𝐕𝐈𝐈𝐈. 𝐌𝐚𝐥𝐚 𝐢𝐝𝐞𝐚
𝐒𝐚𝐯𝐚𝐧𝐧𝐚 𝐕𝐞𝐠𝐚
ᴄᴏʟᴏǫᴜᴇ́ ᴍɪs ʙʀᴀᴢᴏs ᴇɴ ғᴏʀᴍᴀ ᴅᴇ ᴊᴀʀʀᴀ, sobre mis caderas. Miré al felino con desdén, haciendo contacto visual con él. Tenía que limpiar la alfombra donde él se encontraba tumbado y ni por nada del mundo quería irse de ahí. Había intentado—amablemente—cogerlo para poder seguir con mi trabajo, pero por lo visto el animal no estaba dispuesto a cooperar, sacó sus garras antes de que incluso pudiera tocarlo.
—Mira que me gustan los animales... —murmuré refregando mis ojos —. Por favor, minino, no me lo hagas difícil. Tengo que limpiar la alfombra de tu dueño. —le hablé queriendo que de algún modo me entendiera.
El gato—cuyo nombre desconozco—me sigue mirando como si nada estuviera pasando, como si la cosa no fuera con él. Pensé en mil modos de cómo poder alejarlo de ahí hasta que se me ocurrió una idea: una vez leí por ahí que la comida favorita de los gatos era el Mousse, así que este era el momento indicado para ponerlo a prueba.
Pedri me había indicado en qué sitio se encontraba la comida de su gato cuando me dio el recorrido por la casa. Fui directa a un gran armario empotrado, moderno y de color blanco, se camuflaba con la pared de mármol de la cocina. Ahí se encontraban muchas cosas, desde comida hasta juguetes para gatos. Rebusqué en él por la parte donde la comida se encontraba, hasta que empecé a ver latas, algunas eran de atún y otras de ¡mousse!
Cogí la lata con una mano y con la otra hice un gesto de victoria. Me dirigí de nuevo hacia el salón, donde la alfombra y el gato se encontraban. Como había previsto, el peludo seguía en la misma posición. Sonreí malévolamente y me agaché delante de él, abrí la lata y la puse en frente suya. Sorprendentemente, no tardó menos de dos segundos en levantarse y caminar hacia la lata que yo sostenía, por lo tanto levantándose de la alfombra. Sonreí cuando el minino empezó a comer.
—Se nota que te gusta el Mousse de salmón... —murmuré con una sonrisa.
Acaricié su cabeza mientras lo cogía cuando se terminó la lata; Resultó ser una gato muy cariñoso. Recuerdo que en la residencia donde me alojé durante siete años no se permitían la entrada de animales. Y yo, como amante de lo animales que soy, tuve a uno nada más pude. En este caso fue Raiza.
—Veo que ya habéis enlazado amistad. —dijo una voz para nada femenina: Pedri.
Me incorporé del suelo, ya que seguía agachada. Lo miré y sonreí.
—Sí. Es un gato muy cariñoso. —dije sin detener mis caricias en el felino.
—Lo es —aseguró —¿Tenía hambre? —preguntó señalando la lata vacía que dejé en la mesa de estar.
—Bueno, es que tenía que limpiar la alfombra y este pequeño no se quería levantar de ella. Así que lo tuve que persuadir con una lata de mousse de salmón. Aunque por la forma en la que se lo ha comido pienso que sí tenía hambre. —expliqué dejando al gato de nuevo en el suelo. El cual me lo reprochó rociando su cabeza en mis piernas, haciéndome sonreír.
—Ya veo. De hecho creo que lo has persuadido demasiado bien, porque ya está ronroneando a tus pies. —dijo riendo.
—¿Cómo se llama? —le pregunté después de reír.
—Plátano.
Me quedé mirándolo con una sonrisa vacilona, pensando que era broma.
—Venga, lo digo en serio. Quiero saber cómo ese llama. —le dije con una sonrisa.
—Lo digo en serio. De verdad se llama Plátano. —habló sonriente.
Me quedé unos segundos en silencio antes de soltar un par de risas. Él me miró con sorna.
—¿Pero por qué Plátano? —pregunté entre risas.
—Porque me gustan los plátanos —dijo con simpleza —. ¡Vamos!, soy canario, ¿qué esperas? —dijo riéndose conmigo.
—Pues no lo sé. Aun así es un nombre muy creativo. Seguro que no hay ningún gato que se llame como él. —alagué sonriendo.
—De eso estoy seguro. Bueno, te tengo que decir algo. —me informó sentándose en el sofá.
—Pues dime.
—¿Vas a venir conmigo al recreativo? —preguntó recostándose.
Pensé en su propuesta de ayer. No es que no quisiera; Pedri me cae realmente bien. Pero todo eso de salir a un lugar con él me alertaba a problema, tanto con la prensa como con su novia.
—No sé, Pedri... —dije jugueteando con mis dedos.
—Venga, por favor... —dijo haciendo un puchero.
—Quiero evitar problemas. No creo que sea una buena idea.
—Venga ya. Quiero que te diviertas en un lugar que nunca has pisado, que debes pisar aunque sea una vez en tu vida. —habló con ese tono que usamos todos cuando estamos intentando convencer a alguien.
Daleé la cabeza hacia un lado y puse mi mano en la frente.
—No vas a parar hasta que diga sí, ¿no? —dije sonriendo.
Él negó con la cabeza dándome a entender de que no iba a parar. Puse mis manos en mis caderas y pensé por unos instantes.
—No quiero tener problemas.
—Lo sé.
—Además todavía no he acabado de trabajar. —intenté excusarme de nuevo.
