VIII. Us Traitors Never Win
CAPÍTULO OCHO
NOSOTROS, LOS TRAIDORES, NUNCA GANAMOS
A pesar de sus dudas, Barry sabía que su hija tenía razón. Pedirle ayuda a Thawne era su única solución para reparar el extractor de materia oscura. Así que, sabiendo exactamente dónde su enemigo se encontraba, él y Taylor atravesaron las paredes de Laboratorios STAR hasta llegar a la sala temporal.
Allí se encontraba Thawne, con el rostro de Harrison Wells, sentado, dándoles la espalda. En el suelo, esposado a su silla de ruedas, otra versión de Barry se encontraba allí. Completamente inconsciente, al igual que la del callejón que ellos habían encontrado.
—Vaya—murmura Thawne al notar su presencia tras él—La cosa se está complicando. ¿No es verdad, Barry Allen?—se pone en pie, dándose la vuelta para enfrentarle—Pero qué Barry Allen. Es evidente que eres muy posterior a este.
Señala al Barry inconsciente.
—Muy posterior—asegura Barry—
—Muy posterior—repite, sorprendido. Sus ojos viajan entonces hacia Taylor—¿Quién es tu amiga? A ver si adivino. Jesse Chambers. No. Libby Lawrence. Espera. Danica Williams...
—No te importa quién es—Barry le interrumpe, haciendo inevitable que Taylor notará la tensión entre ambos—
—Es tu hija—asume Thawne entonces, observándola con atención—Me has traído a tu hija.
Sonríe levemente.
—Eres Dawn, ¿verdad que si, cielo?
—Taylor—le corrige ella—
—Taylor—repite, sorprendido—Oh, que bonito—sus ojos la escanean una última vez antes de volver a posarse en Barry—Al menos te queda una. Una. Es raro viajar en el tiempo—sonríe para si mismo—¿Qué quieres?
—Quiero que arregles esto—revela Barry, mostrándole el aparato que sostenía en sus manos—
—Vaya. No—niega, dando varios pasos atrás—Si tú estás aquí... y él está aquí...—señala al otro Barry allí presente—Significa que...
—Que no vuelves—le interrumpe con firmeza—
—¡Vuelvo a casa!—exclama lleno de ira. Barry niega—¡Vuelvo a casa! ¡Me voy a casa! ¡Me voy a mi casa!
—Te digo que no vuelves a casa, Thawne—declara Barry—A no ser que me ayudes.
Molesto por su respuesta, y sabiendo que tenía razón, Thawne golpea con su pie al Barry inconsciente. Un pequeño acto que solo buscaba poder desahogarse con su enemigo.
—¿Qué quieres?—inquiere entonces, volviendo a mirarles—
—Como te decía, necesito que arregles esto—le muestra el objeto en su mano—
—¿Para hacer qué?
—Absorber materia oscura.
—¿De quién?
—No es asunto tuyo.
—Si lo es.
—No, no lo es.
—¡No puedo ayudarte si tú no me ayudas a mi!—exclama, frustrado—
—¡Qué no es asunto tuyo!
—¡De Cicada!—exclama Taylor, haciendo que ambos se callen—
—Cicada—repite Thawne—Quieres destruir la daga de Cicada, ¿no?
—Para salvar vidas—declara Barry—
Thawne no puede evitar soltar una carcajada ante su respuesta.
—Salvar vidas. Si, claro, me lo imagino—asiente, sonriendo para si mismo—Sobretodo la tuya, Barry Allen.
—Mira, ese Barry se despertara pronto—señala—Si me ve aquí, tú línea temporal se irá al infierno. Nunca volverás a casa. Sabes que tengo razón.
—Lo sé. ¡Lo sé!—exclama, frustrado. Sus ojos posándose de nuevo en Taylor—¿Dónde están mis modales? ¿Quieres un poco de agua?
Aprovechando que el edifico se encontraba vacío, Thawne les llevó a una de las salas para poder reparar el aparato. Taylor aceptó la botella de agua que él le entregó, observando los ordenadores que mostraban las imágenes de las cámaras de seguridad de la sala de velocidad.
