Single Chapter .Part I.

𝑬𝒏 𝒑𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓 𝒍𝒖𝒈𝒂𝒓, ¡𝑭𝒆𝒍𝒊𝒛 𝒅𝒊́𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒂𝒎𝒐𝒓 𝒚 𝒍𝒂 𝒂𝒎𝒊𝒔𝒕𝒂𝒅 𝒃𝒆𝒃𝒆́𝒔! 💜🥳

𝑬𝒔𝒕𝒆 𝑶𝒏𝒆𝒔𝒉𝒐𝒕 𝒆𝒔 𝒎𝒖𝒚 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒄𝒊𝒂𝒍. 𝑴𝒆 𝒊𝒏𝒔𝒑𝒊𝒓𝒆́ 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒃𝒊𝒓𝒍𝒐 𝒆𝒏 𝒆𝒍 𝒅𝒊𝒃𝒖𝒋𝒐 𝒅𝒆 @𝒔𝒔𝒔𝒄𝒉𝒆𝒊𝒃𝒆𝒏𝒔𝒇𝒘 (𝑻𝒘 𝒆 𝑰𝒈), 𝒗𝒂 𝒂 𝒔𝒆𝒓 𝒑𝒖𝒃𝒍𝒊𝒄𝒂𝒅𝒐 𝒆𝒏 𝒅𝒐𝒔 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆𝒔. 𝑫𝒆𝒃𝒐 𝒂𝒄𝒍𝒂𝒓𝒂𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒏 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝑨𝑼 𝒍𝒐𝒔 𝒑𝒆𝒓𝒔𝒐𝒏𝒂𝒋𝒆𝒔 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒏 𝒄𝒐𝒍𝒊𝒕𝒂 𝒚 𝒐𝒓𝒆𝒋𝒊𝒕𝒂𝒔, 𝒄𝒂𝒅𝒂 𝒖𝒏𝒐 𝒔𝒆𝒓𝒂́ 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒕𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒖𝒏𝒂 𝒎𝒆𝒋𝒐𝒓 𝒊𝒎𝒂𝒈𝒊𝒏𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏. 𝑨𝒅𝒆𝒎𝒂́𝒔 𝒄𝒐𝒎𝒐 𝒉𝒂𝒃𝒓𝒂́𝒏 𝒍𝒆𝒊́𝒅𝒐 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒑𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝑭𝒓𝒂𝒏𝒌 𝒕𝒊𝒆𝒏𝒆𝒏 𝒖𝒏 𝒈𝒆𝒎𝒆𝒍𝒐, 𝑨𝒏𝒕𝒉𝒐𝒏𝒚. 𝑼𝒏𝒂 𝒃𝒆𝒍𝒍𝒆𝒛𝒂, ¿𝑵𝒐?

𝑾𝒂𝒓𝒏𝒊𝒏𝒈: 𝑺𝒊 𝒂𝒍𝒈𝒖𝒊𝒆𝒏 𝒆𝒔 𝒔𝒆𝒏𝒔𝒊𝒃𝒍𝒆 𝒂𝒍 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒆𝒏𝒊𝒅𝒐 𝒅𝒐𝒖𝒃𝒍𝒆 𝒑𝒆𝒏𝒆𝒕𝒓𝒂𝒕𝒊𝒐𝒏 (𝑴-𝑴-𝑴) 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓 𝒂𝒃𝒔𝒕𝒆𝒏𝒆𝒓𝒔𝒆 𝒅𝒆 𝒍𝒆𝒆𝒓𝒍𝒐. 𝑵𝒐 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒊𝒏𝒄𝒐𝒎𝒐𝒅𝒂𝒓 𝒂 𝒏𝒂𝒅𝒊𝒆.

𝑺𝒊𝒏 𝒎𝒂́𝒔 𝒎𝒆 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒊𝒅𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒂𝒏𝒅𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒔𝒆𝒂 𝒅𝒆 𝒔𝒖 𝒕𝒐𝒕𝒂𝒍 𝒂𝒈𝒓𝒂𝒅𝒐.

𝑳𝒐𝒕𝒔 𝒐𝒇 𝒍𝒐𝒗𝒆 ❤

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El cartero de la guardia real corría con mucha prisa por los pasillos de pisos pulcros y brillantes, los cuadros inmaculados de artistas famosos parecían incluso moverse junto a él con cada paso dado. El hombre de finos y sedosos cabellos con unas pequeñas orejas color café no prestaba atención a nada que se atravesara en su camino. Su prioridad era llegar a su destino a la mayor brevedad posible. Al desplazarse de aquella manera sostenía con dificultad su cartera de cuerina entre sus brazos, debía protegerla con su vida de ser necesario.

—Solicito permiso para presentarme ante el rey —dijo de manera directa al estar frente a las puertas gruesas de roble. El escudo de armas de la familia había sido tallado a mano en la madera así como también estaba grabada en la armadura de los guardias que custodiaban a la realeza.

—¿Asunto? —preguntó uno de los caballeros. El que sostenía una lanza en su mano derecha y movía su larga cola de un lado hacia otro, sus penetrantes ojos amarillos viendo con expresión impasible; como un tigre acechando a su presa.

