5. Bienvenidos a la Nacion Escarlata (III)

Samantha observaba como una multitud de monstruos caníbales se acercaban desesperados por conseguir su pedazo de los restos de Fernanda. Los recuerdos junto a ella, en su corta estadía en la nación Escarlata comenzaron a aflorar en su mente; Fernanda había sido la primera persona en hablarle en ese nuevo y desconocido lugar, desde que su grupo llego hace solo un par de días.

Destacaba de ella su gran camaradería y su empeño por la preocupación de todos y cada uno de los miembros de la nación, incluido a los más nuevos. Nunca vacilaba a la hora de ayudar a los demás; Como aquél día en que llegaron a la nación por primera vez, era de noche y los centinelas negaban rotundamente el paso a cualquiera que quisiera acercarse. Advirtieron al grupo de Sam para que se marcharan o abrirían fuego sin piedad, pero luego el presidente por alguna razón en especial los dejó ingresar a mitad de la noche, ignorando su regla de no abrirle paso a nadie en horarios nocturnos. 

Del otro lado Samantha se encontró con Fernanda, quien les brindó unas palabras de aliento y les ofreció su hospitalidad, pues había sido ella quien había convencido al presidente de dejarlos ingresar.

Posteriormente, Fernanda llevó a Sam y a su grupo a una visita guiada por toda la escuela, y le enseñó todo lo que debía saber de las leyes y normas que tenían en este lugar, asi como también, le relató un poco de la historia de cómo fue formada esta reciente nación; Sam agradeció bastamente ese gesto de generosidad y consideró aunque fuese por un corto periodo de tiempo, a Fernanda como una valiosa amiga.   

Y en este momento, al verla siendo devorada y profanada por un centenar de bestias rugientes y sedientas de sangre, provocó en ella un estado de descontrol total de su cuerpo. La culpa comenzaba a pesar en sus hombros y su espalda.

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Su cuerpo se sumió en el pánico, sus piernas flaquearon y cayó de rodillas al pavimento, comenzó a temblar de rabia hacia su persona, hacia esos malditos monstruos, y hacia la maldita situación que se le había escapado de las manos.

<< "Vamos a hacer una misión más difícil" le dije... que ingenua. >>

Mientras tanto, Matías intentaba de alguna manera hacer que su compañera reaccione, sacudía su cuerpo, le hablaba en un tono bastante alto, casi llegando a gritarle. Pero era en vano, Sam no escuchaba, no respondía ante nada, tenía la visión perdida en algún lugar del suelo; Su mente seguía jugándole en contra, haciéndole la vida imposible, haciéndole olvidar el momento y el lugar en donde se encontraban. Y el peligro.

<< Al final... Franco tenía razón. Esos bellos días nunca volverán, no puedo permitirme ilusionarme, ni soñar con un futuro prometedor, cuando ya no queda futuro por delante. >>

De repente, Sam escuchó un fuerte golpe que la extrajo de sus pensamientos completamente; Subsiguientemente, una sensación de pinchazos ardió en su mejilla. Desorientada, alzó la vista hasta encontrarse con una mirada angustiante, una mirada con lagrimas en los ojos, pero también con una mezcla de rabia e impaciencia, que se hacía notar por las agitadas respiraciones que levantaban su pecho una y otra vez. 

Sam se limitó a mirar a Noelia fijamente, quien sacudía su mano de dolor a consecuencia del reciente cachetazo.

—Escúchame—comenzó a decir Noelia agitadamente—, se supone que tú eres la de carácter fuerte. Si te perdemos aquí, no tendremos salvación; Más tarde tendremos tiempo de velar la muerte de Fernanda, ahora tenemos la única oportunidad de ingresar al edificio, ¿Vienes o no?

Samantha asintió, sabía que lo que decía Noelia era cierto, mas no era la primera vez que se enfrentaba a la muerte de un ser querido. Pero eso no le parecía escusa a la hora de despertar sus sentimientos, simplemente no podía evitarlo. Pero debía hacerlo, por ella, por su madre, y por Fernanda.

—Está bien—dijo Sam, finalmente poniéndose de pie—. Discúlpenme por mi debilidad ante ocasiones como estas, no volverá a repetirse de nuevo—la muchacha secó sus lagrimas con la palma de su mano—. De acuerdo, no perdamos más tiempo, esta misión se cumplirá cueste lo que cueste.

El grupo de tres se encaminó hacia las puertas del edificio, la gigantesca estructura se extendía unos veinte pisos de distancia hacia el cielo. Tenía un diseño moderno, con ventanas espejadas que reflejaban a los edificios enfrentados.

