⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀O17.

   

       ☠.  A ESCASA DISTANCIA, UN grupo de empousai se lanzó sobre el cadáver de un grifo mientras otros grifos volaban alrededor de ellas, chillando indignados. Un Nacido de la Tierra con seis brazos y un ogro lestrigón se golpeaban con rocas, aunque Rosier no estaba segura de si estaban peleándose o simplemente haciendo el tonto.

Una oscura voluta de humo —Rosier supuso que debía de ser un eidolon— penetró en un cíclope e hizo que el monstruo se abofeteara, y luego se fue flotando a poseer otra víctima.

— ¿Ves ese tipo de allá? —susurró Percy.

A un tiro de piedra de allí, un individuo vestido de vaquero hacía restallar un látigo contra unos caballos que escupían fuego. El vaquero llevaba un sombrero tejano en su cabeza grasosa, unos pantalones extragrandes y unas botas de cuero negras. De perfil, podría haber pasado por humano…, hasta que se volvió, y Rosier vio que la parte superior de su cuerpo estaba dividida en tres pechos distintos, cada uno cubierto con una camisa del Oeste de un color diferente.

— Es Gerión, quien había tratado de matarme junto a unos amigos hace dos años en Texas. Fue el que generó mi dolor en las costillas  cuando las arai me maldijeron. —confesó Percy haciendo una mueca ante los malos recuerdos que le generaba.

La respuesta de Rosier ante eso lo dejó confundido.
— ¿Qué es Texas?

Percy parpadeó, incrédulo.

— ¿Qué...? ¿Qué es Texas? —repitió, su tono oscilando entre el asombro y la risa nerviosa.

Rosier lo miró con una expresión seria, como si acabara de preguntar algo completamente lógico.

— Es una palabra que acabas de decir. ¿Debería saber qué significa?

Percy abrió la boca, luego la cerró. En circunstancias normales, habría soltado alguna broma sobre cómo Texas era básicamente otro mundo, pero algo en la forma en que Rosier lo miraba lo hizo detenerse.

— Es... un estado en los Estados Unidos —explicó, tratando de no sonar condescendiente—. Muy grande, lleno de ranchos, vaqueros y... ya sabes, ajua.

Rosier entrecerró los ojos, procesando la información. Finalmente, asintió lentamente, como si Percy acabara de describir un concepto completamente alienígena.

— Estados Unidos... Ya veo. —Su tono sugería que no veía nada en absoluto.

Percy frunció el ceño, tratando de juntar las piezas.

— ¿De dónde eres exactamente?

— De muchos lugares. —La respuesta fue rápida, casi defensiva. Rosier desvió la mirada hacia el caos que los rodeaba—. Pero no importa. Lo importante es salir de aquí vivos.

Percy no podía dejar de pensar en la extraña reacción de Rosier al mencionar Texas. ¿Cuánto tiempo había estado atrapada aquí? ¿Qué era lo que no le estaba diciendo? Aunque no podía negar que confiaba en ella para mantenerlo con vida, algo en su mirada le decía que las respuestas no iban a llegar fácilmente.

En algún lugar delante de ellos, una voz grave rugió:

— ¡JÁPETO!

⍦.     UN TITÁN SE DIRIGIÓ A ellos andando a grandes zancadas y apartando despreocupadamente a los monstruos menores a patadas. Era aproximadamente de la misma altura que Bob y llevaba una recargada armadura de hierro estigio con un diamante que brillaba en el centro de su coraza. Sus ojos eran de color blanco azulado, como muestras de un glaciar, e igual de frías. Su cabello era del mismo color, cortado al rape. Un yelmo de combate con forma de cabeza de oso se encontraba debajo de su brazo. De su cinturón colgaba una espada del tamaño de una tabla de surf.

A pesar de sus cicatrices de guerra, el rostro del titán era apuesto y extrañamente familiar. Rosier estaba convencida de que nunca lo había visto antes, aunque sus ojos y su sonrisa le recordaban a alguien…
El titán se detuvo delante de Bob y luego dio una palmada en el hombro.

