Capítulo IV - Amor (y más amor) Tercera parte

Buenas noches, mis lunas, mis estrellas. Vengo una vez más como su humilde servidor a ofrecerles un poco de angustioso Yungi. Esta semana fue particularmente ruda y estoy que me caigo del sueño, pero no me iba a poder dormir sin actualizar. 

Comentarios sobre el capítulo, hm... les va a doler, les va a doler muchísimo. Pero el tormento se va a terminar más rápido de lo que piensan. No tengo más que decir por ahora, así que... ¡disfruten la lectura! (suena muy hipócrita de mi parte decir esto sabiendo lo que viene, lol. Lo siendo por tanto).

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Itrio-Hidrógeno + Magnesio (al 1,28%)

Aquellos que creen que una imagen vale más que mil palabras suelen ser el mismo tipo de personas que –"Escuchan sin oír y miran sin ver."-; individuos arraigados a la ignorancia que jamás han sido azotados por la crueldad que una simple oración puede contener.

Ciertamente es verídico que una pintura, un dibujo, un bosquejo, un esquema, cualquier imagen que capten y procesen las retinas puede dejar a una persona boquiabierta, pero basta una palabra propiamente dicha para que el primer adagio en cuestión, sea absuelto de todo poderío; de toda veracidad que pudiera atribuírsele.

Basándose en experiencias anteriores, Mingi podía constatar el que esto fuese verdad. Era ineludible el que una combinación de palabras bien moduladas y departidas en el tono de voz acertado podrían hacer que una persona opinase que su vida era (o se había ido) derechito a la mierda. No es cuestión de magia, es simple y llanamente el poder de la palabra.

A la salvedad de los hechos, a sólo una semana y media de gozar su forzada soltería, aquel lunes por la mañana Mingi decidió que era buen momento para retomar las cosas donde las había dejado; como si su vida se tratase de un juego en pausa, presionó el susodicho botón retomando una vez más la partida. Sin embargo, el que estuviese optando por ello no era sinónimo de que las cosas marchasen como quien dice –"Diez de diez."-

El día anterior en un último ataque de histeria mientras lloraba abrazado a la almohada de Yunho resolvió que no existir una intervención divina para con ella librarse de todo mal, él mismo pondría fin a su miseria.

Armado de punta en blanco con su nueva convicción tan pronto salió el sol se levantó de la cama para iniciar su día con buena cara y, a modo de romper con la rutina, echó por el lavabo todo el jugo de naranja que quedaba en el refrigerador; el mismo cartón que sabía el dichoso pelinegro (dueño de sus pesares) le compró antes de irse. Quizá para otro aquello no tuviese mayor significado; total el zumo ya había excedido su fecha de expiración. Todavía, a criterio propio aquel significaba un gran paso que Mingi estaba dando en función de desligarse por completo de su pasado.

Aunque le estuviese costando un mundo, al menos lo estaría intentando, el seguir el ejemplo de Yunho y hacer como si los dieciocho años de amistad y siete años de noviazgo que tuvieron fueran equivalentes a un cero a la izquierda. Sí, era sumamente duro e insatisfactorio, más creía con fervor que todo su esfuerzo daría frutos de un modo u otro.

Pese a las ganas que tenía de procrastinar y posponer ciertas cosas vinculadas todo el tema de superación personal, etcétera... debía atender asuntos inconclusos en su vida o más bien hacer valer su palabra en función de la promesa que había hecho a cierta chica (Entiéndase por esta: Yoora).

Esquivando olímpicamente su deber para con la muchacha, Mingi ese día asistió a clases y dejó de último aquel quehacer porque su mente se dividía a partes iguales en dos vertientes: a) Dejarse de estupideces; b) Aplazar dicha responsabilidad hasta que Yoora se olvidara del asunto y le dejase en paz. Cual fuera la decisión que tomara reconocía que, estaría actuando por influencia de sus emociones, pero como era de esperarse al final... resolvió cumplir su promesa, yendo al único lugar donde sabía podía hallar respuestas del paradero del pelinegro.

Largó un pesado suspiro al empujar la enorme puerta de vidrio de la entrada del edificio de control de estudios, siendo recibido con un amable –"Buenas tardes".- de parte del vigilante; le devolvió el saludo al hombre con una falsa sonrisa y siguió su camino por las escaleras.

Con cada paso que daba su corazón se aceleraba, sentía las manos sudorosas y la garganta seca, detestaba sentirse de esa manera, pero estando quizá tan cerca de encontrarse cara a cara con Yunho, la ansiedad le dominaba.

Arriesgándose a estar equivocado, creía con ardor que su (ex) novio había sido inteligente al conservar su trabajo allí en la administración de la facultad a razón de la cantidad de beneficios que exhortaban al mayor gracias a ello. Sí, Yunho sería demasiado estúpido por desechar tremenda palanca, peor aún, sería desfachatado pensar que el susodicho hubiese arrojado sus cuatro años y medio de carrera sólo por querer alejarse de él.

-"Ese pajuo tiene que estar ahí sí o sí porque a menos que bajase Dios del cielo nadie le haría dejar la facultad de ingeniería sin un título en la mano."-

Aquel pensamiento fue el empuje que necesitó para terminar de guiar sus pies hasta el tercer piso y a la ventanilla de atención al estudiante. La misma muchacha de siempre estaba allí sentada tras el cristal de protección en su escritorio con una auténtica sonrisa a la espera de responder cualquier pregunta; el positivismo de esa mujer en ese momento únicamente acrecentó sus náuseas. Estaba a la expectativa de lo que pasaría.

-¡Oh, Mingi!, tiempo que no te veía, qué te trae por aquí.

Exclamó la susodicha dejando de lado lo que hacía en su computadora para centrar toda su atención en él.

Sintiéndose algo dubitativo, pensó en salir con una excusa y huir de allí, más en un arranque de intrepidez resolvió salir de eso de una vez por todas.

-B-buenas tardes, Seohyun. Yo-... ¿está Yunho aquí?

Antes de siquiera escuchar una réplica de parte de la muchacha, supo la respuesta a su interrogante. Por la expresión de desconcierto que se gastó la chica le sobraron razones para pensar que esta no tenía idea de su estatus actual respecto al pelinegro.

-A-ah... sí, claro. Bueno, Yunho ya no trabaja más aquí, Mingi. Hace casi tres semanas que solicitó un cambio para trabajar en la facultad de Gwangju.

Respondió Seohyun en voz baja actuando casi con prudencia. A juzgar por su repentino nerviosismo le pareció que la susodicha pudo pensar que se metería en problemas si hablaba demás.

Soltó un resoplido ante lo irónico que era todo el asunto, debió ver venir algo como eso de parte de Yunho; el carajo era un ingeniero muy meticuloso después de todo. Para no seguir haciendo sufrir a la chica, le obsequió una pequeña sonrisa.

-Por supuesto, gracias por tu tiempo Seohyun. Que tengas un buen día.

Sin esperar contestación alguna de la muchacha se dio la vuelta y caminó siguiendo el trayecto que lo trajo hasta allí. Al doblar en la esquina cualquier rastro de tranquilidad aparente se esfumó de su rostro.

En su cabeza intentaba convencerse de que había escapado para no colocarse en una posición incómoda (que le hicieran preguntas de la misma índole, preguntas que no podía ni sabía cómo responder) , pese a ello en el fondo aceptaba que sólo quería salir huyendo para que nadie le viese llorar.

No estaba en sus planes hacer de su día una completa tragedia, aún así lo consiguió tras escuchar las palabras correctas.

Si anteriormente presentaba ciertas dudas referentes a su posición para con el pelinegro, a través de la vivencia de aquella tarde estaba completamente seguro de que lo suyo con Yunho podía darlo por muerto.

Evidente era ya para todos sus sentidos el que el susodicho en cuestión no contaba ni con el ápice de voluntad de volver a su lado, pues si tenía la certeza de que este retornaría a su tierra natal lo que le restaba era empujar fuera de su cabeza cualquier idea delirante; toda fantasía que involucrase a Yunho y a su persona en un absurdo (hermoso) reencuentro. Su padre tenía razón, debía comportarse acorde a su edad y dejar de idealizar la realidad como un cuento de hadas.

Alguna vez escuchó decir por ahí que la esperanza es lo último que pierde un ser humano antes de morir y quizá era cierto. Es decir, desde un inicio había propuesto el que la suya se hubiese ido tras el pelinegro que seguía frecuentándole en sueños.

Honestamente estaba molesto consigo mismo por permitir que una noticia así le bajase las defensas, no era una novedad, aún así, le provocó un malestar tan grande que tan pronto salió de control de estudios se encerró en el baño de la facultad de Humanidades a vomitar; su estómago carecía de autocontrol cuando intentaba lidiar con emociones tan desgastantes. Demás estaba decir que aparte de devolver el desayuno (su única comida en lo que iba del día) también había llorado hasta quedarse seco.

