Capítulo 24: De infamia y dragones
(Capítulo dedicado a Anilec por el fanart a mitad del capítulo)
Leiah
La mansión de Draco Sagitar era la cuna de una de las celebraciones más ambiciosas que se había visto en Ara en años, porque no había espacio para la mezquindad cuando de celebrar el éxito de Vendida se trataba.
El techo era alto, decorado con mosaicos de cristal que variaban su color conforme la iluminación de las lámparas los rozaba. En todo el lugar se esparcieron dos mil rosas blancas. Se escogieron así para simbolizar las estrellas de cada constelación que dio nombre a los personajes protagónicos en el guión. Y para delimitar la zona de baile se esparció en el suelo una enorme alfombra negra escarchada que simulaba un cielo nocturno el suelo.
La orquesta animaba la noche mientras las distintas actrices se conocían con otros miembros de la industria, o fanáticos con el dinero suficiente para pagarse una entrada al evento. Pero Leiah todavía no llegaba, porque guardó su entrada para el final.
No podía esperarse menos de la estrella que dio vida a Aquía Circinus, la asesina de Áragog.
Y como su controversia la había puesto en donde estaba, hizo justicia a su reputación vistiendo de acorde a ella.
Mientras todas llevaban vestidos, Leiah imitó el atuendo que usó Aquía en su batalla final. Una pieza de encaje de cuerpo completo, mangas largas y perneras ajustadas, como un pantalón que transparentaba todo su piel y su ropa interior a juego. Sus senos estaban igual de expuestos, con los pezones estratégicamente ocultos por el bordado del encaje. Unido al atuendo por un cinturón, una media falda se extendía en una cola larga que se arrastraba por los escalones mientras la actriz descendía ante el escrutinio de todos los presentes.
Y para variar un poco la lúgubre y sensual monotonía del negro, portaba con orgullo un collar en forma de serpiente dorada.
Madame Leiah al fin podía vestir su infamia con orgullo.
Evitó la pista de baile y las decenas de productores que buscaban conversar de negocios con ella. No es que se sintiera superior, pero lo era, y ellos no podían ofrecerle nada que no pudiera conseguir por sí misma.
Así que se arrastró hasta la única persona en todo el lugar con la que quería entablar conversación.
Zaniah renunció a su puesto como preparadora luego del éxito de su debut interpretando a Lyra. Muchas críticas la destruyeron antes de su actuación por su melena rojiza mientras que el personaje era rubio, pero apenas vieron su interpretación tuvieron que cerrar la boca y retractarse.
-Sabía que esa creatividad que tenías para sorprender a tus compradores la podrías aprovechar para algo más que enseñar mordidas en Lady Bird.
Zaniah se volteó a ver a Leiah y sus ojos se abrieron de espanto y admiración. Esa siempre era su reacción en su presencia. No se acostumbraba a su irreverencia, pero tampoco era capaz de odiarla.
-Mis saludos también para usted, madame -dijo la pelirroja-. Y tiene razón, mi creatividad resultó ser útil después de todo.
-De creatividad nada.
Leiah alzó su mano hacia uno de los camareros y pidió dos copas de vino. Repartió una a su hermana de Lady bird y la otra se la quedó, no sin antes pedir que se la llenaran hasta la coronilla.
Iba a celebrar como se debe.
-Supe que tenías madera de actriz porque mi mente no es capaz de olvidar el guiño que me dedicaste luego de tu actuación el día que lord Algo te devolvió.
Zaniah aguantó la risa y apuró un trago para no tener que confirmar ni desmentir nada.
-Ya, en serio -habló Zaniah luego de tragar-. Me siento terriblemente en deuda contigo. No paro de pensar en lo poco que merezco la oportunidad que me diste, y todo lo que ha surgido a raíz de ella. Tú... me salvaste. Nos salvaste. ¡Por Ara, en la vida tendré que volver a Lady Bird! Soy libre. Tengo un trabajo... Sé que debí decir gracias antes, pero no me parecía suficiente y no sabía qué hacer...
-Por Ara, Zaniah, para -Leiah rio para quitarle seriedad a la atmósfera-. No subestimes mi egoísmo. La vida de una actriz está asediada por soledad e hipocresía, si te ofrecí subirte a este barco es porque prefiero hundirme con alguien de confianza a mi lado. Además, yo las necesitaba a ustedes para mi obra.
-Deliberadamente voy a ignorar tu frágil modestia y me voy a enfocar en que te refieres a mí como alguien de confianza.
Entonces, la mano de Leiah viajó a su cinturón, introduciendo sus dedos hasta sacar de él una pieza de madera gastada de color rojo.