—Bueno. ¿Quién lo ha hecho?—inquiere Thawne, mientras comienza a arreglarlo—
—Alguien más listo que tú—declara Barry con firmeza—
Thawne suelta una pequeña risa ante su respuesta.
—Lo dudo—responde—¿Sabes, Allen? Para que tu plan funcione, vas a tener que sujetar la daga en tus manos.
—Está controlado.
—Está controlado—repite, elevando sus cejas—¿Y cómo?
—Con esto—responde Taylor, mostrándole aquello que sostenía en su mano—
Thawne gira en su silla para mirarlo, extendiendo su mano para agarrarlo. Pero Barry es más rápido y lo guarda en su chaqueta.
—¿Eso es...?—Thawne eleva su mirada hacia Barry—
—Si, un trozo del traje de Savitar.
Thawne asiente, volviendo a centrase en el extractor de materia oscura.
—¿Sabes lo mejor de tu padre, Taylor?—inquiere, agarrando un destornillador—Que me odia. Me odia con pasión. Y aún así una versión suya es Savitar. Que es algo mucho peor que yo—se gira de nuevo hacia ella, una sonrisa en sus labios—¿Le has visto la cara? ¿Le... le has visto la cara?
Taylor le observa sin saber que responder. Savitar parecía ser un tema tabú en su familia. En el museo Flash no había mucha información de él y su madre apenas lo había mencionado. Aquello último ahora tenía más sentido, teniendo en cuenta que ella misma le había matado a sangre fría.
—¿Quieres darte prisa?—se queja Barry, interrumpiéndole—
—Si, claro—asiente Thawne—La verdad, Allen, usar el traje de Savitar es una idea genial.
—A sido de ella—señala a su hija—
Thawne sonríe, mirándola con sorpresa.
—Chica lista—sonríe levemente, sus ojos viajando entonces hacia las cámaras de seguridad, viendo como el otro Barry comenzaba a despertarse en el interior de la sala temporal—Ups, me marcho. Estoy deseando ver cómo acaba todo esto.
Se despide de ambos, usando su velocidad para volver a la otra sala.
—Oye, papá...—Taylor levanta su mirada hacia su padre, sin saber muy bien qué quería preguntarle—
—Hay que volver a la noche en que todo empezó—la interrumpe—Vámonos.
Y así, una vez más, ambos viajaron hasta la noche donde todo empezó en 2014. La noche en la que el acelerador de partículas explotó y Barry adquirió sus poderes metahumanos. Ambos se vieron de nuevo en la sala temporal, esta vez encontrándosela completamente vacía.
—Hola, Barry Allen—saluda Gideon cuando Barry pone su mano sobre el monitor de la inteligencia artificial—No te esperaba tan pronto.
—¿Te conoce?—Taylor frunce el ceño, confusa—
—Y a ti, Taylor Allen Merlyn—saluda Gideon—También conocida como Speedy. Quinta recluta en la renombrada Legión de...
—Gideon—Barry la interrumpe antes de que pueda acabar, colocando el extractor en el monitor—El acelerador de partículas va a explotar y quiero que recalibres el sistema de reacción en cadena para que parte de la materia oscura caiga sobre este vial. Y no lo incluyas en ninguno de los registros.
Mientras él se encargaba de eso, Taylor se vio rápidamente distraída por el traje que se encontraba allí. Guardado en una especie de armario de cristal en una de las paredes de la sala. Se parecía al de su padre, pero en vez de rojo éste era amarillo. No era difícil saber a quien le pertenecía.
—Taylor—su padre interrumpe sus pensamientos, obligándola a alejar la mano del traje antes de poder tocarlo—
—Si que lo odias, ¿verdad?—comenta, observando la expresión en el rostro de su padre—
Barry frunce el ceño, acercándose a ella.
—¿Es que no sabes lo que hizo?—inquiere, confuso—
—Eh... Sé que era tu archienemigo.