Aunado a su irremediable despecho, tenía la sensación de que todos a su alrededor hablaban a sus espaldas, como si su rompimiento con Yunho fuese un tipo de secreto entre voces; la sensación de tener tantas miradas encima fue tan apabullante que tuvo que correr para huir de los murmullos que fueran reales o no empezaban a atosigarle.

-Reverendo día de mierda.

Sentenció al largar un suspiro, recargando la espalda de la pared tras su cuerpo.

Su escapada monumental le dejó con pocas opciones y más exhausto de lo que pudo prever, por suerte encontró una salida al refugiarse y descansar del mundo en uno de los jardines menos visitados de la Facultad de Artes. Aquel era un espacio seguro, no conocía a nadie de ese lugar, además entre bohemios y artistas frustrados no tenía de qué preocuparse; allí podía reflexionar (sufrir) en paz.

La cuestión es que, al entrar en contacto con esta área o estrato social de su universidad Mingi sabía que su cuerpo corría peligro estando expuesto a tantas tentaciones. Él no era una persona que se afianzara o empleara alguna clase de estereotipos, más si algo tenía claro es que a las virtuosas almas incomprendidas que rondaban esos pasillos les encantaba fumar; el qué fumaban no lo sabía con certeza, aunque en su mayoría sólo veía a chicos y chicas paseándose con cigarros en la boca.

Aunque dañina, una tentación es una tentación y aquel que es débil en carne como nuestro despechado protagonista no se niega a sus impulsos ni a las incitaciones. Lo que nos lleva al momento de debilidad en el que recién se encontraba Mingi, realizando cierto acto indebido que alguna vez juró a cierto pelinegro no volver a repetir ni en esa ni en ninguna otra vida.

-A quién coño le importa... a él no le importó romperme el corazón y mandarme al carajo.

Murmuró antes de dejar aquel cilindro blanco entre sus labios. Con el pulgar presionó en el encendedor azul que tenía en la diestra y acercando la flama encendió el extremo opuesto de aquel insulso cigarrillo.

Se guardó el encendedor en uno de los bolsillos del pantalón y tras dar una larga calada permitió que el humo llenase el vacío en sus pulmones. Casi había olvidado cuán gratificante era el ardor que se sentía en la garganta al fumar después de tanto; cualquier cosa era mejor que tener la faringe echa un nudo de nervios las veinticuatro horas del día.

-"Al menos nadie me va a joder si llego a la casa oliendo a cigarro."-

Comentó para sí mismo, al tiempo que reía con ligereza expidiendo de su boca aquel nubarrón que opacó su visión.

En cada inhalación se absolvía del yugo al cual le tenía sometido la preocupación, y así, de tanto en tanto iba mojándose los labios para compensar la resequedad que acontecía de aquel vicio.

Fumar no era su pasatiempo preferido, estando con Yunho lo habría hecho tres veces como mucho durante las fiestas cuando algún holgazán le invitaba un cigarrillo. Por supuesto los reproches y regaños de su (ex) pareja no se hacían esperar, más cada que tenía la oportunidad era extremadamente tentador dejarse arropar por el seductor efecto de aquella droga.

-"Siempre tan pesimista, tan correcto, tan..."-

Por andar pensando en el mayor se atoró en medio de una calada que resultó en una profusa tos seca. Sin embargo, después se limitó a reír como un idiota al internalizar lo ocurrido.

Mientras tanto, su mirada continuó fija en el cilindro de nicotina, viendo como la materia paulatinamente se transformaba en cenizas; sacudió el cigarrillo para deshacerse del excedente notando como restos los arrastraba la brisa lejos de él. Tan ligeros y apacibles como sus recuerdos...

"Debía admitir que aunque ese entorno no fuese lo suyo, igual le hacía sentir bastante cómodo. Ahora, el cómo habían ido a parar hasta allí era, ciertamente, todo un misterio. Se suponía que irían al apartamento de Hongjoong para una de sus reuniones mensuales y por fuerzas adversas (entiéndase: Yeosang) los ocho terminaron en la casa de algún carajo ricachón de nombre Yeonjun.

Lo único que sabía del fulano es que era alto, moreno (y guapo) y que bailaba bien. De resto, lo que escuchaba en boca de otros es que el susodicho, de paso anfitrión de esa fiesta, se la pasaba con cuatro carajos que parecían ser todos sus novios.

No le gustaba creer en vainas tan descabelladas como esas, pero de ser verdad, quién era él para juzgar si igual estaba gozando como nunca en la casa del mencionado, riendo, bebiendo y fumando rodeado de esa decoración tan extravagante que hacía ver el interior de esa mansión como la propia 'discoteca de ambiente'; las luces bajas, los colores de los muebles, los cuadros en las paredes... sí pudiera describir con una palabra aquella estancia diría que era: sensual.

Esbozó una sonrisa al dar una profunda calada al cigarrillo que balanceaba entre el índice y medio de su diestra. Estaba al tanto de lo que le convenía y fumar no resultaba ser la decisión más acertada teniendo a Yunho cerca; sabía que el pelinegro odiaba verle en esas andadas y mucho más el olor que aquel vicio dejaba en la ropa y en la boca.

Tampoco era algo realmente malo, sólo lo hacía ocasionalmente cuando alguien le convidaba, no podía rechazarlo así que sí. Lo que sí consideraba una verdadera locura era gastar dinero de su salario en una cajetilla de cigarros, pero Yunho no tenía que preocupar por ello porque para él las drogas se empleaban únicamente con fines recreativos.

Exhaló la pesada nube de humo que llenó sus pulmones y sonrió yendo entonces hasta donde se encontraba un muy pasado de tragos Hongjoong, meciéndose en el regazo de un sonriente Seonghwa; dichoso se sabía ahora que su Hyung finalmente había terminado con su odiosa novia controladora. Sin dudas su amigo diseñador se veía mucho más feliz lejos de esa harpía.

-Abre cancha, marico.

Dijo antes de caer sin gracia alguna entre Seonghwa y Yeosang, escuchando las protestas de ambos al instante.

-Y dónde está el novio tuyo.

Cuestionó Yeosang al verle de pies a cabeza, como si Yunho fuese alguna extensión de su cuerpo; podría parecer que el pelinegro fuese su sombra o viceversa, pero no era para tanto.

-Fue al baño, ya debe estar por volver.

-¿¡Y lo dejaste ir solo!?... Verga-... quién eres tú y qué le hiciste a Mingi.

Cuestionó un atónito Yeosang al llevarse una mano al pecho para acentuar el dramatismo de sus palabras.

Soltó una carcajada ante la idiotez que dijo su amigo. Estaba demasiado feliz como para dejar que algo como un simple chalequeo le arruinase la velada.

-¡Yah!, deja de decir mariqueras, 'Sang'. Mejor métele la lengua en la garganta a Jongho que lleva rato viéndote y tú no le paras ni medio.

Comentó de forma burlona tras apuntar al aludido que parecía estar babeando por su amigo.

Soltó una alegre carcajada al ver cuán colorados se pusieron ambos tras su observación, y a raíz de su pequeña burla, la ronda de comentarios indecorosos en torno a aquel par continuó.

-Coño Jongho, pero ve... si tanto te gusta Yeosang por qué no le das un besito y ya, ese no te va a rechazar, marico.

Dijo el extrovertido de San, mostrando sus hoyuelos al hablar mientras Wooyoung reía con complicidad sentado a su lado.

La cara de Jongho en ese momento era todo un poema; el menor lucía como si tuviese un conflicto interno entre meterle un coñazo a todos o besar de una vez por todas al chico sentado a su izquierda. Conociendo la naturaleza del bebé del grupo, optaba por la primera, más todos los presentes (incluyéndole) se llevaron una grata sorpresa al presenciar cuando finalmente el muchacho, harto de ser objeto de burlas, se paró en medio de un arrebato para robarle un beso a un pasmado Yeosang.

El barullo fue colectivo, los gritos y exclamaciones dirigidos a la pareja eran más que excesivos, tanto así que, sin recuperarse de la impresión el humo se le fue por donde no era y Hongjoong le tuvo que dar unas palmadas en la espalda para que se le pasara el ahogo.

-Verga, Jongho, pero tú lo que le tenías era alto queso al pobre 'Sang'.

Murmuró Wooyoung cuando finalmente el bebé dejó de chuparle la vida al objeto de sus más afanosos deseos; vayamos al grano, Jongho le tenía ganas a Yeosang desde el colegio. Es decir, si habían tenido algo antes no le hubiese sorprendido, de todas formas sabían cuán "heteroflexible" podía llegar a ser su masculino amigo.

-Cállate la boca, Wooyoung. Nadie pidió tu opinión.

