9. El pequeño Zeta (IV)

Fuera del cono de sombra, la figura podía verse con más claridad. Era Noelia, pero no como Sam la recordaba. Su rostro se encontraba desfigurado por rajaduras y cortaduras; sangre manaba de su cara y de su cuerpo dejándola empapada de un fuerte rojo carmesí. Noelia profirió un quejido gutural, extendió sus brazos, unas largas y afiladas garras nacían de sus dedos. Sam enmudeció al verla, su cuerpo sucumbió al pánico. Y gritó.

Un fuerte sentimiento de peligro golpeó de lleno a Sam, obligándola a volver sobre sus pasos para escapar, pero sus pies le jugaron una mala pasada esta vez, tropezando involuntariamente. La joven cayó en un golpe seco al suelo quedando en una posición bastante vulnerable. Se sintió estúpida por tamaño error, tenía claro que ya era muy tarde para incorporarse y huir. En ese instante su cuerpo se inmovilizó, expectante de la bestia frente a ella, esa bestia que antes era su amiga.

Noelia se acercaba cada vez más a su posición, zarandeando sus garras lentamente. La mirada de Sam no se despegaba de la de la bestia. En ese instante, el temblor de su cuerpo cesó; el miedo se esfumó y su mente por un segundo quedó en blanco. Sabía que no tenía sentido pensar en escapar, tampoco tenía sentido sufrir o tener miedo a algo que siempre estuvo presente.

«-Todo este infierno, se terminará pronto».

Ese pensamiento la alegró, su cuerpo se alivió. Respiró. La solución siempre había sido tan fácil, tan obvia que inclusive le parecía gracioso. La bestia seguía acercándose más a Sam, disfrutando el momento, se agazapó lentamente hasta quedar de rodillas frente a la joven.

«-Nunca más dormiré con miedo».

La sangre del rostro de la bestia caía en gotas sobre los pies de la joven, mientras seguía acercándose.

«-Nunca más lloraré por una muerte».

Las garras de Noelia se acercaban lentamente buscando el cuerpo de Samantha.

«-Nunca más veré a...»

Pero no pudo terminar ese pensamiento porque una imagen se impregnó como fuego en su mente, la imagen de Franco. Ya no vería a su novio, y no se escaparían por las noches para apreciar la luna llena en los tejados de la nación. No vería a su amiga Anna, ya no competirían entre ellas sobre quien tiene la mejor puntería. No conocería gente bondadosa como Rex, ni tampoco conocería gente valerosa y divertida como Zeta. Sus ojos comenzaron a cristalizarse, la angustia había vuelto.

-Zeta -susurró.

En ese instante sintió una presión en sus hombros que la devolvió a la realidad, su cuerpo y su mente reaccionaron al instante. Se sobresaltó ahogando un grito, pero no sintió dolor alguno. Frente a ella se encontraba Noelia, sus miradas se cruzaron, ambas teñidas de incontenibles lágrimas. Noelia sostenía los hombros de Sam suavemente con la palma de sus manos, intentando mantener alejada sus garras de manera que no la dañaran.

-Sam -dijo Noelia, con una voz ronca que se esforzaba de forma sobrehumana por hacerse escuchar.

El lastimado rostro de Noelia demostró una gran mueca de dolor antes de recitar sus últimas palabras.

-Ayúdame.

Su cuerpo cayó finalmente sobre las piernas de Sam, quien totalmente confundida y desorientada, la envolvió entre sus brazos.

*****

- ¡Doctor Peláez!

La puerta del despacho del doctor se abrió bruscamente, impactando contra la pared. Peláez saltó de su sillón del cual descansaba. Volteó raudo para averiguar de quien se trataba. Le había explicado centenares de veces a Brenda que golpease la puerta si necesitaba acudir a él. Esto le costaría su trabajo si llegaba a ser ella quien se encontrara detrás de la puerta.

El doctor ya llevaba su mejor cara de enfado para cuando terminó de voltearse. Pero su expresión cambió drásticamente cuando vio al mismo Presidente Máximo en persona, entrando como un tiro al interior de su despacho. El presidente se dirigió, silencioso, hacia una camilla que Peláez tenía en su despacho para las consultas privadas. Pateó sin remordimientos una silla que obstruía su camino y arrojó al suelo una pila de papeles importantes que Brenda había dejado sobre la camilla a falta de espacio en el escritorio. Peláez intentó protestar, pero el grito de Máximo opacó el lugar.

- ¡Tráiganla aquí, rápido!

Tras esas palabras, dos centinelas entraron velozmente cargando entre ambos un cuerpo, a simple vista parecía uno de esos monstruos. Peláez siguió con la mirada el cuerpo hasta que lo depositaron, cuidadosamente, sobre la camilla.

Automáticamente el doctor se acopló a la situación, tomó sus gafas que guardaba en su bolsillo de la bata y se los colocó para examinar con mejor detalle el cuerpo. Se llevó una gran sorpresa al darse cuenta de quien se trataba.

- ¡Escúcheme! -profirió el presidente, en un tono alto y autoritario-. No me interesa como lo haga, pero esta chica está viva, y quiero por cualquier medio, que siga estándolo ¿fui claro?

