Epílogo
Ya han pasado seis años desde que Philip se fue a la guerra, los mismos años que tenía nuestra pequeña Rose, quien era la viva imagen de su padre. Tenía los ojos oscuros y el pelo negro con unos rizos encantadores.
-¡Mami!, ¡Mami!
Su vocecita era tan dulce que hacía que mis penas se desvanecían. Era una niña muy lista y curiosa.
-Hola, cariño- la saludé en cuanto entró en el aula acompañada de su tía Shelby.
-La tía me ha enseñado a hacer una voltereta- dijo con orgullo.
-¿Sí?- le pregunté contenta-. Gracias por cuidar de ella un rato.
-Oye, es mi sobrina. No me molesta tener que cuidarla- contestó Shelby.
Desde que Rose nació, Shelby ha cambiado de actitud con respecto a sus alumnas. Ahora disfruta mucho dando clase.
-Vamos, mi amor- le llamé para que me diera la mano para irnos a casa.
Me hablaba de lo que había aprendido y yo la escuchaba con atención hasta que algo hizo que me parara de golpe.
"No puede ser"
Ahí estaba él, tan guapo como el día en el que le conocí. Me miraba con ojos de enamorado hasta que dirigió su vista hacia Rose, la cual nos miraba extrañada.
-Mami, ¿quién es ese?
Yo me pude cuclillas para estar a su altura sin apartar la vista de Philip.
-Es tu padre, Rose- le dije sin poder contener las lágrimas.
Al oír aquello, la pequeña se alejó de mí para correr hacia él, quien la recibió con los brazos abiertos y la aupó haciendo que la niña estallara a carcajadas.
Yo me acerqué a ellos sin apartarles la vista y en cuanto estuve lo suficientemente cerca de las dos personas más importantes de mi vida, Philip me agarró por la cintura y me besó antes de decirme lo que llevaba esperando tantos años.
-Siempre volveré contigo, Kate.
FIN
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