Desconfianza

La campana sonó, algunos de sus compañeros solo pudieron exclamar cansados o frustrados, otros dieron pequeños aullidos lastimeros sabiendo que todo había acabado para mal tanto el resto usaban sus sonrisas victoriosas por un examen más en el que sacarían un sobresaliente.

Pero eso no le importaba a Lynn, quien solo se limitó a colocar su nombre y responder unas pocas preguntas en la hoja que tenía frente a ella.

Sus notas nunca fueron especialmente buenas, quizás matemáticas podría ser una excepción, pero solo cuando le dedicaba algún tiempo para razonar, el resto del tiempo y de las asignaturas simplemente no entraban en su cabeza, incluso había reprobado un año en el pasado culpa de eso. Y ahora...

Peligraba el año, lo sabía bien, su madre se desesperaría, pero no le importaba.

No se sentía bien, no quería estar allí, no le importaba la escuela, no le importaba nada.

La Sra. Johnson solo miro de reojo el examen no acabado antes de recogerlo de su mesa, pudo sentir un ligero aire de decepción tanto como pena mientras lo hacía. Pero ya le daba igual.

Cada día le era más difícil estar en la escuela, sentía que le sofocaba y sus ánimos estaban por el suelo cuando iba a sus actividades extracurriculares, de hecho, esa era posiblemente la peor parte del día.

El tiempo que demoró en salir del aula, tomar sus cosas de su casillero y estar en los camerinos cambiándose a su atuendo deportivo fue algo que no pudo sentir, casi como si entre parpadeos ya estuviera a punto de unirse al grupo de atletismo a correr un par de vueltas, aunque el cuerpo le pesaba, sentía irritados sus ojos y la mera sensación de moverse se volvía una tortura.

¿Para qué estaba haciendo eso?

Era una pregunta que se había formulado los últimos días cuando practicaba algún deporte, intentaba colarse al grupo de periodismo, negociaba por un rol en el club de drama...

No lo quería admitir por lo simple que era la razón, una que sabía perfectamente pese a que jamás lo dijese en voz alta: atención.

¿Recibía esa atención?

Casi toda la escuela la conocía, los profesor sabían perfectamente su nombre y apellido, muchos compañeros de clase o incluso de años menores hablaban sobre ella al verla pasar, incluso algunos padres comentaban sobre ella cuando salía de clases y se diría a casa o a algún torneo.

Atención y reconocimiento era algo que poseía... pero...

- (Susurrando) Ahí está de nuevo.

- (Susurrando) Tsk, también podía ir con los que juegan soccer, ¿Por qué nosotros esta vez? Que molesta.

No era una que realmente apreciaba.

Pues... ella no era apreciada, lo sabía perfectamente.

Los clubes artísticos la despreciaban, los intelectuales la evitaban, en los deportivos al menos la toleraban.

Pero ella seguía aun con ese peso encima... ¿Por qué lo hacía?

Esa era la pregunta que más había resonado desde hace unos días en su cabeza.

Quiso preguntarle a su madre debido a esa incertidumbre, pero Lori parecía realmente ocupada cada vez que llegaba tarde a casa y Lola se le pegaba instantáneamente, en algunas ocasiones Lana seguía su juego y también se le adhería a Lori, sin considerar al resto que acudía a ella.

Y sin ella para preguntar... sin su padre para preguntarle...

A quien quería engañar.

Ella lo sabía bien.

Aquella atención que tanto deseaba... era la de su padre.

Siempre deseo verlo en las gradas, o quizás en los asientos de algún aburrido concurso o lo que sea en que ella estuviese participando, pero quería verlo allí, apoyándola, celebrando su victoria o apoyándola en su derrota, no le importaba cual fuera, pero quería verlo allí, era algo que Lori no lograba llenar del todo, era una sensación y un sentimiento que no la saciaban haciéndole desear más y más.

Pero ahora esa persona ya no estaba, ese apoyo ya no iba a aparecer.

¿Qué obtenía con seguir intentándolo?

¿Qué los otros estudiantes siguieran odiándola por arruinarles su diversión?