Peláez se acercó al cuerpo apartando a los centinelas. Tomó su estetoscopio y procedió a escuchar los latidos de la muchacha. En efecto, estaba viva.

-Apenas tiene pulso, no puedo hacer nada aquí. Hay que llevarla a la sala de urgencias.

-Si algo le llegara a pasar a ella, usted será responsable. Esa estupidez del milagro, por poco y me lo creo -Máximo estaba fuera de sí-. Le reitero, quiero que la chica este viva. O me encargaré de buscar a otro doctor, ¿me comprende?

Peláez tragó saliva. Captó la indirecta y se puso manos a la obra, llamó a los centinelas para que se llevaran el cuerpo a urgencias. Y ordenó a Máximo que no ingresara, o estorbaría su trabajo. El hecho de obedecer al doctor le hirvió la sangre, pero debía hacerlo, después de todo, el ser el único doctor de la nación le otorgaba una cierta cuota de autoridad. Máximo no tuvo más opción que retirarse.

Al salir de la enfermería, fue acribillado por una oleada de preguntas, dudas, quejas y protestas por parte de una gran masa de gente confusa por la situación. Todos ansiaban conocer cada detalle de la convaleciente Noelia. Y ahí estaba el trabajo de ser presidente, el peso de tener que calmar a todos y cada uno de los paranoicos rostros que lo atravesaban, sin compasión, con sus miradas. Sintió el pesar en sus hombros, como si esa gran muchedumbre lo aplastara y comprimiera cada segundo, con cada palabra.

«-Ojalá no hubiera tenido que ser así».

Era lo único que pensaba. Pero no podía culpar a Samantha por aparecerse frente a más de la mitad de la nación, con el cuerpo de la muchacha en brazos. Aunque el impacto que tuvo la gente ante el acto, fue duplicado por el hecho de que el cuerpo se encontraba mutado a una de esos monstruos. El caos se desató muy rápido.

Máximo se llevó su mano a la cien, masajeándolo con fuerza. El incesante coro de voces protestando le producía una terrible jaqueca. Intentó apaciguar a la gente con sus palabras, pero fueron brutalmente sepultadas ante el elevado ruido que producían. Su intento fue en vano, suspiró y se mordió el labio. No muy lejos de su posición reconoció una voz, una dulce voz que intentaba, a exagerados gritos, saciar el hambre de dudas de la gente; era la voz de Patricia. La mujer se esforzaba, no se dejaba vencer por nada. Acto que encendió una llama de inspiración en el presidente. No podía permitirse bajar la guardia, él es el presidente de la Nación Escarlata después de todo. Se enderezó firme y alzó la vista. Decidido, tomó gran cantidad de aire y la mantuvo en sus pulmones por unos segundos.

- ¡Atenci...! -Pero su grito fue interrumpido por un tirón en su brazo que lo arrastró, nuevamente, al interior de la enfermería.

Dentro se encontró con una mujer que sopesaba los treinta años de edad, de cabellera rubia. Lucía un uniforme verde, característico de los enfermeros. La mujer se disculpó por su irrupción repentina, pero alegó que necesitaba, con urgencia, comunicarle algo al presidente, y no podía esperar.

-El Doctor Peláez necesita esto -La mujer le brindó un trozo de papel arrugado, con una lista escrita en él.

Máximo no protestó por el arrebato, su curiosidad ganó la partida y leyó el contenido.

- ¿Es una broma? -preguntó con seriedad.

-No, ninguna broma -respondió Brenda, tajante-. El Doctor necesita esos artefactos de inmediato, o no procederá con la jovencita.

- ¿Para qué demonios quiere...? -Se tomó un tiempo para releer la nota-. ¿Anestesia inhalatoria?

-Necesitamos operar a la muchacha -respondió a secas-. El Doctor va a extirparle esas... cosas. Pero como ella sigue consciente no podemos realizar la operación sin el gas, su corazón está en las últimas y el dolor podría terminar con su vida. Tiene que ser rápido, buscar el gas y el resto de las cosas que hay en la lista, y volver en dos horas, como mucho.

El presidente emitió una leve carcajada histérica.

-El doctor está loco -dijo, aún entre risas-. No puedo mandar a nadie a una misión así a estas horas de la noche. Es una locura, nadie podría sobrevivir a esos monstruos nocturnos.

- ¿Pasó algo, señor presidente? -preguntó Patricia, mientras ingresaba a la enfermería y dos centinelas cerraban la puerta a sus espaldas para que nadie más los interrumpiera.

- ¡Sí, ese doctor de mierda se quiere pasar de listo conmigo! ¡Eso pasa!

-Tranquilícese -dijo Patricia, luego se dirigió a Brenda-. ¿Qué ocurrió?

La enfermera le explicó la situación rápidamente, y sin agotar más saliva, se retiró a la sala de urgencias.

-Esto no es bueno.

- ¡Es lo que te digo, Patricia! Esto es una locura, lo hace porque sabe que no lo haré, no puedo mandar a nadie a buscar una mierda a estas horas.

