XVII.

Los orbes del lechoso se tornaron en preocupación, ¿Qué podría hacer él para ayudar al moreno? ¿Cómo podría evitar que aquella mujer que le lanzaba golpes, uno tras otro, pudiera detener aquel agravio? Su corazón latía sin frenos, y solo podía ver como la doncella a su lado, temblaba levemente al ver como su prometido estaba sufriendo. Vanitas comenzó a bajar varias escaleras, para cuando experimentó un sombra espectral tras ambos, giró sobre sus talones para ver como el hedor a muerte se cernía sobre ambos humanos. 

Observó unos ojos rojos en el rostro con el que tantas veces había coincidido en la mansión de Jeanne, y se asustó al comprender que aquellos amarillos orbes que lo caracterizaban ya no estaban, mientras, la muerte era ahora su compañía. Era un vampiro y de eso estaba seguro, suponía que se diferenciaba a Noé, pues este olía bien, y poseía temperatura templada al haber nacido como un vampiro, pero, Ruthven había sido convertido y creía, que eso lo hacía diferente, frío y muerto. 

Con su grotesca mano, de largas uñas, tomó del cuello a la doncella de improvisto y la lanzó varios metros lejos; él observó a la mujer que se había dado contra la pared y había quedado en el suelo. Unos neófitos se acercaron al cuerpo de la chica inconsciente, y él, zafándose del agarre de Ruthven que se aproximaba, corrió a proteger a la chica, desenvainando la espada para apuntar a aquellos chupasangre tan distintos del moreno. 

Ruthven se acercó junto a ellos, y aunque el lechoso estaba estresado por la rapidez en que iban las cosas, y a los seres a los que iba a enfrentarse, no dejaría que le hicieran algo a la chica ya que era importante para el moreno, así que empuño su arma y los apuntó —¡Alejaos de ella! —vociferó el humano de hermosos ojos azules.

El hombre de cabellos rojizos dejó una profunda risa: —¡No tienes ni idea de lo poderoso que soy ahora, Vanitas! ¡Ya no necesita siquiera seguir cuidando de mi estúpida sobrina para conseguir otras riquezas, con este poder conseguiré lo que he ansiado!

Con eso, el de cabello oscuro confirmaba sus sospechas, era un vampiro. Vanitas apretó la empuñadura de su arma: —¡Lo sabía! ¡No sois más que otro ambicioso hombre que se deja corromper por el poder! 

Este sacó afiladas garras de sus manos y dispuesto a atacarlo, otra cúpula transparente con una arenilla dorada y brillante a su alrededor, apareció; las uñas del hombre se clavaron contra aquel plasma, y Vanitas, perplejo con el corazón a mil, observó al que creía artífice de aquello. 

Noé, estando en el suelo con un expresión de agotamiento, y los puños dorados de su abuela, golpeando una y otra vez, tenía una mano elevada, creando la esfera que protegía a Vanitas y Dominique de ser heridos. El lechoso de cabello oscuro, mostró una expresión afligida al ver lo que continuaba haciendo el moreno; anteponiendo la seguridad de los demás antes que la suya.

—¡Eres un neófito desentrenado! ¡Tu poder se debilita al proteger a tu querido abuelo y esos dos humanos! ¡Cada vez estarás más débil! —le vociferó la mujer de cabello rubios, preparada para lanzar otro de sus golpes contra el albino; este supo evadirlo y arrodillado en el suelo, podía notar el cansancio que estaba adquiriendo.

—No descansaré, hasta hacerte pagar todo lo que estás haciendo —exclamó Noé, con el sudor recorriendo su cuerpo. —¡¿Cómo puedes hacerle eso?! —vociferó Vanitas, a la mujer de rubios cabellos que no dejaba de atacar al moreno.

Esta se giró y le mostró un rostro sombrío, con unos ojos sumidos en la oscuridad, sin embargo, Vanitas no se dejó apabullar y continuó, hablando: —¡¿Cómo puedes herir a tu nieto, tú único familiar vivo, por algo tan simple como el poder?! ¡¿Acaso no te importó siquiera haber matado a tu propio hijo?!

La mujer lanzó metros lejos al moreno, quién escupió algo de sangre por el golpe y se dirigió al humano de largos cabellos negros —¡Vos no tenéis idea de nada, inútil humano! ¡Este es mi destino, y no puedo dejar que nadie se interponga!

Vanitas apretó sus puños, observando como los otros vampiros, rasgaban y rasgaban la cúpula tratando de romperla. —¡¿No os arrepentís de haber destruido lo único que os quedaba?! ¡Cuándo tengáis el poder, ¿Qué haréis entonces?! ¡Nadie estará a vuestro lado, todos morirán y seréis la única que quedará viva!