¿Qué los otros padres siguieran mencionando lo desesperada que se veía?

¿Qué algunos profesores buscasen nuevas escusas para sacarla de algún ensayo o taller?

Mientras estaba parada en la línea de meta elongando junto a los otros se cuestionó aquello, podría ser la capitana de algunos equipos, pero eso no significaba realmente mucho.

Ni siquiera había personas que se le acercaran en el grupo de ese día. Sus amigas ya ni siquiera estaban en la primaria junto a ella.

Ella estaba sola.

Como realmente siempre lo había estado.

¿Significaba algo que estuviera allí?

Era una pregunta cuya respuesta no quería escuchar, pero su misma alma le rogaba pusiera atención.

Podía acabar todo en ese mismo momento, aquella mentira a la que se forzaba cada día en continuar para alguien cuya respuesta ya jamás podría escuchar, no valía la pena hacerlo, no ganaba nada, no hacía orgulloso a nadie, no disfrutaba para nada, no agradecían tenerla cerca.

Ella no importaba.

Era una cruel realidad que se negaba a aceptar.

Pero si incluso sabía todo eso.

¿Por qué le molestaba tanto ver a ese molesto peliblanco cerca?

Se acerco como si nada al grupo, como si hubiera pertenecido de toda la vida mientras conversaba con ese amiguito suyo, era algo tan casual, tan simple... tan normal.

Si era verdad lo que había sucedido, ¿Por qué era normal?

¿Por qué parecía que la vida seguía su curso como si nada?

Eso era lo que más le molestaba...

- ¿En serio no hay problema que me una?

- ¿Bromeas? Ese anciano casi te mata a ti y al entrenador cuando le pidió taaaan amablemente que entraras, creo que tenerte aquí será más tranquilo para él.

- Jay, no ayudas.

- Al menos te dejo salir de casa otra vez, no deberías quejarte Linc.

- Es un castigo bastante irónico la verdad sigh otro más.

- Oye, no te pongas así, no hacemos algo juntos desde hace un tiempo y que mejor que correr para olvidar las malas cosas.

- Soy más de caminar.

- ¿El anciano fue militar no? Pudo haberte obligado a seguir uno de esos entrenamientos que pasan por las películas como castigo, en vez de eso te puso a correr por unas horas con tu mejor amigo, creo que saliste ganando.

- Eso... creo que tienes razón.

- Je, extrañaba conversar contigo de forma relajada amigo.

- Yo también Jay.

Incluso se daba el lujo de quejarse, claro, tiene toda la atención que quiere y por eso le molesta que no se detenga allí.

¿Lo hace para molestarla? ¿Sabe de su problema e intenta restregárselo en la cara en toda oportunidad que puede?

Desde que todo ocurrió y comenzó a observarle le podía ver aquel semblante neutro, no podía sentir la miseria que un hijito de papi debería tener, ¿Acaso no le importaba que aquella importante persona en su vida le hubiese abandonado? Si el, quien siempre le tuvo a su lado, estaba así.

¿Qué le quedaba a ella?

Por eso verle le enfurecía tanto, por eso quería olvidar la orden de sus dos hermanas mayores sobre alejarse y saltar encima de aquel esbozo leve de sonrisa con la que el niño le enfrentaba acompañado de alguna broma tonta por parte del rubio que le acompañaba.

Y tal como las otras veces, se desquito como podía.

Miradas de muerte, empujes casuales, intentos de amenaza que eran consumidos por el recuerdo de sus hermanas, todo cuanto podía hacer sin llegar a desobedecer a la única figura que respeta ciegamente en esa horrible casa.

Incluso le veía cansado cuando solo llevaban la mitad del entrenamiento.

Era el mejor momento para desahogarse un poco más de aquella furia que estaba por estallar en su interior.

- Vamos Linc, son carreras cortas, es velocidad más que cualquier otra cosa.

- Tú haces esto a diario... yo no...

El niño se encontraba en una posición débil, estaba cansado, frágil.

Siempre que podía el muchacho le había evitado, casi como si fuera una peste, algo que solo lograba enfadarla más, algo que provoco que solo sintiera satisfacción cuando provoco que el cansado muchacho se tropezara al caminar hacía la línea de partida.