—Traigo encomienda de parte de los príncipes —respondió con una gran sonrisa en su rostro a pesar del poco aliento que quedaba en él por haber corrido tanto. Sin inmutarse por el breve cambio de humor en la guardia, el cartero irguió su espalda y alzó la frente, orgulloso de mantener su postura y de ser el portador de tales noticias.

—En seguida. —Fue la única respuesta que le dieron.

Los guardias lo anunciaron casi de manera inmediata con el rey pues sabían que las noticias que el hombre traía eran realmente importantes. Lo hicieron pasar al salón real donde el rey yacía sentado en su trono con su esposa al lado, estaban charlando alegremente, un par de doncellas de colas y orejas pequeñas los abanicaban con enormes plumeros blancos.

Al notar la entrada del hombre de estatura media y cabellos castaños pausaron su charla. El rey ordenó con un movimiento de mano que las doncellas se retiraran. Compartió una breve mirada con su esposa y tras un pequeño asentimiento por parte de ella se pusieron en pie y caminaron a pasos rápidos a su encuentro.

El corazón en el pecho de la reina latía velozmente, se aferró con más fuerza a la mano de su esposo. Nerviosa con cada paso dado pues ansiaba más que nadie escuchar noticias sobre sus primogénitos.

—Mi rey —le saludó Christopher con una reverencia de cabeza. Luego se giró un poco y se inclinó ante la reina.

—Bienvenido mi fiel Chris, ¿buenas noticias? —preguntó el rey con cortesía.

El mencionado asintió ferozmente y sonrió con mayor amplitud. Sin más demoras abrió la cartera que aferraba a su torso y extrajo la carta sellada con cera roja y el escudo de siete espadas.

El escudo de los príncipes.

La reina llevó sus manos a cubrir su boca mientras sus ojos se desbordaban de lágrimas. Las manos del rey también temblaban levemente abriendo con cautela el papel de seda. Apenas leyó la primera línea reconoció la descuidada letra de carta de su hijo Frank.

A medidas que sus ojos se paseaban entre las letras el pecho del hombre quemaba de orgullo y para cuando leyó la noticia llena de más dicha un fuerte gruñido escapó de su garganta.

—¡Han ganado! ¡Mis hijos lo lograron! Esposa mía, gracias por haberme dado unos hijos tan dedicados —dijo el rey embriagado de emoción. Abrazó a la reina Linda por los hombros. Ella se dejó hacer, llorando con libertad sobre el ropaje de tela fina del rey.

—Mis niños...

Celebraron un poco más, riendo e intercambiando apodos cariños para con sus hijos. El rey incluso leyó para la reina algunas de las líneas que Frank había escrito. Después de un par de minutos, el rey aclaró su garganta y retomó su postura firme.

—¡Carlos! —dijo el rey en voz un poco más alta de lo normal.

De una puerta situada al lado izquierdo del salón, salió un hombre alto envuelto en una túnica color morado. Caminó a pasos veloces e inclinó su cabeza en cuanto estuvo enfrente del hombre de inquietantes ojos azules. Christopher se hizo a un lado esperando el permiso del rey para poder retirarse.

—Mande mi señor.

—Quiero que planees una fiesta. Una fiesta enorme. Música alegre. Comida y bebida para todos. Postres y licor no pueden faltar. El regreso de mis hijos debe ser celebrado a lo grande. Merecen todo lo mejor con las maravillosas sorpresas que le traen a su padre.

—Si mi rey —respondió obediente.

—Ah Carlos y debes preparar algo mucho más delicado. Quiero que las señoritas más bonitas de todo el reino vengan la noche del viernes también. Las más hermosas para que mis muchachos escojan a las que más les gusten.

—Querido —lo interrumpió la reina—. Recuerda que tus hijos son de gustos complicados. Sería bueno que también inviten a un par de señoritos.

El rey guardó silencio un minuto pero finalmente una sonrisa se ensanchó en su rostro. Levantó sus brazos exhibiendo sus manos fuertes llenas de anillos de plata y asintió.

—¡Por supuesto que si! Ya escuchaste Carlos, ahora ve. En tres días todo tiene que estar perfecto.

El hombre volvió a salir de la habitación como exhalación. Y en cuanto cerró la puerta a sus espaldas les comentó a los demás sirvientes del castillo la noticia del regreso de los príncipes. Las cocineras, los jardineros y un par de consejeros aplaudieron y celebraron con vítores.

Hacía más de seis meses los hijos mayores del rey Frank Anthony Iero II habían salido del reinado. Ambos comandaban su propia legión de hombres, "La legión de Nuestra Señora de los Dolores". Por ello su escudo de armas representaba las siete espadas incrustadas en el corazón de la Virgen, las sietes espadas estaban envueltas en un par de cobras y una cruz Bizantina invertida se situaba al centro.

Aquella legión estaba formada por los hombres más fuertes del reino pero también de sentimientos nobles y justos. Los gemelos Iero se encargaban personalmente de supervisar que cada militar recibiera una paga adecuada y en caso de deceso, que la familia afectada recibiera ayuda.