Masculló Jongho antes de tomar la mano de Yeosang para llevarle consigo a quién sabe dónde. A los efectos de su bravura, Wooyoung sólo largó una risotada y comenzó a aplaudir como foca, mientras el resto le deseaba lo mejor a la nueva pareja.

-¡Usen condón!

-¡Yeosang, sé gentil con el niño que sabemos que a ti te gusta duro!

Soltó otra carcajada ante los comentarios tan depravados que proveían el resto de sus amigos; al menos Yeosang se veía feliz cuando fue.

A punto de hacer un comentario en voz alta acerca de la parejita, las palabras se le atoraron en la garganta al oír un grito con su nombre.

-¡Song Mingi!

Pegó un salto en el sofá del susto cuando de la nada giró su cabeza para ver a un para nada contento Yunho. Por el tono de voz que usó el mayor para con él, aquello sólo podía significar una cosa: le habían pillado infraganti.

-¿¡Qué mierda estás haciendo, qué es eso!?

Sentenció el pelinegro al apuntar el cigarrillo en su mano, terminando por tomar aquel objeto para arrojarlo a la costosa alfombra y pisotearlo bajo sus pies.

Agradeció que esa no fuera su casa y que probablemente al dueño no le importase eso, pero tampoco estaba muy contento por el trato que le estaba dando el pelinegro.

-Bebé, no te molestes por eso. Por Dios, es sólo un cigarro.

-El culo mío, Mingi. Ahora te vienes conmigo.

Comentó el pelinegro entre dientes antes de tomarle por el cuello de la camisa.

-Uy, ¡Mingi te metiste en un peo!

Habló por primera vez Hongjoong, quebrando el silencio que se había instaurado entre ellos desde la llegada del pelinegro. En consecuencia los demás rieron con ganas, más Yunho no se inmutó a sus juegos, tirando de su camisa con brusquedad al ignorarles y llevarle consigo a otro lado de la casa.

De camino a dónde sea que le llevaba Yunho vio a Jongho empotrando a un ruborizado y sonriente Yeosang mientras el dichoso bebé del grupo le daba besos en el cuello. Suspiró al presenciar la escena, pensando en que quería estar en el lugar de Yeosang (claro, con Yunho entre sus piernas). Sin embargo, la realidad distaba de ser así, pues más temprano que tarde el pelinegro le encerró consigo en uno de los baños de la casa y en vez de darle mimos en el cuello optó por lavarle la boca.

-¡Cómo se te ocurre fumar a mis espaldas, Mingi!

Fue el reclamo que le profirió el mayor. De no ser porque tenía la boca llena de enjuague bucal (que obviamente el mayor había robado del gabinete sobre el lavamanos) puede ser que le hubiese contestado.

-Te he dicho mil veces que esa mierda lo único que hace es joderte los pulmones, de paso ahora hueles horrible.

Sin poder contener más las ganas de reír, se cubrió la boca con una mano antes de ir hasta el lavabo para escupir todo el desinfectante mentolado.

-¡Yah!, es sólo una vez cada tanto. Por qué te tienes que poner como mi mamá.

-¡Porque tengo sentido común, idiota, y porque me preocupo por ti!

Debía ser la mezcla de nicotina y alcohol, quizá incluso el aroma extraño que había pillado en la estancia desde que llegaron, todavía... sin importar lo que fuera, le bastó para hacerle actuar impávido contra el mayor, acorralando al mismo contra el mueble del lavamanos.

Aquel empuje fue suficiente para hacerle besar al pelinegro, tragándose cada una de las quejas del susodicho al chuparle la lengua y los labios con la misma firmeza que el otro pretendió imponer en medio de su sermón.

-Si me llego a enterar que fumaste de nuevo te voy a joder en serio, Mingi.

Murmuró un alterado Yunho entre jadeos al tiempo que tiraba ligeramente de su ropa, sólo con el propósito de conseguir algo de piel para tantear luego con sus manos.

-No sé, no me suena realmente a una amenaza, bebé.

Inquirió mientras plantaba besos aleatorios por la línea de la mandíbula del mayor.

-Hm... con que no, pues adivina qué... jódete.

Pensó que había ganado la batalla por la actitud dócil del mayor, que el otro sólo estaba jugando al salirle con esa respuesta despectiva, pese a ello, de un momento a otro el susodicho se dio la vuelta y salió del baño dejándole sólo.

Atónito, se movió a la velocidad del rayo para buscarle, disculpándose con este mientras intentaba no reír, porque al fin y al cabo la carita de enojo de Yunho se le antojaba realmente adorable."

Esbozó una melancólica sonrisa al recordar aquello, advirtiendo nuevamente el picor en sus ojos que para nada tenía que ver con el humo que desprendía el cigarrillo en su mano. Cerró los ojos y alzó la cabeza, apoyándose en la pared a su espalda mientras rogaba al cielo que ninguna lágrima cayera de sus ojos; estaba harto de tanto llorar.

Tras pasar la peor parte, sintiéndose más 'estable' resolvió acabar con el cigarrillo para así emprender su camino al apartamento; se estaba haciendo tarde de todas formas y estar allí de noche no le daba buena espina. Sin embargo, ni bien alzó su mano para acercarse aquel mortífero veneno a los labios una voz le hizo detenerse en el acto.

-¿Mingi?... ¡Oh, sí eres tú!

Giró su rostro para ver de quién se trataba, completamente atónito de que alguien le reconociera estando en ese lugar.

La voz de aquella persona no la reconoció de inmediato, más al ver a aquel chico acercarse hasta él, supo inmediatamente de quién se trataba.

-¡Hola!, tenía tiempo que no te veía y-... ¡oye!, qué haces por aquí. Jamás te había visto en la facultad de artes. Me consta porque vengo por las tardes para acompañar a mi novio a clases.

Se relamió los labios, indeciso de si debía responder primero su pregunta o devolver el saludo. Mientras tanto Jisung le veía con una sonrisa amistosa a la espera de su respuesta.

-Hola, sí. Yo-... sólo vine aquí porque es más tranquilo que nuestra facultad.

Explicó tras aclarar su voz, obteniendo un asentimiento de parte del muchacho con mejillas regordetas que había sido su compañero durante el servicio comunitario el semestre pasado; ni siquiera sabía cómo el chico se acordaba de su nombre, apenas y habían cruzado un par de palabras en el salón.

En general no le atraía el hecho de que fuese tan confianzudo y agradable, el muchacho era demasiado bueno, tanto como para nunca haber escuchado grosería alguna salir de su boca; con las facciones de ardilla que tenía tampoco le serían bien vistas.

Suspiró y pensó en decirle al susodicho que no tenía ánimos de continuar con esa plática, más este evitó que elaborase cualquier palabra al ofrecerle otra larga y tediosa respuesta.

-Ya veo. Me llamó la atención que estuvieras solo, siempre te veía en el patio y en los pasillos con ese chico alto de cabello negro... hm, cómo se llama-... ¡Ah, sí!, Yunho.

Largó un suspiro al oír hablar al otro del motivo de su desdicha. Cerró los ojos y en su mente pidió paciencia para aguantar hasta que el muchacho se fuera; realmente no podía entender cómo el carajo no pillaba que no quería entablar conversación alguna.

-Sí. Nosotros terminamos.

Contestó a secas, llevándose el cigarrillo a los labios para finalmente dar otra merecida calada y quizá con ello apaciguar la irritación que el menor le estaba provocando.

Inmediato a su respuesta el aludido pareció sorprendido, abriendo los ojos de más al reparar también en lo que estaba haciendo, como si no diera crédito a toda la información suministrada.

-Oh, yo-... bueno, lamento escuchar eso. Sólo lo comenté porque me pareció que ustedes eran muy unidos y-...

-Sí, lo éramos. Tiempo pasado. Conjuguemos bien los verbos.

Le interrumpió al muchacho a mitad de otro de sus largos diálogos, ofreciéndole una mirada que denotaba cuán exasperado le tenía toda la situación. A los efectos, el menor pareció entrar en consciencia y desviando su mirada dio un paso para atrás.

-Bueno, entiendo que no quieras hablar. Me acerqué porque pensé que querías algo de compañía, lo siento por interrumpirte.

-No tienes que disculparte.

Murmuró en un timbre de voz más gentil al ver al chico tan cabizbajo; se sintió mal por haber lastimado su buena voluntad. Sin agregar nada más el susodicho se retiró ofreciéndole una sonrisa y un gesto de despedida con la mano; sin embargo, ya estando a una distancia prudente regresó corriendo a su lado.

-Oye, sé que quizá no es lo que quieras oír en estos momentos pero-... no deberías estar fumando. Eso no va con tu personalidad, además hace mucho daño a los pulmones, no sé, piénsalo... ¡hasta luego, Mingi!

Comentó el chico con bastante efusividad a pesar de haber recibido la madre de los desplantes de su parte.

