La fiesta de los Tybur
___ MIKASA ___
Para cuando Armin termina de exponer su propuesta, todos los presentes seguimos con toda nuestra atención puesta sobre él. Su idea es bastante arriesgada, pero si analizamos los pros y los contras que sugiere, es la única opción que promete cumplir el plan de Eren en el plazo de un mes exponiéndonos lo menos posible.
Desvío la mirada en su dirección y lo encuentro sentado junto a Connie, con la vista esmeralda clavada en la punta de sus deportivas, las manos entrelazadas y los antebrazos apoyados sobre sus rodillas. Su expresión pensativa deja adivinar que sigue estudiando la propuesta de Armin con detalle.
Y no es para menos.
La idea de Armin sugiere abandonar las discotecas convencionales y comenzar a vender en grandes fiestas privadas, donde a la gente con dinero le importa menos pagar más por cualquier cosa que la ayude a afrontar la noche con la mejor energía posible.
— Es una puta locura— ríe Ymir entre dientes—. Nunca nos hemos movido en ese ambiente. Hasta ahora hemos podido esquivar a la pasma porque conocíamos bien el local y la distribución de los seguratas. En una fiesta privada ni siquiera podríamos estudiar la situación porque es un evento exclusivo. Ni siquiera tenemos gente dentro que pueda echarnos una mano si la cosa se tuerce.
— Creo que no es algo de lo que tengas que preocuparte— asegura Armin tímidamente.
Ymir resopla con sarcasmo.
— ¿Cómo que no?
— Te lo explicaré con otras palabras— interviene el hombre bajito:— no es asunto tuyo. Tu trabajo es colarte ahí dentro y vender todo lo que puedas. Nosotros nos encargaremos del resto.
A pesar de la inevitable tensión que se ha creado entre ellos, tengo que hacer un acopio de fuerza de voluntad para evitar soltar una carcajada al descubrir que la cara de Ymir ha pasado a ser todo un cuadro. Supongo que no está acostumbrada a que la desafíen de esa forma, y tiene las puntas de las orejas rojas de la rabia.
Ella se gira hacia Eren, quien sigue todavía sumido en sus pensamientos.
— ¿Quién coño es este payaso, Jaeger?
Eren alza la vista en su dirección con una expresión seria.
— Este payaso es el jefe a partir de ahora— sentencia, solemne—, así que espero no tener que aguantar más tonterías.
La chica hace ademán de protestar, pero decide morderse la lengua cuando la mirada fulminante de Eren se cruza con la suya. Un silencio casi irreal se hace entre nosotros y muchos nos removemos incómodos en nuestros asientos de paja.
— Esto no era parte del trato— gruñe Ymir finalmente.
— El trato era hacer una pasta uniendo nuestras mercancías y venderlas como churros— concreta Eren tras tomar una bocanada de aire, paciente—. Nos queda menos de dos meses para que Zeke venga reclamando la parte que le pertenece, y si no logramos deshacernos de toda la droga para entonces, descubrirá la estafa y probablemente nos mate. A todos. Sé muy bien que esto no era parte del trato, Ymir. Pero necesitamos cambiar de estrategia si pretendemos alcanzar el objetivo. No voy a insistirte para que sigas colaborando conmigo, pero aunque te marches ahora, si no lo conseguimos Zeke te encontrará y te matará.
Entonces se pone en pie y pasea sus ojos verdes por todos nosotros.
— Todos los que estamos aquí ahora hemos venido por voluntad propia— continúa—. A nadie se le ha obligado a estar entre los presentes. Y nadie ha venido sin ser advertido de los riesgos. Algunos de vosotros ni siquiera deberíais estar aquí— y por un instante creo que desvía fugazmente la vista hacia Armin y Connie—, pero habéis decidido seguirme y confiar en mí. Ahora somos un equipo.
Ymir se remueve inconforme a mi lado y puedo percibir su irritación a través de los nerviosos movimientos de sus piernas. El resto permanecemos en silencio, envalentonados por el persuasivo discurso de Eren. Él interrumpe su silencio para finalizar el guion:
— Quien quiera marcharse, es libre de hacerlo.
Nadie se levanta.
— Muy bien— concluye el hombre de baja estatura—. Y ahora que todo ha quedado claro, escuchad con atención. Porque no pienso repetir el plan dos veces...
Rose es mucho más grande de lo que imaginaba, y pese a ser la residencia de recreo de los Tybur, el cóctel de luces artificiales que alcanzamos a ver desde el coche es casi tan sugerente como los neones que decoran la entrada de Three Walls.