Entraron a hurtadillas por el vestíbulo, el cual también estaba forrado de espejos en sus cuatro paredes. Era un espacio angosto y rectangular, pero que daba a parecer que fue acogedor en sus buenos tiempos; Ahora mismo estaba completamente destrozado, con sangre en las paredes y en el suelo, cadáveres de todo tipo y algunos a medio comer esparcidos por el lugar.

Por suerte para el grupo, no había rastro de esos monstruos cerca. Noelia se perfiló hacia el ascensor, pero Sam la frenó. Descartaba la idea de ascender en ascensor debido al ruido que podría ocasionar, que alertaría a los Zombies cercanos. Optó por subir por las escaleras.

El grupo adoptó una formación de hilera en la que encabezaba Samantha, quien ascendía peldaño por peldaño cuidadosamente, para no llevarse ninguna sorpresa delante; Detrás contaba con el apoyo de Matías y su escopeta recortada de alcance medio, eficaz para situaciones en donde te rodean y necesitas abrir un gran hueco, literalmente. Última estaba Noelia, quien cuidaba la retaguardia de salvajes apariciones con sus dos pistolas en ambas manos.

Al llegar al segundo piso, Sam levantó su mano en señal de alto. El grupo hizo caso, expectante de las indicaciones de la muchacha. Seguidamente, la hermosa chica de ojos verdes comenzó a reconocer el terreno; La escalera daba a un pasillo que se divida en dos direcciones, a la izquierda el camino seguía en línea recta a una distancia imposible de detectar bajo toda la penumbra de la oscuridad. Hacia el otro lado, el pasillo también seguía en línea recta, pero a unos cuantos metros desembocaba en lo que parecía ser un gran salón, apenas iluminado con un atisbo de luz solar que apenas permitían penetrar las ventanas.

— ¿Por dónde?—preguntó Noelia mirando nerviosa, hacia ambas direcciones.

—Sinceramente no lo sé, hasta donde me informaron esos planos deberían estar en algún lugar del segundo piso. Encontrar el lugar exacto está en nuestras manos—respondió Samantha, seriamente.

—Quiero salir de este lugar lo antes posible, comencemos a buscar entonces—añadió Noelia, mientras se perfilaba para abrir una puerta de lo que parecía ser una oficina.

Samantha no alcanzó a advertir a su compañera para que no abriera la puerta, que está ya lo había hecho, sin repararse de lo que podría encontrar del otro lado.

Pero no había nada, una habitación a oscuras con una mesa de escritorio grande y algunos adornos tirados por el suelo. Lo demás eran sombras que apenas dejaban adivinar que había una silla volcada en una esquina y un archivero de chapa cerrado.

—No veo nada interesante por aquí—informó Noelia, mientras bajaba y subía el interruptor de la luz una y otra vez, en un vano intento de encender las luces—.Y esto no ayuda en lo absoluto.

—Mierda, Noelia ten cuidado la próxima vez. Si aparecía un zombie las cosas se hubieran complicado, hay que ir con cautela.

—Está bien, lo siento—se disculpó la joven—. A propósito, ¿Qué estás haciendo Matías?—preguntó, ahora dirigiéndose al muchacho.

Matías, quien se encontraba cerca de las escaleras examinando algo en la pared no pareció percatarse de la pregunta de su compañera. Samantha ante la duda se acercó y observó por sobre su hombro que era lo que estaba tramando.

— ¿Qué haces?—preguntó Sam inofensivamente, como cual niño cuando quiere saber algo.

Matías no contestó, simplemente hizo a Sam una señal con la mano para que esperara. El joven seguía concentrado, dedicando su atención exclusivamente a la pequeña caja de metal que se ubicaba incrustada en la pared, con centenares de teclas e interruptores.

— ¡Bingo!—exclamó Matías, satisfecho.

Procedió a activar uno de los interruptores de la caja de electricidad, se escuchó un ligero zumbido e inmediatamente unos segundos después, las lámparas del techo se fueron iluminándose de sector en sector, comenzando primero por el salón, siguiendo por el pasillo, hasta completar por alumbrar todo el segundo piso.

—Dios dijo: Que se haga la luz, y fue la luz—recitó Matías, mirando al techo con una sonrisa.

— ¡Eres genial! Ahora buscar será más fácil—lo felicitó Noelia.

Sam sin embargo, no opinaba lo mismo que su compañera, hizo ademan con la cabeza para que ambos observaran a lo largo del pasillo y lo que vieron los dejó atónitos.

