Capítulo 3
Los rayos del sol bañaban el salón en una luz dorada que brillaba sobre el pelaje del enorme perro negro. Canuto se despertó y se desperezó estirando primero las patas delanteras y luego las traseras. "¿Dónde estoy?" pensó mirando a su alrededor. Varios improperios sonaron en su mente cuando recordó lo acontecido en la velada previa. La cabezada de cinco minutos se había convertido en un sueño de diez horas. No había sido una pesadilla, no; ahí estaba, en la acogedora casita de la más temida mortífaga. Y ahí estaba también la susodicha, buscando un vaso en la cocina como si viviese una vida normal de ama de casa. Sirius se odió por haberse quedado dormido y se preguntó si ella habría pegado ojo.
-Buenos días, perrito –le saludó al ver que estaba despierto-, tienes ahí un bol con zumo de arándanos. Yo lo mezclo con whisky, está buenísimo. Me lo enseñó una amante italiana que también estaba buenísima. Pero creo que a ti el alcohol no te sentará bien.
Sirius no daba crédito. ¿Su prima era lesbiana o bisexual? De haberse enterado sus padres, los habría matado del disgusto... aunque nunca supo de qué murieron... Por otro lado, él también tuvo una amante italiana: "Mira, las cosas importantes las tenemos en común" pensó con sorna. Decidió obviar la vida íntima de Bellatrix y se acercó al bol. Lo olfateó y no detectó ninguna sustancia tóxica. Dio un lametón tentativo y resultó que estaba muy bueno, así que se lo bebió con avidez. Mientras, la morena parecía estar preparándose para salir. Al poco dio un respingo y comentó mirando su muñeca:
-El deber me llama –masculló acariciando la marca tenebrosa-. Vamos, perrito, venga –le indicó haciéndole gestos de que acudiera.
Canuto obedeció. Bellatrix abrió la puerta y le obligó a salir.
-Bueno, aquí nos separamos. Seguro que no tienes queja de la hospitalidad de los Black, ¡Druella estaría orgullosa de mí! –comentó con ironía- En fin, que te vaya bien. Yo que tú buscaría un bosque cercano a algún pueblo, aquí nevará pronto y hará aún más frío. ¡Buena suerte, perrito!
Tras acariciarle la cabeza, se colocó bien la capa y se apareció. El perro estuvo un rato sin moverse por temor a que volviera. Pero no, había visto cómo la marca tenebrosa se retorcía en su muñeca: si Voldemort la había llamado, tardaría en volver. Así que se transformó y sacó su varita. El perímetro se hallaba bajo el encantamiento fidelio: por lo que había visto la noche anterior, alcanzaba hasta un poco antes del borde del lago.
-Si salgo de esta zona no podré volver a entrar –razonó Sirius- y si me aparezco, tampoco recordaré el sitio por culpa del encantamiento...
Estuvo largos minutos sin saber qué hacer. Lo mejor sería mandarle un mensaje a alguien y que acudiese a buscarlo con los aurores, pero había un problema:
-Expecto patronum –pronunció con poca convicción.
Como suponía, el método de comunicación que les enseñó Dumbledore no funcionó. Era imposible desde Azkaban: no conservaba sus recuerdos felices y no le había dado tiempo a crear nuevos. Sí, conocer a Harry fue maravilloso, pero sabiendo que su vida corría constante peligro y que le recordaba a su mejor amigo muerto... tampoco era un recuerdo del todo positivo. Lo intentó un par de veces más sin éxito. Por la zona no había ninguna lechuza ni nada que pudiera entregar un mensaje. La única manera de informar sería hacerlo él mismo, ¿pero qué contaría? Se imaginó la conversación:
-He localizado a Bellatrix Lestrange. Sí, en los Cotswolds. Sí, esa área que mide dos mil kilómetros cuadrados. No, no puedo concretar más y no sé si va a volver. A ver, no, no me ha torturado exactamente... Me llevó de paseo, me preparó la cena, encendió la chimenea para que durmiera a gusto y me ha hecho el desayuno. Por cierto, está más buena de lo que parece... De verdad que sí, estoy seguro de que es mi prima. ¡Que no estoy loco, que tiene una casita con alfombras mullidas y mantas calentitas! Pero tranquilos, no vive con Voldemort en bata, todo en orden.
Tras terminar su monólogo, se echó a reír y sacudió la cabeza. La gente le acusaba de ser un irresponsable trastornado, pero no era su culpa, ¡es que le había tocado una vida muy surrealista! Encima no había podido ni curiosear los documentos, los libros, ni nada. Probó un par de hechizos para abrir la puerta que por supuesto no funcionaron.