Incrédulo, tras oír a Jisung sólo pudo asentir, viéndole correr nuevamente por donde el mismo había llegado. Una vez le vio desaparecer entre los pasillos, dirigió su mirada al resto del cigarrillo que quedaba entre su índice y medio; a esas alturas ya se habría consumido todo y empezaba a quemarse el filtro.

Era absurdo si se ponía a pensarlo demás, pero las palabras de Jisung de una manera u otra le hicieron reflexionar. Para cuando se dio cuenta ya estaba pisando el cigarrillo con la punta del zapato y una leve sonrisa floreció en sus labios.

En resumidas cuentas, también era absurda la manera cómo funcionaba el mundo.

Buscó su teléfono en el bolsillo de su pantalón, encendiendo la pantalla y presionó sobre la aplicación de Kakao para escribir un mensaje a Yoora.

Mingi

-"No pude encontrar a Yunho. La chica que atiende en control de estudios me dijo que hace más de tres semanas que pidió un cambio para trabajar en Gwangju. Llámame cuando puedas a ver qué hacemos."

Tras presionar enviar, estuvo a punto de guardar el dispositivo nuevamente cuando sus ojos se toparon con un mensaje que le había mandado su madre hacía sólo unos minutos; llevaba ya una semana sin responderle, siquiera había revisado lo que le escribía sólo los ignoraba.

Se mordió los labios y pensó nuevamente en las palabras de Jisung. La verdad es que ser un hijo malagradecido tampoco iba con su personalidad. Extrañaba a sus padres y mentiría si dijera que no había pensado en llamarles para arreglarse con ellos.

Por vigésimo quinta vez ese día... largó otro suspiro y elevó la mirada al cielo, notando las pinceladas rosáceas que dibujaban las nubes a razón del crepúsculo; hacía mucho no veía un atardecer tan hermoso.

-"Quizá esto sea una señal..."-

Comentó para sus adentros, riendo al advertir cuán tonto podía llegar a ser estando desesperado. No obstante, su corazón siguió afianzándose a la idea y más temprano que tarde, aquel poderío se transformó en el impulso que le llevó a marcarle a su madre.

No todo tenía que estar perdido y quizá no era demasiado tarde para cambiar ese día de mierda por uno que valiera la pena. En función de ello, tomó la iniciativa al empezar a caminar fuera de esa facultad mientras escuchaba el teléfono en su oreja repicar. Para cuando alcanzó la entrada su madre ya había contestado, pero antes de dar un paso fuera de aquel lugar no decidió tirar a la basura el encendedor y los cigarros que acababa de comprar.

No es que Mingi fuese un caso perdido, por supuesto que no lo era, sin embargo, el muchacho de momento era incapaz de reconocer que estaba como quien dice –"sembrando rosas en el mar"-.

De los siete días que comprenden la semana si uno o dos de ellos los consideraba 'buenos', más allá de ser un milagro lo profesaba como un asunto irrelevante.

Pese a los múltiples intentos de abandonar malos hábitos y pensamientos errados, si daba un paso hacia adelante al siguiente día, peor aún, a la hora ya se encontraba dando quince pasos para atrás. La vida le suministraba razones de sobra para que esto ocurriera de dicha forma, pero de no haberlas, igualmente siempre encontraba la manera de sabotearse a sí mismo.

Como una persona común que atraviesa por una situación difícil, el camino de Mingi se dividía (nuevamente) entre dos vertientes: a) Estar cuerdo; b) Actuar como el propio inepto. Todavía, adivinen por cuál de las dos vías decidió irse nuestro protagonista.

Trazando un margen entre sus responsabilidades para con la vida, Mingi optó por navegar sin rumbo entre el mar de leva que creaban sus problemas; no le importaba dar brazadas hasta el cansancio con tal de no sumergirse en dirección a la fosa que desde las profundidades de esa masa de agua clamaba por su nombre. Quizá estaba un tanto aterrado de acostumbrarse a la soledad, pero quién en su sano juicio querría algo como eso después de vivir tanto tiempo en un paraíso. A la opción de "comportarse como una persona madura y racional" le daba una puntuación de uno sobre cinco; nada recomendable si estás pasando por una ruptura amorosa.

Claro que no todo estaba perdido, al menos se había reconciliado con sus padres, aun así mediar consigo mismo para resolver el resto de sus contratiempos distaba por mucho de ser su próximo movimiento. Y con esto venía el tema de seguir recurriendo a sus amistades, porque quizá al final del día aparte de sentirse una carga para los muchachos, prefería hacerse de oídos sordos antes que acceder a escuchar incómodas verdades.

A los efectos de sus inapropiadas decisiones, atendía únicamente a los compromisos que fuesen completamente imperativos (dígase: trabajar, estudiar, pagar las cuentas, etcétera.), de esa manera aparentaba tener su vida bajo control y podía continuar como si el alma no se le cayera a pedazos por dentro; una solución práctica y rápida para aquellos que precisan de más tiempo para llorar por las noches como él.

Entre otras aptitudes que obraba por medio de su instinto, la más destacable era el fingir delante de la gente. Brillante era su mente que sin pedírselo parecía haberse programado para siempre tener una respuesta positiva cuando alguien le preguntaba que cómo se sentía; gustaba de las personas curiosas como sus compañeros de trabajo, que con cualquier estupidez satisfacían su necesidad de saber.

Entonces sí, no entendía por qué los demás asumían que aquel modus operandi era sólo publicidad engañosa, si su vida nunca había ido tan viento en popa como ahora. Estaba perfectamente bien esquivando toda realidad adversa, podía seguir vendiendo esa fachada sin inconvenientes hasta el fin de sus días, o bien hasta que ocurriera un milagro y sus problemas desaparecieran. Es decir, quién dijo que necesitaba a Yunho, estaba completamente bien sin él viviendo la buena vida solo.

Es más, de estar con el pelinegro existía una alta probabilidad de que estuviese encerrado en el apartamento, en cambio se encontraba disfrutando de su juventud como era debido: parrandeando entre una multitud de rostros cuyos nombres no se molestaría en aprender; y es que cuál era el punto de ello si la resaca le obligaría a olvidarlo al amanecer.

Además, quién querría despilfarrar su tiempo estando acostado entrepiernado en un sofá con una sola persona, cuando podía tener cientos de miradas sobre sí; a él no le parecía sensato. Honestamente desde hacía semanas concluía que Yunho lo que había hecho era malgastar su tiempo, pero hasta ahí. El mayor al terminar con él marcó el inicio del fin.

-"No más mariqueras aburridas. Voy a vivir mi vida."-

Teniendo en mente aquel pensamiento, sonrió como idiota al forzar por su garganta otro trago de vodka.

Se la estaba pasando de maravilla allí en la casa de otro fulano de nombre Jackson. En ese lugar nadie veía más allá de su apariencia física, nadie le juzgaba por beber demás hasta borrarse porque todos esos desconocidos estaban allí si acaso no por un propósito igual al suyo, pero indiscutiblemente similar; estaba a salvo, acompañado entre todos esos cuerpos sudorosos que no le pedían ningún tipo de explicación.

Entre sus brazos ya se hallaba su tercera conquista de esa noche, un muchacho (bastante atractivo, cabe destacar) más bajo que él, que le trataba tal como le gustaba: con complacencia y gentileza.

-Bailas muy bien, bebé.

Comentó el tal Taehyung al tomarle por la cintura y apegarle a su cuerpo; a pesar de la diferencia de estaturas todavía lograba manejar su larga humanidad de manera excepcional.

La reacción a tal cumplido fue instantánea. Ensanchó la sonrisa postrada en sus labios y con el pretexto de sentir más calor entre contoneos permitió que el otro se restregase de su cuerpo, guiando así sus movimientos en cada compás de la canción.

La música era tan fuerte que le impedía pensar lo inapropiado que era bailar tan adherido a aquel muchacho que sin dudas era mayor que él. Pese a ello, le gustaba la atención que el susodicho le daba y el vértigo que le causaba sentir manos curiosas explorar sobre la tela holgada de su camisa. El tacto de aquel hombre era foráneo pero incitante, le provocaba una sensación indescriptible de la cual hacía años no era partícipe.

-Te verías tan bien moviéndote así entre mis sábanas...

Confesó el moreno en un rasposo timbre de voz al inclinarse sobre su cuerpo y posar sus labios en la sensible piel de su cuello. Pero... el encanto era pasajero y mensajes como ese resultaban capaces de transformar su entusiasmo en desaire.

Suspiró un tanto desanimado al sentir las manos ajenas tantear sobre la parte posterior de su anatomía, trazando deliberadamente la curva que hacían sus nalgas respecto a su espalda baja, justo entonces colándose con convicción dentro de los bolsillos de su pantalón; aquella era su señal para irse.

Con la misma sonrisa (falsa) encantadora, retiró las manos de un confundido... ¿Taeyoung?, ¿Taehyun?, antes de empujarle fuera de su espacio personal, cortando cualquier presunto resultado de las fantasías que se creó aquel extraño para con él.