Muertos deambulantes de todos los tipos, grandes, pequeños, hombres y mujeres, obstaculizaban el paso hacia ese sector. Sam se alegró de que los Zombies no pudiesen ver, pero debían ser extremadamente cuidadosos de no efectuar ningún disparo o tendrían problemas con la gran masa de bestias que acudirían sin dudar ante la menor sospecha de ruido. 

Prefirió empezar a buscar por el extremo opuesto, el grupo perfiló la marcha hacia el salón, revisando cuidadosamente puerta por puerta; Entraban en una oficina, revisaban todo y se marchaban sigilosamente hacia otra oficina. Si se encontraban con algún monstruo detrás de alguna puerta, Sam se encargaba de reducirlos con sus cuchillos de lanzamientos.

La tarea se alargó más de lo esperado, ya habían revisado cuatro oficinas antes de llegar al salón y los planos no aparecían por ningún lado. Noelia era la que más asustada estaba en apariencia exterior, debido a que Sam y Matías intentaban disimularlo, pero también sentían el miedo de ser descubiertos ante el menor error.

Sam cuidaba la distancia entre la masa de zombies y la escalera, por si debían escapar, miraba constantemente hacia atrás midiendo y calculando lo que tardarían en recorrer esa distancia corriendo y si llegarían antes de ser acorralados por los monstruos. No quería volver a equivocarse y que pasara lo mismo como con la desgracia de Fernanda.

El grupo llegó al salón, era un espacio bastante grande y espacioso, de forma cuadrada; Parecía antiguamente un lugar de recreacion en donde los oficinistas descansaban luego de largas horas de trabajo. Las mesas estaban desparramadas por todos lados, varios cadáveres se encontraban descansando en el suelo, y en la ventana se apreciaba un gran hueco por el cual Sam dedujo que debía de ser por ahí donde se filtraba la luz del sol cuando todo estaba sumido en la oscuridad.

Pero de todo el devastador paisaje, lo que más llamaba la atención era una figura sentada del lado de los ventanales; Estaba ubicado de espaldas a los chicos, pero dedujeron por el cabello largo y la pequeña estatura, que se trataba de una simple niña.

La niña se encontraba jugando con algo, el grupo no podía discernir bien qué, pero Noelia intentó acercarse a ella para ayudarla.

Sam la tomó del hombro y le impidió alejarse negándole con la cabeza que no debía seguir. Noelia asintió un tanto preocupada, se volvió a mirar a la niña y ahogo un grito al encontrarla ahora de pie mirándolos fijamente.

—Mierda—balbuceó Sam al identificar al tipo de zombie que tenía en frente.

Era un tipo raro, uno que abundaba menos que los merodeadores, pero que eran cien veces más peligrosos.

— ¿Qué mierda...?—Preguntó atónito Matías—, ¿Y esas uñas?

—No hay tiempo de explicarlo, este es distinto a los demás... ¡Debemos correr ahora!

—Espera, espera ¿Correr? Es solo una niña. Está bien, tiene unas lindas uñas pero es solo uno. Lánzale uno de tus cuchillos y listo.

Sam sentenció con la mirada a Matías, procedió a quitar uno de sus cuchillos de su corredera y lo lanzó rápidamente a la cabeza de la niña. La misma al ver la acción de su atacante se defendió alzando su garra y desviando el trayecto del cuchillo. Luego, bramó un gruñido haciendo notar su furia. Sam volvió a mirar a Matías.

—Está bien, capto la indirecta.

—¡¡Aaaaaaaahhh!!

Samantha y Matías se alarmaron ante el repentino grito de su compañera, y se giraron para ver que sucedía.

Noelia se encontraba tirada en en el suelo; Del susto al ver que la niña había saltado hacia ella, cayó hacia atrás sentada; Por suerte, la pequeña monstruo no llegó a alcanzarla de lleno, pero tenía una de sus garras incrustadas en el tobillo de la muchacha, que volvió a dar otro grito desesperado de dolor.

Samantha, tomó a Noelia de los brazos tironeándola hacia atrás, para alejarla de la bestia, pero la maldita niña no parecía tener intenciones de soltarla tan fácilmente, seguía aferrada a su tobillo aguantando las patadas incesantes que Noelia le propendía con su pie sano.

Samantha no terminó de sacar uno de sus cuchillos, cuando Matías ya había disparado a la niña con su escopeta, esparciendo por toda la  pared los pedazos del diminuto cuerpo del monstruo, que quedó reducido a una masa de sangre y carne, indistinguible de discernir para quien no presenció el acto.

Noelia seguía en el suelo quejándose del insoportable dolor de su tobillo, aguantando con todas sus fuerzas de no hacer más ruido del que ya había hecho.

—No te preocupes, te sacaremos de aquí—dijo Matías, en un intento de calmarla.