-Solo queda una opción... -murmuró con pesar- Tengo que conseguir que me vuelva a acoger... y esta vez mantener mis estúpidos ojos abiertos para inmovilizarla mientras duerme. Eso si vuelve, claro.
En el caso de que volviera, no sabía si Bellatrix se aparecería o acudiría andando como la noche anterior. Si lo hacía mediante aparición y él estaba fuera del perímetro protegido, no la vería. Pero un perro que se hubiese quedado alrededor de la casa durante todo el día en lugar de ir a cazar sería raro... Siguió su instinto y decidió dar una vuelta por los alrededores. En cuanto se alejó diez pasos, la casa desapareció. Con ningún encantamiento revelador logró verla de nuevo: Bellatrix le había permitido entrar pero no le había nombrado guardián del secreto, así que no podía encontrarla. Ya vería luego qué hacer. De momento, procedió a explorar.
A pesar de la belleza de aquellos parajes apenas logró centrarse. Pasó todo el día dándole vueltas a lo que había vivido con su prima. Que no le matase ya de entrada resultó toda una sorpresa, pero lo que vino después fue simplemente absurdo. Dedujo que Bellatrix solo era cruel con los humanos y no le pareció una locura; para él fue más fácil convivir con Buckbeak en una cueva que con la Orden en Grimmauld Place. Además, su prima siempre trató bien a Kreacher que era más desagradable que cualquier animal... Había otro detalle que le había calado: Bellatrix llamaba a su madre por su nombre de pila, como para distanciarse de ella. Exactamente igual que hacía él con la suya. Al parecer ambos compartían traumas familiares.
En realidad no sabía mucho de ella. De niños se llevaban bien, les encantaba hacer travesuras juntos. Pero en cuanto entró en gryffindor rompieron toda relación y pasaron a odiarse; no por convicción sino por los estúpidos prejuicios de su familia y de sus casas. Desde entonces le avergonzaba que una mortífaga fuese pariente suya y jamás contaba a nadie que la lugarteniente de Voldemort era su prima.
Años después pensó que probablemente fue un error. Debería haber al menos intentando mantener el contacto e igual Bellatrix no habría terminado tan mal. Pero ambos eran demasiado orgullosos y arrogantes, tampoco hubiese conseguido nada. Intentó apartar los pensamientos funestos y centrarse en la realidad: el lugar de su prima era Azkaban. O quizá alguna otra cárcel más humana... pero jamás la libertad.
A medio día las nubes que se apelotonaban en el cielo empezaron a descargar una fina aguanieve. En un par de horas se convirtió una agresiva cortina de nieve que enseguida cuajó. Bellatrix había acertado en cuanto al tiempo. Sirius volvió a transformarse en Canuto -así sufría menos el frío- y continuó vagando por la zona. Cuando por el ocaso anaranjado supo que la noche estaba próxima, su oído captó un sonido lejano. Trotó en esa dirección con precaución y cuando estuvo seguro de reconocer los pasos, cogió aire y se mentalizó para protagonizar otra bochornosa actuación. Recorrió los últimos metros y alcanzó a su prima que caminaba arrebujada en su capa.
-¡Hombre, tú otra vez! –exclamó poco sorprendida- Me echabas de menos, ¿verdad? Me has cogido cariño... Me pasa con todo el mundo.
El perro dio saltitos a su alrededor y agitó el rabo como si se alegrara de verla (mientras por dentro deseaba cruciarse por semejante humillación). Recorrieron la distancia que los separaba del lugar correcto y en cuanto Bellatrix sacó su varita, la casa volvió a aparecer.
-Siempre me hace gracia que desaparezca –comentó la morena divertida-, lleva siendo mía desde los diecisiete, pero nunca se sabe.
O sea que era suya, no la había allanado... A Sirius le sorprendió que poseyese su propia casa desde tan joven, tenía mucha curiosidad por saber cómo la consiguió. Pero no estaba en situación de preguntarlo. Ya junto a la puerta, la morena le miró con los brazos en las caderas. Canuto mostró su expresión orgullosa pero sin borrar la impostada felicidad.
-¿Qué hago contigo? –murmuró para sí misma.
Como respuesta, el perro levantó la pata y empezó a rascar la puerta. La morena rió sin poder evitarlo y sacudió la cabeza.
-Está bien –suspiró al fin-, pero límpiate antes, pareces un dálmata.
