12. Cuenta Regresiva (VI)


Bueno gente, esta es la última publicación que voy a hacer en este 2015. Este año se avanzó mucho en la historia de Z, y ya falta muy poco para el fin.
Este es la parte final del capitulo 12 y con eso termina el ante último capitulo de la historia, dejándonos ya con nada más que un solo capitulo.
El 2016 se viene cargado con muchas emociones, se termina una historia, pero comienza otra.
Al finalizar Z voy a comenzar un nuevo proyecto, el cual espero que sea del agrado de todos.
Tengo muchas sorpresas para todos mis lectores, que ya el día de hoy llegaron a la cifra de 10.000
Agradezco a todos infinitamente por su apoyo, y sigamos creciendo así.

Los dejo con el capitulo, saludos y ... ¡Feliz lectura!

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-Sí, Lucas... es tarde -dijo la joven, bajando el cuello de su abrigo para mostrar una pequeña mordida en su hombro.

-No puede ser...

*****


Todos dentro de la torre se colocaron de pie al ver que Jin utilizaba la tirolesa para bajar nuevamente a tierra, pero solo fueron Zeta, Rex y Sam a buscarlo en el patio, cerca del colchón.

- ¿Ya vienen? -Preguntó Sam, refiriéndose a los refuerzos.

Jin se acercó a paso agotado y negó con la cabeza gacha.

-La radio tampoco funciona ahí arriba, no hay nada que pueda hacerse. No podemos salir de aquí, ni tampoco podemos quedarnos.

-Volvemos a como estábamos antes ¿eh? -comentó, Rex con un atisbo de desilusión en sus palabras.

-Me temo que sí. Ya no se me ocurre nada, no sé qué hacer.

-Podemos enfrentarlos -sugirió Sam.

- ¿Con las pocas armas que tenemos? -Refutó, Rex-. Olvídalo, no hay oportunidad.

-La única opción es escapar utilizando los vehículos, pero se encuentran del otro lado del tinglado y para llegar tenemos que cruzar una barrera de casi doscientos monstruos.

-Creo que exageras con el número -dijo Zeta, mientras observaba al cielo como las gotas seguían cayendo sin compasión.

-Me da igual el maldito número, son muchos y no tenemos como matarlos a todos -se quejó, Jin-. Para completar, ahora toda mi división está inundada por esta estúpida lluvia.

-Tranquilo, no es para tanto -dijo Zeta, examinando con interés, el suelo inundado con agua.

-No me digas que me tranquilice viejo, en todo caso, ¿Por qué tú estás tan tranquilo, eh?

- ¿Recuerdas la última vez que llovió de esta manera aquí? -preguntó Zeta, incorporándose.

-Sí, nos tomó toda la mañana quitar el agua, se inundó como cinco centímetros del nivel del suelo.

- ¿Recuerdas cuánto tiempo tomo que se inundara de esa forma?

- ¡No lo sé, Zeta! ¿Por qué me preguntas eso?

-Tienes un plan -afirmó, Rex-. Conozco tu cara, tienes un plan ¿verdad?

Zeta eludió la pregunta de su compañero y continuó su interrogatorio.

- ¿Crees que ahora este tan inundado como aquella vez?

-Solo mira el suelo, si está inundado aquí, de la misma forma está dentro del tinglado. Pero no sé de qué nos sirve el agua en esta situación -respondió Jin, perdiendo la paciencia.

-Es todo lo que necesito saber -dijo Zeta, mientras se dirigía a Rex-. Sincronicemos relojes, quiero que en exactamente un minuto, abras esa puerta y en treinta segundos, vayas a la torre ¿entendido?

- ¿Qué? ¿Para qué quieres que haga eso?

-Yo iré del otro lado, en donde está la caja de fusibles que le dio el shock eléctrico a Lucas, y restableceré la energía. Más les vale, abrir esa puerta y asegurarse que los monstruos estén bien mojados, porque no creo un simple chispazo en los pies sea suficiente, necesitan estar empapados hasta su podrida cabeza. Y teniendo en cuenta el nivel del agua que tenemos aquí, será como electrificar una piscina entera.