La risa de los demás niños de aquel grupo mixto corono lo que era hasta ese momento una tarde normal, el peliblanco se quedó quieto por unos segundos en el piso sin moverse, no reacciono como lo esperaba, tal vez se pusiera a llorar o su novia rubia le protegería, pero el primero solo se había apoyado en sus brazos mientras miraba al pasto y su amigo intentaba comprobar que no había lesión alguna.

- (Molesto) ¿Qué rayos te pasa?

- ¿Uh?

Pese a todo el chico siempre había tenido una apariencia débil, posiblemente con un carácter a juego, de hecho, después de su pelea con Jayden esperaba una respuesta de este cual escudero, pero incluso para la sorpresa del mismo Jayden, Lincoln fue quien hablo primero, casi para sí mismo, pero lo suficientemente fuerte para que ella le escuchase.

- Que molesta.

Molesta.

Otra vez esa palabra, la usaban mucho en su contra.

- (Enojada) Y tú un escuálido niño que no puede ni aguantar un entrenamiento.

- Lynn Jr, Lincoln, ¿Qué paso aquí? – La mirada seria del entrenador Pacowski no produjo ninguna alteración en la molestia que ambos niños estaban sintiendo en ese momento.

Lincoln comenzaba a levantarse mientras la muchacha castaña solo le observaba con la misma furia que siempre le había profesado, ella ya estaba en la zona roja, malas calificaciones, mala asistencia, reclamos de algunos talleres, que no la hubiesen expulsado era algo que nunca había entendido, pero todo se solucionaría con Lori hablando con el director una vez más... ¿No?

- Ella empujo a mi amigo, lo que hizo que se cayera de cara – Jayden respondió rápidamente, algo a lo que Lynn solo pudo poner un rostro cansado en respuesta.

- (Molesta) ¿No estás muy pendiente de él? Quizás deberías también alimentarlo.

- (Molesto) Óyeme tú...

- (Molesto) ¿Y tú no sabes hacer otra cosa que no sea ser molesta? – Esta vez fue Lincoln quien dio el paso hacia adelante, evidentemente molesto, contra la chica que no dejaba de meterse con él cada que le veía.

- Niños, cálmense.

- El anciano empezó todo.

- Tú eres la que molesta todo el tiempo.

Molesta, molesta, molesta.

Una vez tras otra.

¿Qué no sabían otra palabra?

- Te lo tienes bien merecido debilucho.

- Lynn sigh – Pacowski se tomó el puente de su nariz, lucía realmente cansado pese a lo poco que se había dicho – ¿Esta no es la primera vez que alguien se queja sabías?

- Muchos de ellos son solo por...

- No importa si es por celos o si es por lo que sea, le hecho es que tu actitud deja mucho que desear desde hace tiempo, no puedes seguir así.

- Pero él...

- Te estaba viendo niña, el no hizo nada y tú lo empujaste.

- ¡Pero si él...!

- Pero nada – Un suspiro cansado escapa de su boca, hablando más para sí que para otros pero, para desgracia de Lynn, lo suficientemente fuerte para ser escuchado - Que molesta eres.

Las miradas eran mixtas por parte de sus compañeros de club, había dos miradas que obviamente eran molestas y una cansada mirada por parte del adulto responsable.

Pero eso no era algo que realmente le importara.

Ella era molesta.

Eso lo habían dejado perfectamente claro.

Solamente una mirada fue la respuesta que termino encontrando tanto el entrenador como aquel desesperante niño antes de dar media vuelta y retirarse corriendo de aquel lugar, nadie dijo nada ni trato de impedirlo, ni siquiera el entrenador, era algo que le causaba cierta gracia, ver como ella se hundía en lo más profundo que podía alcanzar de su desesperación y que nadie siquiera se cuestionara en darle una mano, aunque hubiese sido una falsa bondad o mera lastima pero una palabra de apoyo o defensa le hubiese alegrado demasiado, más la realidad era que incluso se imaginaba a más de uno feliz porque de la nada ella los había dejado, su eterna molestia se había acabado de la nada y como si nada.

