𝐶𝑜𝑛𝑓𝑢𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠

𝙑𝙤𝙡𝙩𝙚𝙧𝙧𝙖, 2006

Aro no dejó de pensar en la escena ocurrida con los hijos de su viejo amigo Carlisle y si bien lo estimaba, su devoción por el poder era mayor.

Cuando sostuvo la mano de Darcy Hale e indagó en su mente, saqueó cada recuerdo que se encontraba ahí. Desde tonterías ocurridas durante su vida humana, hasta los pensamientos que cruzaban por su mente durante su transformación. Cómo la pobre joven deseó desaparecer de la vista de sus agresores y camuflarse entre la flora. Entonces de ahí venía su don.

No deseaba que habilidades tan fuertes como las de Edward, Alice y Darcy se desperdiciaran en un clan tan débil como el de Carlisle. ¿Cuándo Aro iba a entender las diferencias entre ambos aquelarres?

Y por otro lado tenemos a Alec Volturi. Su mente estaba hecha un lío. Era una sensación desconocida para él, pues en sus 1000 años de vida sólo se había dedicado a seguir a Aro junto a su hermana, y aún así sabía lo que significaba.

El no era muy sociable, sus días se basaban en cumplir las misiones de sus reyes, observar cómo castigan a vampiros que incumplen las leyes, leer y pasar tiempo con su hermana.

No creía tener interés por muchas cosas, aunque claro, amaba el arte y las ciencias, además de tener una grande fascinación por las historias. También disfrutaba de escuchar y burlarse de su hermana quién era su única debilidad hasta ese momento. Pero de ahí en fuera, no se consideraba alguien interesante.

Reproducía mil y un veces ese mismo momento en su cabeza, cuando los Cullen invadieron en su residencia, cuando sostuvo el cuerpo de aquella muchacha, se dedicó a observar más de cerca, acercó su nariz y olfateó el adictivo aroma que desprendía, incluso tomó uno de los cabellos desprendidos que estaba en su abrigo para luego guardarlo.

Pudo sentir el nerviosismo de la joven que ni siquiera se atrevió a mirarlo de vuelta y no pudo ver su rostro completamente a pesar de que se esmeró en hacerlo. Algo en él dolió cuando la vio alejarse del gran salón, pero sobre todo lo que más le frustraba era no saber ni su nombre.

Su compañera. Sentía extraño al repetirlo en su mente una y otra vez. El consideraba a su hermana Jane como su "otra mitad". Jamás pensó en relacionarse de esa manera con nadie pero ahora estaba ahí, deseando volver a verla sin excusa alguna ¿qué iba a decirle?

Estaba tan sumergido en sus pensamiento que no escuchó a su querida hermana entrar en la biblioteca. Fue un fuerte golpe de un libro el que lo hizo recobrar conciencia.

── Últimamente tus pensamientos han influido en tus habilidades, ¿puedo saber qué es lo que te atormenta?

La chica se sentó a un costado de él poniendo una mano sobre su hombro, ella sabía que era lo que molestaba a su hermano pero prefería escucharlo de su boca para luego regañarlo por ello.

── No es nada.

No apartó la vista de su libro e ignoró la intensa mirada de la chica. No tenía pensado hablar al respecto y esto a Jane le irritaba, ya que ellos eran un libro abierto para el otro, pero esto era diferente para Alec, temía que las cosas cambiaran a partir de ese momento.

Se acercó aún más a ella y puso su cabeza en su hombro. Para personas ajenas ellos podrían ser crueles y sádicos, sin embargo siempre serían la debilidad y la fuerza del otro.

𝗗𝗮𝗿𝗰𝘆 𝗛𝗮𝗹𝗲

Caminé por los pasillos de la preparatoria de Forks, hacia mi clase de Física encontrándome con algunos compañeros que me saludaron sorprendidos.

Después de siete meses fuera del país, por fin habíamos vuelto y a decir verdad, extrañaba bastante el lugar.