- ¿Quieres matarlos con electricidad? -inquirió, Jin llevándose la mano al mentón en un gesto reflexivo-. Piénsalo bien, viejo. Si haces eso. Tú quedas expuesto a la descarga, morirás con ellos.

Zeta guardó silencio. Inclinó levemente su cabeza, alzando la mirada mientras enarcaba una ceja.

-Es verdad... mierda, no lo había pensado -admitió Zeta, avergonzado.

-Eres un tonto, casi te suicidas por nada -Lo reprochó, Sam.

-Entonces, ¿no se puede hacer nada?

-Me temo que no hay forma, salvo que quieras morir -respondió, Jin-. Aunque agradezco que quieras hacer algo Zeta, pero esto no funcionará.

-Si lo hará -dijo una voz femenina, detrás del grupo.

Todos voltearon a la vez para descubrir de quien provenía dicha voz.

- ¿Claudia? -preguntó Sam, quien apenas reconoció a la muchacha empapada.

-Yo lo haré -dijo Claudia, firmemente.

- ¿Estás segura? -preguntó Lucas, a su lado.

-Sí. Escuché todo lo que dijeron -comenzó a explicar la joven de cabellos dorados-. Necesitan una manera de matar a esos monstruos y yo puedo hacerlo.

- ¿De qué hablas? -Preguntó Rex, cruzando los brazos-. ¿Vas a electrocutarte?

-Lo haré si es necesario.

-Nada es tan necesario como para sacrificar una vida -dijo Zeta, intentando cambiar la opinión de Claudia-. Encontraremos otra manera, tú despreocúpate.

-Estoy infectada -fueron las únicas palabras que salieron de la boca de la chica.

Todos en ese momento, callaron en un profundo silencio, del cual solo el cantoneo de las gotas salpicando era el único sonido audible.

-No me queda mucho tiempo, si voy a morir, quiero hacerlo salvando a mi hermana y a todos ustedes.

- ¿Qué le diré a tu padre? -preguntó, Lucas sin subir la mirada, escondiendo cada lagrima que brotaba de sus ojos.

La muchacha se volteó para tenerlo enfrente.

-Dile la verdad, él lo entenderá y no te dirá nada.

-Por supuesto que le diré la verdad. Pero debes comunicarle tus últimas palabras ¿no?

Claudia se tomó un momento para pensar.

-Dile que lo amo, y que siento haberlo dejado tan pronto. También dile a mi hermana que la amo, y que lamento no despedirme de ella.

- ¿No lo harás? -preguntó, Lucas anonadado.

-Si voy allá, me arrepentiré. Lo sé. Es más simple así, créeme -Claudia se giró en dirección a Zeta-. Vamos a hacer esto rápido, por favor.

Zeta asintió, era la primera vez en mucho tiempo que una situación lo superaba. No tenía idea de que decir para alivianar un poco la carga de sufrimiento que Noelia estaba soportando. Optó por cumplir su último deseo y que todo terminara rápido.

-Un minuto, Rex -recalcó Zeta, firmemente-. Y treinta segundos para volver, ¿crees que podrás? Ten en cuenta que una vez ella encienda el interruptor, el voltaje de las rejas y la puerta envolverán de electricidad todo el lugar. Te fritarás si no estás en la torre.

-Comenzaré ahora mismo -afirmó Rex, quien se dirigió a la puerta para comenzar a despejar los tablones-. Suerte, Zeta.

-Igualmente.

-Yo buscaré más hombres en la torre, para que nos ayuden -dijo Jin, mientras se alejaba trotando.

-Todavía puedes arrepentirte, ¿sabes? -dijo Lucas, intentando no seguir llorando.

-Lo sé. Pero quiero hacer esto -respondió Claudia, mientras volvía a besar a Lucas-. Cuídate y cuida a mi hermana, por favor.

-Lo haré, te lo prometo.