-Lo... -Zaniah lo tomó de los dedos de Leiah-. Lo conservaste.
-Sí. Para poder devolvértelo.
Zaniah ladeó la cabeza al escrutar a Leiah con una sonrisa paciente.
-¿Por qué haces eso? ¿A qué le temes? ¿A abrirte que puedan lastimarte?
-No. -Leiah también sonrió, un gesto honesto y dañado-. A abrirme y descubrir que, realmente, estoy vacía.
Si Zaniah tenía una respuesta para eso, Leiah jamás llegó a oírla. Justo en ese momento la actriz reparó en la presencia de una pareja entre la multitud de invitados. Una mujer morena con una trenza de cabello que le llegaba a las caderas iba tomada del brazo de un hombre al que Leiah conocía mejor que a cualquier otro.
Cuando Leiah vio a Draco Sagitar, con su rubio cabello peinado hacia atrás y un traje blanco con un girasol prendido a su bolsillo, viajó a aquel primer encuentro en Cetus, cuando el inversionista con sonrisa de reptil y mirada felina le ofreció ser su representante.
-¿Quién es la mujer que está hablando con Draco y por qué lo agarra así del brazo? -inquirió Leiah, quien quizá estaba apretando su copa más de la cuenta.
-Por lo que a mí me parece, ambos están agarrados del brazo y dan un paseo tranquilo mientras charlan y sonríen. Supongo que será una actriz, ¿no? Tú sabes más de eso. Lo único que yo sé es lo que veo.
-¿Y qué ves? -insistió Leiah.
-Que se están cortejando.
-No.
-Claro que sí, mira, están conociéndose. Ella es un buen partido, y ahora que sabemos ustedes van a romper su compromiso...
-Espérame un momento.
Leiah se bebió el resto del contenido de su copa de un solo trago y caminó con elegancia y premura hacia los tórtolos.
-Cariño -saludó a Draco e hizo caso omiso a cómo la pareja iba casi abrazada, inmiscuyéndose y robando la mano libre de su inversionista para sí misma-. Tenemos que hablar, conseguí el tipo de flores perfecta para la boda.
La mujer junto a Draco abrió los ojos con desmesura en reacción a aquellas palabras.
-¿Estás... comprometido con la actriz a la que representas?
Draco forzó una sonrisa mientras la mujer a su lado lo soltaba con vergüenza, revelando que no sabía que se estaba inmiscuyendo en una relación.
-Leiah -dijo Draco sin mirarla, una mención incómoda que pretendía sonar formal-, ella es Clarisse. No tiene nada que ver con madame Delphini, es una actriz de Antlia, así que no es necesario que continúes esta actuación delante de ella.
Entonces, todavía con su sonrisa forzada, sí se giró hacia Leiah, sus ojos con una advertencia temblorosa a punto de detonar.
-De hecho, estas interrumpiendo una conversación privada, así que... -extendió su brazo, indicando a Leiah el camino libre lejos de su presencia.
Pero Leiah no se movió, todo lo que quería era arrancar el adorno en su cabeza y clavar su gancho metálico repetidas veces en la cara del rubio.
-Entonces... -dijo con cautela Clarisse-. ¿No están comprometidos? Pero fingen que sí, ¿o entendí mal?
-No -respondió Leiah robándole la respuesta a Draco de los labios.
Se paró firme, y no vio a Sagitar en ningún momento mientras, con su mejor porte, agregaba:
-En realidad no estamos comprometidos de ninguna forma. Y si antes lo fingimos, eso acabó. Pero algunas mentiras esconden muchas verdades reprimidas. No sé cómo habrá sido para mi querido representante, ni termino de entender lo que fue para mí. -Leiah acomodó su cabello y giró su rostro apenas lo suficiente para echar un vistazo al círculo de baile-. Pero yo quiero bailar, y no hay otra persona en esta fiesta con quien quisiera hacerlo más que con él. -Solo entonces lo miró, alzando una de sus cejas, pero siguió hablando como si se dirigiera a Clarisse-. Ojalá cuando él asimile mis intenciones no sea demasiado tarde.
Y se alejó, adentrándose al grupo de personas que bailaban con animosidad, cada cual con su pareja. Y aunque su postura era firme, aunque su andar emanaba entereza y seguridad, su corazón galopaba por la descarga de coraje que requirieron sus palabras, por el miedo a descubrir que aquel impulso temerario había sido en vano, asustada de encontrarse atrapada en aquel baile en soledad.