A pesar de tener apenas 26 años, Frank y Anthony, gemelos casi idénticos habían liderado muchas más batallas que su padre y su abuelo a esa edad.

Era motivo de celebración su regreso ya que ésta misión había sido cataloga como la más peligrosa a la que se iban a enfrentar. No solamente yendo a recuperar las tierras en la frontera al noroeste de reinado donde un grupo de rebeldes se había asentado, sino porque también debían negociar con ellos para que les permitieran realizar un tratado de comercio con la madera preciosa que se cultivaba en el país de origen de los extraños.

Como Frank había explicado a grandes rasgos en la carta conseguir aquello no fue algo fácil. Llegó un punto en el que debieron recurrir a la fuerza para poder controlar la situación, tristemente el líder de los rebeldes murió en la batalla. Ese fue el origen para que el diálogo pudiese ser instaurado. Anthony no tenía destrezas en el campo de batalla al nivel de Frank, pero gracias a que dominaba varias lenguas, fue él que escuchó y ofreció soluciones a los problemas de los rebeldes. Recuperando no solamente las tierras pertenecientes al reino sino también ayudando a Frank para que pudiese conseguir el tratado. Una victoria más que les permitiría tener como nuevos aliados a los habitantes del pueblo de Bureau, de donde eran originarios los rebeldes.

La relación entre los hermanos era excelente. Mantenían un lazo de confianza y hermandad increíble. Compartían casi todo, hablaban con sinceridad de cualquier cosa y eran abiertos entre ellos en todos los aspectos de su vida. Habían incluso desarrollado la habilidad de sentir la tristeza o la felicidad de su hermano gemelo.

Frank era mayor por cuatro minutos que su hermano. Tenía los ojos de color avellana y se diferenciaba de Anthony por sus orejas y cola, eran como las de su padre, orejas pequeñas y cola larga. Anthony en cambio tenía los ojos celeste y su cola era un pompón como la de Linda y sus hermanas menores, sus orejas eran alargadas y de color negro.

Además de aquellos detalles que hacían notaria la diferencia de los gemelos, se añadían a la lista los tatuajes. Ambos tenían en su brazo izquierdo el tatuaje de la Virgen de los Dolores con lazos rojos que cubrían cada espada, tenían un ancla en el brazo derecho y en sus dedos la palabra 'Halloween'. Sin embargo Frank tenía más tatuajes sobre sus pectorales y en sus piernas, lo que le daba un aspecto un tanto más rudo.

Fuera de aquello eran completamente iguales, la forma de sus ojos, el grosor de sus labios y la pequeña y redonda nariz. Además el color de su piel y cabello era exactamente igual. Sin mencionar la belleza de la que eran poseedores.

Se habían escuchado rumores en el reinado que decían que los gemelos eran reencarnaciones de algún Dios pues aquella belleza y su inteligencia era deslumbrante.

゚・:*✿

Entre tantos preparativos y emociones el día viernes llegó. A las cuatro de la tarde cuando el sol en el reinado estaba poniéndose, los guardias que vigilaban los pesados portones de hierro de la entrada observaron como una estampida de caballos se dirigía en dirección al castillo, por el lado este. Se observaba también el estandarte con la bandera negra que se ondeaba por la fuerza del viento.

—¡Ya están aquí! —anunciaron en el salón real cuando la voz se corrió hasta ahí.

El murmullo creció entre todos los que se habían reunido para la espera de los príncipes y el resto de la legión. El rey sonreía junto a su esposa y sus hijas, sentados en sus tronos en un alto estrado. Desde ahí observaban la alegría que recorría el rostro de cada presente pero en particular de las doncellas que yacían sentadas en cómodos cojines púrpuras en el suelo.

Eran alrededor de quince muchachas las que habían llegado. Todas hijas de familias nobles, reconocidas por los trabajos que sus padres realizaban en el reino. Entre todas ellas se había presentado un muchacho. Uno muy bonito al cual la reina Linda no le despegaba la mirada de encima, ella sabía cual de sus hijos se enamoraría de él a primera vista.

Y no se equivocaba cuando el himno comenzó a sonar y una pequeña marcha encabezada por los príncipes ingresó al salón, vio como los ojos de su hijo Frank pasaron de verlos a ellos, a los invitados, a las doncellas hasta toparse con los ojos de aquel muchacho con cuerpo andrógino. Vio como la comisura derecha de su boca se alzó, estaba sonriendole al joven.

—Esposo mío, creo que Frankie ha decidido —le comentó emocionada.

—Creo que es correspondido —dijo el rey un tanto divertido.

Quince miradas estaban sobre los cuerpos de los príncipes. Las doncellas presentes añoraban ser las escogidas, pensaban emocionadas que muy probablemente dos serían las afortunadas de conocer los aposentos de los príncipes. Con suerte podían ser tres. Todas y el joven estaban plenamente conscientes del porqué los habían invitado, iban a ser la compañía y la recompensa de los príncipes. Se entregarían a ellos y podrían quedarse el tiempo en que ellos quisieran pero no se les prometía un matrimonio a cambio. La aceptación de aquella invitación fue inmediata, porque ¿quién no querría recompensar a dos de los hombres más importantes del reino?