—Mató a mi madre—revela. Taylor abre sus ojos con sorpresa, dando un paso atrás en shock—En nuestra casa. Yo tenía 11 años, era solo un niño. ¿Y sabes por qué lo hizo? Pensó que si yo sufría una tragedia tan horrible nunca me recuperaría de ella y no me convertiría en Flash.
—Eso... no lo sabía—admite, sintiéndose avergonzada—
No era culpa suya no saberlo. Su madre le había ocultado muchas cosas a lo largo de su infancia. Entendía que era para protegerla, pero a la vez no podía evitar enfurecerse por no haber sabido algo tan importante como eso. Pero Tessa no había dado con otra solución. A los pocos años de vida de Taylor, ella pudo ver el sentido de justicia tan grande que tenía en su corazón. En el fondo sabía que si le contaba la verdad sobre Thawne, Taylor no pararía hasta encontrarle y matarle. Al fin y al cabo, era la hija de sus padres.
Y Tessa tenía miedo de que ese odio la consumiera como lo había hecho con Barry durante muchas etapas de su vida. Pero sobretodo tenía miedo de que Taylor y Thomas acabaran siendo como ella, como Malcolm, llenos de un sentimiento de venganza que les llevaría a matar a sangre fría y a hundirse en la oscuridad.
—Muchas de las cosas que me han pasado no están en el museo Flash—asume Barry entonces—Y supongo que tu madre no quería que sufrieras por cosas pasadas que no podías arreglar.
—Supongo—murmura para si misma—Por eso no querías que viniera contigo, ¿verdad? No era porque fuera peligroso o por la línea temporal. Era porque no querías que supiera todas estas cosas horribles de ti y mamá.
Barry baja la mirada al suelo, su silencio dándole la respuesta que esperaba.
—No hace falta que me protejas de esto—le asegura—
Taylor sabía muchas cosas malas del pasado de sus padres, casi la misma cantidad que las que su madre le había ocultado.
—Si hace falta—declara Barry con firmeza—
—No.
—Si. Tengo que hacerlo. Eres mi hija—responde con obviedad—
—Si, y tú mi padre—señala, frustrada—Mamá nos ha ocultado cosas toda la vida, pero Thomas y yo podemos asumir todo eso. Solo queremos conoceros de verdad.
Antes de que Barry pueda decir nada, Gideon interrumpe su conversación.
—Recalibración completada—anuncia la inteligencia artificial—Materia oscura recuperada con éxito.
—Gracias, Gideon.
Barry agarra el aparato, posando su mirada de nuevo en su hija.
—Dejemos esto en su sitio y volvamos a casa.
Taylor asiente.
Barry se sorprendió al ver que el lugar donde Taylor pretendía esconder el extractor de materia oscura era nada más y nada menos que la casa donde su equipo y el equipo Arrow se habían reunido para acabar con Vandal Savage años atrás.
—¿Por qué iba a venir aquí Ivy?—cuestiona, siguiendo sus pasos con confusion—
—Mamá compró esta casa tras lo de Vandal Savage—revela, caminando hacia el jardín trasero—Se la regalo al tío Jay cuando Ivy nació. Aquí creció. Luce algo distinta a lo que yo recuerdo. Creo que el tío Jay monto unos columpios allí. También tiene unas dianas muy guays. Aquí aprendí a disparar con mi arco.
—¿Tu madre compró esta casa?—inquiere, sorprendido—
Taylor sonríe divertida, elevando sus cejas a la vez que se giraba para mirarle.
—¿Eso es todo lo que has oído?
Si. Barry apenas había prestado atención al resto de su explicación. Tessa podía comprar lo que quisiera, tenía el dinero de su padre, ese no era el problema. Tampoco tenía que contárselo. Lo que le sorprendía era que hubiera comprado esa casa en concreto.