Pero entonces, sintió esas manos deslizarse por su cintura desde su espalda, aferrándose a sus caderas para pegarla a la persona detrás. Al voltear, Leiah se consiguió con el rostro de Draco iracundo, canalizando aquel fuego en su determinación.
-Es una mujer muy hermosa la que acabas de perder por venir a perseguirme -dijo Leiah con sequedad, esperando que Draco pudiera concentrarse en eso para que no pudiera escuchar los aullidos de su pecho esperanzado.
-No he perdido nada. -Agarró a Leiah por el mentón, elevando su rostro, aunque los ojos de ella no podían despegarse de los labios de él-. O digamos que sí, pero me da igual. No me importa perderlo todo si es por ti.
Leiah entreabrió sus labios para contestar con elocuencia aquellas palabras que creyó mentira, pero olvidó todas las bases de su lenguaje, y solo supo respirar con dificultad, rozando con su aliento el gesto impasible de la boca de Sagitar.
Su seriedad la estaba abrumando.
Los dedos de Draco delinearon en un roce el puente de la nariz de Leiah, y volvieron a bajar para aferrarse a su mentón y forzar el contacto visual al que ella huía.
-Ese amasijo escabroso y herido que me dijiste que es tu corazón, eso quiero. No importa que no sepas cómo sentir con el, yo esperaré hasta que sane, te ayudaré a hacerlo.
-No, Draco...
-Calla, Leiah. Por mucho tiempo has dejado hablar a tus heridas... -La volteó, rodeándola por la cintura con un brazo como si estuviesen a punto de empezar a bailar, y con su mano libre tomó su cuello-. Ahora escucha lo que dicen tus latidos.
Ella se mordió los labios, y reconoció que aquel hombre visto de frente era una de las tentaciones más difíciles de evitar.
-No habla su idioma -bromeó Leiah, aunque fue incapaz de sonreír por sus nervios.
-Yo te lo puedo enseñar.
Draco la tomó de la mano y la condujo arriba por las escaleras, no hacía su despacho, sino a su alcoba.
-Draco -advirtió Leiah al estar frente al palacio que era su habitación, divisando la enorme cama inundada de almohadas. Aunque se sentía bastante aliviada porque la situación pasara de aquella nociva intimidad a un cariz más carnal.
Él seguía tomándola de la mano, y en ese momento hizo que sus dedos acariciaran el dorso de esta.
-Antes hemos estado juntos en la cama, ¿qué te asusta de repetirlo?
-Antes estuvimos juntos en una cama, sí: comiendo y leyendo.
Draco enarcó una ceja, caminando de espaldas hasta arrojarse al majestuoso colchón.
-¿Y qué es lo que supones que vamos a hacer ahora?
-Ay, no, ¿qué planeas?
Draco reveló una de sus sonrisas reptilianas.
-Ven, leoncito.
Draco señaló un espacio junto a él y Leiah se sentó cerca, aunque luego él la arrastró hasta que ambos quedaron acostados, sus cuerpos rozándose, sus respiraciones demasiado cerca. Leiah sentía terror en esa íntima proximidad, porque era demasiado delatora.
No era tan buena mentirosa cuando su corazón gritaba tan fuerte.
-¿Por qué leoncito? -le preguntó a Draco, solo por concentrar la conversación en cualquier cosa menos sus sentimientos.
-Leiah es por Leo, ¿no?
Ella asintió.
-Y aunque no lo fuera -añadió Draco-, si el cielo realmente nos escoge, no puedo imaginar que tu fuerza venga de otro lugar más que de la constelacion del león.
-Y tú un dragón, eh -señaló Leaih, quien se atrevió a rozar la punta de la nariz de Draco con un dedo.
-Eso dicen, pero mi familia prefiere que nos identifiquemos con sagitario.
-Que se joda sagitario. Puede que ese apellido te haya provisto de tu fortuna, pero he explotado demasiadas veces cerca de mí y sigues sin escapar. Solo un dragón podría beberse de esa forma mi fuego.
Ella llevó su mano a la mejilla de Draco, y descubrió que no tenía miedo, que tal vez lo que latía en sus venas realmente era ansiedad, porque quería eso.
-No te quiero lejos -confesó en un susurro, mirando a Draco a los ojos.
-No me gustaría que me alejaras.
Él la asió por las caderas, acercándola más.
-¿Qué quieres de mí? -insistió ella, su voz vibrando por emociones a las que jamás había dado rienda como para acostumbrarse a ellas.
-Tú sabes lo que siento por ti, Leiah. No lo repito porque temo que vuelvas a pegarme.
