1. Mi nombre es... (I)

Capitulo 1: Mi nombre es...

"La muerte soluciona todos los problemas... Si no hay hombres, no hay problemas" -Joseph Stalin.

El joven abrió suavemente sus ojos pero la incandescente luz del sol que traslucía el fino telón de su carpa, le provoco un poco de dificultad para conservarlos abiertos, se alzo mientras estiraba sus brazos y expulsaba de su boca un sutil bostezo.

Luego, se sentó intentando hacer el mínimo ruido posible, tomo su arma que descansaba bajo su improvisada almohada de hojas secas y diviso a sus alrededores tratando de reconocer alguna sombra en las cercanías.

Al no ver nada sospechoso decidió salir al exterior para retirarse de la zona. —Que tranquilidad... podría seguir durmiendo todo el día, pero mejor me pongo en marcha. —El chico puso manos a la obra y comenzó alzando un cadáver y a arrastrarlo hacia fuera, ya que en la noche anterior, había utilizado un método bastante eficaz para repeler Zombies, que había aprendido en el pasado, de la mano de un buen leñador que siempre vivió en la intemperie.

El truco consistía en formar  un círculo con cuerpos putrefactos y malolientes, para que los Zombies no pudiesen distinguir el olor a carne fresca y sangre caliente que emana de los organismos vivos, que solamente ellos podrían discernir.

Luego de apartar los cuerpos y armar su equipo, el cual no era mucho, el joven prosiguió su camino por la ruta hacia donde suponía, debería haber una estación de servicio no muy lejos.

Camino unos cuantos minutos, pero se hacían sentir como horas, bajo el rayo del potente sol que hoy en día resplandecía como nunca, tenía demasiado calor, de vez en cuando se secaba la traspiración de su frente con la manga corta de su camisa azabache, eso ocasionaba consecuentemente que tuviese sed y para rematarla también hambre. Mierda.

Debido a que el día anterior solo había podido comer la comida enlatada que tanto detestaba, porque a la noche había planificado la idea de cocinarse algo más suculento, una carne que tenia congelada, con algo arroz para acompañar, una delicia en estos tiempos difíciles.

Pero para su desgracia, no pudo cumplir ese deseo, al caer la tarde ya le habían robado su casa rodante, con todo su arsenal de alimentos que conservaba dentro, por lo que no pudo comer  ni beber nada desde entonces.

En la pesada caminata el chico se limitaba simplemente a mirar el suelo, que emanaba un calor insoportable, y a veces también se daba el lujo de entretenerse observando hacia las lejanías del horizonte, jugando a alcanzar el "charco de agua" que no era más que una ilusión óptica creada por el mismo calor y el asfalto.

Siguió marchando por el sendero un buen rato evadiendo Zombies que deambulaban sin rumbo alguno, hasta que a lo lejos, llego a avistar un cartel enorme, de color azul, con el inconfundible logo de una gasolinera muy reconocida, al fin había llegado, encabezó un trote ligero hacia el lugar con las pocas fuerzas que le quedaban.

No importaba si se encontraba cansado, el objetivo estaba muy cerca, muy pronto podría resguardarse del severo sol y poder encontrar algo para poder alimentarse o refrescarse.

Al momento de llegar miro con detenimiento hacia todos los ángulos posibles, en busca de algún infectado escondido, no podía darse el lujo de confiarse en este podrido mundo, pero tan solo vio cadáveres postrados en el suelo, lo cual le recordó aquella ocasión en la que los embusteros, hicieron hacerse pasar por muertos para luego golpearlo por detrás para robarle. Cobardes.

Solo para ser precavido, pateo un poco los cadáveres para asegurarse de que estén como debían estar... muertos. Se dirigió al bufet de la estación, observo con detenimiento la puerta de vidrio, estaba rota, tenía una enorme comisura como si alguien lo hubiera atravesado con el cuerpo entero.

Paso sin más a través del agujero de la puerta para no ocasionar mucho ruido, trato de no pisar vidrios, o algo que pudiera delatar su posición a posibles Zombies merodeando, y acechando desde las sombras.

Al entrar pudo sentir fácilmente olor a pólvora, eso le dio la certeza de que los ladrones de su casa ya habían pasado por aquí, y no le sorprendería que hubiesen limpiado todo el lugar sacando toda la comida o bebida posible de ser hallada.

Resignado igual siguió buscando algo que comer, pero no encontró nada útil, dirigió su vista hasta el mostrador, y se sorprendió al ver un  papel ahí, lo alzo y lo reconoció al instante, era una hoja de su diario arrancada.

Confundido la leyó, y se dio cuenta que había sido puesto ahí a propósito, era una nota que iba dirigido a él, tenía la letra de una mujer. Ya se imaginaba de quien.

Estimado propietario de la camioneta: Espero no te moleste que haya tomado una de las hojas de tu lindo diario.

—Mierda... si ella lo leyó...

Tranquilo que no lo he leído si eso te preocupa, no deje a nadie leerlo tampoco, varios querían ver si poseías algún tipo de información útil, pero los convencí de que tenías una cara muy estúpida como para ocultar algo de importancia.

—Si supieras nena... si supieras.

Bueno supongo que si estás leyendo esto ahora, es porque todavía estas vivo... y no sé porque pero algo en mi confía en que lo estés.

— ¡Ja! ¿Algo en mi confía? no querrás decir... ¿algo en mi quiere...?

Seguro que tendrás sed ¿verdad? Te deje una cantimplora con agua que tenias aquí, y también comida enlatada, no se tus preferencias pero espero que te guste, las deje detrás del mostrador, ¿a que soy buena?

— ¿Es una broma? Tenía muchas otras cosas... ¿Por qué justamente...? bah a quien le importa. —El chico cruzo el mostrador de un salto, tomo la cantimplora y la bebió desaforadamente, con todas las ganas del mundo, volcando un poco sobre su ropa, luego se freno, debía racionar sus existencias o no durarían mucho, asi que guardo la cantimplora y también la comida enlatada para otro momento, además de que no poseía ningún cuchillo o algo para abrirla.

Prosiguió la lectura.

Bueno te escribo porque la verdad espero que no tengas algún resentimiento con nosotros por el robo, lo hacíamos por sobrevivir, no sabes lo que hemos pasado... en fin, besos. 

Sam.

— ¿Sam eh?

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