Anthony siguió la mirada de su hermano encontrando a un joven realmente lindo sin embargo no tuvo mucho tiempo para apreciarlo porque había llegado el momento de saludar al rey.

—Padre —dijo Frank inclinándose para mostrar respeto hacia su padre. Anthony repitió la acción, siendo seguidos por el resto de la legión.

El resto de los presentes guardó silencio. Escuchaban con atención las palabras que el rey tenía preparadas. El hombre se puso de pie y habló:

—Para todos es un honor que mis hijos y los soldados tan valientes que marcharon lejos de su hogar hace un par de meses atrás hayan vuelto. ¡Sean todos bienvenidos! Después de haber conseguido traer resultados positivos para nuestro reino son merecedores de un largo descanso, luego habrá tiempo para reunirnos y contarnos las historias de cómo lo consiguieron. Ahora es momento de celebrar.

Los aplausos estallaron y la música comenzó a sonar, de manera inmediata los encargados de llevar bandejas repartieron copas de vino y platos con comida.

Mientras todos se dedicaron a comer y a reencontrarse con sus familias. El rey y la reina fueron al encuentro de sus hijos, los abrazaron y los elogiaron.

—El viaje de regreso fue bastante agotador —mencionó Anthony después de un momento.

—Me lo imaginé cariño, les mandé a preparar sus baños preferidos en sus respectivas habitaciones —les dijo su madre.

—¡Eres la mejor! —dijo Frank besando la mejilla de la mujer.

—¡Eso no es justo! —reclamó el rey con fingida ofensa—. Su padre también les ha preparado una sorpresa.

—¿Los bombones de los cojines? —preguntó Anthony emocionado. El rey asintió.

—A quien ustedes deseen...

—Lo quiero a él —dijo Frank, casi interrumpiendo al rey.

—¡Yo también iba a pedirlo a él!

Linda se sorprendió un poco pues no esperaba que sus dos hijos fueran atraídos por aquel joven. Sin embargo no le molestaba, ellos siempre sabían como resolver sus inquietudes.

—Lo pedí primero.

—Pero Frankie, míralo. ¡Dios! ¡Es el más hermoso!

—Lo sé y es mío.

El rey tomó la mano de la reina con sutileza y la apartó para dejar solos a los príncipes. No quería escuchar a que acuerdo llegarían al final pues no le interesaba sus vidas privadas.

—¡Ya sé! —dijo Anthony después de unos minutos de discusión—. Podemos compartirlo.

—¿Qué? ¡No! Ya te dije que es mío, yo lo pedí.

—Vamos Frankie, no es la primera vez que compartimos a alguien.

—Si pero con él no quiero. Es demasiado hermoso para compartirlo.

—¡Porfavor Frank!

El nombrado clavó su vista sobre el joven quien ahora conversaba con una muchacha rubia a su lado. Él era verdaderamente lindo, tenía unos labios delgados pero carnosos, deseables, una nariz perfecta y sus ojos grandes custodiados por pestañas largas y rizadas. Su cabello era largo de color negro con raíces turquesas, tenía orejitas pequeñas y cola larga. Por lo que Frank podía ver del cuerpo del joven en aquel vestido crema era que su torso y su cintura eran pequeños.

—¡No lo sé Tony! Déjame pensarlo, no te prometo nada. Además debo preguntarle a él si está de acuerdo.

—¿Lo prometes? —preguntó entusiasmado. Frank asintió.

—No sé cuando, no me molestes demasiado. Tienes muchas chicas más para escoger. Ahora déjame ir, ese ángel me espera.

—¡Eso galán! ¡Ve por él! ¡Demuéstrale que eres un guerrero fuerte y potente! O se lo tendré que demostrar yo después —dijo lo último en broma.

—¡Calla tonto! —le respondió Frank sonriendo. Palmeo el hombro de su hermano y se retiró de su lado.

Caminó entre la gente y tomó una rosa roja de los enormes arreglos florales que habían sido mandados a poner en las columnas del salón. Luego siguió desplazándose hasta estar de pie al costado derecho del grupo de jóvenes. Al notar su presencia todos guardaron silencio y clavaron sus miradas en él. Frank se inclinó ante el joven de cabellos negros con raíces turquesas que se había apoderado de su atención y acarició su mejilla con su mano libre.

—¿Cómo es posible extrañar algo que no he tenido? Me encantaría robarte un beso, sabiendo que mío nunca has sido.dijo Frank, su voz grave, varonil, excitante.

El joven se sonrojo antes las palabras del príncipe pero sus ojos tenían un brillo especial, una chispa de fuego que ardía y se reflejaba en los ojos avellana de Frank. Las jóvenes ahogaron suspiros y gritos de emoción.

—¿Cuál es tu nombre hermoso? —preguntó el príncipe.

—Gerard... —respondió cerrando sus ojos cuando el dedo pulgar del príncipe se movió sin descaro alguno sobre sus labios de terciopelo.

—Que nombre tan bonito, como tu. ¿Sabes cuál es su significado?