En ese momento, Zeta recordó de manera amarga la promesa que le había hecho a Marcos sobre cuidar su hijo Esteban y sobre cómo nunca pudo volver a encontrarlo luego de haber vuelto al hospital el día siguiente. Buscó durante días y semanas a resto del grupo de Leo, intentando por todos los medios localizar al niño, pero no hubo manera, jamás lo encontró.

-Tenemos que irnos, Claudia -dijo, Zeta.

-Está bien, vamos.

-Tú y yo ayudaremos a Rex, Lucas -dijo Sam, luego se dirigió a Zeta-. Cuídate mucho.

- ¿No me darás un beso de despedida? -comentó Zeta, irónicamente.

La muchacha oji verde se vio tentada a reírse de las ocurrencias de su compañero.

-Te lo daré, si vuelves -dijo, siguiéndole el juego.

- ¡Sí! Eso haré -festejó Zeta, mientras se dirigía junto con Claudia al enrejado.

Una vez ahí, Zeta tomó la parte inferior de las rejas de metal y las subió un poco dejando un minúsculo hueco abierto, para que Claudia pudiera filtrarse por debajo. Luego, escaló ágilmente por la parte superior y pasó del otro lado de un salto. Cuando finalmente se reunieron del lado exterior, se dirigieron raudos por el callejón, hasta la parte delantera de la maderera.

Evidentemente, como Zeta se imaginó, el lugar estaba plagado de esos monstruos deambulando sin vida y sin rumbo. Zeta intentó idear un plan que pudiera sacar a la mayoría de los zombis en menos de un minuto para que Claudia pudiese escurrirse. Revisó con la mirada la calle en busca de algo que hiciera mucho ruido. Su primera y única opción la tuvo al avistar un vehículo abandonado a una cuadra de distancia. Debía ser veloz si quería conseguirlo a tiempo, por lo que ordenó a la muchacha que se quedara en el lugar hasta que regresara y salió corriendo a toda velocidad.

En el camino tuvo que eludir un grupo de zombis, que no dudaron un segundo en comenzar a perseguirlo. Pero a la velocidad que se manejaba el muchacho, no serían problema alguno a no ser que se apareciese un tipo Parca. Pero tuvo suerte de no toparse con ninguno hasta que llegó al vehículo.

Dentro de la estructura, justo en el asiento del conductor se encontraba algo que no esperaba en absoluto. El cadáver de una persona yacía con la cabeza postrada en el volante, al parecer, no tenía intención de irse a ningún lado.

El joven abrió la puerta cuidadosamente, temiendo que el cadáver no le saltara encima. No había traído consigo una navaja o algún cuchillo para un asesinato silencioso y se arrepintió internamente por tamaña imprudencia. El arma que usaba tampoco era una buena opción, puesto que quería racionar las balas y si precisaba de realizar un puente al vehículo, necesitaba un poco de tiempo sin interrupciones mortíferas.

Cuidadosamente, el joven dio un pequeño empujón al cadáver. El mismo seguía sin reaccionar, pero el miedo por alguna razón seguía sin apagarse en el cuerpo de Zeta. Para cerciorarse, esta vez le dio una patada en el hombro, el cadáver se descolocó y su tórax se desprendió de las piernas, cayendo a los pies del asiento del acompañante, la otra mitad inferior del cadáver seguía todavía en el lugar del conductor. Zeta tuvo que aguantar durante un largo rato su respiración y las ganas de vomitar, causado por el insoportable olor a podredumbre que desprendían las tripas esparcidas en todo el vehículo.

Luego de deshacerse del podrido cadáver, o por lo menos de una parte de él, el joven se dispuso a realizar el famoso puente que Roni le había enseñado tiempo atrás. Bastó apenas unos segundos para realizarlo con éxito, pero en ese momento, un pequeño pitido sonó en el reloj de Zeta, avisando que ya había pasado el minuto acordado.

El joven encendió el vehículo y aceleró quemando llantas.

-Aguanta un poco, Rex.

*****


El pitido del reloj de Rex se hizo escuchar. Ya era hora.