—No tenemos tiempo—advirtió Sam—. Llévala contigo y síganme.

Rápidamente, el joven obedeció, tomó a Noelia entre sus brazos y la alzó; Sam los guió por el pasillo intentando llegar lo más rápido posible hacia las escaleras antes de que los zombies del otro lado del pasillo les corten el paso. 

Como era previsto, varios de los monstruos se percataron del disparo de la escopeta y los gritos de Noelia; Y se dirigían desesperadamente hacia su posición, Matías corría lo más rápido que podía pero era inútil, no podía alcanzar a Sam. Rendido y agotado, aligeró el paso y perfiló a entrar a una de las oficinas y dejó sentada a su compañera herida en el suelo.

Luego, se dirigió hacia Sam quien estaba fuera de la oficina esperándolo.

— ¿Qué haces? Nos queda poco—preguntó Sam desesperada por seguir corriendo, tanto que daba pequeños saltos para contener el impulso de su adrenalina.

—No llegaremos, ¡vete! Consigue ayuda, yo cuido a Noelia—ordenó Matías empujando por la espalda a Sam para que siguiera corriendo—. Te esperaremos aquí, no iremos a ningún lado, ¡ve ya, de una vez!

Y terminado de decir la frase, Matías cerró la puerta de la oficina y la trabó con un gran escritorio que encontró. Del otro lado de la puerta se escuchaban los murmurios y quejidos de los zombies que perseguían a Sam. Ambos quedaron en silencio por un tiempo hasta que Noelia rompió el silencio.

—Esto no me gusta nada—dijo Noelia entre sollozos.

—Tranquila Noelia, no pienses en ello. Vamos a salir de esta, ya lo verás —la tranquilizó Matías, mientras utilizaba una manga de su camisa a cuadros para cubrir la herida.

La muchacha secó sus lágrimas con la palma de sus manos y procedió a regalarle una sonrisa forzada al joven. Sus miradas se cruzaron unos segundos, unas miradas gélidas y llenas de temor.

Luego, la joven desvió la vista hacia una puerta de la oficina en la que se encontraban, del otro lado seguían escuchándose gemidos iracundos y golpes incesantes.

— ¿Crees que lograran pasar? —preguntó la muchacha en un susurro.

El joven dirigió la vista a la puerta de la misma forma que la chica—espero que no. Pero quédate tranquila... —. Dijo, mientras se dirigió a la ventana de la oficina y observó hacia abajo, dos pisos de distancia los separaban del suelo—Sam no tardará en regresar...

— ¿Cómo estas tan seguro?, ¿Y si no llega?

—Lo hará, ella es muy rápida corriendo.

— ¿Y si me convierto en zombie antes de que llegue?—preguntó angustiada Noelia desviando su mirada hacia la herida.

—Eso no pasará, no estás infectada. No te mordieron, simplemente te cortaron.

Noelia quedó en silencio, mientras Matías comenzó a recorrer la oficina.

—Este lugar—comenzó a decir mientras observaba con detenimiento unos cuadros colgados en la pared—. No lo hemos revisado antes ¿O sí?

Noelia echó un vistazo por la oficina.

—Sí, lo hemos revisado ya—contestó con voz apagada—. Lo he revisado antes de que prendieras las luces, a oscuras. Pero no me había metido a observar a fondo.

—Interesante—contestó Matías mecánicamente, mientras recogía del suelo un letrero de los que van en el escritorio de los empresarios—. Aquí dice, "Jefe maestro mayor de obras: Raúl Sacramento".

— ¿Lo conoces?

—No, pero deduzco una cosa—dijo Matías tratando de contener su emoción. Se dirigió al escritorio y comenzó a revisar los cajones buscando algo.

Noelia simplemente lo observaba sentada en el mismo lugar donde él la había dejado.

— ¿Qué cosa deduces?—preguntó confundida.

Matías no respondió; Noelia entendió que cuando se enfocaba en algo, no había cosa que decirle, no prestaría atención, por lo que decidió esperarlo.

— ¡Bingo!

—Deja vú...—musitó Noelia.

— ¡Lo encontré!—exclamó Matías ansioso, quien se acercó a Noelia rápidamente arrodillándose en el suelo con unos papeles en la mano.

— ¿Qué es esto?

—Son los planos, de las alcantarillas y metros subterráneos, con sus salidas y entradas; y no solo eso, hay un plano de toda la maldita ciudad, con puntos de intereses estratégicos, no tiene que ver con el mapeado subterráneo, pero también puede servirle al presidente Máximo.

Noelia no pudo evitar abrazar a Matías de la emoción.

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