El bizcocho

—¿Qué tal está tu abuela? —me pregunta mi nueva amiga.

—Muy bien. Se encuentra muy bien y estaba muy contenta de verme. Lo hemos pasado bien juntas.

—¿Vive ella sola?

—Sí. Viven sola porque le gusta, no le apetecía moverse. Irse a vivir a nuestra casa supondría estar más acompañada, pero al mismo tiempo cambiar su vida por completo. Ella cree que el resultado no le compensa. De nada le sirve estar dentro de un sitio lleno de gente que está a sus cosas. Yo la entiendo, de hecho lo he notado mucho estos años. Se va abriendo una brecha que cada vez es más grande.

—¿Una brecha? —pregunta confundida.

—Quiero decir, que va pasando el tiempo y los miembros de la familia se han vuelto más distantes. No tienen mucho que hacer en común, son generaciones distintas.

—Sí. Sé lo que dices. Aunque en realidad siempre hay cosas que hacer, es todo una cuestión de actitud. Claro que no podréis llevárosla a jugar al rugby —comenta con una gran sonrisa—, pero podéis pasear, ver la televisión juntos…

—Tienes razón. —La dulzura de esta chica es asombrosa. Por su forma de hablar puedo deducir cómo deben ser sus relaciones con sus familiares y amigos.

Ananda está completamente energizada, sentada en su silla, con los ojos muy abiertos y un gesto muy relajado. Su forma de comportarse es llamativa de algún modo. Parece muy independiente a la opinión que yo podría tener acerca de ella, simplemente se limita a ser ella misma. Yo siento que de algún modo estoy intentando mantener una compostura. Me preocupa mi pelo, o si mi ropa me queda bien. También me siento un poco avergonzada de mi estatura, porque soy un poco bajita. Ella es de mi talla, pero no parece importarle.

Me produce mucha admiración ver la manera que tiene de ser, por no decir cierta envidia. Yo me siento aprisionada en las redes de mis compromisos. Como si mi vida fuese sólo un pequeñito recinto donde me puedo mover y el resto del espacio estuviese ocupado por grandes muros que han ido apareciendo con el tiempo: amistades, estudios, aficiones, mi aspecto físico, el futuro… La vida de ella, al contrario, parece más bien una inmensa playa radiante de sol con mucho espacio libre.

Mi abuela me ha dicho muchas veces que no debo fiarme mucho de la vida que creo que lleva la gente. Mucho más en estos tiempos, donde todo el mundo se hace fotos a sí mismos sonriendo. Ella dice que es muy fácil que creamos que a los demás les va superbien, que la vida personal se ha vuelto una especie de competición. Mi abuela no entiende muy bien cómo funcionan las redes sociales, pero ha sido capaz de ver el cambio desde fuera. Dice que cuando ella tenía mi edad nadie cogía una cámara al revés para hacerse una foto a sí mismo y mucho menos cargarían un palo encima todo el día para tal efecto. Me cuenta que ahora ve a mucha gente por la calle haciéndose fotos, por todas partes. Ella se hacía fotografías para inmortalizar un momento feliz, para tener acceso a ese recuerdo en el futuro y nosotros nos hacemos fotos como testigo de que estamos guapos. Tiene bastante razón, sobre todo cuando comenta que  nuestra época tiene un montón de cosas buenas, pero que no estamos siendo capaces de ver las cosas malas.

A pesar de que tiene razón cuando me dice que no me compare ni intente analizar a otras personas, estoy segura de que ésta no es una de esas veces. Las personas que suelo creer que son increíbles y muy felices son aquellas que siempre van perfectas. Con sus novios perfectos, su cuerpo increíble o miles de seguidores en redes sociales. Y esta chica es precisamente todo lo contrario. Parece tan solo una chica ocupada en hacer cosas que le gustan hacer. Así que creo que esta vez es mi instinto el que me habla: esta chica sí que es especial de verdad. Lo irónico es que no lo parece demasiado. Jamás me habría fijado en ella como una persona de éxito, aunque estoy empezando a plantearme que quizás mi concepto de una vida de éxito está bastante equivocado.

Esta vez siento que quiero conocerla, quiero saber más acerca de ella. Me apetece compartir momentos con ella y dejarme bañar por su mundo. Cuanto más la conozco, más me doy cuenta de que es una chica especial. Por eso, no puedo resistir la tentación de preguntarle cosas.

—¿Qué tal has estado tu aquí? ¿Te lo has pasado bien? —le pregunto.

—Sí. Muy bien.

—¿Qué has hecho los días que estabas sola?

—¡Oh! Pues no muchas cosas. A las mañanas hacía deporte e iba al mercado. A las tardes, solía pasear un poco en bicicleta hasta los parques o visitaba tiendas. ¡Hay unas tiendas estupendas! Estuve también en un taller de jardinería que encontré por Internet. Conocí entonces a una señora muy simpática que me invitó a comer a su casa y desde entonces, iba todos los días mientras mis amigos no vinieron. Así que durante una semana, comía todas las tardes en la casa de una mujer que se transformó en mi abuela de aquí. Era muy divertido. Comíamos bizcocho que hacía ella y yo traje infusiones que compré en el mercado, de esas naturales. Además ¡tenía un perrito! Le gusté al perrito y entonces estaba todo el tiempo conmigo para que lo acariciase.

De repente Ananda, en una explosión de energía, empieza a contarme sus planes como si fuesen lo mejor del mundo. Habla con mucha intensidad, surge una frase tras otra con facilidad.

—Yo estaba allí un rato largo y después salía por la calle simplemente a disfrutar de la ciudad. Cuando estábamos juntas nos reíamos mucho. Después me enseñaba sus plantas y me decía que quería hacerse un pequeño huerto en casa, pero que todavía no había encontrado el momento. Le dije que cuando yo volviese, la ayudaría a hacer el huerto en su casa. No tengo mucha idea pero ella sí, así que le puedo ayudar físicamente. He quedado en llamarla. Mira —Ananda saca su teléfono del bolsillo y mirándolo un momento, me lo enseña.

Tomo el teléfono y lo miro. Es una fotografía en la que sale ella con una mujer mayor. Ananda está con unos guantes de horno sosteniendo una bandeja con un bizcocho. Ambas están muy sonrientes, especialmente Ananda. Tiene una cara realmente alegre, con los ojos muy achinados de la risa. Este debe ser uno de esos momentos felices que dice mi abuela.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top