- ¡Bien, Jin ya podemos abrir la puerta! -Aseguró, Rex arrojando el último tablón al suelo-. Todos, corran a la torre, tenemos treinta segundos más.

Jin procedió a deslizar el portón hacia un lado, mientras Lucas se ocupaba de deslizar el otro hacia el lado opuesto, dejando así, paso libre al centenar de criaturas hambrientas.

Las personas que habían cooperado para destrabar la barricada no tardaron en correr en dirección a la atalaya para resguardarse del agua. Jin, Rex, Sam, Abi y Lucas, fueron los únicos que se quedaron para atraer a todas las bestias posibles al patio.

- ¿Cuánto queda? -preguntó, Sam mientras reducía a un zombi de un disparo y efectuaba otro al cielo, para atraer más de adentro.

- ¡Dieciocho segundos! -exclamó Rex, a la vez que retrocedía, intentando que un cortador no le rebanara la cabeza.

Abi se encargó, de un movimiento veloz, en reducir al zombi cortador desde la espalda con su cuchillo.

-Creo que deberíamos irnos, ya salieron casi todos -expuso, Abigail.

-Tienes razón Zeta mujer, ya es suficiente -la secundó Rex, mientras daba una señal a todos con el brazo para volver-. Quedan diez segundos, ¡corran!

Todos comenzaron a retroceder a toda velocidad, y de uno en uno, fueron llegando a la torre: Primero llegó Rex, junto con Abigail. Lo siguió de cerca Jin y tan solo faltaban Sam y Lucas quienes todavía seguían en trayecto.

- ¡Cinco segundos, apúrense!

Lucas fue el siguiente en cruzar la entrada a la atalaya, pero algo no andaba bien, él sabía que Samantha estaba justo a su par, siguiéndolo por los talones y ahora ni siquiera estaba cerca. Se acercó a la entrada para observar con detenimiento y lo que vio le heló los huesos.

La joven se encontraba todavía bajo la lluvia, luchando en el suelo contra un zombi Parca. Rex miró su reloj nuevamente, ya era muy tarde para volver a rescatarla o para que la muchacha llegue a la torre. Alzó la mirada, horrorizado, hacia su compañera.

- ¡Dos segundos...Sam!

La joven oji verde escuchó la advertencia de Rex, fue justo en ese instante cuando pudo liberar un brazo y dispararle al monstruo en medio de la cabeza, para luego arrojarlo hacia un lado. Pero ya era demasiado tarde para salvarse y lo sabía, la joven cruzó los brazos y se cubrió sin intentar siquiera ponerse de pie. El tiempo ya había terminado y Sam no pudo evitar ahogar un grito de desesperación antes de morir.

- ¡Mierda! -Exclamó, tensando todos sus músculos.

Pero nada pasó. La inminente descarga eléctrica, que pensó que estaría ahora recorriendo todo su cuerpo nunca llegó. La oji verde se permitió abrir nuevamente los ojos, vio una mano aproximándose a ella, invitándola a tomarla para incorporarse.

- ¡Vamos, apúrate! -Dijo Abi, tomándole de la mano por la fuerza-. Parece que tenemos unos segundos más.

Ambas llegaron sanas y salvas a la torre y fueron asediadas por un fuerte abrazo de Rex.

-Creo que es la primera vez que amo que alguien sea impuntual.

-Sí, yo también -respondió Sam, quien aún seguía sin creerlo.

-Por un lado es un alivio -comentó Abi-. Pero por otro, si no activa la electricidad rápido, no sé cómo nos desharemos de los zombis.

*****


Estar dentro de un vehículo rodeado por decenas de monstruos come cerebros, no era la actividad preferida de Zeta, pero alguien tenía que hacerlo. Luego de estar casi un minuto armando escandalo con la bocina del auto, para que todos los zombis se fijaran en él, se permitió finalmente usar su arma. Apuntó hacia el cielo y disparó.

Claudia escuchó el disparo, era la señal.