Bellatrix le pasó la mano por el lomo y le quitó la nieve. Canuto pilló la pista y se sacudió. Cuando su pelaje recuperó el tono oscuro original, entraron en casa. El perro experimentó un escalofrío del placer al notar la calidez y el olor a madera que flotaba en el salón. En cuanto la bruja encendió la chimenea, él se tumbó en la alfombra. La mortífaga se quitó la capa y se metió a su habitación. Al rato la vio pasar por el pasillo con su jersey de estar por casa y la oyó encender la bañera. Cerró los ojos dispuesto a sestear mientras tanto, el día había sido agotador. Hasta que notó una presencia frente a él.
-Verás, perrito, en mi casa hay unas normas: está muy bien jugar con la nieve, provocar incendios o desangrar gente, todos lo hacemos. Pero aquí hay que estar limpio y oler bien.
El perro la miró ladeando la cabeza con sincero desconcierto.
-Y no quiero ofender tus sentimientos... Pero hueles a perro callejero que lleva días vagando por ahí como un sangre sucia muerto de hambre. Así que a la bañera.
"Bueno, hasta aquí", pensó Canuto con rabia, "A mí esta mujer no me va a bañar". Intentó mantener la calma y no se movió. Se haría el loco. Bellatrix le dio una palmada en el lomo y le obligó a levantarse. Después le señaló el baño y le empujó unos metros. Pero él tenía más fuerza y se aferró a la alfombra.
-Hay algo de mí que quizá tampoco sabes –comentó la morena con tranquilidad-. Nunca tengo un plan B. ¿Sabes por qué? Porque mi plan A siempre se cumple. Vas a meterte en la bañera –indicó señalando el cuarto en cuestión- o esta noche dormirás bajo tierra –sentenció sacando la varita.
Sirius sintió un ramalazo de horror. Las amenazas de su prima inspiraban verdadero temor. Pero seguía siendo un perro, no tenía porqué entenderla, y un Black, a cabezota no le iba a ganar. Lo malo es que su oponente también era Black. Su sonrisa le inquietó mucho más que la amenaza. Así que cuando apuntó hacia él con su varita y murmuró: "Cru...", Canuto salió corriendo hacia el baño.
Resultaba igual de acogedor que el resto de la casa: mobiliario de madera, paredes de piedra y un ventanal lateral que permitía ver el bosque. Varias lamparitas flotantes emitían una luz anaranjada y una pequeña chimenea caldeaba la estancia. Canuto se quedó mirando la bañera tipo jacuzzi con aprensión. En cualquier otra circunstancia, aquello hubiese sido una velada más que agradable, pero en esos momentos... Con un gesto de cabeza, la bruja le indicó que se metiera o lo haría ella. En el que sin duda fue el momento más humillante de su vida, obedeció.
-Nos ha costado, ¿eh? Tienes que ser obediente, perrito –murmuró la bruja arrodillándose junto a la bañera y encendiendo el agua.
Canuto se planteó muy seriamente lanzarse sobre su cuello y desangrarla. Pero en todo momento, mientras con una mano lo remojaba, con la otra jugueteaba con la daga en su cintura. Tuvo que aguantarse. "Por lo menos el agua está caliente" pensó al sentir cómo desaparecía el frío que se había instalado en sus huesos tras todo el día a la intemperie. Cuando empezó a frotar por su lomo un exclusivo champú de coco, pensó con sorna que al menos usaba productos de calidad. Y que el masaje era agradable. Y que olía muy bien. Olía tan bien y tenía tanta hambre que giró la cabeza e intentó lamer el champú.
-¡Pero qué haces, perrito, que eso no se come! –exclamó la bruja riéndose- Aunque yo lo he hecho alguna vez... A Lucius le mandan desde París un champú con extractos de chocolate que es carísimo. Se lo robé solo por joderle, pero hubo un problema: realmente huele a chocolate. Así que la mitad fue a mi pelo y la otra mitad a mi boca.
Bellatrix se reía sola con sus propios recuerdos mientras le enjabonaba las patas.
-Sabe que soy yo quien se lo roba pero nunca se atreve a decírmelo, me tiene terror, el muy gallina... Solo una vez reunió valor: vino a la biblioteca enrabietado e iba a empezar a gritarme cuando vio que el Señor Oscuro estaba conmigo. Entonces, claro -continuó la bruja con dificultad porque se estaba riendo mucho-, tuvo que calmarse porque mencionar el tema capilar delante de nuestro Señor es de muy mal gusto.