Situada a las afueras de Central City, Tessa había pasado allí tiempo junto a Diana cuando está la había ayudado con sus poderes. Pero para Barry esa casa era más que eso. Era el lugar donde se habían besado por primera vez. Al menos antes de que tuviera que viajar en el tiempo y eliminarlo de la línea temporal. Pero él aún se acordaba de ese momento.
—Este es un buen sitio—Taylor interrumpe sus pensamientos—
Barry parpadea varias veces viendo como ella estira su mano hacia él. Esperando que le entregara el extractor. Aún confuso, no dudo en dárselo. Entonces Taylor hizo vibrar su mano, atravesando una columna de hormigón para colocar el aparato en su interior.
Una vez colocado, ya solo les faltaba volver a casa.
—¿No os habíais marchado?—Ralph les observa con confusión cuando ambos frenan su carrera en el centro del cortex—
La canción de Back To The Future aún se podia oír en los altavoces. Y ellos apenas se habían movido desde el último momento en el que les habían visto marcharse.
—Te dije que viajar en el tiempo es raro—responde Cisco por ellos—
—¿Ha ido bien?—cuestiona Tessa, atrayendo su atención—
—Si—afirma Taylor, una sonrisa victoriosa formándose en sus labios—
—¿Lo habéis escondido?—Thomas eleva sus cejas, su mirada puesta en su hermana—
—Claro que si.
Barry fue el primero en llegar a la casa. Sus pasos eran sigilosos mientras se acercaba al porche trasero de la propiedad. Hailey, Jay y Thomas se encontraban en la furgoneta de Laboratorios STAR cerca de la entrada al camino principal de la vivienda. Tessa, Taylor, Ralph y Cisco seguían los pasos de Barry, distanciados por unos metros y dividiéndose para cubrir mayor espacio.
—¿Ivy?—Barry llama a la chica, esperando que su primer encuentro no fuera empezar una pelea—
Pero Ivy no pensaba lo mismo que él. Su daga voló cerca del rostro del velocista antes de que el aparato que él y Taylor habían colocado lo atrajera hacia una columna.
Ivy salió entonces de su escondite, confusa por aquello. Esta vez no llevaba ninguna máscara o traje que la cubriera, por lo que sus ojos azules se encontraron rápidamente con los de Barry. Fue entonces cuando él pudo ver la falta de emoción en ellos.
Tessa apareció entonces, tomándola por sorprenda y comenzando una pelea.
Mientras ellas peleaban, Cisco arrancó la daga de aquella columna y abriendo una brecha la lanzó hacia el espacio.
A pesar de saber quienes la habían entrenado, Tessa no se esperaba que Ivy fuera tan buena luchadora. Por eso no la había atacado con todas sus fuerzas y ahora Ivy la había tirado al suelo.
—Menudo día, ¿eh?—sonríe Cisco al ver como Ivy buscaba la daga con su mirada—Te veo enfadada. ¿Es porque he mandado tu daga al espacio o porque acabas de ver que no me mataste?
Enfadada, Ivy saca un cuchillo de su cinturón, caminando hacia él. Ralph intentó impedir que alcanzará a su amigo, pero su entrenamiento de lucha era penoso al lado del de la chica.
—Ivy, tienes que escucharnos—Taylor se colocó delante de Cisco, protegiéndole de cualquier ataque—
Barry sintió como su corazón dejó de latir por un segundo al ver el cuchillo de Ivy a pocos centímetros del cuello de su hija.
—No necesito oír nada de lo que tengas que decir—asegura la rubia, mirando a Taylor con frialdad—
—Vamos, Ivy. Soy yo. Soy Tay-Tay—le recuerda, levantando sus manos en señal de paz—Crecimos juntas. Estoy segura de que si piensas por un segundo te acordarás de mi. Podemos ir al Big Belly Burger y hablarlo, ¿sabes? Encontraremos una forma de que se anule el control mental al que has sido expuesta. Mis padres te ayudarán.
—No necesito tu ayuda, Tay-Tay.
Aquel apodo abandonó su boca con frialdad. Ivy estiro su brazo entonces hacia el cielo.