-Bien, es ahora o nunca -dijo la rubia, para sí misma mientras salía de su escondite para cruzar la puerta de entrada al patio delantero de la madrera.

La puerta rechinó un poco al abrirse, pero el ruido no fue suficiente para que alguien la escuchara. Se dirigió a paso precavido, pero veloz hacia donde se supone que debía estar la caja de fusibles, pero en el camino algo imprevisto se le cruzó.

Justo en frente de ella, obstaculizando su meta, se encontraba un zombi cortador. El monstruo fijo sus muertos ojos en la muchacha y volteó su cuerpo hacia ella. Los latidos de su corazón comenzaron a bombear con fuerza mientras el monstruo se le aproximaba rengueando. Claudia maldijo no tener un arma para usarla ahora, pero tampoco la necesitaba puesto que había decidido sacrificarse por los demás. Ese pensamiento activó un poco más de valor en la muchacha y decidió encarar de frente a la bestia, con solo llegar a la caja era suficiente, tenía que poder hacerlo sin importar los costos.

Claudia tomo carrera y se abalanzó hacia el monstruo, el zombi abrió sus garras, esperándola para atacar, pero justo antes de chocar con él, desvió su camino, bordeándolo por un lateral y se dirigió directamente hasta la caja de fusibles.

Pero el monstruo fue más rápido y no dejó que Claudia siguiera avanzando, se arrojó hacia la muchacha y clavó sus zarpas en la espalda de la joven. Claudia se detuvo justo a un paso de la caja. Bajo su mirada por instinto, podía ver como las garras de aquel monstruo atravesaban al completo su estómago. La chica expulsó un fuerte gemido de dolor. De su boca brotaba mucha cantidad sangre, su visión se estaba apagando rápidamente y ya casi no podía sostenerse de pie.

En ese instante sintió otro fuerte y desgarrador pinchazo en su estómago. La bestia no cansada de haberla herido, ahora se disponía a seguir cortándola desde dentro. Otro espeluznante grito se escuchó salir de la garganta de la chica, intentando mantener la razón un poco más, soportando el abusivo dolor que estaba padeciendo.

Utilizó todas sus fuerzas para dar un pequeño paso hacia delante, su mano temblaba mientras ascendía lentamente, y le costó horrores posar sus dedos en el interruptor, ya no faltaba mucho, pero sentía como su vida se extinguía tan rápido como un rayo. Y fue entonces cuando, luego de tanto esfuerzo, de tantas angustias y penas vividas en su vida; de tantas alegrías y sorpresas; de tantas amistades y hermosas relaciones; fue cuando su mente recordó todo, desde su niñez, hasta la actualidad. Todas las personas con las que vivió y todas las que perdió y perderá, en un segundo.

Pero todo eso no le importo, ella estaba feliz, porque después de todo, pudo salvar a las personas que más amaba, anqué fuese a un gran costo. Claudia activó el interruptor y la electricidad volvió, provocando un severo corto circuito en los alambrados y en la puerta, lo que condujo la electricidad por todo el agua desparramada en el suelo. Todos los zombis que tuvieron contacto directo con la lluvia se vieron aludidos al shock y de uno en uno, comenzaron a caer rendidos al suelo.

El zombi cortador murió electrocutado junto con Claudia, y en solo unos cuantos segundos, cada monstruo, tanto en el patio delantero, como los que se encontraban cerca de la torre, retapizaron con sus cadáveres calcinados el suelo de la división de Parkour.

*****

La puerta del despacho de Máximo se sacudió de forma brusca, impactando de lleno con la pared. Jin ingresó furioso, armando un gran escándalo, Patricia se escabulló velozmente por detrás del joven para llegar primera con el presidente.

-Lo siento, no pude frenarlo -se excusó Patricia, con un atisbo de terror en sus ojos.

- ¡Contigo quería hablar! -exclamó Jin, señalando al presidente e ignorando al completo la presencia de Franco en la habitación.

En ese mismo momento, Zeta también ingresaba junto con Rex y seguido de Samantha y Abigail.