—No mi príncipe.

Frank sonrió al escucharlo, le encantaba esa voz dulce salida de esos labios que pedían a gritos ser besados.

—Tu nombre es de origen germánico. Ger significa lanza y hard es fuerte. Así que se puede interpretar como "Fuerte Guerrero". Perfecto para mi.

El corazón en el pecho de Gerard estaba a punto de estallar. Después de estar batallando  contra su indecisión durante dos días enteros en su habitación finalmente llegó a la conclusión que debía presentarse al castillo. Su filosofía fue que el "no" ya lo había ganado. Mientras se calzaba las medias rosadas en sus piernas pensaba que era inútil, que no podría siquiera acercarse a uno de los príncipes pero cuando el príncipe Frank caminaba por el centro del salón y le vio a él, entre el resto de doncellas, y le sonrió, supo que había tomado la mejor decisión de su vida.

Sabía de antemano lo que pasaría una vez que estuviera a solas con el príncipe, había fantaseado tantas veces con ello mientras por las noches se tocaba y se daba placer a si mismo, había imaginado tantos escenarios en los que incluso ambos príncipes eran partícipes. Gerard aún era virgen pues nadie había puesto una mano en su cuerpo sin embargo aquello no significaba que él no hubiese jugado un poco.

El cálido aliento del príncipe Frank contra el espacio entre su nariz y la comisura de sus labios le hizo despertar de su pequeño trance dándose cuenta de la nula distancia que había entre ellos. Pudo apreciar tan cerca el rostro de aquel hombre, captó cada detalle que era desconocido para él de su rostro inmaculado, la pequeña cicatriz junto a su ceja izquierda, las pecas sobre sus mejillas y el agujerito que estaba en su labio inferior.

—Te espero en mis aposentos hermoso —habló el príncipe, ignorando que todos tenían puesta su atención en ellos dos—. Dejaré un guardia a tu cuido, su nombre es Robert. Cuando la fiesta acabé, cuando te aburras o simplemente...

—¿Puedo irme ahora contigo? —preguntó interrumpiendo las palabras de Frank. Él alzó las cejas y negó un par de veces, rozando su nariz con la ajena. El contacto provocó que Gerard cerrara sus ojos y dejara escapar un suspiro.

—Puedes venir, no tengo ningún problema.

Tras recitar la última palabra el príncipe dejó un pequeño beso en aquel espacio de piel en Gerard. La rubia al lado de Gerard estaba llorando feliz de haber visto todo, sentía un poco de envidia quizás, el príncipe Frank era tan dulce con alguien que acababa de conocer, no quería imaginar cómo sería en un momento más íntimo.

Frank se alejó un poco de Gerard, colocó un mechón de cabello tras su oreja y entregó en sus manos la rosa que aún conservaba.

—Es para ti.

—Gracias, mi príncipe. —Gerard desvió la mirada hacia la rosa, al tiempo en que Frank se ponía en pie él aspiraba el aroma dulce de la flor.

—Vamos —dijo tendiendo su mano cortésmente.

゚・:*✿

El camino hacia los aposentos del príncipe Frank fue relativamente corto. Ambos iban tomados de la mano, Frank aprovechando cada segundo para conocer todo lo que pudiese de Gerard. Descubrió que su familia lo llamaba Gee, que amaba las flores y usar vestidos, que tenía 22 años y que su pasatiempo favorito era cantar.

Cuando se detuvieron frente a la puerta de la habitación, Frank sintió la pequeña tensión que se apoderó del cuerpo de Gerard, se giró hacia él soltando su mano solo para tomar posesión de su cintura y apegarlo a su cuerpo.

—Tranquilo ángel, yo te cuidaré —dijo con suavidad. Gerard asintió despacio dejándose envolver por los brazos de Frank en un cálido abrazo.

Se separaron un poco después, el príncipe abrió la puerta y le permitió la entrada a Gerard primeramente. El lugar era amplio, con grandes ventanales en la pared izquierda. Al centro de la habitación estaba la cama de dos plazas cubierta por mantas rojo vino, un dosel de madera estaba adornado con cortinas de tela de seda atadas a cada poste. A los pies de la cama había un sofá de su solo brazo, largo y amplio, frente a este un espejo enorme.

—Puedes ponerte cómodo Gee, yo debo darme un baño pero te prometo que no tardaré nada en estar contigo. Si necesitas algo puedes pedirlo, lo que sea.

—Estoy bien, gracias por preocuparte por mi.

—No me agradezcas.

Frank se acercó a él y presionó sus labios contra los suyos. Gerard sintió como la sangre en su cuerpo se calentaba y agradeció que el príncipe no lo hubiese apegado contra el porque sino hubiese sentido como su polla comenzaba a endurecerse en sus pequeñas bragas. Solo la simple presencia de Frank junto a él le estaba haciendo perder las inhibiciones.

Al quedarse solo en la habitación se tomó un tiempo para apreciar los detalles, habían un par de cuadros pintados con retratos de la familia Iero, la madre y las hermanas de los príncipes eran muy lindas. Gerard incluso tuvo tiempo de ver algunas de las cosas que Frank tenía colocadas en estantes junto a un mesón de madera.

