CXVI - Gris
A medida que Sara escuchaba a Riley, junto con Carnaghi hablar, caía más en desesperación; todo lo que oía le parecía absurdo. ¿Jonathan Bettley víctima? ¿De qué? Escucharlos defendiéndolo era ridículo. Y el hecho de que Michael la haya olvidado justo por él, era un insulto al buen gusto, al menos eso pensaba ella.
No podía firmar un convenio por reparación de daños, ni mucho menos disculparse, no quería retractarse, era un gran golpe a su orgullo.
Se acercó una vez más a Jonathan para decirle de todo, sin embargo, el hombre de ojos avellana suspiró y esta vez le respondió.
—He tratado de ser un caballero, porque tengo una madre y una hija en casa, pero realmente contigo no sé puede —expresó con molestia—, me tienes cansado.
Déjame decirte una realidad, para ver si con esto superas tu obsesión conmigo, escúchame bien, Sara.
Michael Spencer es mío ahora, conociéndote o no, él habría sido mío de alguna u otra forma, eso te lo aseguro.
No hay manera alguna de ir en contra del destino. Contigo o sin ti, lo habría conocido de todas formas y lo hubiera obtenido en otro momento.
Y actualmente lo tengo esperando en mi cama ¿Sabes qué significa? Que es totalmente mío desde hace meses.
Así que deja de torturarte con “el hubiera”, no cambiarás nada, él no dejará de amarme por mucho que llores en redes sociales. Tengo una noticia para ti, la funa mediática no ha afectado mi vida íntima con Michael, al contrario —sonrió y luego prosiguió—, el sexo ha sido fantástico y continúo, a él lo tengo junto a mí todas las jodidas noches.
Más allá de la intimidad y de nuestra rutina amorosa, todo va genial con nosotros.
No hay nada que puedas hacer que nos evite ser felices.
Vamos niña, estoy llegando a los 40’s, poco me importa lo que digan de mí en redes sociales o lo que llores en las noches, hazte un favor, firma el convenio y deja que todos nos vayamos a casa, tengo que recoger a mi hija de la escuela.
—¡No firmaré nada! Si no te afecta en lo absoluto ¡¿Qué hacemos aquí?! Eres un imbécil, al igual que aquellos dos estúpidos.
Sara señaló a Riley, además de Carnaghi, por lo que Patrick lanzó una sonrisa involuntaria, esto era todo un espectáculo.
Su “amiga” era la única que podía llamarle estúpido a Andrés sin que esté replicara.
Mientras que Jonathan seguía discutiendo con Sara.
—Entonces peor para ti, porque yo no pagaré ni un solo euro por esto, ni gastaré en abogados, buena suerte.
Ahora me voy con mi hija, luego con mi prometido —señaló el anillo—, porque a diferencia tuya, yo sí tengo una vida.
Estoy cansado de ti, de tus insolencias y lo que representas.
Eres el ser más abominable que he tenido el desagrado de conocer, eres una persona hipócrita, inverosímil, traicionera e inestable, además de que eres una total manipuladora con quien se deja.
Pero déjame decirte, yo no soy como los demás, me da igual lo que hagas, retuércete en tu propio veneno como la víbora que eres.
—No la provoques más —murmuró Andrés—. Comportense los dos.
—No, por favor, observa bien a la clase de canalla que representas, Carnaghi.
Y tú —se giró hacía Riley—, deja de burlarte de mí, que esto es serio.
Ustedes al igual que Michael —señaló al resto de los presentes—, están cegados por esta basura infame, un intento burdo de hombre.
Has de ser muy bueno en la cama Jonathan, lo suficiente para tener a tantos imbéciles a tus pies. Todos me dan asco.
—Esa respuesta solamente puede dartela Michael, vamos, pregúntale.
Él estará más que dispuesto a responderte sobre mi actividad en la cama.
—Idiota.
—No hagas afirmaciones estúpidas si no quieres que te responda.
Jonathan rodó los ojos, luego se alejó de ella y tomó el celular para llamar a su prometido, necesitaba avisarle que probablemente no podría ir por Cherry a clases.
Aprovechó el momento en el que Riley trataba de tranquilizar a Sara, porque ella estaba a punto de abalanzarse en su contra.
El saxofonista se sentó en una silla, se cruzó de piernas y miró su alrededor arder metafóricamente.
Después de unos momentos escuchó la voz de su novio del otro lado del auricular, lo que le ayudó a sentirse seguro.