—Chicos—Thomas les llama a través de las comunicaciones—Esta recuperando la daga del espacio.
Empujando a Taylor hacia un lado, Ivy se esconde tras la columna. La daga se clava entonces en el suelo, justo en el centro. El impacto deja una onda expansiva que lanza a Barry, Taylor, Ralph y Cisco varios metros atrás, quitándoles sus poderes metahumanos.
Agarrándola en su mano, Ivy camina de forma decidida hacia Taylor, lista para matarla. Pero el sonido de un disparo resuena entonces y un dolor agudo se extiende por su cuerpo desde su hombro derecho. Sus ojos se elevan hasta conectar con la mirada de Hailey.
Ivy sintió una ráfaga de emociones y recuerdos invadir su mente. Un agudo dolor se hizo presente en su cabeza, obligándola a cerrar sus ojos con fuerza. Tanto Jay, como Hailey y Thomas llevaban una pistola de tranquilizantes en sus manos. Y los tres la rodeaban por distintos ángulos.
Tessa llegó entonces junto a ella, agarrándola del brazo.
—No queremos hacerte daño—asegurar, mirándola a los ojos—Pero tienes que parar esto ahora, Ivy.
Su mano tembló ante la fuerza con la que Tessa sujetaba su brazo. La daga resbaló de ella, cayendo al suelo en sus pies. Tessa aprovechó aquella distracción para dormirla con el polvo de estrellas de sus manos.
El cuerpo inconsciente de Ivy cayo entonces junto a Taylor. Tessa se agachó entonces para agarrar la daga en sus manos, pero algo parecía atraerla hacia otro lugar. Produciéndole un corte en la palma de la mano, imitando las heridas de Cisco, la daga salió disparada lejos de ella, de la casa y del alcance de cualquiera de los miembros del equipo, desapareciendo en la oscuridad de la noche.
Alec no estaba completamente seguro de que era exactamente lo que había dejado a su prima en ese estado. Una parte de él sabía que había sido culpa suya. Crear una guerra entre los dioses no había sido su decisión más inteligente, pero su enfado con ellos le había llevado al límite.
Ahora había perdido a Thomas y la continua fuente de energía que el chico era gracias a sus poderes. Thomas y Taylor Allen no solo tenían la fuerza veloz en sus organismos, si no que también eran una cuarta parte dioses. Hijos de una semidiosa. Y sus poderes trasmitían la energía de las estrellas.
Y esa noche había perdido a Ivy. La humana a la que había influenciado y manipulado con una especie de poción creada con la flor Loto y otros ingredientes desconocidos para él. Era obra de Hecate, así que en su mayoría estaba hecha de magia. Hasta ese momento ella había estado matando a metahumanos, acumulando su poder en la daga. Un poder que ayudaba a que Avery continuará con vida.
Él tenía la daga. La había recuperado. Pero estaba completamente solo. Enfadado, desesperado y asustado.
Taylor y Thomas se habían sentido igual cuando habían visto como el propio Cronos mataba a su madre delante de ellos. Y ahora, mientras Alec observaba el cuerpo inconsciente de su prima, al otro lado de la ciudad, en Laboratorios STAR, los hermanos observan el cuerpo inconsciente de Ivy.
Tessa y Caitlin se encontraban con ella, colocándole los monitores cardiacos, una vía para darle suero y medicamentos, y colocándole unas correas y pulseras antipoderes. Ivy era humana, pero ninguno podía confirmar que no hubiese conseguido poderes tras la destrucción del satélite. Al fin y al cabo, la habían visto controlar aquella daga.
Hailey y Jay no sabían ni que hacer ni que sentir exactamente. Esa chica de cabello rubio y ojos azules era su hija. O eso les habían dicho Taylor y Thomas. Pero, por mucho que Jay hubiese visto de los viajes en el tiempo, le era difícil asumir aquel hecho. Y para Hailey todo aquello era muy nuevo.