La situación era tan absurda que le causaba gracia, una que se convirtió en una leve risa mientras limpiaba sus ojos en el momento en que comenzaba a sentirlos húmedos.

El resto del camino hasta tomar sus cosas y dirigirse a su hogar fue algo que paso más rápido de lo que ella mismo hubiera deseado, pues mientras observaba la fachada de su casa se cuestionaba si importaba que estuviese allí.

¿El apoyo de Lori? Lola estaría allí, y quizás alguna hermana más.

¿Luna quizás? Últimamente estaba demasiado enfocada en aprender a cocinar y limpiar, ya no recordaba cuando fue la última vez que la escucho tocar algún instrumento, menos sentarse a escucharle.

¿Rita? Ni como broma era gracioso.

Su padre...

- Papá nunca me dijo que era una molestia.

Tal como si fuese un puñal aquella frase lastimo severamente el corazón de la muchacha quien se negaba de forma reacia a llorar, quería gritar, patalear, insultar, entre muchas otras, pero si nadie le veía o le haría caso de igual forma ¿Valía siquiera la pena? Para ella, ni eso podría tener.

Por lo que una vez logro encontrar algo de calma entro en silencio al tranquilo hogar, no podía sentir a nadie en él, algo irónico a su pensar, así que camino hasta su habitación derrumbándose sobre su cama mientras intentaba envolverse a si misma con sus brazos, recogiendo las piernas, como si estuviese en posición fetal, mirando hacía el lado opuesto de su habitación.

Era una vista que jamás le termino de convencer o agradar, tan tétrico y lleno de oscuridad, no había confort en el mundo de su hermanita directa, pero incluso un saludo por parte de esta le confortaría en ese momento, ¿Ella no pedía mucho no? Había sido un día asqueroso, solo había empujado a alguien que se lo merecía y todos los demás estuvieron en su contra... ¿No?

Ella realmente necesitaba algo de calor humano, aunque fuese de la más fría de sus hermanas, pero ni siquiera ella estaba a su lado cuando la necesitaba, ¿O quizás si estaba allí? Haciendo gala sus habilidades para ser ignorada, decidiendo que tratar con ella sería horrible por lo que solo le daba la impresión de que estaba allí.

Aquello le quito parte de su pena para reemplazarla por molestia, ¿Servía de algo tener más familia si no están ni en las buenas ni en las malas?

Quizás estaba allí, en medio de toda esa oscuridad.

Ni siquiera quería razonarlo, solo quería hablar con alguien, si se sentía escuchada o no era irrelevante.

Por lo que camino hasta ese oscuro lado de la habitación, en búsqueda de cualquier clase de calor humano.

Busco por la cama, bajo esta y en el ropero, pero solo encontraba objetos que le daban una pésima sensación.

Libros de ocultismo, objetos posiblemente demoniacos y vudú, un busto con la cara de un hombre mayor, solo reforzaban sus creencias sobre lo rara que era su hermana.

Pero entre las cosas que registro pudo encontrar algo que difería mucho de todo lo demás, un simple cuaderno sin nada extraño ni ningún titulo o portada. ¿Quizás era un diario? No tenía idea, pero era su posibilidad de olvidarse del mal rato que había pasado, quizás hasta de conectarse un poco con su hermana, afecto es afecto, y ella es su hermana, podían unirse... ¿No?

Su hermanita siempre había emanado esa aura escalofriante desde que la conoció.

Era un extraño sentimiento cuando la vio llegar, tenía vagos recuerdos de ver a Rita embarazada, pero al mismo tiempo le parecía un embarazo demasiado largo, ¿Habían sido realmente 9 meses? Podía jurar que había sido mucho más tiempo, años quizás, sus frágiles recuerdos no le ayudaban, pero de ser el caso posiblemente sería una de las razones por las que la pequeña sería tan... extraña.

Cuando convivían ella siempre se apartaba, también intervenía poco y generalmente se aparecía de la nada para asustar, no sabía si lo disfrutaba o no, pero era algo que ella hacía siempre.

