareja de ancianos reflejaba tantos sentimientos e incluso los cachorros, los ángulos que usó, la luz que aprovechaba, la nitidez de la foto y todos los detalles expresaban exactamente toda la pasión con la que trabajaba.
Fue bastante difícil localizarla, fueron meses hasta que por fin con ayuda de Draken y los chicos logré dar con su número de móvil. Ni siquiera quiero pensar en la manera en la que Baji logró que los de la revista le pasaran su contacto, pero al final de cuentas había valido la pena. Tanto que no dudé en aceptar su propuesta de hacerlo acá, nunca lo hubiera pensado, si por mi fuera íbamos al estudio donde siempre se hacen las sesiones de la diseñadora y listo, no me arrepiento de haber venido a este lugar tan mágico.
Mientras encendía un cigarrillo para calmarme un poco, caminaba de manera lenta por los caminos que atravesaban el parque, observaba la iluminación del lugar que por las noches lograba que el ambiente fuera aún más mágico, lograba calmarme aún más rápido que la nicotina, cuando la vi, una chica que hablaba sola mientras estaba arrodillada frente a un enorme maletín negro, la brisa lograba que su largo cabello negro bailara de un lado a otro.
Poco a poco me fui acercando a ella, a fin de cuentas se encontraba justo en el camino por el que yo andaba, noté la pañoleta que envolvía la parte alta de su cabeza, usando lentes y la combinación de su ropa era sutil pero a la vez perfecta. Esos tonos hacían resaltar su piel y noté que no usaba chaqueta a pesar de tener los brazos descubiertos por completo. Justo iba pasando frente a ella cuando observé que caía hacia atrás y sin dudarlo extendí mis brazos hacia ella, la inercia logró que su peso casi me tirara pero me apoyé en una rodilla y por suerte no se dio un golpe en la cabeza.
—Oye, ¿te encuentras bien? —sus ojos se mantenían cerrados y su respiración era lenta, pude detallar un poco más su rostro ahora al tenerlo tan cerca, sus largas pestañas del mismo tono negro de su cabello, sus mejillas pálidas, sus labios brillantes, estaba fría y lo atribuí a que no usaba chaqueta, poco a poco abrió sus ojos y me miró fijamente a los míos.
Sus orbes eran tan azules como el cielo despejado en primavera, su mirada tan profunda y dulce a la vez, no pude evitar quedarme hipnotizado con su mirada. Es tan hermosa, sus pecas adornando su nariz y lo alto de sus mejillas son el complemento perfecto de su rostro. En aquel momento todo a mi alrededor comenzó a sentirse en cámara lenta, nunca antes me había sentido de aquella manera, como si quisiera que aquel momento perdurase para siempre.
De pronto, imágenes comenzaron a bailar en mi cabeza, como si de una película vieja se tratase y en todas se encontraba ella; bailando, saltando, tomando un helado, sonriendo en todas y cada una de esas imágenes, en todas ellas a mi lado. ¿Esto es a lo que llaman amor a primera vista? Es decir, no sé quién sea ella, ni su nombre, si está sola incluso si está casada, pero nada de eso me importaba en este momento, solamente quería perderme en su mirada para siempre. En cuanto la escuché hablar, mi corazón dio un salto tan fuerte que incluso sentí que se iba a salir de mi pecho en medio de una explosión.
—Sí, discúlpame es solo que me acabo de marear. No te preocupes.
—No te disculpes por eso, ven te ayudo a levantarte.
Al ser tan liviana no fue difícil sentarla sobre la banca de madera, realmente estaba pálida y me asusté un poco. Vi que su mirada bajó hasta la mano en la que aún sostenía mi cigarrillo a medio terminar y lo observaba como queriendo decir algo.
—¿Fumas? —asintió casi frenéticamente lo que me hizo soltar una risa por lo bajo— ¿Necesitas uno?
—No quiero abusar, pero por favor —su tono era casi suplicante— que he pasado el día entero en abstinencia a la fuerza y siento morir.