-Lástima, tus sábanas se quedarán esperando por mí.

Se rió tras ver la expresión descolocada del susodicho y sin esperar por una respuesta se perdió entre la multitud para ir en busca de su próxima presa.

Llevaba toda la noche en el mismo vaivén, atrapando a cada hombre que llamara su atención con una mirada de soslayo y una caricia en el brazo; no necesitaba cruzar palabra alguna con ninguno, aquello era suficiente para tenerles comiendo de la palma de su mano. Sin embargo, sus pretensiones no llegaban al punto de querer revolcarse en la cama con nadie, le bastaba con saberse deseado, con ser cortejado hasta llevar al límite a su acompañante y marcharse como si nada. La intimidad en un plano netamente sexual, era algo que valoraba en demasía y no por despecho fuese a compartir con cualquiera.

Poco le importaba dejar a otros con las ganas, por más egoísta que pudiera escucharse, la única persona que le importaba era él y si los demás no vibraban en esa sintonía no era su problema; tampoco es como si estuviera cometiendo un crimen.

Se acercó una vez más a la mesa donde tenían las botellas para servirse otro trago de vodka que no tardó nada en bajar por su garganta. No llevaba la cuenta de cuánto habría tomado esa noche, estaba demasiado ebrio como para sacar conjeturas al respecto o siquiera detenerse; sólo podía pensar que más alcohol era sinónimo de olvidar.

Se relamió los labios y se acomodó las gafas sobre el puente de la nariz mientras paseaba la vista por la habitación en busca de su nueva conquista, no obstante, tras una infructuosa búsqueda pensó en migrar hasta otro lado de la casa.

A punto de partir, la presencia de otro hombre a sus espaldas le hizo detenerse haciendo que cambiara de planes. Giró sobre sus talones, intrigado para ver de quién era la mano de la persona que con atrevimiento tocó su hombro para llamar su atención.

-Te vi muy solo y pensé que quizá querrías algo de compañía, hermosura.

-"¡Bingo!"- Pensó al examinar de pies a cabeza al moreno delante de él. Ese hombre demasiado alto, tenía porte elegante, un rostro definido e incluso estaba bien vestido; todo un partidazo.

Inclinó su cabeza en un gesto coqueto que hizo juego con la sonrisa que llevaba en los labios; con la mirada del desconocido le fue suficiente para saber que con su simpática actitud había dado en el clavo. Aún con el vaso entre sus manos se meció un poco en su lugar como si pensara en sus opciones, sólo por regodearse un poco más en los ojos que le miraban con deseo.

-Hm... y me vas sacar a bailar o me vas a tener aquí en silencio toda la noche.

Respondió con cierto deje de altanería que el moreno respondió con una sonrisa ladina.

Sin siquiera darle tiempo a terminar su trago, el muchacho le quitó el vaso de las manos dejándolo sobre la mesa para luego tomar de su mano y así llevarle derechito al lugar de donde había venido.

-Haremos lo que desees, princesa... por cierto, mi nombre es Kyungho.

Intentó hacer caso omiso a la extraña sensación que le provocó el que le llamaran usando aquel mote, prefiriendo dejarse llevar de nuevo hasta la habitación de donde la música provenía.

En un abrir y cerrar de ojos, tuvo al fulano Kyungho pegado a su espalda mientras él bailaba de forma dócil bajo las instrucciones de las manos que sujetaban con firmeza sus caderas.

-Eres tan lindo... cómo es que alguien como tú está tan solo.

Comentó el muchacho dejándose oír por sobre la estridente melodía.

Sintió cada palabra ser presionada contra la sensible piel de su mentón, segundos más tarde su acompañante pasó a olisquear su cuello como si nada; como si esa simple acción no fuese demasiado comprometedora. Percibir el filo de aquella nariz, de aquellos labios tanteando sobre su piel por algún motivo le dio asco.

Realmente no estaba disfrutando de bailar con aquel hombre, asumía su presencia demasiado invasiva y él no estaba allí para que le usaran sino viceversa. Arrugó el ceño cuando el otro le dio la vuelta, ganándose una risa como respuesta del contrario al apreciar la notoria mueca de enfado que cargaba.

-Por qué estás tan serio, princesa... ¿acaso prefieres que vayamos a un lugar más privado?

Fue inmediata su reacción, tan pronto aquel desconocido se inclinó para alcanzar sus labios, giró su cabeza y colocó sus manos sobre el pecho del otro para crear distancia el uno del otro.

Sin embargo, el tal Kyungho no pareció muy contento con la idea de que hubiese rechazado su movida. Con ambas manos intentó volver a tomarle de los brazos para acercarle a su cuerpo, empezando un pequeño forcejeo.

-Yah, deja de negarte, princesa. Sé que esto es lo que quieres.

Murmuró el otro muy cerca de sí, provocando que su fétido aliento chocase contra su cara. La cabeza le daba vueltas, sentía que iba a vomitar si escuchaba a ese hombre llamarle princesa una vez más. Además, quién era él para saber lo que quería; él único 'ho' que necesitaba en su vida era el de Yunho, no el de ese repugnante Kyungho.

A duras penas intentó zafarse de las manos que le empuñaban, más en cada jalón sólo lograba lastimarse a razón de la fuerza que ejercía el otro para mantenerle en su lugar.

-S-suéltame... no quiero ir a ningún lado contigo.

Respondió a secas, lo suficientemente alto para que el otro le escuchara.

Intentaba no entrar en pánico, procurando llevar un semblante estoico sin dar la cara al desconocido; no sería bueno que el otro se diera cuenta del miedo que le estaba infringiendo. Todavía, el susodicho persistió en sus intentos. A medida que el otro le susurraba cosas sucias al oído su voluntad se iba perdiendo.

Advirtiendo un quiebre inminente, empleó toda la fuerza restante en su cuerpo para librarse con desespero de aquella patética excusa de hombre, más su acción resultó ineficaz. A su alrededor nadie parecía prestar atención a lo que pasaba entre ellos, todos demasiado ensimismados en su propio goce (egoísmo) como para tenderle la mano, pero justo cuando pensaba que ya no tendría escapatoria un ángel salió a su rescate.

-Te dijo que no quiere nada contigo, imbécil.

Escuchó aquel grito en aquel timbre de voz que conocía a la perfección.

Giró su cabeza para cerciorarse de que se trataba de la persona correcta, y en efecto, allí junto a ellos se encontraba Choi San apreciándose tan enojado como para estar a tres segundos de arrancarle la cabeza a Kyungho.

Como si fuese un saco de papas, aquel hombre le hizo a un lado para así acercarse a su amigo. Le vio erguir los hombros y acomodar su postura a modo de lucir más intimidante de lo que ya se profesaba, más su amigo con todo y la diferencia abismal de estatura no batió siquiera una de sus pestañas.

-Por qué mejor no te metes en tus propios asuntos, mariquita rosada.

Escupió aquel hombre haciendo que el aludido, arrugase la cara. Sin mediar siquiera una palabra el pelirrosa a modo de respuesta le estampó el puño contra la mejilla, haciendo que el mastodonte cayera al piso y que la multitud en torno a ellos volteasen a ver de la impresión.

Estando de espectador, se quedó de piedra y contuvo el aliento viendo aquel hombre en el suelo escupir sangre a sus pies; el susodicho mientras se tocaba la mejilla parecía incrédulo a la idea que alguien de la mitad de su tamaño le hubiese dado una paliza.

-A mí nadie me dice mariquita rosada, ebrio de mierda.

Sentenció San al apuntar con un dedo al acusado antes de tomar a Mingi del brazo y arrastrarle lejos de la muchedumbre que vitoreaba a favor del pelirrosa; ojalá hubiesen respondido con tal efusividad cuando intentó pedir ayuda.

No se percató del todo del momento en el que gruesas lágrimas empezaron a escurrirse por sus mejillas, sólo se dejó llevar por su amigo hasta acabar sentado en el asiento trasero del auto del susodicho.

-¡Qué mierda pasó, por qué vienes tan molesto!

Cuestionó Wooyoung, tras ver a su novio azotar la puerta del vehículo luego de tomar asiento en el puesto del conductor y poner el auto en marcha en una sola acción.

El moreno a su lado, seguía viendo entre el pelirrosa y él, aunque por su parte no se atrevía a encontrar la mirada de ninguno; se hallaba demasiado avergonzado y aturdido por lo ocurrido.

-Un hijo de puta estaba intentando pasarse de listo con Mingi, le tuve que partir la cara para que lo dejara en paz.

Explicó su salvador mientras conducía por las calles desiertas como el propio maníaco; al menos no se pasaba las luces rojas del semáforo.

-¡Por Dios, San!... ¡No tenías que hacer un espectáculo!