Quizás encontraría algo si leía ese cuaderno, algo que las pudiera acercar, no importaba lo raro que fuese, podría haber algo.

Así que lo abrió y comenzó a leer.

- "Otra bitácora más, ni siquiera recuerdo cuando empecé, pero es liberador, digo, estar en esta casa es desesperante, llegar tan tarde todos los días y tener que escuchar a tantas niñas, ¿Era necesario que tuviera tantas hijas?"

Cerro tan rápido aquel libro como pudo, mencionaba hijas y llegar tarde, no tenía que ser un genio para saber quien encajaba perfectamente en esa posición... pero... ¿Un pensamiento tan hiriente? Ese no podía ser su padre... ¿Verdad? No tenia sentido, o eso quería creer, por ello rápidamente avanzo un par de páginas, ni siquiera las conto o intento ver que poseían dentro, solo quería entender que era lo que acababa de encontrar y, sobre todo, por que estaba en posesión de su hermanita.

- "Pensar que mi pequeña princesa tenía tal talento para las pasarelas, fue solo una visita y ya podía visualizarla en grandes eventos con ropa de diseñadores, realmente estoy orgulloso de ella".

Frases sobre Lola, Lana y Lisa eran lo que más llenaba el contenido de aquel libro, era raro, eran las pequeñas, ¿En serio su padre había pasado tanto tiempo con ellas? ¿Tal admiración? Pero... si eso era cierto...

¿Y lo que ella había hecho? ¿Dónde estaban sus logros?

Todo ese esfuerzo...

¿Ni siquiera su padre lo había reconocido?

Continúo leyendo el contenido de ese cuaderno, las referencias eran claras, era el punto de vista de su padre, después de todo se le notaba tan feliz de hablar de sus hijas, por más que solo fuera de las tres menores, como si desde Lucy para arriba no importaran.

Ni ella, ni Lucy.

- "A veces las chicas pueden ser tan molestas".

Era una última esperanza, era un último restrojo de anhelo y cariño al que se aferro durante mucho tiempo siendo destruido por aquel escrito, ni siquiera su propia familia, las personas que debían de quererla podían darle el mínimo de atención que requería para sentirse plena, pero, sobre todo, toda esa atención y cariño estaba en quien jamás había dejado de recibirla.

Las gemelas, siempre unidas entre ellas y a Lori, no les bastaba con haber robado la atención de su padre que ahora lo hacían con la de su madre, ni siquiera esperaron antes de volcarse sobre esta drenando cualquier posibilidad de obtener una muestra de cariño adicional.

Había sido en verdad un intento estúpido, ya ni le importaba que hacía su oscura hermana con eso, probablemente lo habría encontrado rebuscando por los lugares más oscuros de la casa, la verdad era que ya le daba lo mismo.

Sentía las piernas debilitadas y comenzó a darle sueño.

Podría intentar hacer algo... a quien quería engañar, ni siquiera sus hermanas la querrían a su lado, era luchar contra su propio destino el intentar integrarse a algo o que alguien la requiriese.

Como pudo llego a su cama y se lanzo sobre esta, ni le importo devolver aquel cuaderno al escondite donde lo encontró, solo se lanzó sobre el colchón y cerro los ojos, intentando dormir, si podía, para siempre.

Los minutos pasaron y el resto de la familia comenzó a llegar, siendo Luna quien había traído a las menores de la primaria, Lucy en silencio se dirigió a su cuarto, sabía que ni siquiera se darían cuenta que los había dejado, mejor dicho, ni siquiera se iba a molestar en tener esperanza.

Más cuando las pequeñas estaban allí, tan ávidas de atención como siempre.

Al entrar en su habitación no pudo evitar notar el pequeño desastre que era la habitación, algo que le extraño más que ver a su hermana mayor durmiendo a esa hora o más importante, aquella libreta que había encontrado estaba abierta y expuesta.

Ese cuaderno era casi como una maldición para ella, solo confirmaba gran parte de su dolor y había hecho que no pudiese mirar a las pequeñas de la misma forma, ya no había ese aire de calma y misterio junto a ellas, podía sentir como brotaba una ligera envidia al saber que siempre fueron ellas, quizás por ser las menores, quizás porque ya estaba cansado de las demás, o quizás simplemente le eran desagradable, ni siquiera tenia a la persona para aclarar esa duda y sanar aquellos molestos sentimientos que albergaba su ya de por si oscuro corazón.