Sin hacerla esperar le extendí la cajetilla de cigarros que contenía también el mechero, sus manos temblaban al sacar el cilindro blanco y no podía encender el mechero. Lo tomé de sus manos y le ayudé a encenderlo, ella colocó sus pequeñas manos tapando el mechero y rozaba un poco mi mano y una corriente eléctrica recorrió mi cuerpo. dio una calada profunda, retuvo el humo por unos segundos y finalmente lo expulsó hacia arriba.
—¿Mejor? —Ella asintió y me regaló una sonrisa. Es la sonrisa más hermosa que mis ojos habían visto jamás— Disculpa mis modales —me senté a su lado y le extendí la mano para presentarme—. Mi nombre es Mitsuya Takashi, un placer.
Casi se atraganta con su propia saliva y yo no entendía el por qué, incluso me asusté tanto que me levanté del asiento y me coloqué con una rodilla en el suelo frente a ella sin saber qué hacer en ese momento.
—Lo- —tosía— lo siento, es solo- —volvía a toser colocando una mano en su pecho—. Me tomaste por sorpresa, no puedo creerlo. Qué pena... —No entendía nada de lo que pasaba, solo podía mirarla con suma confusión—. Mi nombre es Kato Kazumi, el placer es todo mío.
—Espera un momento, eres la chica de las fotos ¿cierto? —asintió— vaya pensé que te iba a conocer hasta mañana —me levanté y regresé a mi lugar en la banca junto a ella, noté como me seguía con la mirada— así que creo que tengo suerte de poder conocerte ahora y estar en el momento justo para ayudarte.
De pronto, un sonido proveniente de su lugar hizo que la pelinegra se encogiera de hombros y su cara que antes era pálida, se tornara de un rojo intenso cubriendo también sus ojos de un brillo que podría opacar incluso el brillo de la luna que en ese momento le daba luz a todo el lugar.
—Creo que voy a tener que seguirme disculpando contigo de por vida —decía mientras cubría su rostro con sus manos—, pero lo que pasa es que el día de hoy ha sido algo extraño, y no he tenido tiempo de comer nada, al parecer ya mi estómago me está reclamando en voz alta.
Su voz era tan dulce y estando apenada aún lo era más, no podía dejar de mirarla. Sentía una conexión tan atípica, como si la hubiese conocido desde antes o incluso en otra vida. Quería saber todo de ella, conocer cada uno de sus miedos, de sus gustos, de sus sueños, la historia de la cicatriz que tenía en el dorso de su mano, el significado de la letra que colgaba en su cuello de una delgada cadenita, escuchar su voz tanto como fuera posible.
—Te invito a un café y algo de cenar, que no es bueno que andes el día entero sin comer y sin cuidarte. No queremos que la que será nuestra fotógrafa oficial a partir de ahora vaya a enfermar ¿o sí?
Sus ojos chocaron con los míos una vez más, esa era la mirada y la sonrisa que quería seguir viendo de ahora en adelante. Asintió con la cabeza un par de veces colocando bien sus gafas en su lugar.
—Sí, Takashi, sí quiero tomar un café contigo...
Y aquel fue el primero de muchos cafés que tomaron juntos, desde aquel momento sus almas conectaron a niveles que otras personas no entenderían, fueron los mejores amigos y el amor entre ellos creció tan rápido que no se dieron cuenta en el momento en que comenzaron una vida juntos. Lo que le hacía falta a la vida de Kazumi era la serenidad que le ofrecía Takashi, y el complemento para él fueron las torpezas incontables de ella día con día.
Iban cumpliendo los sueños de ambos y siendo finalmente tan exitosos que en cualquier lugar que transitaran, las personas los reconocían al instante. Una pareja admirada por todos los que conocieran su historia de amor, de cómo desde antes de encontrarse ya se estaban esperando y de cómo sabían que se amaban antes de conocerse...
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