—Deja de poner excusas. Solo va a ser un rato, además el permiso te lo está dando tu jefe. —dijo con una sonrisa arrogante.
—Está bien, acepto. Pero solo porque quiero saber qué es una dichosa sala de recreativos. —hablé con pesadez.
Él se levantó del sofá de un salto con una sonrisa.
—Pues nada. Vete a arreglar y nos vemos aquí dentro de media hora.
Asentí no tan convecida como buscaba, y sin más, me retiré a mi habitación. Suspiré cuando me vi a mí misma frente a mi armario sin saber qué ponerme.
Negué com la cabeza mientras me tapaba la cara; En estos momentos me arrepentía de haber aceptado la propuesta.
Mientras cogía unos vaqueros y una blusa, en mi mente pasaban los miles de problemas que esto podía causar. Pero había que ser positivos, ¿no?
Después de media hora bajé de nuevo al salón, ya arreglada. Bueno, en realidad no me había arreglado mucho. Pedri ya se encontraba allí, con una sudadera y unos vaqueros negros.
—Vamos. —dijo sacudiendo con su mano derecha las llave de su coche.
Salí de la casa nerviosa, mirando a todas direcciones. Pendiente de si un papparazzi se avecinaba o se escondía por cualquier rincón. No es que me molestara el hecho de que la prensa me pillara junto a Pedri, pero los problemas que eso podría evocar eran muy poco tentadores.
Me monté al lado de Pedri con las manos algo temblorosas. Debía de confesar que tampoco me agradaba la sensación de saber de que podía ser fotografiada en cualquier momento.
Después de veinte minutos de trayecto llegamos a nuestro destino. Nos metimos a un aparcamiento que parecía que solo los coches de trabajadores o personas con privilegio podían estar allí.
El lugar se llamaba "Crazy Track". Desde dentro salían resplandecientes colores neón, mayormente azules y morados.
Fruncí el ceño, ¿qué es esto?
—No entiendo de qué trata este lugar. —le dije a Pedri que caminaba a mi lado.
—Pues ya lo entenderás. —dijo con simpleza.
Entramos dentro; Sorpendentemente había poca gente, pero más allá había un escaparate, como si el lugar estuviera dividido. En la otra parte había mucha más gente, lo contrario que en la que nos encontrábamos.
—Esto es lo que te decía. Esta es la zona VIP, poca gente hay aquí. —me explicó apoyando su mano en mi hombro.
Asentí lentamente mientras analizaba el lugar. Había muchas máquinas de juegos de todo tipo.
—¿Y qué hacemos? —pregunté mirándole.
—Pues jugar. —dijo obvio mientras me arrastraba a una máquina, agarrándome del brazo.
Observe el juego cuando nos posicionamos frente a él. Tenía unos aros de canastas de baloncesto y pelotas de este mismo juego a su merced. Muchas luces neones se movían a su alrededor.
—Ahora pulsa ahí —me indicó señalando un botón rojo —, así podemos empezar a jugar. Tenemos que encanastar estas pelotas en los aros.
Le hice caso y le di al botón. Nada mas hacerlo las pelotas salieron rodando hacia nosotros, quedando en el llano de la máquina. El juego empezó a contar la cuenta atrás para empezar.
—¡Ya! —exclamó mi acompañante cuando la cuenta termino.
Empezamos a tirar las pelotas a los aros y sorprendentemente no era tan mala como pensaba que lo sería; Ya que nunca había jugado al baloncesto ni a un deporte que se le pareciera. Después de un minuto el juego finalizo y nos mostró nuestra puntuación.
—¡Máxima puntuación! —celebró Pedri al ver nuestro puntuaje. Se giró hacia mi y puso sus dos manos en alto, dándome a entender que chocara los cinco con él.
Después chocar sus manos con las mías me di cuenta que desde dentro de la máquina salía una tira larga de papeles color rosa.
—¿Y eso que está saliendo? —le pregunté con mi vista fija en ello.
—Son tickets; Es lo que ganamos cuando jugamos. —me explicó mientras los cogía.
—Oh... ¿Y qué se hace con eso? —volví a preguntar como toda una novata.
—Con los tickets que conseguimos podemos canjearlos a cambio de regalos. —habló mientras los doblaba correctamente.
Pues sí que está esto divertido, pensé.
—¿Y sin pagar nada? —dije cuando caí en la cuenta de que no habíamos insertado una moneda, nada.
Él la ventó su muñeca derecha enseñándome su pulsera dorada.
—Recuerda que no solo pagué el VIP para más privacidad. Ven, mira. Vamos a ver los regalos que podemos conseguir. —dijo entusiasmado.
Acto seguido empezó a caminar, pero le agarré de la sudadera antes de que se fuera al ver algo que no estaba dentro de nuestro plan.
—Creo que lo del VIP no nos ha servido de mucho. —dije asustada.
—¿Qué pasa? —preguntó girándose —Oh... —murmuró al percatarse de lo que pasaba.
Un montón de personas nos grababan desde la otra parte del recreativo, a través del escaparate. La mayoría aporreaban el cristal eufóricas, asustándome con la idea de que lo podían tumbar. Un guardia de seguridad estaba intentando calmar la situación, pero no estaba teniendo mucho éxito.
—Mierda... —habló Pedri a mi lado en un susurro.
—Creo que deberíamos irnos... —dije preocupada, dirigiendo mi vista hacia él.
Él asintió rápidamente y sin más demora me agarró del brazo para salir de ahí.
Como había previsto: esto había sido muy mala idea.
—————————————
¡Hola! ¿Qué tal les está pareciendo? ¿Cómo están?
¡Recuerden votar si les gusta o por so quieren más!
Atte: Ari la anónimaᕕ( ᐛ )ᕗ
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top