No supo en qué momento su mente fue libre nuevamente. De pronto se imaginó a sí mismo recostado en aquel mesón, sosteniéndose de la madera con ambas manos mientras el príncipe Frank lo sostenía por el cabello y arremetía sin piedad contra su cuerpo. Su polla ya se sentía pesada y su cola se movía inquieta de un lado hacia otro, deseaba poder deshacerse de su ropa y tocarse con libertad.

Unos fuertes brazos lo apresaron contra el mismo mesón con el que estaba fantaseando hacia pocos minutos. Con la presencia del príncipe Frank tras de él, Gerard no pudo evitar el temblor de sus piernas. El temblor que fue provocado por la excitación y la emoción.

—Me gustas tanto Gerard —dijo Frank contra el costado de su cuello, debajo de su oreja izquierda—. Desde que llegué no pude dejar de pensar en ti, en el sabor de tu piel.

Gerard se atrevió a empujarse un poco hacia atrás solo para encontrarse con la dura erección del príncipe contra sus glúteos. Estaban separados por pocas e incómodas piezas de tela.

—Mis manos están desesperadas por recorrer tu cuerpo y mis labios arden de deseo por probarte.

—Mmm hazlo mi príncipe, soy totalmente tuyo, tómame por favor.

—Voy a disfrutar cada parte de ti. —Frank pasó una de sus manos por delante de su cuerpo y comenzó a acariciar el pecho de Gerard, palpando cada centímetro. Comenzó a repartir besos desde el costado de su cuello hasta alcanzar su hombro desnudo, con su otra mano empezó a deslizar la tela del vestido hacia abajo.

El vestido quedó presionado contra la cintura pequeña de Gerard atraves del elástico que se ajustaba en ella. Frank lo hizo que se girara frente a él y tomó sus labios con desesperación, intercambiando entre saborear su labio inferior, morderlo suavemente y juguetear con los pequeños labios de Gerard y su lengua. Su saliva era dulce y a pesar de que sus besos eran suaves, Frank sabía que estaban llenos de deseo al igual que los suyos.

Con un poco de timidez aún, Gerard se atrevió y se abrazó de los hombros desnudos de Frank, sus fuertes músculos estaban perfectamente marcados, una espalda ancha que se curvaba un poco pues el príncipe era más alto que él.

Entre besos, chasquidos húmedos y choques suaves de sus dientes en un intento desesperado por unirse más, caminaron entre pasos torpes hasta el sillón a los pies de la cama. Frank se alejó jadeante y se despojó de la toalla que cubría su cintura, revelando la desnudez total de su cuerpo. Habían gotas de agua que aún se escurrían de él.

Gerard respiró pesado con sus labios rojos e hinchados entreabiertos y como si el suelo tuviese una fuerza invisible que lo jalara, se dejó caer de rodillas ante Frank. Su mirada se posó directamente en el miembro duro, largo y grueso del príncipe. Era rosado, con una vena que resaltaba por todo el falo y desaparecía antes de llegar a la punta, su curvaba un poco hacia arriba y sus bolas, ¡Oh sus bolas! También eran grandes.

—¿Te gusta lo que ves pequeño ángel? —Gerard asintió. La saliva se acumulaba espesa sobre su lengua, quería tomar y lamer aquel pene pero también quería demostrar ser obediente y bueno para su príncipe—. ¿Alguna vez lo has hecho? —preguntó Frank tomando su extensión en su mano, moviéndola de arriba hacia abajo.

—No señor, nunca.

—¿Quieres probar?

—Quiero probarlo todo con usted mi señor.

Frank sonrió satisfecho al escuchar a Gerard hablarle de esa manera. Ver su actitud dispuesta le encantaba, además de su apariencia y su carácter dulce. Estaba seguro que en él había encontrado todo lo que siempre había querido. Alguien que le diese amor pero que también satisficiera sus gustos más oscuros y secretos.

—Me encantas. —se inclinó un poco y lo besó una vez más, luego lo tomó de la mandíbula y lo alejó con un poco de fuerza—. No uses tus dientes, sé que lo harás bien.

El príncipe acarició el cabello de Gerard y dejó reposar su mano entre sus orejitas. Gee temblando de emoción envolvió la polla de Frank en su mano, deslizandola suavemente hasta alcanzar la punta y apretarla un poco mientras la giraba y volvía a bajar. Sabía que esos movimientos eran deliciosos pues los había aprendido consigo mismo. Llevó sus labios a encargarse de atender las bolas de Frank, chupandolas una por una, marcándolas levemente. Gerard sintió como sus bragas se mojaban sin haber tenido que tocarse, el simple hecho de chupar a Frank lo estaba llevando al paraíso.

El líquido preseminal empezó a gotear de la punta de Frank, Gerard aprovechó y llevó sus labios a atenderla. Introdujo toda la cabeza en su boca degustando por primera vez su sabor salado pero enviciante. Se hundió en la polla del príncipe tanto como su garganta le permitió, mientras con su mano seguía el ritmo que marcaba su cabeza al bajar y subir, podía sentir que Frank lo estaba disfrutando por los gemidos que dejaba escapar y el agarre fuerte que había adoptado en su cabello. El peso de aquella polla en su lengua se sentía tan bien que opacaba el dolor que estaba empezando a sentir en su mandíbula.