—De... Debería irme a casa—la voz de su compañera saca a Jay de sus pensamientos, sus ojos viajando hasta ella—
Podía ver el conflicto en la expresión de su rostro, en el brillo de sus ojos. Era el mismo conflicto que él estaba sufriendo. Una parte de ellos sabía que Ivy era su hija, podían sentirlo. Sentían un nudo en sus pechos llenos de preocupación, miedo y otras muchas emociones. Pero otra parte, la racional, les decía que eso era imposible. Que los viajes en el tiempo no eran posibles. Pero ambos sabían que si lo eran. Eran tan posibles y ciertos como los metahumanos, dioses y alienigenas.
Pero era más difícil para ellos. Llevaban trabajando juntos poco más de un año. Ambos sentían cosas por el otro, pero nunca se habían atrevido a dar ningún paso. Y ahora, su hija del futuro estaba en la sala contigua a ellos. Hailey incluso la había disparado.
—¿Quieres que te lleve?—cuestiona con duda—
Hailey aprieta sus labios, sus ojos fijos en el cristal que les separaba de la sala médica donde Ivy se encontraba. Entonces asiente levemente, girándose hacia él. Jay inclina su cabeza, observándola con atención.
—Ven aquí—se acerca a ella, abriendo sus brazos para envolverla en un abrazo—
Hailey lo acepta, escondiendo su rostro en su pecho. Refugiándose de aquellos abrumadores sentimientos y pensamientos que incluso nublaban su vista.
Jay daba los mejores abrazos de todo el equipo Flash. Tessa lo sabía muy bien, aunque sus favoritos siempre serían los de Barry. Pero cuando Jay te abrazaba era como si el mundo desapareciera. Él tenía ese don. Aunque él estuviera sufriendo, sus abrazos siempre lograban tranquilizar a quien fuera que los recibiera.
A lo largo de su vida, y por la falta de un padre al que pedírselos, Taylor siempre se había visto a si misma buscando los abrazos de su tío Jay.
—Debería haber despertado—asegura Thomas, acercándose a la cama donde yacía su amiga—¿Por qué no despierta?
—No lo sé—admite Tessa en un suspiro—
Odiaba no poder darle una respuesta a su hijo, sobretodo al ver tanta preocupación en sus ojos. Taylor estaba igual o peor que él. Con sus diferencias y muchas discusiones amistosas entre ellas, Taylor y Ivy eran como hermanas. Y ahora Taylor sentía que todo lo que le había ocurrido era culpa suya. Porque, al fin y al cabo, todo empezó con su idea de viajar al pasado.
Caitlin abandonó la sala médica tras darle a Ivy una última revisión, dejando a los jóvenes Allen y a su madre a solas. Barry apareció entonces, fijándose en cómo Tessa aún no se había curado la herida en su mano. Caitlin se había ofrecido, pero Tessa se había negado diciendo que ella misma podía hacerlo.
—Buscaremos una forma de despertarla. Tal vez Circe pueda ayudarnos—comenta Barry, revisando los estantes de la sala en busca de gasas, desinfectante y antibiótico—
—Si. Es buena idea—admite Thomas—
Taylor se limita a morderse el labio inferior con frustración, abandonando la sala en completo silencio.
—Debería hablar con ella—declara Tessa, dispuesta a seguirla—
—No—niega Thomas, obligándola a frenar sus pasos—Déjala. Solo necesita un tiempo a solas.
Tessa le observa con duda, pero finalmente asiente, haciéndole caso.
—Creo que iré al Big Belly Burger a buscar su comida favorita—anuncia Thomas entonces—¿Vosotros queréis algo?
—Si—asiente Tessa—Yo quiero...
—Sé lo que quieres, mamá—la interrumpe, dedicándole una sonrisa. Tessa no tarda en correspondérsela, bajando la mirada a su mano al sentir un pinchazo de dolor—¿Papá?
—Ah... Si. Yo quiero lo mismo—le responde, poniéndose en pie tras haberse agachado para agarrar el esparadrapo de una de las estanterías—Gracias, Tommy.