Había oído hablar de los Tybur varias veces en la prensa, donde se alababa en diversas ocasiones sus caritativas prestaciones económicas a hospitales, orfanatos e investigaciones contra el cáncer. Sabía también que su fortuna había dejado huella en varios sectores de la política londinense y que poseían varias empresas acusadas de presunto blanqueo de capitales, pero siendo sincera, no imaginaba que destinaran parte de su fortuna a este tipo de eventos.
Armin se ajusta la visera que hace juego con su impecable traje de chófer y me fijo en que tamborilea con los dedos el volante de la limusina, inquieto.
— Poneos las máscaras— murmura lo más tranquilo que puede a medida que nos acercamos a la entrada principal, reduciendo la velocidad—. Ya hemos llegado.
Connie y yo nos apresuramos a colocarnos los llamativos antifaces de estilo veneciano que nos acompañarán durante toda la noche y ambos respiramos profundamente en un vano intento de relajarnos, como si lo hubiéramos estado ensayando. Armin baja la ventanilla cuando uno de los hombres apostados frente a la enorme puerta mecánica se acerca al vehículo.
— Los Tybur no escatimarán en gastos: habrá seguratas por todas partes— dice el tipo que responde al nombre de Levi—. Os conseguiré un buen coche y una matrícula falsa.
— Habrá lista de invitados— objeta Ymir—. ¿Cómo coño se supone que vamos a entrar?
— ¿Crees que los Tybur van a sentarse a debatir tonterías como esa?— responde, sardónico—. No estamos hablando de una cena de antiguos alumnos. Esta fiesta será otra de sus muchas parafernalias para demostrar su poder económico.
— ¿Qué quieres decir?— inquiere Eren.
— Que si tienes dinero, tienes invitación. Entrar será pan comido.
Armin enuncia la contraseña y le muestra al guardia un bonito sobre con el sello oficial de la familia Tybur. El tipo apenas ojea el distintivo, echa un rápido vistazo a los asientos donde Connie y yo permanecemos inmóviles y compone una amable sonrisa antes de hacerle una señal a otro segurata que hay en la cabina de control para que nos abra las puertas.
— Que pasen una buena noche— sonríe.
Armin le devuelve el gesto y sube la ventanilla antes de continuar por el pasillo adoquinado que penetra en Rose. Yo, por mi parte, no me doy cuenta de que he estado conteniendo la respiración hasta que me falta el aire, el corazón golpeándome el pecho con fuerza.
— Lo ha conseguido— balbucea Connie, anonadado—. Ese capullo enano lo ha conseguido...
El rubio también parece sorprendido de que la primera parte del plan haya sido todo un éxito.
— Es increíble— asiente—. Debe de tener muchos contactos para haber preparado todo esto con tan poco margen de tiempo...
— ¿Quién coño es ese tío?
— No lo sé— respondo a la par que paseo la vista por la fachada de la villa, asombrada por la exquisita decoración que lucen sus paredes—. Pero si Eren ha decidido confiar en él, nosotros deberíamos hacer lo mismo.
Frente a la entrada hay una enorme fuente de mármol blanco que cincela el cuerpo de tres mujeres, cada una sujetando un ánfora de la que emana un abundante chorro de agua. Los pequeños focos a los pies del surtidor consiguen una combinación de luces y sombras en sus rostros que hacen del fontanal una obra maestra, robando la atención de muchos de los invitados que aún se congregan en la plazoleta.
Armin detiene la limusina junto al resto de vehículos y me sorprende apreciar el admirable parecido entre los modelos. Incluso el discreto ambientador que cuelga del espejo retrovisor es el mismo.
Levi ha pensado en todo.
— Recordad— advierte Armin, y sus ojos azules buscan los nuestros en el espejo—: evitar a los Tybur a toda costa y no os separéis a menos que sea estrictamente necesario. Tenéis una hora.
Connie y yo asentimos y nos apresuramos a bajar del coche. La brisa nocturna me anima a buscar el calor de mi abrigo y Connie me ofrece el brazo antes de disponernos a subir la escalera que conduce al interior de la villa. Esta noche seremos una pareja más en el baile de máscaras de los Tybur.
— Nos lo tomaremos con calma— continúa Levi tras acomodarse en el asiento de paja—. Nada de ir al tuntún. Habéis vendido lo suficiente como para reconocer a los de nuestra calaña. Hasta ahora los habéis encontrado a montones en los palcos, en las zonas VIPS de las discotecas o fumando porros en las aceras. Pero no vais a tener nada de eso en Rose— hace una pausa y señala a Eren y a Ymir con el mentón—. Vosotros os encargaréis de localizar a esa chusma.
— ¿Y cómo se supone que vamos a hacerlo?— gruñe Eren, impaciente—. Nos ha llevado mucho tiempo entablar una relación de confianza con nuestros clientes. No podemos llegar allí y montar el chiringuito como si fuéramos a vender pipas.