-Baja el tono, muchacho -advirtió el presidente de manera fría, por tal arrebato-. Hablaré contigo luego de que termine con Brandon.

- ¡Esto no puede esperar! Mi división está completamente destruida y si no fuera porque tus inútiles radios no funcionan, esto podría haberse solucionado de otra forma -Jin se encontraba fuera de sus cabales, su división era el tesoro más preciado que tenía y se le había sido arrebatado de las manos como si nada.

Máximo cambió su expresión al oír de la destrucción de la división y se aventuró a preguntar:

- ¿Alguien los atacó?

- ¡Sí! -Respondió Jin irritado, acercándose al presidente-. Nos atacaron un centenar de zombis y casi nos matan a todos.

- ¡Oye, cálmate y toma asiento! -ordenó Franco, interponiéndose entre Jin y el escritorio de Máximo.

-Tú no me digas que tome asiento -musitó Jin, de manera provocadora.

Franco no se tomó la molestia de responder. En un rápido movimiento, estrelló su puño en la cara de Jin, haciendo que retrocediera unos pasos. En ese instante Rex y Zeta los separaron para que no provocar más incidentes. Zeta le brindó una devastadora mirada a Franco, quien se la devolvió con el mismo odio.

- ¿Esto pasa a menudo? -preguntó Abi, dirigiéndose a Sam.

-Te sorprenderías.

-Dile a tu amigo que deje de hacerse el idiota o la pasará mal-aseveró, Franco.

Por más diferencias que Zeta tuviese con ese sujeto, sabía que esta vez tenía razón.

-Jin, tranquilízate -ordenó Zeta, seriamente sin quitar la vista de Franco-. Solo queremos respuestas, ¿Por qué no funcionaba la radio? Se supone que es de uso táctico y un par de nubes no pueden afectar a la recepción.

-En eso estás en lo correcto, Zeta -agregó, el presidente-. La recepción no tiene nada que ver con el estado del tiempo. El problema viene de raíz.

- ¿Qué quiere decir? -preguntó Sam, con curiosidad.

-Antes de responder, quiero comentarles sobre un asunto que acaba de ocurrir.

-Escuchamos -dijo Rex, animando al presidente a continuar.

-Estamos pasando una situación alarmante. Esta mañana, un equipo de exploración de la nación descubrió que uno de nuestros grupos aliados fue completamente devastado.

- ¿Devastado? -Inquirió, Rex-. ¿Por zombis?

-No. Fueron exterminados por otro grupo, por personas humanas que manejaban un helicóptero y armamento de uso bélico.

-Un grupo exterminó a otro, ¿qué con eso? -preguntó Jin, aún se encontraba algo irritado por el golpe.

-No termina ahí -continuó, Franco-. Cuando fui a avisar de la situación a otro de nuestros grupos aliados, para que se nos unieran. Lo único que encontré fueron ruinas y un centenar de cadáveres. Ni siquiera uno sobrevivió.

Se podía notar la preocupación dibujándose en los rostros de todos en la habitación. Franco se acercó a un mapa de la ciudad que había colgado en la pared y tomó un marcador rojo en el cual marcó una cruz en un sector del mapa ubicado al noreste.

-Este fue el primer grupo en caer -dijo, y marcó otra cruz un poco más al sur-. Este, el segundo, es al que yo fui -ahora marcó un circulo, ubicado al oeste-. Aquí estamos nosotros y aquí abajo, la central de radio-. Dibujó otro círculo, al sur de todo el mapa-. Y todavía nos queda descubrir si este grupo fue atacado o no-. Dijo, haciendo un signo de pregunta sobre el mapa.

-Entiendo profesor, ¿pero cuál es el punto? -inquirió, Rex.

-La señal de la central de radio se perdió hace unas horas. En ese lugar manejan nuestra transmisión y es la única forma que tenemos de comunicarnos con los otros grupos -explicó, el presidente-. Sin la radio estamos incomunicados para pedir cualquier clase de refuerzo, estamos desprotegidos. Y si anexamos eso a la destrucción de estos grupos aliados, los únicos restantes somos nosotros.