—Gee para —ordenó el príncipe de pronto. Gerard se detuvo y alzó la mirada sin sacar el miembro de su boca—. ¡Joder! Te ves tan bien así, de rodillas por mi, a medio vestir y chupando mi polla.

Gerard gimió al rededor de la polla dura de Frank haciendo que el hombre cerrara sus ojos con fuerza y gruñera.

—No quiero acabar aún, quiero que te sientas tan bien como yo. Ven sube al sofá, y acomódate sobre tus rodillas y codos.

Cuando Gerard tuvo los ojos almendrados de Frank sobre él una vez más, chupó nuevamente ahuecando sus mejillas y se separó de la polla con un chasquido húmedo dejando un hilo de saliva que la conectaba con su boca. El príncipe limpió sus labios con sus dedos y le ayudó a levantarse. Le arrancó el vestido de la cintura de un tirón y deslizó las palmas de sus manos por sus muslos hasta alcanzar el borde de sus bragas negras, apenas cubrían el pene de Gerard y se escondían entre sus enormes glúteos blancos.

—Vamos a dejar tus medias. ¡Dios! Te vas a ver tan bonito con ellas mientras te follo.

—Oh... —gimió Gerard ante el apretón que sintió en su polla. Aprovechó la cercanía y se apoderó de los labios de Frank, introduciendo su lengua en su boca, jugando con todo a su paso.

—Ahhh Gee... al sillón, vamos ya —le dijo Frank después de separarse y haberlo dejado sin sus bragas.

Gerard obedeció, se acomodó sobre el sillón, era tan amplio que Frank cabía detrás de él sin problemas. La colita de Gerard se movía en la misma dirección en que lo hacían sus anchas caderas. El príncipe se mordía los labios ante aquella vista, sin poder y querer evitarlo soltó una bofetada dura en su glúteo izquierdo. Gerard sintió la quemadura sobre su piel, ardía pero todo dentro de él gritaba por que la acción se repitiera, así que gimió y se removió de la manera más provocadora posible.

—¿Te gusta que haga esto Gee? ¿Mmm? ¿Qué te marque?

—Si mi señor, hazlo de nuevo...

Un gemido alto y agudo se escapó de la garganta de Gerard cuando dos bofetadas seguidas impactaron contra él. Los dedos de la mano de Frank se repintaban deliciosamente en su piel. Por ser la primera vez el príncipe decidió que había sido suficiente. A cambio comenzó a repartir besos sobre la piel rojiza, dibujando con su lengua las marcas que había quedado.

Después de un par de segundos empujó con su mano derecha la espalda baja de Gerard hacia abajo, para que quedara más abierto y expuesto frente a él. Con cuidado masajeo sus mejillas, eran tan grandes y suaves que no se resistió a dejar una suave mordida en el lado izquierdo. Se deslizó hacia abajo en la parte interna de los muslos de Gerard y repartió más besos haciendo que el joven gimiera y temblara de placer, su polla goteaba sin parar contra la tela del sofá.

Gerard sintió como su rostro se ruborizó cuando la lengua de Frank se abrió paso entre sus glúteos. Nunca nadie lo había tocado ahí, mucho menos lo habían besado. Pero tener a Frank lamiendolo de esa manera le estaba haciendo olvidar incluso su nombre. El príncipe mantenía sus ojos cerrados mientras deslizaba su lengua en movimientos circulares sobre el agujero de Gerard, era tan pequeño y rosado que la polla de Frank se contraía con cada lamida que daba, quería follarlo tan duro, hacer que gimiera su nombre tan alto pero antes quería prepararlo bien. Frank sabía que era el primero en probar de su cuerpo y quería darle una experiencia bonita, digna de él.

Frank mordisqueo un poco alrededor del agujero de Gerard y lo mojó más con su saliva antes de ingresar un dedo en él. No paró de lamer mientras su dedo se deslizaba una y otra vez, cuando añadió un segundo dedo alejó su rostro y se acomodó sobre Gerard, dejando besos a lo largo de su columna hasta alcanzar su hombro derecho. Gerard tenía su boca abierta sobre un brazo, gimiendo sin control. Había llevado su otra a acariciar su miembro sintiendo como los dedos de Frank se movían en forma de tijera dentro de él, preparándolo.

—¿Estás listo Gee? —preguntó Frank con dulzura.

—Lo estoy mi señor. Te deseo tanto —dijo con su voz entrecortada.

—Yo también te deseo, no sabes lo mal que quiero follarte.

El príncipe Frank sacó los dedos de Gerard y escupió en esa mano para posteriormente esparcirla sobre su erección. Cuando estuvo húmeda la acomodó en la entrada de Gerard y se inclinó un poco más para alcanzar sus labios y besarlo con pasión mientras se deslizaba dentro de él. Aplicó un poco de fuerza a su cadera hasta que la cabeza traspasó el anillo de músculos de Gerard. Se deslizó dentro de él de manera muy suave, ingresando centímetro a centímetro.