-No, evidentemente no puedes. Sería prácticamente asesinato.

-Pero no puedo quedarme sin hacer nada tampoco, viste con tus propios ojos como reaccionó toda la nación. Buscan un culpable, si la chica muere, todo se perderá para mí. Las personas van a perder la confianza que tienen a este lugar, van a perder esa sensación de seguridad que queremos brindarles -Máximo se paseaba por toda la habitación en círculos, y se detuvo frente a un cartel de concientización contra el cáncer-. Ningún grupo está listo para un trabajo así.

Patricia meditó por unos momentos.

-Franco es un buen soldado, quizás él pueda lograrlo si le proporcionamos un buen equipamiento.

- ¿Brandon solo? -Ahora fue el presidente quien meditó la idea-. No lo creo, es bueno trabajando con su equipo, pero se las vería mal si tuviese que hacerlo solo. Ese es el problema Patricia, todos en la nación están preparados y acostumbrados para funcionar en conjunto. Nunca separarse es la primera regla que les enseñamos.

Algo en el presidente hizo "clic" al terminar esa frase, sus ojos brillaron y un asomo de sonrisa se dibujó en su cara. Miro a Patricia, con aire agradecido, si no hubiese sido por ella, a él jamás se le hubiese ocurrido. Se dirigió a paso acelerado hacia la puerta de salida, pero la mujer lo detuvo a tiempo.

-Espera un momento, ¿Qué piensas hacer?

El presidente volteó, aun sonriente.

-No hay mucho tiempo, quizás él pueda ser la solución a este problema.

-No, no, no -Patricia ya había captado, y la idea no le agradaba en absoluto -No estarás pensando lo que creo, apenas lo conocemos.

- ¡Exactamente por eso es el indicado!

El presidente salió de la enfermería y se dirigió a paso seguro hacia el centro del patio, la multitud de personas le abrió espacio para que pudiese pasar y se aglomeraron a su alrededor con suma curiosidad. Máximo lo había conseguido de nuevo, su cara reflejaba una impecable seguridad, y su postura mostraba una firme convicción. Su mirada se alzó buscando entre todas las cabezas y rostros, a uno en particular. Se sintió aliviado al verlo, él era sin duda alguna la solución a sus inquietudes.

- ¡Atención, Nación Escarlata! Les pido a todos, silencio. No quiero alzar mi voz más de la cuenta, por lógicas razones -El volumen de las voces fue consumiéndose poco a poco, hasta quedar envueltos en un silencio, que esperaba a la voz de Máximo para ser roto-. Como habrán notado, la situación aquí no es buena, mi intención no es mentirles así que voy a ser directo: Noelia, una muchacha inocente, que hasta hoy caminaba con nosotros dentro de las puertas de nuestra nación, fue infectada el día de hoy. Se desconocen todavía las causas, y siendo sincero, no me interesan en lo más mínimo.

Algunas voces comenzaron a escucharse entre la gente, el reciente comentario había sido muy duro, pero Máximo sabia bien como enderezar su discurso.

-Porque lo que en este momento, es primordial, es la salud de esta muchacha. Más adelante tendremos tiempo de buscar respuestas, más que nada ahora, necesitamos una solución. Yo personalmente, voy a tratar de hacer lo posible porque nadie muera dentro de estas paredes, y con esta muchacha Noelia no pienso rendirme. Pero por desgracia, para poder operarla se necesitan recursos de los cuales no disponemos -Bajó la mirada, añadiendo dramatismo-. Si no los conseguimos en un lapso de dos horas, Noelia morirá -Subió la mirada, decidido-. Por eso organicé una misión al hospital general, en busca de esos recursos para salvar a nuestra compañera.

Máximo ya se esperaba la interrupción de los reclamos de la gente, simplemente esperó paciente a que todos volvieran a guardar silencio y continuó.

-Lamentablemente, no existe una persona capacitada entre nosotros para correr tamaño riesgo, y salir en una pieza. Soy muy consciente de eso, o bueno, eso pensaba -Alzó el dedo índice hacia el cielo-. Pero la realidad es que si existe una persona competente para realizar con éxito esa peligrosa misión, y volver sano y salvo, y señores, esa persona está aquí entre nosotros.

Las miradas de la gente comenzaron a buscarse entre ellas, preocupados y temerosos de ser alguno, el elegido por el presidente.

-Esta persona, es alguien audaz. Un lobo solitario sin temor a nada, que pasó gran parte de estos difíciles tiempos sobreviviendo por su propia cuenta allá afuera, sin nadie más que su afilado machete y su temida pistola; un guerrero buscado por la Nación Oscura por destruir su primer sede; un soldado sin temor a arriesgarse para asesinar de una forma espectacular a un titán que amenazaba nuestro hogar; con los nervios de acero suficientes como para aceptar esta misión y volver aquí, y coronarse como un héroe -Su dedo ahora señaló a una dirección, todos se apartaron para ver de quien se trataba, el presidente se acercó lentamente hasta el indicado-. Zeta, ¿Aceptas esta misión?

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