Esta golpeó de nuevo al nieto de cabellos dorados, haciendo un gran agujero en la tierra, donde quedó casi clavado, y Vanitas pudo escuchar sus fuertes quejidos, sintiendo un dolor muy fuerte en su pecho —¡Malditos humanos! —gritó la mujer, sujetando su cabello con fuerza, pareciendo entrar en una crisis al recordar el rostro de su hijo muerto, a manos del hombre que amaba, pero por órdenes suyas. 

Noé se levantó de nuevo, y aprovechando la crisis de la mujer, la golpeó con toda su fuerza, haciendo otro cráter en el suelo que la dejó bastante golpeada; pero, no creía que esta se pusiera a tirar y estirar su piel del rostro con una expresión de tanto lamento y horror. El moreno saltó sobre ella y golpeó su delicado rostro, una y otra vez, hasta que la sangre comenzó a salir —¡Noé, cuidado! —vociferó el de cabello oscuro.

Sacó sus largas uñas, dispuesto a arrancarle el corazón de una vez por todas, cuándo recibió un puñetazo en su rostro que lo lanzó fuera del cráter. Ruthven se había aproximado con su nueva velocidad vampírica, y tendiendo su mano hacia la mujer de cabellos rubios, esta lo vio con una mirada tiránica, y sujetando su cabeza decorada de aquel cabello rojizo, la partió en dos, quitándole la vida a aquel inútil vampiro. 

Los demás neófitos jóvenes, junto a Vanitas que veían todo, se quedaron pasmados al ver como lo había dividido a la mitad de un simple tajo, y llena de sangre, elevó su mano para sujetar al moreno del cuello con un haz de luz dorada.

Este no podía respirar, se sentía asfixiado, y le estaba cortando la respiración de apoco, sin poder tocar siquiera el suelo, trataba inútilmente de apartar aquella mano inexistente. Dominique seguía inconsciente, y Vanitas no podía creer lo que veía: —¡Por favor, no lo hagáis! ¡No matéis a vuestro único nieto vivo! —vociferaba el lechoso con las lágrimas en sus ojos— ¡Por favor, no me lo quitéis! 

Noé tenía los ojos inyectados en sangre al estar perdiendo el aire, y su dorado se estaba marchitando, pese tener un gran poder, era aún incapaz de controlarlo, e iba a morir a manos de su abuela, la cuál tenía un rostro oscuro, casi como si sus ojos se hubieran vuelto completamente negros. La cúpula que protegía a los humanos, se estaba partiendo al verse debilitado Noé, y en una de esas, uno de los neófitos, aún en la sorpresa de que hubiera matado a Ruthven su señora, arañó el rostro de Vanitas, pues solo podía introducir su mano. 

Noé comenzó a sangrar por la boca, al sentir como esta le golpeaba las costillas a su vez —¡Tú nunca podrás remplazar a mi hijo! ¡No te pareces en nada a él, no eres más que una copia barata de mi hermoso niño! 

El moreno sentía que la consciencia se iba de apoco, su visión comenzó a estar borrosa y finalmente, se desmayó en el agarre del haz de luz dorada. La mujer tiró el cuerpo del moreno a la tierra sin reparo, y giró sobre sus talones para dirigirse a la cúpula, y destruir esta como si fuera de papel. Tomó del cuello a Vanitas, al ver como los otros vampiros se retiraban unos metros para darle espacio a su señora, y esta comenzó a ahogarlo con las venas enmarcadas en sus ojos. 

¿Así iba a morir? Pese a que ya lo había hecho, y había sido salvado por el moreno, no podía sentirse más nefasto. ¿Noé estaba muerto o se había desmayado? ¿Qué iba a hacer ahora él, sin poder verlo una vez más? ¿Podría verlo de nuevo al lugar donde fuera que lo iba a mandar esta mujer? Tan rápido como cerró sus ojos y pataleó tratando de encontrar aire frente a aquel monstruo, una luz dorada brilló de nuevo a las espaldas de Faustina, las cabezas y cuerpos de los otros vampiros estallaron en miles de pedazos.

La mujer giró para ver al causante de esto, cuando frente a ella estaban las garras largas del moreno, teñidas en oro, y en un abrir y cerrar de ojos, fueron clavadas en los cerúleos ojos de esta, casi atravesándole toda la cabeza. Cortó sus brazos, haciendo que el humano cayese al suelo con repetidas toses, y le arrancó el corazón por todo el pecho, atravesándolo completamente.