Le reprochó un exaltado Wooyoung, agitando las manos en el aire. Mingi sólo se cubrió los oídos con las manos para evitar escucharles; necesitaba olvidar, no crearse más problemas.

-¡Y qué querías que hiciera!, ¿¡que lo dejara ahí para que lo violaran!?

Exclamó el pelirrosa con tono de indignación al parar el auto a un lado del camino en función de volcar toda su atención en su novio.

-¡No es el caso!, sabes que no puedes meterte en problemas, idiota. Sabes que-...

-¡Yah!, ¡dejen de discutir de una vez!... no tenían que haber ido por mí en primer lugar, estaba completamente bien, ¡me las pude haber arreglado por mi cuenta!

Con aquel grito cortó cualquier tipo de reclamo de parte de la pareja, quienes voltearon a verle totalmente atónitos tras oír su testimonio.

-Tú me tienes que estar jodiendo, Mingi. ¡Es la tercera vez esta semana que Woo y yo te tenemos que sacar de una fiesta para evitar que te pase algo parecido!... Eres un ingrato de mierda...

Expuso su amigo, haciendo que el final de su reclamo se sintiera como una dolorosa patada en la entrepierna. En el mutismo que le ofreció Wooyoung también encontró la misma pizca de dolida indignación.

Se mordió los labios para no sollozar al tiempo que el pelirrosa volvía a poner el auto en marcha, siguiendo el trayecto de siempre; nadie volvió a abrir la boca el resto del camino hasta que llegaron a la casa del susodicho.

Tras apagar el motor, les vio salir cada uno del auto y, pese a su vidriosa mirada, divisó a Wooyoung acercarse a un muy cabreado San. El menor parecía reclamarle algo pero encerrado allí no pudo escuchar de qué se trataba; tampoco es como si le importaba, estaba harto de escucharles pelear por su culpa. Estaba harto de meter a San en problemas debido a sus fallas.

Los minutos pasaron y mientras seguía llorando en silencio, escuchó la puerta a su lado abrirse para después sentir una de las manos de Wooyoung sobre su hombro.

-Mingi... Mingi, ven. No puedes quedarte dentro del auto toda la noche.

En un suspiro su amigo hizo una pausa prudente antes de retomar la palabra.

-San no está enojado contigo, sólo-... le tenías preocupado. Por favor entra con nosotros a la casa.

Odiaba sentirse como un carajito de cinco años a quienes sus padres deben consolar por presenciar sus discusiones. Odiaba sentir que sus amigos le tenían que cuidar para impedir que siguiera haciéndose daño, pero no tenía idea de cómo parar eso.

El peso de la mano de Wooyoung contra su hombro le invitaba a pensar que las cosas estaban bien, más él reconocía el hecho de que simplemente no era así, y que en realidad el peso de sus errores seguía presionando sobre sus hombros (y los del resto).

San tenía razón al estar tan molesto con él, no era la primera vez en ese mes, mejor dicho en esa semana, que les involucraba en una situación delicada por querer seguir comportándose como un imbécil. Pese al temor de estar llevando a sus amistades a un punto sin retorno, continuaba siendo incapaz de ponerle fin a esa situación.

Luego de un rato al ir escuchando como las peticiones de Wooyoung se transformaban en suplicas decidió hacer caso a su amigo, quien con una sonrisa le guió hasta el interior de la casa del pelirrosa. Se tuvo que reafirmar de la figura de este a pesar a la vergüenza que le causaba, de tanto que bebió en la fiesta no podía siquiera caminar en línea recta sin tambalearse.

Entre tanto ajetreo al moverse de un lado a otro e intentar quitarse los zapatos por sí mismo, las náuseas volvieron y más temprano que tarde ya se hallaba a los pies de la taza del baño devolviendo toda la porquería que había consumido esa noche. En medio de sus arcadas sintió el tacto comprensivo de Wooyoung ir y venir por su espalda encorvada, todavía, más que reconfortarle aquello sólo le hizo sentirse culpable.

-Shh... está bien, Mingi. Sólo déjalo salir.

Al oír esas palabras se percató de los lastimeros sollozos que se vertían de sus labios, así como de las nuevas lágrimas que se arrojaban impávidas al vacío; algunas chocando contra el cristal de sus empañadas gafas.

En ese momento tenía que verse como la persona más patética del mundo porque así se concebía. Quería pedirle a Wooyoung que se marchara y le dejase ahogarse de una vez por todas en su miseria, pero incluso en su mente aquella idea se le antojaba un drama innecesario; bastante melodrama habían tenido sus amigos con el numerito montado en la fiesta y en el auto. Tenía que parar, o en todo caso, comenzar por pararse del piso.

Pasó un rato antes de que pudiera tomar algo de fuerza para colocarse de pie y limpiar su rostro con la asistencia de Wooyoung; resultaba incómodo para él dejar que otra persona que no fuera Yunho le viera en esas condiciones. Aun así, agradecía tener a alguien en quién apoyarse, en caso contrario sólo Dios sabe qué le hubiese pasado.

Después de dar un abrupto fin a su borrachera, lavarse y cambiarse a la ropa que Wooyoung le prestó, con una amabilidad característica le llevó para que se recostara en el sofá de la sala. Por suerte los padres de su amigo seguían de viaje y no tendría que esconderse para que no le vieran en ese estado tan lamentable.

-Oye, Mingi... sabes, Sannie y yo te queremos mucho pero-... esto de verdad se tiene que acabar. No podemos ir detrás de ti todo el tiempo.

Aunque temía que Wooyoung le dijera algo así, aquel ultimátum era lo único que merecía después de haber actuado de manera tan irresponsable.

Cerró los ojos entonces, percibiendo cómo la ansiedad se disolvía en la culpa que empapaba sus mejillas; estaba verdaderamente harto de tanto llorar. No creía contar con tal derecho después de todo lo que había hecho.

-Wooyoung tiene razón, Mingi. Esta mierda se tiene que acabar.

Declaró San de forma cortante al aparecer por el pasillo. A los efectos de su pronta llegada, elevó su mirada para encontrarse con el penoso semblante del pelirrosa. El muchacho todavía se notaba molesto, pero también genuinamente ansioso por su estado.

En segundos el susodicho caminó de un extremo a otro en la habitación, para unirse a ellos en el sofá, sentándose a su izquierda mientras Wooyoung seguía adherido a su derecha.

-Sabes cómo fue que nos enteramos en dónde estabas... porque un carajo que ve clases con Yeosang te vio y le llamó preocupado diciéndole que había visto a uno de sus amigos muy mal y que quizá necesitaban ir por él, pero qué sino llamaba, ¿hm?... qué si el fulano no te hubiese visto, Mingi.

Entre reproches se perdían sus sollozos y sorbidos, intentaba no ser más evidente de la cuenta, pero cada palabra le calaba más profundo en el alma.

Le ardía la garganta, le dolía la cabeza, sentía los ojos cansados y estaba a punto de tener un ataque de pánico; necesitaba a Yunho. Si quería calmarse precisaba aunque fuera escuchar la voz del pelinegro, sin embargo, no contaba con esa alternativa y sabía que debía asumir su soledad en vez de seguir huyendo de ella cada vez que se le presentaba la oportunidad.

-"¡Por qué no puedo seguir adelante, por qué me cuesta tanto!..."-

Profirió para sus adentros al tiempo que sus clamores internos acababan en otro penoso y tonto lamento.

-P-perdón... yo sólo-... no sé qué hacer con mi vida. Es estúpido, lo sé-...

-No es estúpido, Mingi.

Le cortó Wooyoung al alzar un poco la voz. Debido a su interrupción San estuvo a punto de poner una objeción, más el menor le detuvo al hacer un gesto con la mano, indicándole que guardara silencio.

-No es estúpido, Mingi. Podemos entender lo mucho que esto te ha afectado, somos tus amigos después de todo, y por eso mismo es que te estamos pidiendo que te detengas. Deja de hacerte daño y deja de hablar de atrás pa' lante diciendo que vas a cambiar, sólo-... hazlo y ya.

Lo que decía su amigo era verdad. El moreno le expresó con total seriedad sus emociones y condolencias, entonces... por qué se estaba riendo.

Mostrándose ofendidos por su comportamiento, ambos muchachos le miraron incrédulo mientras se carcajeaba. Pretendió detenerse cuando antes para ofrecer una disculpa y una explicación, aunque quizá si se hubieran unido a su risa detenerse no le hubiese pasado por la mente. Todavía, al filo de esas inquisitorias miradas encontró la calma, resolviendo cerrar la boca cuando antes; no fuera a ser que terminaran por sacarle a patadas de la casa.

-L-lo siento, lo siento, e-es que-... me causa gracia que me digan eso porque es justo lo que yo le habría dicho a Yunho en medio de una discusión.