- ¿Estás diciendo que van a atacarnos? -preguntó, Sam.

-Estoy suponiendo. Pero si, probablemente estén planificando un ataque.

-Suena lógico, exterminar las fuerzas aliadas cercanas y quitarnos la comunicación con las fuerzas aliadas más alejadas y poderosas. Es un perfecto plan de guerra -afirmó, Zeta-. La pregunta es: ¿Quién lo haría?

-Tengo mis dudas todavía, pero a juzgar por la clase de armas que usan y por las tácticas, diría que puede ser la Nación Militar -comentó, el presidente-. Pero no veo qué razones puedan tener para movilizar ese tipo de ataque y arriesgarse a comenzar una guerra contra nosotros.

-De modo que si no son ellos, la opción queda por descarte -afirmó Zeta.

Justo en ese momento, la radio de Máximo emitió una serie de sonidos mezclados, e imposible de reproducir, como si alguien del otro lado estuviese manipulando la radio y se le hubiera caído.

Un silencio sepulcral invadió el despacho del presidente, el hombre de cabello engominado y gabardina se acercó a la radio y la alzó. De pronto, una voz se escuchó desde el otro lado:

- ¿Hay alguien ahí? ¡Hola! -La voz en la radio se escuchaba interferida por una mala recepción, pero ninguno tuvo dudas de quien se trataba, el tono elevado y la manera rápida de hablar que tenía, solo podía ser de una persona-. ¡Es de muy mala educación no contestar el puto teléfono! Si hay alguien escuchándome, y sé que hay, ¡que responda de una vez!

-Calavera...-musitó, Rex atónito.

-Está bien, comprendo perfectamente. No quieres responder y lo entiendo. Entonces jugare a cortarle los dedos de los pies a unos amigos míos de aquí. ¡Saluden, chicos! -pero nadie contestó-. ¡Eh dicho que saluden, trio de monos sin cerebro!

- ¡Ayuda, por favor! ¡Ayuda!

- ¿Pero qué clase de saludo es ese? Parece que este mono se quedará sin dedo pulgar, ¡Fuera dedo! ¡Eso es, así se hace monito!

- ¡Hijo de perra! Son nuestra gente -vociferó, Rex.

Máximo seguía sin contestar, la impotencia y la ira que sentía en ese momento lo carcomía por dentro. Tenía deseos de insultar a ese bastardo, pero los reprimió para poder hablar lo más serenamente posible. Alzó la radio a la altura de su boca y finalmente, contestó:

-Habla Máximo, el presidente de la Nación Escarlata.

-Ahora no, lo siento. Estoy jugando con mis monitos. ¡Fuera dedo! -Lo siguiente que se escuchó fue un violento grito pidiendo piedad.

- ¡Aquí estoy! ¿Querías hablar conmigo o no?

-Espérame aquí monito, ¡no te muevas, eh! -Otra serie de ruidos se escuchó en el fondo-. Espero que sea bueno, estaba en algo con mis monos y no les gusta que los haga esperar.

-Tú fuiste quien llamo, ¡deja de jugar!

-Pero que poco humor tienes, se nota que eres un viejo de escritorio, pero está bien iré al grano, quiero al muchacho de la zeta en el brazo, al que hacen llamar el señor de los zombis, y quiero que me lo traigas aquí, a la central de radio.

- ¿Por qué?

-Eso es asunto mío. Tú solo cumplirás mis órdenes.

-Yo no canjeo a mis hombres, si lo quieres ven a buscarlo.

-No, tú me lo entregarás tarde o temprano, ya lo verás.

- ¿Quieres comenzar una guerra conmigo? Te dije bien que tenemos arsenal y hombres que destrozarían tu estúpida nación de sádicos en un parpadeo.

-Por supuesto que la tienen, en la sede central si no me equivoco. Ya sabes, la que te provee de provisiones y armamento. Estoy al tanto.

El presidente soltó el interruptor de la radio para que no fuera escuchado.