— No. Mejor aún— sonríe, y el fuego de la chimenea se releja en sus ojos como faros en mitad de la noche—. Tenéis labia y un don para la interpretación. "Sonreíd y saludad".
— ¿Y ya está?— ríe Connie, evidentemente nervioso—. ¿Vamos a conseguirlo haciendo lo mismo que Los Pingüinos de Madagascar?
Pero Levi ignora la pregunta. Está demasiado ocupado estudiando el nuevo brillo que ha asediado las miradas de Eren e Ymir
— Ya sabéis lo que hay que hacer.
El vestíbulo es incluso más grande que el hall de la universidad, con enormes pilares de mármol alzándose hacia el techo para mantener la estructura, minuciosamente decorados con aderezos florales esculpidos en su superficie. Las lámparas de araña que cuelgan en hileras a lo largo del techo han sido estratégicamente prendidas para dotar la estancia de una luz acogedora aunque sugerente, con tonos tenues y apagados que recuerdan a una puesta de sol y que proyectan sombras en todas direcciones, favoreciendo el enigmático efecto de las máscaras que lucen los invitados.
Me fijo en que los muebles han sido cuidadosamente apartados para improvisar un salón de baile, y la música suena lo bastante alta como para no dejarme oír la conversación de las parejas de nuestro alrededor, pero lo suficientemente baja como para poder hablar sin necesidad de alzar mucho la voz.
Un ambiente delicado, extravagante e ilustrado. Rose es todo lo opuesto a Three Walls.
— Tenemos que encontrar a Eren y a Ymir— me recuerda Connie, sus ojos estudiando los rostros enmascarados de la multitud—. Esto no va a ser tan fácil como esperaba...
— No lo encontraremos aquí— le advierto.
— ¿Y eso por qué?
— Porque a Eren le gusta tener una mejor vista de la multitud— explico, recordando la forma en que lo he visto estudiando los rostros de la gente en Three Walls desde los palcos—. Creo que será más fácil si probamos a buscarlo desde algún lugar más alto.
Hay dos enormes escaleras al fondo del vestíbulo, forradas por una elegante alfombra azul y flanqueadas por barandas decoradas con pan de oro. Están distribuidas de forma estratégica para recibir a toda una multitud en la segunda planta de la villa desde las partes derecha e izquierda del vestíbulo. Desde nuestra posición, Connie y yo logramos ver a un grupo de personas reunidas en la segunda planta que, por el costoso aspecto de sus ropas, parecen distinguirse del resto de invitados en cuanto a poder adquisitivo. Uno de ellos, el más discreto y también el más joven, parece reírse animadamente de un chiste que ha hecho un hombre de barba poblada y barriga cervecera.
— Bien, ya hemos encontrado a Eren— canturrea Connie, aliviado—. Voy a por él, tú ve a buscar a Ymir.
— Connie, no deberíamos separarnos— me apresuro a advertirle cuando hace ademán de separarse de mí.
Él pone los ojos en blanco, molesto.
— Esta fiesta me da muy mal rollo. Además, es peligroso exponernos demasiado. Iremos más rápido si nos dividimos...
— Connie, eso no es...— pero ya ha desaparecido entre el gentío, dejándome con las palabras en la boca.
Decido hacer un acopio de fuerza de voluntad en un vano intento de no perder los nervios y pienso en un par de lugares en los que podría encontrar a Ymir. Sé que en Three Walls capta a sus clientes en los servicios, puesto que es un lugar íntimo y los seguratas no suelen meter las narices por allí. Sin embargo, no sé si esa jugada le habrá servido de mucho en un lugar tan refinado como este y por ende habrá optado por probar suerte de otra forma.
El desfile de rostros enmascarados que me cruzo en mi camino a los servicios empieza a agobiarme de sobremanera. De hecho, mi situación no mejora cuando mis temores se hacen realidad al comprobar que Ymir no se encuentra en los aseos. Vuelvo a mirar en la dirección en la que Eren estaba hace unos minutos, pero ya no consigo localizarlo entre el grupo de gente que hay reunido en la segunda planta.
Me obligo a respirar profundamente para mantener la calma y decido volver al centro del hall, sintiéndome más perdida que nunca. Tengo que disculparme continuamente para lograr abrirme paso entre los presentes, deteniéndome cada dos pasos para repetir el proceso, lo que tampoco ayuda a relajarme. De pronto la espalda de un tipo alto choca conmigo, desestabilizándome lo suficiente como para tener que ayudarme de uno de los pilares para mantener el equilibrio. El tipo se gira apresuradamente y me fijo en que el impacto ha hecho que se derrame encima el contenido de su copa, tiñéndole la camisa blanca de un rojo burdeos.
— Lo siento muchísimo— balbuceo casi de inmediato, temerosa de que me exija el coste de la tintorería.