El chico sonríe ante el apodo, abandonando la sala por la misma puerta por la que su hermana había desaparecido.
—Estoy bien—se queja Tessa al sentir como Barry agarra su mano con delicadeza, sus cuerpos quedando a pocos centímetros—
—No es verdad—niega el velocista, estirándose para agarrar uno de los taburetes—Siéntate. Te limpiare la herida.
Tessa suspira, haciéndole caso.
Agarrando otra silla, Barry se coloca frente a ella. Y sujetando su mano sobre la suya, comienza a limpiársela con suero. Tessa le observa con atención viendo como se la secaba con una gasa de forma delicada y suave.
—Ya casi está—anuncia Barry—
Tessa murmura un asentimiento, memorizando cada parte de su rostro con su mirada. Cada lunar, arruga y expresión. Tenía miedo de perderle. Una parte de ella le decía que no podría seguir adelante si Barry no estaba a su lado, pero por lo que Thomas y Taylor decían eso no era del todo cierto. Y eso la asustaba. Ahora, viendo como Barry le vendaba la herida, sus dedos rozando su piel, produciendo escalofríos por todo su cuerpo, Tessa sentía que su corazón no podría seguir latiendo sin él. Y era consciente de lo cursi y tonto que aquello sonaba. Pero era lo que sentía.
—Perfecto—Barry sonríe con orgullo—
Había hecho un buen trabajo.
Sus ojos conectan entonces con los de Tessa, sus dedos rozando los suyos. Fueron apenas unos segundos los que se mantuvieron así, hasta que aquella electricidad que el tacto de sus pieles producía en ella obligó a Tessa a inclinarse hacia él para unir sus labios en un beso. Barry la recibió con alegría, sus manos subiendo hasta sus mejillas, acercándola más a él.
Taylor había buscado su diario por todas partes en los últimos 10 minutos. En cada sala de Laboratorios STAR excepto el taller de Cisco, lugar en el que ahora mismo se encontraba.
—Sherlock—saluda al hombre, quien se encontraba allí preparándose un té—
—Sherloque—le corrige él—¿Un té?
Extiende una taza hacia ella. Taylor niega, observando la sala con su mirada.
—No, gracias—responde entonces—Oye, ¿has visto mi...?
—¿Diario?—cuestiona, mostrándole su otra mano, donde lo sostenía—
—Si—celebra, intentando agárralo. Pero Sherloque estira su brazo hacia atrás, impidiéndoselo—
Taylor frunce el ceño, viendo como Sherloque dejaba la taza de té sobre una mesa para a continuación abrir el pequeño diario.
—Perdona, pero... No he podido evitar mirar esta composición—explica, mostrándole una de las páginas—
—No es nada especial—le asegura ella—
—Pues si parece algo especial—admite, dándole la vuelta para volver a mirar aquellos símbolos—No me gusta presumir, pero hablo muchos idiomas. Y, aún así, este... Este no lo reconozco.
—Es un idioma temporal.
—¿Idioma temporal?—frunce el ceño, confuso—
—Se usa para registrar acontecimientos aunque cambie la línea temporal—le explica. Sherloque asiente, cerrando el diario para devolvérselo—Así, pase lo que pase, siempre recordaré a mi padre.
—¿Dónde se estudia algo así? ¿En una escuela del tiempo?—bromea, volviendo a agarra su taza de té—
—Pues... Lo cree yo la verdad—admite de forma nerviosa—
—¿Lo creaste?—cuestiona, sorprendido. Taylor asiente—Chica lista.
Le dedica una pequeña sonrisa que Taylor no tarda en devolverle de forma confusa y nerviosa. Con un pequeño movimiento de su mano, la joven se despide del detective, abandonando el taller para dirigirse a la sala temporal.
Al quedarse a solas, Sherloque continúa con su investigación, leyendo la traducción de una de las frases en el diario de Taylor que había conseguido descifrar gracias al ordenador de Cisco. "El tiempo es maleable"
—Hola, Taylor Allen—saluda Gideon, recibiendo a la joven velocista en la sala de velocidad—
—Gideon, hola—saluda, colocando su diario abierto sobre el monitor de la inteligencia artificial—Otra entrada de datos.