-Hijo de puta, ¿Cómo lo sabe? -Dijo, para sí mismo y volvió a presionar el interruptor-. No necesito de la sede central, mis hombres acabarán contigo.

-Claro si, lo que tú digas, amigo. Oye, ¿escuchas eso? ¿Lo escuchas?

Máximo enarcó una ceja confundido, ya estaba cansado de las payasadas de ese sujeto, pero aun así se tentó a pegar su oído a la radio. Luego de unos prolongados segundos, unos leves golpeteos comenzaron a escucharse del otro lado.

- ¿Qué es? -preguntó, Patricia.

-No lo sé, parecen las agujas de un reloj.

- ¿Escuchas el tic tac? ¿Lo escuchas? ... ¡Responde!

- ¡Sí!

- ¡Genial! Porque te voy avisando, amigo mío, que ese sonido...-Calavera guardó silencio para que pudieran volver a escuchar los golpeteos del reloj-. Es la cuenta regresiva de su muerte. Entréguenme al chico. Tienen una hora o mataré a mis monitos, y luego iré por ustedes.

La transmisión se cortó en ese momento, Máximo dejó la radio donde estaba y tomo asiento para relajarse.

- ¿Cómo ese hijo de puta tiene tanta información? ¿Cómo sabia de la ubicación de nuestros aliados y de la radio? ¿Y cómo sabia sobre la cede central?

-Es evidente que está un paso por delante nuestro -añadió Franco cruzándose de brazos-. La única respuesta que se me ocurre es que tenga un infiltrado en la nación.

-Suena lógico, entrar aquí dentro no es tan difícil, cualquiera podría hacerse pasar por un superviviente normal y trabajar a escondidas para la Nación Oscura -comentó, Sam-. ¿Pero quién podría ser?

-No lo sé, pero hay algo más que me tiene dando vueltas la cabeza -dijo el presidente, cruzando sus dedos mientras se los llevaba al mentón en un gesto pensativo-. ¿Por qué están tan desesperados por capturar a Zeta?

Todas las miradas se dirigieron al muchacho de cabellos en punta.

-Si esperan que les revele mi súper poder oculto... -comenzó a decir Zeta-. Pues no tengo ninguno, no sé porque quieren capturarme tanto.

- ¿Hay algo más que nos estés ocultando? Sugiero que leamos su estúpido diario, debe haber algo ahí que nos ilumine un poco la situación -compartió, Franco.

-No hay nada en mi diario respecto a la Nación Oscura, que ustedes no sepan ya.

-Entonces lo revisaré, si no tienes problemas.

-Franco, no insistas. Yo ya leí su diario, no hay nada más ahí -comentó, Samantha.

- ¡¿Qué?! ¿Lo leíste? -inquirió Zeta, preocupado, pero justo en un momento en que nadie estaba observando, la joven oji verde le guiñó un ojo.

-Sí, solo hay sueños raros y unos horribles garabatos de Lara por todos lados. Nada importante.

- ¿Por eso tanta conmoción? -preguntó, Rex.

-Yo...-Zeta intentó disimular lo más que pudo-. No quería que nadie viera esos garabatos. Si son horribles.

-Sugiero que nos concentremos en los infiltrados y busquemos una manera de detectar si tenemos algunos aquí -comentó, Patricia.

- ¿Los? ¿Crees que puede ser más de uno? -preguntó, Zeta.

-Es una probabilidad.

-Tiene razón -la secundó, el presidente-. Si puede infiltrarse uno, pueden infiltrase dos. El problema es que no tenemos una manera de saber quién puede ser.

-Es verdad -comentó, Patricia-. Tampoco tenemos una idea de quien podría llegar a ser un infiltrado.

-Yo tengo una idea de alguien -dijo Zeta, alzando la mano como en la escuela-. Y está aquí con nosotros, ahora.

Todos se sorprendieron ante las palabras del muchacho y comenzaron a mirarse con preocupación entre ellos. El joven se giró en una dirección determinada observando hacia una persona en particular y dijo:

- ¿No es así? ... Abigail.


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