Lo apretó entre sus manos, y observando cómo la mujer completamente sorprendida, tratando de conseguir algo de respiración, con sus ojos heridos y su pecho abierto, lo aplastó y tragó su sangre. La mujer murió sin reparos y su cuerpo cayó inerte, junto al humano que tenía todo su rostro envuelto en sangre. Vanitas observó al moreno, con una plena sonrisa al ver que estaba bien, aún algo asustado de todo aquello, pero, se fijo en sus ojos negros con pupilas doradas. 

El humano tragó grueso, al ver como el moreno comenzó a tirar de su cabello y gritar con dolor; su pecho se iluminó en luz dorada, y sin más, se quedó estático en el suelo, en silencio. Vanitas tragó grueso, sintiendo como el sudor recorría su pecho y espalda, los cuerpos y pedazos inertes y toda la sangre alrededor, no lo ayudaban a calmarse —¿No-Noé? —cuestionó este con voz temblorosa.

Este apenas se inmutó, continuaba estático viendo el cielo repleto de nubes, mientras la sangre discurría por sus labios y manos decoradas de aquellas garras doradas. Vanitas se giró a ver a la joven humana, y la zarandeó un poco, esperando que se levantase, esta pareció reaccionar, pues comenzó a moverse. —Dominique, todo ha terminado, pero a Noé le pasa algo —le explicó él, esperando que se pudiera espabilar rápido.

Vanitas, ignorando ahora a la chica, se levantó tembloroso, y con su pecho algo agitado al haber sido ahorcado momentos antes, con los pies bien puestos, se acercó lánguidamente hacia el moreno. —¿Noé, estás bien? —preguntó tratando de tomarlo de la mano.

Este escuchó su nombre, bajó su cabeza con una lentitud escalofriante, cruzando vista con el humano. Unos ojos completamente negros, con unos índigos eléctricos se unieron. Vanitas sintió que temblaba levemente, para cuando, el moreno lo tomó del cuello con una fuerza indescriptible —Sangre, mi sangre —escuchó que le decía Noé, para seguido elevarlo del suelo, pues este humano era más bajo, y tomando con sus largas uñas la mandíbula del otro, sus colmillos salieron y mordió aquella pálida piel, consiguiendo que la sangre saliera a borbotones.

Vanitas ocultó su boca, al escuchar como un jadeo salió sin espera, no había esperado aquello, literalmente, habría esperado cualquier cosa, menos que Noé comenzará a chuparle sangre. Trató de tomarle la mano, pero este no se inmutaba si quiera por ello, parecía como si estuviera fuera de sí, incluso pese a que le arañaba las manos —N-Noé, escúchame..., tienes que parar esto... —decía el joven apenas formulando las palabras. 

Esto no era parecido a lo que sucedió aquella vez entre los secretos del bosque, esta vez, le dolía, le dolía mucho; sabía que este no era Noé, este estaba consumido por un poder sobrenatural. Trató de golpear con sus pies el cuerpo endurecido del moreno, pero no conseguía nada —¡D-Dominique, ayúdame! —vociferó apenas, tratando de encontrar alguna ayuda. 

Esta se levantó con un fuerte mareo, su cabeza daba muchas vueltas, y le dolía un montón la espalda. Observó la sangre, la señora de largos cabellos rubios con los ojos ensangrentados, el pecho abierto y una expresión de dolor; varios pedazos de carne alrededor, algo que le hizo tener ganas de vomitar, la oscuridad del cielo y el desastre completo en el jardín, la hicieron temblar con fuerza, tenía mucho miedo. 

Y ese miedo aumentó aún más, al ver como Noé sostenía como un muñeco a su amigo humano, mientras, le chupaba sangre; el cabello de este estaba dorado, con algunas mechas oscuras, y sintió que podría haberse muerto del susto, cuando se fijo en como aquellos ojos la estaban viendo, unos ojos negros con pupilas doradas. Se levantó temblorosa, y con una voz demasiado aguda habló: —N-Noé, para esto, ¡Le estás haciendo daño! ¡Reacciona, por favor! 

Esta con los pies pesados se fue acercando, experimentando como esos ojos parecían consumirle el alma y la vida. Podía escuchar los quejidos del humano y ver sus inútiles intentos de zafarse de aquella bestia. No debía dejar que Noé se perdiera, él era alguien dulce, amable, cariñoso; con aquellos pensamientos, sus pasos se hicieron más fuertes y rápidos, siempre la había tratado con amor, paciencia y respeto. Este siempre se reía y su sonrisa parecía iluminar cualquier día malo, este monstruo no era él, tenía que hacerlo regresar.