En una pesada exhalación dejó ir aquello, pensando en cuán irónico era el que estuviese comportándose justo como tantas veces le reprochó a su pareja; quizá aquella reflexión era lo que le faltaba para hacer la diferencia. Quizá incluso terminar de cumplir con lo que decía y solicitaba para ser disímil de Yunho, quien en resumidas cuentas había faltado a su palabra.

A pesar de encontrar hilarante todo el asunto, sus dos amigos se mostraron impasibles, adoptando una posición firme para constatar el hecho de que no se iban a reír de él ni con él. La falta de efusividad le causó cierto malestar hasta menguar una vez más en su mudez; el ambiente seguía tan tenso e inmutable como desde el inicio.

-Lo siento, Mingi. No me puedo reír porque de verdad estoy molesto por todo esto. Eres mi amigo, sí... pero ya estás grandecito para la gracia y tienes que resolver tu mierda porque Wooyoung y yo no vamos a ir otra vez a buscarte.

Declaró el pelirrosa sin titubeos. Al otro lado del mueble Wooyoung prefirió quedarse callado, simplemente asintiendo como respuesta a la sentencia de su pareja.

Reconocía esa mirada de San, aquel resplandor tan determinante en sus ojos que le decía que nada en la tierra le haría cambiar de opinión, pues sabía que tenía la razón. Aquello le constaba porque, pese a que nunca antes había recibido esa mirada, sí había visto al pelirrosa ponerla en práctica con otras personas.

De pronto cayó en una importantísima realización: sus amigos le estaban haciendo una intervención. Estaba familiarizado con el término, Seonghwa siempre lo empleaba y lo ejecutaba cuando era necesario, todavía, las mediaciones del mayor distaban de ser semejantes a las de San; Seonghwa era simpático, comprensivo... San por otra parte era rústico y directo. Indistintamente de quien liderara el arbitraje, ahora que lo internalizaba tenía la responsabilidad de acatar a ello.

Se abstuvo de volver a llorar y se tragó las ganas al pasar saliva por su garganta cuando lo creyó preciso. Se sentía bajo presión, puramente incómodo por el rumbo que tomó la conversación, a pesar de todo sorteó entre sus ideas para salir con una buena contestación; algo sumamente difícil de hacer si tomamos en cuenta que eran pasadas las cuatro y media de la mañana, que había bebido hasta vomitarse y que un extraño casi le viola en una fiesta. Esperaba por lo menos que sus amigos le reconocieran el mérito del intento.

-Perdón... sé que tienen razón, es sólo que de verdad no sé cómo-... fueron demasiados años, no sé cómo vivir sin Yunho. Aunque me hizo esto, y-yo sólo-... no quiero renunciar a la idea de que algún día pueda v-volver y-...

Antes de poder culminar con su patético intento de justificar su actitud inmadura, un cabreado pelirrosa se colocó delante de él tomando la palabra.

-Mingi, pero qué verga-... o sea, Yunho es uno de mis mejores amigos, y no lo estoy defendiendo porque claramente es una mierda lo que hizo, pero si el carajo te dejó porque quiso continuar su vida sin ti eso no quiere decir que tú te tienes que echar a morir esperando por él.

Describir lo que esas palabras le hicieron sentir no era algo que pudiera poner en palabras, no conocía los adjetivos para calificar tales emociones, sólo sabía que... dolía. Aquellas palabras en boca de su amigo le cortaron tan profundo que la impresión supuso un cambio abrupto en su interior.

-Lamento que tengamos que hablarte fuerte, pero ya nada más funciona contigo, Mingi. Necesitas poner en orden tu vida y esta vez que sea de verdad, y si va a ser así entonces nosotros estaremos para ti.

Desde su lugar podía ver como la claridad desteñía el índigo de la noche en el reconfortante tono de un degradado azul acuarela. Sintió entonces la llegada del amanecer como un suceso trascendental, así como la brutalidad del despertar inducido por su amigo; algo similar a lo que vivió en aquel solitario atardecer hacía casi un mes.

Aunque quiso llorar, se afianzó a su nueva ideología, dejando que así como el sol ahuyentaba las tinieblas y que también espantara los fantasmas que le rondaban.

No hubo mucho más que decir después de eso, simplemente se dejó querer de esa nueva forma impartida por sus amistades y, en última instancia, aceptó su destino: dejaría de esperar por Yunho.

Luego de numerosos intentos fallidos, Mingi consiguió hacer de un trabalenguas una oración legible. Retomando las riendas de su vida, pese a los días malos que tuviera de vez en cuando se las apañaba para mantener la situación bajo control y tal como le había aconsejado el WooSan luego de aquella temida intervención, cada una de las veces que se sintió al borde de un colapso, en vez de ir a una fiesta a pasarse de tragos optaba por el fiel comodín de llamar a un amigo.

Así es, a pesar de las vicisitudes y los peñascos en el camino estaba luchando contra viento y marea para demostrar a los demás que no era una persona dependiente, que no necesitaba de cierto pelinegro para ser alguien en la vida; que no le hacía falta una pareja para continuar con esta.

Teniendo tiempo de sobra, las noches anteriores reflexionó en base a todos los años que le tributó a Yunho, todos esos años de afanosa dedicación que, a pesar de ser correspondida, si pensaba ahora con la cabeza fría, no resultó del todo en una retroalimentación satisfactoria. En dónde había estado el susodicho cuando tenía problemas para concentrarse en sus estudios, cierto... estaba ocupado trabajando, pero él más atrás en vez de estudiar estaba demasiado ocupado atendiendo el que Yunho hiciera sus comidas a la hora. Si bien no era todo el tiempo, aproximadamente un noventa por ciento de ello estaba más pendiente de Yunho que de sí mismo.

Viendo en retrospectiva, aunque no hubiese sido relevante para él en ese momento, en el presente se reprochaba el haberse perdido de tantas cosas que hubiera querido vivir y que dejó de hacer a favor de atender al mayor. Salidas de campo, excursiones por editoriales, conferencias, charlas instructivas, salidas al cine, eventos al aire libre... todas y cada una de temas que eran de su interés, cosas que además eran necesarias para su formación; todas hechas a un lado por amor.

Curioso se le antojaba el ver desde otra perspectiva aquello que en un pasado no se atrevió a denominar como sacrificio. Claramente Yunho hizo incontables sacrificios por él, pero el mayor siempre se había salido con la suya, siempre había sido el protagonista aunque fuese su vida.

Era estúpido pensar en ello y a pesar de todo no sentirse molesto, cuando mucho lo único que le causaba era una profunda tristeza y decepción; ambas emociones para las cuales carecía de entendimiento en función de atribuirle una procedencia. En realidad no sabía por qué (o por quién) estar disgustado, tampoco el porqué estaba afligido o desilusionado, sólo reconocía que esos sentimientos existían y que quizá de a poco encontraría las respuestas para desligarse de ellos.

Esa mañana cuando se despertó y revisó la fecha en la pantalla de su teléfono supo de inmediato que sería uno de esos días en los que iba a necesitar refuerzos para sobrellevar la tormenta que se avecinaba. A la fecha hacía exactamente dos meses que Yunho había terminado con él, quizá un día cualquiera para otros, más para él no era precisamente algo digno de conmemorar.

Si bien no resultaba como antes, aún le dolía pensar en el pelinegro, le lastimaba recordar ciertas cosas e imaginarse otras. Según sus amigos aquello era entendible, el que los sentimientos de una relación de años no fueran algo para lo cual aplicar un –"borrón y cuenta nueva."- así sin más, sin embargo, a veces se preguntaba qué podía hacer para adelantar el tiempo y acabar con ese martirio, ese sufrimiento que de vez en cuando volvía a tenerle llorando a puertas cerradas y a oscuras en su cuarto.

El encierro a diferencia del tiempo no curaba las heridas y por suerte, esa fue una de las pocas cosas que aprendió por las buenas (gracias a Seonghwa); de todas formas no es como si el aislamiento consensuado hubiese sido una opción para él desde el inicio. No, quedaba más que claro que si tenía el permiso para ir a joder un rato en casa de sus allegados, exactamente eso era lo que haría, como ahora que estaba de vuelta en el apartamento de Hong y Hwa, no precisamente esquivando la realidad, pero si distrayéndose de la forma correcta tal como debía estar haciendo un viernes por la noche. A lo mucho pensaba que si Yunho estaba feliz en Gwangju por qué el no habría de estarlo ahí en Seúl.

Honestamente, estaba ansioso por dejar de sentir y anhelar a Yunho, deseaba saber qué le aguardaba en el mañana y si estaría perdiéndose de algo mejor. Objetivamente quería hacer (y deshacer) tantas cosas a la vez que no sabía medirse. No era capaz de percatarse de cuándo una idea se transformaba en la retahíla de remembranzas que le adjudicaban al pelinegro. De cierto modo se sentía atado de manos porque no podía dejar de pensar en el –"Sí, quiero hacer esto... pero eso es algo que prometí hacer con él."- y a esa se le sumaban un sinfín de limitantes que de a ratos volvían a sumirle en una profunda tristeza.