— ¡Jápeto! ¡No me digas que no reconoces a tu hermano!

— ¡No! —convino Bob con nerviosismo—. No te lo diré.

El otro titán echó la cabeza atrás y se rió.

— He oído que te tiraron al Lete. ¡Ha debido de ser terrible! Todos sabíamos que al final te curarías. ¡Soy Ceo! ¡Ceo!

—Claro —dijo Bob—. Ceo, titán de…

— ¡El norte! —dijo Ceo.

— ¡Ya lo sé! —gritó Bob.

Se rieron juntos y se pegaron en el brazo por turnos.
Aparentemente molesto por los empujones, Bob el Pequeño trepó a la cabeza de Bob y empezó a hacerse un nido en el cabello plateado del titán.

— Pobre Jápeto —continuó Ceo—. Han debido de mangonearte mucho. ¡Mírate! ¿Una escoba? ¿Un uniforme de criado? ¿Un gato en el pelo? Hades debe pagar por estas ofensas. ¿Quién fue el semidiós que te robó la memoria? Tú y yo tenemos que hacerlo picadillo, ¿eh?

—Ja, ja —Bob tragó saliva—. Sí, ya lo creo. Hacerlo picadillo.

Los dedos de Percy se cerraron en torno a su bolígrafo. No le caía muy bien el hermano de Bob, ni siquiera antes de amenazar con hacerlo picadillo. Comparado con la sencilla forma de hablar de Bob, parecía que Ceo estuviera recitando a Shakespeare. Solo eso ya bastaba para irritar a Percy.
Estaba dispuesto a quitar el capuchón de Contracorriente si no le quedaba más remedio, pero de momento Ceo no parecía verlo. La mano fría de Rosier se posó sobre la suya y negó con la cabeza mirándolo a los ojos, aquella acción revolvió el interior de Percy.

— Me alegro de verte… —Ceo hizo tamborilear sus dedos sobre su yelmo con forma de cabeza de oso—. ¿Te acuerdas de lo bien que nos lo pasábamos en los viejos tiempos?

— ¡Desde luego! —dijo Bob gorjeando—. Cuando nosotros… esto…

— Dominamos a nuestro padre Urano —dijo Ceo.

— ¡Sí! Nos encantaba pelear con papá…

—Lo inmovilizamos.

— ¡A eso me refería!

— Mientras Cronos lo cortaba en pedazos con su guadaña.

— Sí. Ja, ja —Bob tenía mala cara—. Qué divertido.

— Tú agarraste el pie derecho de padre —dijo Ceo—. Y Urano te dio una patada en la cara mientras forcejeaba. ¡Cómo te tomábamos el pelo después!

— Qué tonto fui —convino Bob.

— Desgraciadamente, esos imprudentes semidioses acabaron con nuestro hermano Cronos —Ceo dejó escapar un suspiro—. Todavía quedan restos de su esencia, pero no se puede recomponer. Supongo que hay heridas que ni Tártaro puede curar.

— ¡Qué lástima!

— Pero el resto de nosotros tenemos otra oportunidad, ¿verdad? —se inclinó hacia delante con aire cómplice—. Puede que esos gigantes crean que van a reinar. Dejemos que nos sirvan de guardias de asalto y que destruyan a los dioses del Olimpo: eso está bien. Pero cuando la Madre Tierra despierte, se acordará de que nosotros somos sus hijos mayores. Acuérdate bien de lo que te digo. Los titanes dominarán el cosmos.

— Hum —dijo Bob—. Puede que a los gigantes no les guste.

— Me trae sin cuidado si les gusta o no —replicó Ceo—. De todas formas, ya han cruzado las Puertas de la Muerte y han vuelto al mundo de los mortales. Polibotes fue el último, hará menos de media hora, quejándose de las presas que había perdido. Por lo que parece, Nix se tragó a unos semidioses que él estaba persiguiendo. ¡Apuesto a que no volverá a verlos!

Rosier intercambió mirada con Percy completamente alarmada, eso significa que los amigos semidioses de Percy corrían más peligro que antes.

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