Por ello rápidamente se dirigió hacía el cuaderno, escondiéndolo bajo la almohada como una zona segura por el momento.

¿Pudo ser Lynn? Eso no le causaba mucho sentido, ella nunca se metía con sus cosas, muchas veces incluso pese a que vivían en la misma habitación parecía que se ignoraban mutuamente y para rematar estaba el hecho de que esta se encontraba dormida.

Alguien se había metido a la habitación y había rebuscado entre sus cosas...

Pero... apenas había terminado la escuela, Luna y Lola habían venido rápidamente a casa por un vestido de la pequeña.

Se supone que era una visita rápida a casa antes de pasar a la practica de Lola, luego al parque para que Lana viera a sus ranas y finalmente a comprar víveres para la cena.

Se suponía que sería eso.

Pero tenía la clara muestra de que no había sido así, no le bastaba con volverla un bicho raro a ojos de su padre ni absorber toda la atención de Lori, no, no le bastaba, quería más, incluso sus cosas, ¿Qué más quería esa endemoniada muchacha? En un principio lo negaba, pero ahora cada vez que observaba su rostro solo veía una mascara que ocultaba una oscuridad mayor a la suya, una insaciable y peligrosa.

Una de la que ya estaba harta.

Ese libro fue la primera evidencia que encontró.

La actitud de la pequeña rosada comenzó a abrirle los ojos.

Los comentarios que había escuchado estando en los ductos por parte de Rita sobre sus recuerdos con su padre y los intereses de este solo aumentaban su descontento.

Y ahora esto, que ni siquiera respetase su propiedad, sus cosas.

Como si fuera una revelación se asustó, rápidamente dirigiéndose a uno de sus escondites donde guardaba el dinero que había logrado reunir con el tiempo cuando pensaba en intentar comprarse un ataúd, algo que ahora quería invertir en el costoso hechizo que había leído en el libro de su bisabuela encontrado en el ático con la pequeña esperanza de recuperar a su padre...

Pero no había nada allí.

Ni un solo dólar.

Nada de valor.

Eso fue el colmo.

Estaba harta.

No necesitaba pruebas, ya tenia suficiente de esa mocosa molesta.

Por lo que se dirigió a donde tenía escondido aquel libro, había suficientes hechizos en él que siempre había deseado probar y ahora había encontrado al candidato perfecto.

Solo podía agradecer que el libro hubiera sufrido tan poco daño por el tiempo, y que, aunque fuese un antepasado, tuviese a alguien que le apoyase en su cruzada.


Al mismo tiempo, afueras de Great Lake City

- Rita Loud, ¿Cierto?

- Si.

- Bien, sígame, la está esperando.

Rita siguió en calma a la persona, era su última oportunidad para evitarse un enorme problema y el tiempo apremiaba para ello, al menos el dinero que "encontró" le ayudaría bastante en esa situación.

Los pasillos carecían del típico olor a cloro que instalaciones similares tenían además de ser un camino relativamente corto hasta lo que seria un pequeño despacho donde un hombre con una bata ligeramente manchada miraba con expresión seca a nuevo paciente.

Ambos se observaron por unos segundos de manera casi inexpresiva hasta que Rita se sentó frente al hombre y la mujer que le guío hasta allí se retiró en silencio.

- Bien, ¿Cuántos meses?

- ¿Eso importa?

- Si te mato no hay paga.

- Sigh, ¿Entonces es un no?

- Si quieres puedo hacerte una ecografía y ver que tal, si es muy pequeño podría intentarlo, pero sigue siendo una opción con posibilidad de salir horriblemente mal.

- Bueno, no pierdo nada con intentarlo.

- El estudio lo cobro a parte de la atención.

- Tengo el dinero.

- Entonces sígueme.

El equipo era relativamente antiguo, o al menos lucía claramente usado por mucho tiempo, aun así, parecía funcionar y era todo lo que le importaba.

