LXXI - El Inicio

Frederick Brett Spencer estaba en su despacho, mandó llamar a su secretario, se trataba de Matteo Arnaldi Bianco, su mano derecha, a veces investigador, asesor o simple secretario.
Quería hablarle acerca de su hijo, Michael.

—Arnaldi, llamó mi hijo, él quiere solicitar un favor.

—¿De que sé trata?

—Es sobre la señorita Sara Adams Levitt, tienen prohibido atenderla.

—¿Es su nuera? ¿No?

—Era, no lo es más. Así que por favor, avísele al resto, incluya un documento, en dónde se les expliqué sobre Levitt y deles este nombre también —le dijo entregándole una nota—, tampoco pueden levantar un caso en contra de la persona que se menciona en la nota.
Por favor, encargese de ello.
Y mi hijo sigue teniendo prohibido pisar este lugar, únicamente déjelo pasar en caso de emergencia o resuelva el problema por su cuenta, no quiero a Michael rondando por aquí.

—Entendido.

Frederick le hizo la seña de que se marchará, no quería verlo más, ni a él, ni a nadie.

—Licenciado —le llamó un tanto dudoso—, quisiera hacerle una pregunta.

—Amaneció con ganas de buscar un nuevo trabajo, Arnaldi.
No sé acobarde, pregunté lo que quiera, hoy estoy de buen humor para conversar.

—¿Por qué no quiere cerca a su hijo?

—Su insolencia siempre sorprende, no abuse de la confianza que le he otorgado.
Me encargo de levantar casos en contra de criminales que persigue el estado, especialmente de personas metidas en la mafia. Por ende, creo que la respuesta a su pregunta es obvia.
Nunca quise involucrar a Marcela, ni a Michael en este mundo, y ésa perspectiva no ha cambiado.
Prefiero el desprecio, el odio de mi hijo, a ponerlo en peligro ¿Entiende?
Michael sigue estando mejor lejos de mí, es la única forma de garantizar su seguridad, no lo veo viviendo como yo, estando vigilado 24/7.
Él es igual a su madre, les gusta la tranquilidad, el bajo perfil.

—El líder de los Rizzo salió hace relativamente poco. Y la caza contra los Lombardi no ha sido sencilla, comprendo su preocupación.

—Si atacaron a un hombre como Gabriel Lombardi en su propia casa ¿Qué me queda a mí? ¿Qué seguridad le puedo dar yo a Michael?
Sigo pensando que la mejor protección es tenerlo lejos, él esta seguro en dónde esta, en Mastery, Italia, trabajando en L&B, lejos de mí.

—Señor...

—Ahorrese sus comentarios, Arnaldi.
Usted tendrá más trabajo a partir de hoy, quiero que personalmente supervise a Andrés Carnaghi, necesito saber si realmente se alejó de Michael y sobre todo de Patrick.
No lo aceptaré aquí en caso de haberme desobedecido.
Encargese del proceso de Carnaghi, personalmente.

Frederick fijó su mirada en el cristal de la gran ventana, su oficina estaba en el último piso, era inaccesible para el resto, sólo estaba disponible en casos muy específicos.

Luego de meditar un rato, escuchó el timbrar del teléfono, su vista se fijo en el secretario quién de inmediato atendió la llamada.
Habló en voz baja como siempre, sabía que no le gustaban los ruidos estruendosos en su oficina, no supo con exactitud que dijo, pero si alcanzó a escuchar el nombre de su ex nuera.

—Licenciado, es ella.

—Michael sigue siendo igual de perspicaz que siempre. Déjala pasar.

Matteo asintió, luego bajó a recepción para recibir a Sara personalmente.

Sara se veía impecable, continuaba igual como el secretario de Frederick la recordaba, incluso se veía mejor que nunca.

Imposible no mirarla, pero el empleado sabía que debía ser profesional, más con una mujer como ella, quién estaba relacionada indirectamente con su jefe.

La guío hasta el despacho, la observó entrar a la oficina y abrazar al que era su ex suegro.

Después cerró la puerta tras de sí.

—¡Suegro! ¿Cómo ha estado? ¡Qué gusto verlo!

—Hola hija, me alegra verte también, cuéntame ¿Qué te trae por aquí?
Te recuerdo que sólo puedes venir a verme en caso de alguna emergencia.

—Es una emergencia, suegro —dijo alarmada—, es toda una calamidad lo que me ha sucedido.
Me conoce mejor que nadie, sabe que no recurriría a usted si no fuera por algo importante.

Spencer la guío hasta el escritorio y le abrió la silla para que tomará asiento, escucharía lo que tenía que decirle.

—Descuida, dime por favor en qué puedo ayudarte.

—No sé por dónde empezar a explicarle, no tengo muy presente las fechas de lo acontecido en estos últimos meses, he estado tan fuera de mí, alejada de la cordura, sumida en la más profunda desolación.

Sara comenzó a derramar sus lágrimas ante su ex suegro, quién no dudo en tomarla de las manos para reconfortarla, luego le dió un pañuelo.

Ella le agradeció el gesto.

—Desde que mi suegra Marcela murió, Michael no ha sido él mismo, se volvió más frío y más distante conmigo en este último año.
Ha ido en declive, cada vez con mayor notoriedad, se aficionado al trabajo únicamente, se volvió un extraño para mí.
Yo cometí un error, buscando volver a sentir calor y amor, un amor que me estaba siendo negado, fue una estupidez, lo admito.
Michael al enterarse terminó conmigo, él me abandono.
Quedé embarazada de la aventura, él chico con el que me metí, también me abandonó en cuanto lo supo.
No tuve cara para venir a verlo a usted por ayuda, ni siquiera busque a Michael, afronte mi lucha sola, buscando médicos aquí, allá, por todos lados... hasta que di con uno.

A Sara se le quebró la voz, no podía seguir con el relato, estaba sumamente afligida al recordar todo lo sucedido.

—Continúa.

—Estoy avergonzada de tener que contarle todas estas cosas, de revivir mis errores, no sabe cómo me arrepiento de todo.
He estado sola desde que las cosas con Michael terminaron, me siento tan frágil y desprotegida.
Lo perdí todo, incluso a mi bebé, suegro.

Cubrió su rostro, no podía contener el llanto, y su ex suegro continuaba tendiendole pañuelos.
Él quería conocer todo el panorama, ante sus ojos Sara era una buena mujer, la mejor para su hijo.

Al menos así lo fue durante todos estos años.

—Usted sabe lo mucho que quiero a Michael, yo he estado a su lado cuando más me ha necesitado, lo he amado toda mi vida.
Siempre procuré su bienestar, estuve cuando nadie más estaba ahí para él, su hijo sigue con vida gracias a mí.
Estos años ha tendido a mezclar pastillas con el alcohol, de milagro sigue con nosotros.
Michael a llorado conmigo y yo he llorado con él, por qué siento su dolor, me duele verlo triste.
Él ya no es mío, pero lo sigo queriendo, haría cualquier cosa por verlo feliz, lo que sea.
Si se mantuvo estos años en pie fue por mí, batallé mucho por mantenerlo feliz, respeté sus convicciones, sus creencias, lo ame como a nadie, tanto que me olvidé de mis necesidades como mujer.
No permitiré que Michael vuelva a recaer, no quiero tener que volver a sufrir, ni deseo su infelicidad.

—Comprendo, pero... ¿Y?

—Su hijo esta saliendo con él mismo hombre con el que me metí, con quién tuve una aventura.

Éso sí que fue una sorpresa para el padre de Michael, sin embargo estaba dispuesto a escuchar esta historia hasta el final.

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