Si los perros se rieran, Canuto lo estaría haciendo en contra de su voluntad. Pero no era necesario: la bruja se estaba riendo por los dos. En su fuero interno, el animago tuvo que reconocer que Bellatrix estaba muy guapa cuando reía. Y el sonido de su risa era contagioso, no como sus carcajadas siniestras de mortífaga... Cuando le tapó los ojos para que no le entrara jabón y le frotó la cabeza y las orejas, sintió de nuevo una sensación profundamente placentera. "¡Sirius, por Merlín, que es tu prima bañándote, esto es un todo mal!" se reprochó cuando fue consciente. Sacudió la cabeza como para eliminar ese pensamiento.
-¡Eh! ¡Me has salpicado! –protestó la morena.
La respuesta del perro fue golpear con su pata la superficie del agua creando un pequeño géiser que alcanzó a Bellatrix.
-¿Con que esas tenemos, eh? –comentó ella- No sabes con quién estás jugando... ¡Soy la mejor duelista en cualquier campo! –exclamó cogiendo el mago de la ducha y atacando al perro a discreción.
Canuto se defendió sacudiéndose y chapoteando con todas sus fuerzas. La batalla duró varios minutos y estuvo bastante reñida. Al final, tanto el elegante cuarto de baño como Bellatrix y su ropa quedaron completamente empapados. Por su parte, Canuto nunca había tenido el pelaje tan limpio y brillante. Además olía tan bien a coco que intentó darse un mordisco en el lomo. Con un gesto de varita, el cuarto empezó a limpiarse solo. Mientras, la bruja cogió una toalla grande y empezó a secar al perro, que esta vez se dejó hacer.
Se sentía muy incómodo y ya no por lo violento de la situación, sino por la idea de estar disfrutando con su prima de sus juegos infantiles. No podía permitirse eso, no debía humanizar al enemigo. Le supondría la muerte o, peor, la victoria de Voldemort.
-Ya estás –murmuró satisfecha-, no has estado tan limpio en tu vida.
El perro casi suspiró aliviado pensando que por fin acababa aquella extraña tortura. Error.
-Ahora hay que peinarte, tienes mucho pelo –murmuró buscando un cepillo.
"¿¡Estás de coña!? ¡Si tú no te has peinado en tu puñetera vida, qué me cuentas a mí!" pensó con horror. Pero la bruja había cerrado la puerta del baño impidiendo su huída. Encontró un peine (probablemente el suyo que jamás había usado) y empezó a pasarlo por su lomo. Al animago le recordó a su juventud, cuando se aburría y obligaba a James a peinarlo y acariciarlo. Resultó sumamente agradable. Hasta que empezó a cepillarle las patas: ahí tenía muchas terminaciones nerviosas y resultaba más molesto, así que empezó a gimotear.
-Eh, los Black no lloriquean –le amonestó ella-. Pareces un lobo pero eres como un caniche consentido...
Sirius se sintió ofendido por la comparación. Y algo inquieto porque ya le hubiese incluido en su familia, ¡si es que no había manera de huir de su apellido! Por suerte después volvió al cuello, que era su zona favorita. La bruja se interrumpió para recogerse el pelo en un moño porque aún lo llevaba mojado de su batalla acuática. Al momento y de forma inconsciente, él la golpeo con la pata para que siguiera.
-Ahora te gusta, ¿eh? –se burló ella retomando el cepillado- Si es que quieran o no todas las criaturas me cogen cariño.
Canuto sabía que eso no se lo creía ni ella. Pero qué más daba, sentía un agradable cosquilleo por todo el cuerpo y veía en el espejo que realmente nunca había estado tan elegante en su forma canina. De nuevo, se dejó hacer. Cuando Bellatrix juzgó que su nueva mascota estaba mejor peinada que Narcissa, abrió de nuevo el armarito. Eligió un frasco de un perfume de hombre que valía más de cien galeones.
-Es de Rodolphus –comentó-, me encanta cómo huele, pero no en él. Así que se lo robo y lo uso a veces.
"Esta mujer no ha pagado por nada en su vida" pensó el animago. Observó cómo se lo echaba en las manos y seguidamente le frotaba el lomo y el cuello. Olía incluso mejor que el champú que se había intentado comer. Los mortífagos serían escoria, pero sabían elegir productos de belleza. Aquello por fin dio por terminada la sesión.
Si no hubiese sido su prima la sociópata, el merodeador habría disfrutado de uno de los momentos más relajantes de su vida. Tomó nota mental de obligar a alguien a hacer lo mismo cuando terminasen los follones de Voldemort. Aunque con nadie tenía tanta confianza... ¿Sería raro pagar a alguien para que le bañara y peinara en su forma perruna? Algo le decía que sí.
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