—Entrada cargada y almacenada—anuncia Gideon tras unos segundos—¿Debo enviarla a la misma persona?
Taylor baja la mirada a sus manos de forma pensativa.
—Si—responde entonces, volviendo a levantar su vista—
—¿Quieres ayuda con algo más?
—No. Gracias, Gideon.
—Es un placer, señorita Allen—asegura antes de apagarse—
Taylor suspira con pesadez, agarrando su diario para guardarlo en el bolsillo interior de su chaqueta. La verdad es que tenía otro mensaje que dar, pero tal vez era mejor que fuera a entregarlo en persona. Así que eso fue lo que hizo, viajó de nuevo en el tiempo, esta vez hasta 2045. Y más concretamente, a la cárcel de Iron Heights. Donde en una celda especialmente reforzada, se encontraba Eobard Thawne.
Al sentir su presencia allí, el hombre se da la vuelta. Su rostro era el de Harrison Wells, pero Taylor sabía la verdad ahora. Toda la verdad.
—Tenemos que hablar—declara la joven Allen—
—Si, Taylor—asiente el hombre—Tenemos que hablar. Has tardado mucho en regresar.
—Tienes suerte de que haya vuelto—le asegura con seriedad—
—¿En serio?—eleva sus cejas, observándola detenidamente—Percibo que tienes preguntas. Házmelas.
—¿Mataste a mi abuela?
—Lo hice.
—¿Delante de mi padre?
—Así es.
—Solo era un niño.
—Taylor...
—¡Solo era un niño!—exclama, frustrada—
—Tienes razón—admite, dando un paso adelante—Y pienso en aquel momento cada noche. Como cambió el curso del destino para él, para ti, para mi.
—No sabía que tuviera tanto odio en su interior—admite la joven, bajando la mirada al suelo—Pero lo tiene, por tu culpa.
—¡Y yo tengo el mismo odio dentro de mi por su culpa!—exclama con frustración. Taylor se sobresalta, dando un paso atrás. Pero su voz vuelve a suavizarse—O al menos lo tenía. Me sentía inspirado por él, como tú. Quería conocerle, como tú. Quería ser él. Quería ser Flash.
—Tú jamás serás Flash—asegura de forma firme y hasta fría—
—¡Exacto!—señala—Y comprender eso fue lo que me hundió. Entender eso fue lo que me llevó a hacer las cosas que hice. Las terribles, horribles, malvadas cosas que hice.
—Llevo mucho tiempo viniendo—comenta, sintiendo las lágrimas acumularse en sus ojos. Pero no iba a darle la satisfacción de llorar frente a él—¿Por qué no me contaste lo que hiciste?
—Creía que lo sabías—admite—Que tu madre te lo habría contado. Pero me equivoqué. Ahora lo veo. Lo siento, Taylor.
—Ya no puedo confiar en ti—declara, dando otro paso atrás, sin romper el contacto de sus miradas—
—¿No te he dado lo que me pediste?—cuestiona, incrédulo—Volver al pasado para conocer a un padre que nunca habías visto. Aprender con él, correr con él. Correr con Flash. Te he enseñado a viajar en el tiempo porque quiero ayudarte
—La única persona a la que ayudas es a ti mismo.
—¿Quién te ha dicho eso? ¿Tu padre?—inquiere—Verás, desde que me alcanza la memoria solo he pensado en mi mismo, pero ese no puede ser mi legado. No puede ser el legado de Eobard Thawne. Déjame ayudarte—suplica, acercándose más al cristal de la celda en la que estaba encerrado—
—No quiero que me ayudes nunca más—declara con firmeza, dando un paso hacia él sin miedo—
Thawne entrecierra sus ojos, observándola desaparecer de allí. Dejando atrás solamente el brillo de su rayo morado.
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