Sangre comenzó a salir por la nariz de Vanitas, estaba perdiendo mucha de su cuerpo, casi parecía que lo iba a dejar seco, y dolía demasiado, casi como si le estuviese inyectando la muerte misma, pero más bien, le estaba sacando la vida. Las lágrimas comenzaron a salir por sus índigos ojos, no quería que pasase esto, no quería que el hombre al que más quería en toda esta tierra lo matase, no especialmente por morir, sino por que sabía que cuando regresará a la normalidad, se culparía de haberlo hecho. Y quizás ya no habría forma de poder regresarlo a la vida. —¡Por-por favor, Noé, regresa junto a mí! —le decía sintiendo como un fuerte mareo se instalaba en su cabeza, y su corazón latía ahora más despacio.

Un hombre de cabello rubio salió por la puerta principal, asustado de toda la situación, pues Noé no había matado solo a todos los vampiros del patio, sino también a todos los de dentro que trataban de dañar su protección. Sujetaba su estómago algo herido, pues en un momento, la cúpula se fracturó y uno de estos neófitos le realizó una cortada en su piel. —¡Debes para esto, Noé! —le gritó el hombre de ojos heterocromáticos. 

Sin embargo, el moreno seguía absorto en la sangre de su destinado, su precioso ser que más quería, pero que sin embargo, era incapaz de recordar pues estaba en un estado de inconciencia, un estado en el que el cuerpo entra, muchas veces al estar muy agotado y si tus convicciones son muy fuertes, logras seguir luchando por lo que buscabas, aún sin estar consciente. Solo sabía que sus instintos aclamaban esa sangre, toda de ella.

—¡Noé, voy a despertarte! —vociferó la joven con la única seguridad de querer salvarlo.

La chica saltó a los brazos de Noé, y con su espada, hirió al moreno en una de sus piernas, haciendo que este separase sus colmillos en un acto reflejo; observó a la joven y solo pudo ver como esta saltó sus brazos, y lo besó frente al humano que trataba de recuperar sus fuerzas, con la sangre aún saliendo de su cuello y nariz. Sus ojos algo borrosos, y llenos de lágrimas, aún pudieron identificar el beso entre la joven y el moreno.

Acaparando los labios del inconsciente monstruo, quién pareció despertar de su trance, al sentir como otro chuchillo se había clavado en otra de sus piernas. Al haber sido desconcentrado de su acción y herido, el cuerpo dormido se había conseguido despertar. Quien le había herido la otra pierna, había sido su abuelo, que lo lanzó con agilidad hacia su derecha; así consiguiendo, que el cabello blanco de Noé regresará, y sus preciosos ojos amatistas volvieran.

Se fijó en la chica que lo besaba, la cuál se separaba con lágrimas en sus ojos y una frágil sonrisa que rompió en llanto, al conseguir que su hermoso Noé, regresará a la normalidad. El sudor escurría por su cuerpo, su traje estaba hecho jirones, lleno de sangre y tierra; se fijo que sus manos sostenían a Vanitas, quien se había desmayado; su cuello estaba con dos minúsculos agujeros, mientras la sangre continuaba saliendo, y en su nariz también había restos. Sus manos temblaron, y dejaron con pasividad al humano sobre el suelo. 

Observó su alrededor, a su abuela muerta de una forma horrible ante él y su abuelo, quien lo veía sonriente desde la entrada del palacio. Su corazón se agitó, y sosteniendo la cabeza del humano en su regazo, tuvo miedo de lo que había hecho, de como había herido a sus seres queridos y a su destinado. Las lágrimas brotaron de sus ojos y acunó al humano en sus brazos, sintiendo como la humana, Dominique, lo abrazaba en su espalda.

Era un monstruo, era un monstruo, era un monstruo, y de eso estaba completamente seguro. Le había hecho daño a Vanitas, lo había herido, lo había herido, se había atrevido a tocarlo y lo había dañado. No estaba seguro a su lado, era un peligro para el humano. 

Acarició sus mejillas y trató de apartar la sangre de la delgada nariz de este: —Lo siento tanto, Vanitas... solo consigo hacerte daño. No te preocupes, todo este sufrimiento acabará para ti. Lo siento, tantísimo, querido Vanitas...


"Pensé que nada podría darme miedo en este mundo, pero, ser el causante de herir a mi querido Vanitas, era lo que más me aterrorizaba en el mundo"




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¡Nueva actualización de unas tres mil palabras! Estoy tan satisfecha que podría llorar, el problema que son las cinco de la mañana y me tengo que ir a dormir. Perdonen cualquier falta y espero este nuevo capítulo consiga mantenerlos tensos y expectantes a los siguientes. Cada vez más cerca del fin, y estoy emocionada, triste y muy feliz de todo lo que se viene.

¡Déjenme sus comentarios y votos! ¡Me ayudan muchísimo, los amodoro demasiado! Feliz año atrasado para todos.

¡Así que, nos leemos en el siguiente!

¡All the love, Ella!

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