Gerard cerró sus ojos con fuerza sintiendo como Frank lo estaba abriendo, le ardía bastante pero era un dolor placentero y delicioso, silimar al que sintió la primera vez que se tocó. A medida que Frank comenzaba a empujarlo él gemía más desesperadamente contra los labios ajenos.

—Te escuchas tan bonito gimiendo así por mi...

Fue lo último que dijo Frank antes de incorporarse para sostenerse de las caderas de Gerard y poder mirar mientras su miembro se deslizaba de adentro hacia afuera una y otra vez. Por el rabillo de su ojo Frank captó sus reflejos en el espejo frente a ellos y una idea cruzó su mente. Dio un par de embistes más y salió de Gerard dejándolo abierto y vacío, jadeante y sudoroso.

—Quiero verte mientras te cojo pero también quiero que te veas. Tan bonito y eres solo mío —le dijo. Frank se sentó a los pies de Gerard y recostó su espalda en el respaldar del sofá, comenzó a acariciar su miembro con su mano izquierda y con la derecha acarició el pene de Gerard, a la misma velocidad pero tan solo unos pocos segundos—. Ven Gee, sobre mi. Quiero vernos en ese espejo.

Gerard se apuró a obedecer a Frank. Se sentó en los muslos de Frank y dejó que éste lo acomodara sobre su pecho. Ambos hombres jadeaban y tenían sus cuerpos cubiertos de sudor.

—Mírate Gee, me estás volviendo loco. —Frank pasó su lengua por la mejilla de Gerard y deslizó sus manos por su cintura, su cadera, sus muslos hasta alcanzar la parte posterior de sus rodillas. Las tomó y las jaló contra ellos, abriendo a Gerard, exponiendolo en el reflejo del espejo—. ¡Dios! —gimió—. Tan caliente... Vamos Gee, toma mi polla y acomodala. Quiero correrme dentro de tu culo.

—Mi señor... amo que me hables así.

Frank tarareo cuando los dedos de Gerard alcanzaron su polla, la llevó hasta su entrada y se presionó contra ella. El príncipe tomó el control empujó sus caderas hacia arriba y en una estocada limpia y certera lo penetró. En esta nueva posición sentía que estaba más profundo dentro de Gerard, sentía que su culo lo apretaba más y que la sensación se hacía diez veces mejor.

—Ahh señor ahh si, ahí por favor siii. —Gerard gritó tan alto cuando Frank golpeó su punto dulce.

Gerard abrazó su pierna derecha con su brazo, y Frank se las apretó más contra el pecho para poder seguir penetrándolo con el mismo ímpetu. El calor que abrazaba la polla de Frank era tanto que se sentía que un par de movimientos más explotaría. Gerard también estaba cerca, el roce constante que estaba recibiendo su próstata lo tenía en el borde, en su vientre se estaba acumulando toda la sensación electrizante que le hacía curvar los dedos de sus pies. Su interior se contrajo y con dos golpes duros más se corrió en su pecho gimiendo desesperado el nombre del príncipe.

Frank no dejó de mover sus caderas con tanta rapidez y fuerza viendo con ojos de fuego las mejillas rosadas de Gee en el espejo y como su miembro se perdía con cada estocada dentro de él.

—Estoy tan cerca ahhh Geraaard. —El agarre de Frank en las piernas de Gerard fue más fuerte y se hundió más en él mientras su líquido salía disparado en su interior, caliente y resbaloso.

Se quedaron unos momentos en esa posición, tratando de normalizar sus respiraciones. Suavemente Frank fue soltando las piernas de Gerard, sin salir de él aún, rodeó su abdomen con sus fuertes manos y le besó el cuello. Gerard llevó su mano a acariciar la nuca de Frank, giró un poco su rostro y besó sus labios castamente.

—Mi señor —dijo—. Gracias por haber sido tan bueno conmigo.

—Llámame Frank, Gee, además no tienes que agradecerme nada. Todo lo que dije es verdad. ¡Me encantas! —dijo y dejó un beso sonoro en su rostro. Luego se apartó sonriente.

—¿Puedo llamarte Frankie entonces?

—Claro.

—Gracias Frankie.

Él negó y a cambio besó a Gerard, tiernamente acariciando su vientre con delicadeza hasta que Gerard se removió un poco y la polla suave de Frank salió de él haciendo que los dos rieran.

—¿Quieres tomar un baño antes de dormir? En verdad estoy cansado —preguntó Frank.

—Me encantaría, si quieres puedo enjabonar tu cuerpo para que no te esfuerces más.

—Debo advertirte pequeño ángel, me encantan las atenciones y me mal acostumbro rápido.

—No importa Frankie, yo estaría feliz de mimarte siempre.

Frank abrazó con más fuerza a Gerard y aspiró el aroma de su cabello, besó su cabeza antes de que él se levantara de su regazo. El príncipe sonrió satisfecho al ver como se deslizaba su líquido atraves de las piernas de Gerard.

Definitivamente le encantaba Gerard.

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