El resto del procedimiento fue tal como lo recordaba de sus embarazos cuando Lynn le llevaba al hospital, algo que no iba a arriesgarse por el miedo a que le pusieran en alguna ficha o programa, si iba a deshacerse de su inconveniente lo mejor era hacerlo de forma recatada y luego olvidarse que aquello alguna vez había pasado.

- Bien, creo que voy a confirmar lo obvio, pero no se puede abortar, el bebé esta muy desarrollado y de paso, es una niña.

- Eso no importa, sigh, entonces deberé tenerlo.

- Si no quiere morir en el intento, aunque le ofrezco un trato, puede hacer el parto aquí y nosotros nos encargamos de la criatura.

Esas palabras eran una dulce tentación para Rita, posiblemente saldría algo caro, pero entre eso y exponerse a que enlazaran a ese bebé con ella de alguna forma por algún medio legal o peor todavía, que tuviese que gastar dinero en mantenerla y criarla, una fuerte inversión de dinero ahora le ahorraría miles en el futuro.

Era simple matemática.

- Me parece perfecto.

- Bien, entonces planifiquemos una fecha para inducir el parto...

Desde allí en adelante solo fueron tecnicismos y la compra de un servicio, nada que no hubiera hecho cientos de veces en el pasado.

Quizás estaría algo más ajustada durante un tiempo, pero sabía que era su opción más lógica entre las que tenía sin dejar mayor evidencia, después de todo, hasta los orfanatos preguntarían.

Una vez todo estaba en su lugar y la fecha junto al monto habían sido acordados una extraña calma inundo su pensamiento, las cosas parecían estar mejorando a su manera, el golpe que produjo inesperadamente Lynn estaba siendo arreglado lenta pero consistentemente, y ahora solo le quedaba un cabo suelto.

El dinero de Albert.

- Supongo que tendré que hacer algo de turismo.

Era un anciano estúpido, arraigado a viejas cosas y demasiado pasional, la probabilidad de que siguiera viviendo en su antigua casa donde ella creció era muy alta, no perdía nada con dar un vistazo y tantear como hacer su próxima jugada, por lo que antes de dirigirse hacia su propio hogar termino por darse una vuelta a un barrio que no había visitado en décadas.

Aunque le molestase las palabras que su padre siempre mencionaba respecto a ese lugar estaban grabadas en su mente como "El perfecto lugar para vivir y criar a mi familia" mientras se reía con su chillón vozarrón, realmente le irritaba eso.

Le irritaba ver aquella calle, aquel pasto verde y las casas que encontrarías en cualquier otro lugar de Estados Unidos, era un barrio común, con gente común, donde inmediatamente esa maldita risa comenzaba a repercutir en su mente.

Tanto como sus frases, sus palabras, sus acciones, sus castigos...

Mientras reducía la velocidad agito con fuerza la cabeza, no era tiempo de dejarse llevar por eso, no era practico, ni rentable o eficiente, estar allí era un mero negocio, una herramienta más para lograr darle un buen futuro a su hija, eso era todo, no había más allí.

Por lo que rápidamente recupero la compostura y se fijo en la calle, notando aquella casa en la que vivió durante, para su propia molestia, mucho tiempo.

- Ni siquiera la volvió a pintar.

Aquello fueron palabras que se escaparon de su boca antes que su mente pudiese procesarlas, ni siquiera intento retener el ligero sentimiento que cargaban y las ignoro por completo mientras apagaba el motor de la van, fijándose por completo en la casa y la única habitación que parecía estar iluminada en ese momento, la sala de estar.

Hacer movimientos con ese anciano le requería de preparación, sabía perfectamente que si se topaban cara a cara recibiría una golpiza sin tener siquiera tiempo para hablar, quizás había encontrado a alguien, eso sería bueno, podría apelar a la humanidad de una potencial pareja para que "se perdonaran", o quizás, muy probablemente, solo era un ebrio que gastaba su dinero en si mismo pero era demasiado cobarde para quitarse la vida, el cual requeriría más trabajo, pero tenía cuatro cartas de triunfo todavía en casa.