Como solía decirle su madre: –"El que menos puja, puja un piano de cola con la tapa arriba y el pianista encima."- y aquello era cierto, porque cuando más ansiaba cortar con el lazo que le unía por defecto a Yunho, más hacía la vida por mantenerlos (de algún modo) juntos. Se frustraba por ello, claro que lo hacía, pero en una partecita de su corazón existía una razón válida para creer que eso estaba bien.

No es como si continuara pensando que de repente el pelinegro aparecería como alguna vez escuchó cantar a una muchacha risueña: –"... en una carroza blanca como en los cuentos de antes."-, con todo y eso lo que no le hacía daño suspirar por lo que, en ciertos casos le permitía sonreír; era estúpido pero inevitable, el fantasear. También era ilógico el conservar pertenencias materiales, recuerdos palpables vinculados al pelinegro como fotografías u obsequios, pese a ello ni su familia ni amigos le obligaron a deshacerse de estos. Estaba bien de todas maneras el ir a 'pasito de tortuga', lento pero seguro.

Con tal de no pasar la noche rodeado de extraños y perder su integridad física y moral mediante el uso de drogas y sustancias "recreativas", estaba de sobra decir que de aquí a unos meses sería un nuevo y mejorado Mingi.

-¡De mi vida te boté!, te di banda y te solté, ¡yo te solté!... ¡Pa'l carajo usted se fue, y usted se fue!-...

Cantó a todo gañote en la sala del apartamento de Hongjoong, poniendo sentimiento en la letra de aquella canción que conocía al derecho y al revés.

Mientras se movía al ritmo contagioso del bajo de aquel reggaetón pensaba en cuán acertado estuvo al venir a casa de su amigo y pasar las penas de aquel estúpido día acompañado.

Sabía que siendo viernes por la noche sus padres putativos no pondrían objeción a su bullicio (total en ese edificio las paredes eran a prueba de sonido. Beneficios de ser gente Highclass), así que sólo le quedaba esperar a que los susodichos se unieran a su bochinche como normalmente hacían.

Sí, aquel plan era perfecto... lástima que los dueños del apartamento tuvieran una opinión distinta respecto a ello.

Desde el pasillo que conducía a las habitaciones un preocupado Seonghwa contemplaba la escena de un ojeroso Mingi bailando a mitad de su sala de estar con el teléfono a modo de micrófono mientras repetía la insulsa y decorosa lírica de aquella canción para adolescentes promiscuos. Hongjoong a su lado se mantenía de brazos cruzados con el ceño y los labios fruncidos, negando cada vez que alguna grosería llegaba a sus oídos.

-Esta mierda se tiene que acabar ya, Hwa.

Sentenció el más bajo al alzar su mirada para encontrarse con los ojos rasgados que entre pestañas le veían y le daban la razón.

-Y más o menos qué propones que debamos hacer ahora-...

-¡Tú eres pasado y el pasado nunca vira!, ¡arranca pa'l carajo, mi cuerpo no te necesita!

Seonghwa suspiró al ser interrumpido por los gritos del muchacho flaco y desaliñado con gafas que continuaba en lo suyo, completamente ajeno a la conversación que tenían los mayores a sus espaldas.

-Qué se supone que podemos hacer ahora... esto es lo mejor que ha estado en semanas desde que le dio por irse de farra a embriagarse con desconocidos.

Murmuró el mayor al pasarse una mano por los cabellos, viendo al rubio a su izquierda morderse los labios luciendo un tanto pensativo.

-No lo sé, Hwa pero el que esté cantando esta vaina a mitad de nuestra sala no es un indicativo de que las cosas vayan por buen camino. Si te fijas sólo está cantando eso porque a Yunho le gusta el reggaetón.

-¡Odio saber que en ti una vez más yo confié!... ¡Odio todos los te amo que mil veces te texteé!..

Ambos cerraron los ojos al oír aquella línea en particular, implorando a los cielos un poco de paciencia para no saltar sobre el menor para callarle la boca; la violencia no daba a lugar con Mingi. Tenían que seguir siendo astutos para ayudar a su amigo, no destruirlo.

-¡Oh, eso es, bebé!, tenemos que encontrar la manera de que Mingi hable con Yunho.

Exclamó un alarmado Hongjoong al girar sobre sus talones para encarar a un incrédulo Seonghwa.

-¿Aló?... tierra llamando a 'Hongie', qué eso no lo hicimos ya. Me vas diciendo si tienes alguna idea de cómo haremos para que Yunho nos conteste el teléfono.

Obviando el teatrillo de fondo, los dos se sumieron en la plática tratando de idear un plan para ayudar a Mingi, quien seguía bailando solo al son de una nueva canción; una canción de la lista de reproducción que llevaba el nombre de cierto pelinegro.

-Sí, yo sé que va a ser difícil que Yunho nos conteste, pero piénsalo, mi amor. Antes intentamos escribirle para ver si él quería arreglar las cosas, pero ahora es inevitable... Mingi tiene que hablar con él así sea para decirle del mal que se va a morir y-...

Se mordió la lengua para evitar gritarle a Mingi que se callara de una vez por todas y apagara la música cuando escuchó el inicio de "Tusa" sonar desde su costoso equipo de sonido; por supuesto que de todas las canciones habidas en la tierra pondría esa. Se tronó el cuello para liberar algo de tensión y, volviendo su mirada al mayor, sonrió.

-Cuánto más vamos a fingir que Mingi está bien, es decir, él puede fingir todo lo que le venga en gana. Es más, le aplaudo el mérito por hacernos caso y continuar de verdad con su vida, pero esto es sólo una cuenta regresiva para otro desastre inminente.

A pesar de mantenerse con una actitud suspicaz, Seonghwa de a poco fue cediendo a la veracidad de las palabras del rubio; Hongjoong tenía razón en decir aquello.

Tanto ellos como el resto de los chicos (sin incluir a Yunho, claro está) admitían que Mingi, parcialmente, era una bomba de tiempo. Sin importar cuánto avanzase el susodicho en cuestión, debía dar el debido cierre a la situación, pero no descargándose con ellos, sino con el objeto de sus pesares y deseos.

Desvió la mirada para ver a su amigo, quien finalmente había bajado el volumen de la música y ahora boca abajo, acostado en el sofá con el teléfono en su mano mientras murmuraba la letra de esa estúpida y famosa canción.

-Tienes razón... él tiene que ver a Yunho para poner fin a lo que sea que necesite, pero de verdad, cómo se supone que nosotros vamos a hacer que hablen sí-...

-¡Oh!, ya va, bebé... creo que me está llamando Yeosang. Dijo que vendría con Jongho, debe estar llegando...

Comentó el rubio tras hacer un gesto con la mano a modo de disculpa por interrumpir al mayor. Inmediatamente buscó su teléfono en el bolsillo de su pantalón, pero tan pronto vio el nombre la persona que le estaba llamando su rostro se descolocó a razón del asombro. Y como hubiese dicho el ilustre Ruben Blades... –"La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida."-

-Hwa... no es Yeosang, es-...

Tal como si el destino hubiese obrado para con ellos enviarles una señal, el aludido tuvo que leer en voz alta el nombre que salía en la pantalla para creerse que de verdad estaba en lo correcto.

-Yunho...

En un tímido susurro aquel nombre salió de sus labios y en un último arrebato ambos muchachos pegaron una carrera a la habitación del menor para contestar la llamada de bendito pelinegro, a quien creyeron haber invocado de tanto nombrarlo.

-¡H-hyung, por favor no cuelgues necesito hablar contigo!

La estrangulada y desesperada voz de Yunho fue lo primero que se escuchó tan pronto Hongjoong puso la llamada en altavoz.

Completamente desconfiados por cómo estaban desarrollándose los eventos ese día, a la tremenda coincidencia de la cual estaban siendo participes, ambos se miraron a la cara antes de responder con la esperanza de que esa llamada resolviera el problema que habían dejado en la sala. 

.

.

.

¿Y bien?, ¿me van a matar a mi o a Yunho? Les recuerdo que acepto patadas y pedradas como método de pago.

En otras noticias, como he tenido tanto trabajo dejé a medias el próximo capítulo y espero poder terminarlo para la semana que viene. Tengan algo de paciencia que lo bueno se hace esperar. 

Gracias de nuevo por todo el apoyo, me esforzaré para ofrecerles mejores capítulos en el futuro (ya estoy hablando como el propio idol coreano). Les mando un abrazo de oso virtual y ganas para que sigan adelante. Nos leemos en la próxima (⊃。•́‿•̀。)⊃ 

P.D., Perdónenme por hacerles llorar.

♥Ingenierodepeluche

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