Saludé con entusiasmo a personas que ni siquiera conocía y me adentré en el aula. Busqué mi antiguo asiento y ahí estaba Brooke, fue la primera persona con la que hablé cuando entré a la escuela y una de las pocas con las que realmente llegué a entablar conversaciones extensas.

── ¡Volviste! Ni siquiera te despediste.

── Si, dime ¿que tanto pasó desde que me fuí? ── Correspondí su abrazo y me senté.

── Sabes que en este pueblo no pasa nada interesante... umh pero los chicos y yo tenemos pensado ir a La Push, ya sabes, a surfear.

Ay no, justo a La Push.

── ¿Los chicos? ¿Quiénes?

── Cierto, no creo que los conozcas, pero son agradables y... ¿quieres acompañarnos?

¡Sí! Sí quería. Durante mi estadía en Forks no había salido con amigos y ahora me estaban contemplando en sus planes. Era emocionante.

── ¿Y seguros que a La Push? Quiero decir, el clima ha estado muy... revoltoso.

── ¿Verdad? Pero creo que Patrick tiene conocidos en la reserva, igual,te escribiré para darte todos los detalles.

── Bien, ahí estaré.

Es obvio que no estaré ahí.

No pasó mucho cuando el profesor interrumpió. Ese hombre era tan puntual que era molesto. No explicó mucho, su clase se basó en interrupciones y regaños hacia el grupito de atrás y se los agradecía.

Pasaron un par de clases y por fin sonó el timbre del almuerzo. Caminé hasta la mesa observando a Edward rodeando a Bella con su brazo, mis hermanos y unos amigos suyos. Que raro, ellos siendo amigables con los humanos.

── ¡Hey!, le comenté a los chicos que aceptaste la salida y estuvieron de acuerdo, ¿te sientas con nosotros hoy?

Fue tan amable y no me quería negar, miré a mis hermanos a lo lejos en busca de su permiso, Rose asintió y sonrió.

── Me encantaría ── le sonreí y dejé que tomara mi brazo guiándome hacia su mesa.

── Uff que fría estás, el clima es horrible últimamente, no te enfermes.

Negué sin mostrar nerviosismo y la seguí por la cafetería.

Esa fue la primera vez que me senté en su mesa, luego cambiaron el lugar de la salida ahora a Port Angeles, fue el primer plan que tuve con ellos. Y vaya que tenía razón, eran agradables, empecé a frecuentarlos y de la nada sin darme cuenta, ellos ya me habían unido. Después de tanto tiempo volví a pertenecer a un grupo.

Y no. Nunca he sido un mezquina ni mucho menos introvertida, de hecho antes y después de mi transformación había pertenecido a varios clubes. Había cantado en un coro de iglesia, había practicado varios deportes aunque nunca fui muy hábil, fui parte del club de debate y participé en obras de teatro. Pero con las constantes mudanzas de una ciudad a otra, el ritmo se pierde y el tiempo no espera a nadie.

Ahora me había adaptado a un lugar, mis amigos nunca notaron rarezas cerca de mí y por mi parte, no tenía dificultad al estar cerca de ellos.

[...]

── Dime cuando quieras que venga por ti. ── me abrió la puerta y me bajé del coche.

── Gracias Emmett, nos vemos en un rato. Te quiero.

── Ya vete.

Hizo señas graciosas con las manos, se subió al vehículo de nuevo y se fue.
Entré al cine y busqué a alguno de mis amigos.

── Dars, ya llegaste, pensé que era la única ── dijo Megan aliviada.

── Que impuntuales, ven vamos a comprar las entradas y los buscamos.

Nos dirigimos a la taquilla eligiendo entre la variedad de películas hasta que el pequeño grupo se completó.

En ese momento no me percaté de alguien que acostumbraba a seguirme por las sombras, curioso por la habilidad de mezclarme entre los mortales sin problema alguno.

Oigan no sean tan fantasmas, comentenme aunque sea un puntito para saber que les gusta.

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