Así que, como pudo, se acercó a intentar observar.

El único inconveniente es que casi se le escapo un ligero chillido al ver lo que había allí.

No era ni el primer ni el segundo caso.

El ambiente era diferente.

Y le repugnaba.

- Linky... tengo haaaaambre...

- ¿Entonces por qué no pediste comida?

- Eres más barato.

- ¿Y eso de que tenias dinero el otro día?

- ¿Te recuerdo que todavía tengo el yeso?

- Eres molesto.

- Si, yo también te quiero.

Esa expresión en su rostro, esa sonrisa burlesca que se esbozaba en la comisión de su boca, era una expresión que ella juraba había terminado de destruir hace mucho tiempo sin posibilidad de recuperar, era una de sus felicidades cuando soportaba a esos gastos que tenia en casa, pero aquella escena... eso no debía pasar así.

Y sobre todo.

Lo PEOR de todo.

Un niño de cabellera tan blanca como la del anciano se había esbozado.

Ni siquiera había pensado en esa posibilidad, ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Cuándo se habían unido ambas cosas a convivir?

Se supone que esa cosa era el golpe final contra el anciano, ¿Qué hacían disfrutando de tiempo de calidad?

Eso era un problema, uno enorme, podía olvidar el hecho de que estuviesen juntos, pero no que hubiese quitado sus posibilidades de emplear al anciano con facilidad, era obvio que el anciano estaba feliz allí, en ese momento, junto a ese niño, fácilmente rechazaría a las otras únicamente por saber que estaban junto a ella mientras se apoyara en el niño.

Ni siquiera necesitaba ser una genio para saber que era el mismo niño que tantos años atrás cargo a Lynn, que el anciano buscara a un niño cualquiera era imposible sabiendo lo conservador que es, menos considerando que tenia ese asqueroso cabello blanco, tan parecido al anciano, tan horrible como este.

Tuvo que calmar su respiración antes que la furia se apoderara de ella y se hiciese notar, ese había sido uno de sus mejores planes en su tiempo y ahora parecía que no había servido de nada, que lo que había gozado no tenía sentido, pero no era el momento de dejarse llevar por las emociones, no cuando lo que tenía planeado se había vuelto completamente inútil.

- (Susurrando) Tsk, teniendo a ese niño seguro va a depender de él e ignorara a...

Había sido una frase dicha al aire, un desahogo de saber que sus planes, los cuales iban perfectamente, tuvieron un tropiezo tan grande, pero la misma situación se había vuelto a su favor si lo pensaba bien.

Albert ya dependía de alguien.

De un niño inocente que no conoce a su madre.

De una madre que puede estar allí para él.

La sola idea le desagradaba enormemente, pero en términos de tiempo y eficiencia... era la mejor opción.

Por ello logro calmarse y alejarse en el mismo silencio con el que se acerco a esa casa hasta entrar a su vehículo y alejarse, agradeciendo haber aparcado lo suficientemente lejos para que ellos no le notaran.

Un pequeño vuelco en sus planes nada más, solo un negocio más.

Tendría que planificar como acercársele, tendría que practicar como no verle disgustada, pero eso facilitaría las cosas.

Si lo pensaba mejor, había dejado de lado lo que posiblemente le hubiera quedado a ese niño ya que consideraba que la familia de Lynn se lo habría llevado y sería una perdida de dinero, pero si lo tenía el anciano, todo eso era recuperable, incluso ese departamento se volvía algo más fácil de obtener teniendo a todos los herederos.

Era incluso mejor, solo tendría que ser la "madre" de ese niño durante un tiempo.

Era un sacrificio por el que estaba dispuesta a entregar.

Y con ese pensamiento fue que llego a su hogar, momento en el que noto una pequeña conmoción en la entrada y los alrededores, una que era imposible de no notar cuando había una ambulancia frente y se podían escuchar todavía algunos chillidos desde el interior.

Aquella conmoción solo podía significar una cosa, sus planes estaban comenzando a salir bien.

- Va una, faltan 7.

Lo único difícil esa noche sería tener que ocultar su sonrisa en una máscara de preocupación.

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