Ella río, y él sintió que el cielo sonreía solo para él, porque acababa de hacer a una piedra sentir. Así que en un impulso apresurado, le robó un beso. Leve, apenas un roce en la comisura de sus labios, pero incendió todo su cuerpo y conmocionó el de ella.
-Draco...
-Lo siento.
-No. Quiero que lo sigas haciendo. -Entonces fue ella quien lo beso, aunque solo fuera en la mejilla-. Quiero que me beses para toda la vida.
-No juegues así con este vagabundo, madame.
-Dijo el hombre más rico de la capital.
-En coronas, tal vez, pero llevo un año mendigando tus sentimientos.
Ella se mordió los labios y bajó el rostro, fijándose en la boca de Draco. Pero él la tomó del cuello, y volvió a conducirla a sus ojos.
-No me veas la boca, ya sé que quieres que te bese, pero mírame a los ojos descubre en ellos qué más quieres de mí.
-Es que no sé qué quiero. -Pero de todos modos lo miró a los ojos-. Dime lo que quieres tú.
-A ti. Te sigo amando, Leiah, y te amaré hasta que las estrellas borren mi nombre de su memoria. Yo solo espero por ti. A que sanes, o a que decidas que quieres hacerlo junto a mí.
Leiah tomó una profunda respiración y decidió que ese día daría el paso más valiente que jamás de había permitido.
-No esperes más, Draco. No esperes nada de mí, porque no puedo vivir a la sombra de tus expectativas, pero si estás dispuesto a tonerme así... rota, defectuosa, no seguiré alejándote cuando sé que no pasa una noche en la que pueda dormir sin fantasear que me abrazas, que me rescatas de mis pesadillas. No conozco el amor, pero... estaría malditamente encantada de descubrirlo contigo.
Draco se levantó de la cama, ocasionando que Leiah se sentara en el borde, y con sus ojos conteniendo un diluvio se arrodilló frente a ella, porque no se lo ocurrió otro modo de demostrar su devoción.
-Considérame tuyo -dijo tomando sus manos-. Y puede que seas actriz, pero mi lealtad te la entrego como a una reina. Jamás haré nada que ponga en peligro tu corazón, Leiah, jamás.
Leiah se le tiró encima, abrazándolo, lo que hizo que los dos cayeran sobre el suelo adoloridos y riendo.
-No quiero tu apellido -dijo Leiah cuando ambos pararon de reír, todavía tirados en el suelo con la vista en el techo-. Las personas... te empezarían a atribuir todos mis logros.
Draco se incorporó, sobresaltado, y miró a Leiah con una especie de horror que preocupó muchísimo a la actriz.
-¿Qué? ¿Tanto te importa que me llame Sagitar?
-¿Quieres casarte conmigo? -preguntó él, anonadado. No era una propuesta, estaba pidiendo confirmación.
-Yo... ¿No me lo estabas propo...? -Leiah se llevó las manos a la cara, roja de vergüenza-. Sirios.
Pero Draco se arrojó hacia ella, quitándole las manos de la cara y pegándolas del suelo.
-No, Leiah, no. No te lo pedí porque jamás me pasó por la mente que podrías decir que sí. No quería presionar...
-Olvida eso, por favor.
-No.
Draco le besó los labios, una y otra vez hasta borrar de ellos el recuerdo de sus argumentos. Solo cuando creyó a Leiah derrotada ante sus besos, le dijo:
-Cásate conmigo.
-No. Te dije que lo olvi...
Pero él la calló con otro beso, más intenso, más profundo; como si en lugar de una caricia física se tratara de votos de amor profesados con la piel.
-Cásate conmigo. Olvida el maldito apellido. Me cambio el nombre si así lo quieres, pero cásate conmigo, Leiah, te lo ruego.
-Draco...
-Sé mi esposa. Puedes vivir aquí, allá, donde tú quieras. No seré quién te impida la cima por la que luchas, pero déjame ayudarte en la subida, déjame ser quien tome tu mano. Déjame ser quien duerma contigo después de una función. -La volvió a besar-. Sé mi esposa, leoncito.
-Sí, dragón -dijo Leiah entre lágrimas y besos desesperados-. Me conoces el alma, sé que mañana no despertarás queriendo escapar de mí. Sí, cásemos, porque quiero compartir la cima contigo, porque sé que juntos podemos poner a Áragog de rodillas.
****
MARICA, MI SHIPP!!! El león y el dragón se nos casan, soy feliiiz.
¿Qué les pareció este capítulo y esta pareja? Díganme sus teorías de Vendida, por favor. Estaré respondiendo y tal vez les suelte algunas pistas sobre el futuro.
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