No obstante, para mi sorpresa, el tipo compone una sonrisa amable y niega con la cabeza para restarle importancia.
— Soy yo quien debería disculparse— reconoce—. Debería haber mirado.
— Connie y Mikasa entraréis dos horas después de que Eren e Ymir lleguen a la fiesta— continúa Levi—. Vuestra misión será localizarlos para hacer el intercambio. Le daréis lo que queda de la mercancía, cogeréis el dinero y os largaréis. Armin os esperará en la limusina junto al aparcamiento. Solo tendréis una hora.
— No es justo, yo también quiero divertirme un poco— lloriquea Connie.
— Las fiestas de los Tybur suelen ser un poco excéntricas, dudo que consigas sentirte muy cómodo— explica Eren.
— Nada de divertirse— sentencia Levi—. Vais, hacéis el intercambio y os marcháis. Será mejor que no os separéis. Y recordad: no habléis con nadie.
Por alguna extraña razón, el hombre no lleva puesto su antifaz, y el tono aloque de las lámparas baña sus ojos azules de sombras anaranjadas. Se ajusta las gafas al puente de la nariz y su sonrisa se ensancha un tanto.
— Me llamo Zeke.
___ LEVI ___
Todo va según lo planeado y, sin embargo, no puedo evitar sentir la presión de una amenaza inminente. Como si hubiera algún detalle importante que se me estuviera escapando.
Decido barrer esos pensamientos a un lado de mi mente y apuro el contenido de mi copa de un trago, maldiciendo una vez más la incómoda sensación de la maldita máscara que oculta mi rostro de la multitud.
Infiltrarnos en un baile de máscaras no ha sido una mala idea después de todo: podemos movernos por dónde queramos sin ser reconocidos y nadie, salvo los seguratas, puede exigir que nos identifiquemos.
Desde la cima de la escalera izquierda tengo una buena panorámica de todo el vestíbulo. Es el mejor lugar para tener localizados a los chicos y me permite vigilar la entrada en caso de que las cosas se tuerzan un poco. Los móviles están prohibidos: un requisito importante que nos hemos visto obligados a cumplir para poder entrar sin llamar la atención en exceso. Y aunque la idea de los pinganillos no era del todo mala, no quería exponer a todo el equipo a ser interceptados por los seguratas. De modo que los únicos que llevamos un comunicador somos Armin, Eren y yo.
Descubro a Connie subiendo las escaleras de la derecha a trompicones, probablemente en busca de Eren, pero Mikasa no está con él.
Tch.
Debería haber imaginado que se pasarían mis advertencias por el forro de los cojones y que no me harían caso.
Decido que nos es momento de cabrearme y que ya les echaré la bronca más tarde, y me dispongo a buscar con la mirada cualquier chica vestida elegantemente de negro que lleve una máscara blanca con aderezos florales en dorado. Encuentro seis. Dejo escapar una bocanada de aire, francamente resignado. Esto sería mucho más fácil si hubieran decido seguir juntos.
Interrumpo mi búsqueda cuando descubro a un hombre observando la multitud desde la cima de la escalera derecha. Es alto y corpulento, y aunque el antifaz dorado no me permite reconocer su rostro, tengo la corazonada de que me suena de algo.
Me fijo en que no tiene acompañante y que permanece quieto en su posición, fingiendo beber de una copa mientras parece hablar para sí mismo. El pulso se me acelera cuando al desviar la vista hacia la entrada de la villa encuentro a otros dos tipos salvaguardando los flancos de las puertas. Al igual que el tío de la escalera, van solos y fingen disfrutar de la velada. También hablan solos de vez en cuando.
El mal presentimiento que tenía al principio empieza a pesar como una bola de plomo en mi pecho, dificultándome la respiración, y mi cabeza comienza a juntar las piezas del puzle como si los tipos fueran parte de algún rompecabezas.
El hombre de la escalera no aparta la vista de un punto determinado de la multitud, y cuando sigo con la mirada la dirección en la que miran sus ojos descubro al cabrón que me arruinó la vida. Irónicamente, Mikasa está con él, pero ya no es eso lo que me preocupa.
Vuelvo a fijarme en el tipo de la escalera, deshaciéndome de la máscara para tener una mejor vista de él. Es entonces cuando reconozco el broche verde que luce sobre la camisa blanca. Me coloco el antifaz de nuevo a la par que me apresuro a mezclarme entre el gentío, apurado.
— Eren. Cambio de planes— informo a través del pinganillo mientras bajo las escaleras a toda prisa—. Erwin Smith está a aquí.
— No jodas.
— Esto es una redada. Tenemos que salir de aquí. Ya.
— ¿Cómo que una redada? ¿Dónde está Mikasa?
Y sé que la respuesta no va a gustarle.
— Zeke está con ella.
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