Y a Michael le hizo feliz el saber que Jon estaba pensando en él.
El ver su celular encenderse nunca lo había hecho tan feliz.
Se sentía como las veces en las que Jonathan le llamaba por las mañanas para despertarlo.
Su novio le explicó la situación y que era probable que demorará un poco más de lo planeado por la histeria de Sara.
—Descuida, cariño. No te preocupes por nosotros, estaré al pendiente del transporte.
—Gracias, entonces llamaré a la escuela.
Y amor, empieza a decirle que «no» a Cherry de vez en cuando. Ella no puede ver la televisión hasta que terminé la tarea, ¿de acuerdo?
—Sí, no te decepcionaré, querido.
—Lo sé, mi vida.
Estoy esperando el momento para verte, te extraño demasiado, quiero abrazarte y estar junto a ti.
—Y yo también te extraño, cariño.
Amor, ignora a Sara, dirígete con Carnaghi, dile a él que lo resuelva por su cuenta, y tú ven a casa. No tienes la necesidad de soportarla, a ella ni a nadie.
—Es lo mismo que pensé, aunque tengo la esperanza de que Riley nos ayude a que esta mujer entré en razón de una vez.
Bueno, amor mío… tengo que dejarte, te encargo a Cherry.
Amor, me muero por estar a solas contigo.
Te amo más que nada en esta vida, no lo olvides.
—También te amo, cariño.
Estaré esperando el momento para verte de nuevo. Y no te preocupes por la niña, me haré cargo de ella, tú quédate tranquilo.
—Gracias, mi vida.
Y colgó.
Al hombre de ojos aqua le encantaba escuchar a Jonathan hablar, se había enamorado del sonido y el color de su voz desde que empezó a hablar con él.
Su voz era grandiosa en cada uno de sus vídeos, pero era mucho mejor el oírlo hablar en su oído, le provocaba sensaciones indescriptibles el escuchar los decibeles tan melodiosos que producía: era dulce, un tono algo ronco, suave a la vez, elegante, y demasiado embriagador. Más cuando bajaba el tono un poco, logrando estremecerlo por completo, y el sentir sus manos… no había sensación mejor.
Cerró los ojos por un momento, mordió sus labios, recordó su voz, y sus besos, amaba oírlo, sobre todo sentirlo en él.
Fue a la ducha, mantuvo en su mente las veces que su prometido le hablaba por las mañanas. Desde hace tiempo que todos sus sentidos se activaban al escucharlo, extrañaba que le hablará por las mañanas mientras que el agua recorría su piel.
«Extraño tus manos sobre mí».
Permaneció con sus manos pegadas a la pared, escuchando el agua caer, suspiró pesadamente y reflexionó por un momento.
A veces su mente entraba en negación con la realidad actual, especialmente su orgullo, el que le reprochaba amar tanto a Jonathan Bettley, pensaba en su dignidad y en lo que hubiera sido su vida si lo hubiera ghosteado desde mucho antes, al menos en el momento que tuvo la opción de agregar a Sara nuevamente a sus redes sociales.
Era un sentido de remordimiento y un golpe directo a todo el mundo de ensueño que tenía desde hace tiempo.
Realmente tendía a autocastigarse por sus expectativas y sueños antiguos.
—La descendencia se fue al carajo —dijo para sí mismo—. Dios, a veces no puedo creer esto, tantas mujeres en este mundo y yo termino con un chico.
Parece que me gusta complicarme la vida, sobre todo la existencia.
Salió del agua, se puso una bata y pensó en las cosas que estaban por venir.
Y siendo realista, iba a batallar con el tema de adopción, pero estaba dispuesto a intentarlo.
Solamente tenía que hablar del tema con Jon, aunque no era optimista al respecto, sin embargo realmente quería hacerlo.
Siguió encerrado en sus pensamientos, luego optó por vestirse.
Michael uso una camisa de vestir y un pantalón de mezcal color negro, se miró al espejo por un momento, para después pensar nuevamente en su prometido.
Recordó todas las veces que Jon solía levantarlo para llevarlo a la cama, abrazó su propio cuerpo; quería que su novio lo abrazara. La verdad es que él no podía quitarse de la cabeza las fotos del álbum, añoraba demasiado tener una fotografía con Jonathan en dónde lo abrazara al igual que las demás chicas.
Sabía que Jon era lo suficientemente lindo como para cumplirle tal capricho, solo que no sabía cómo decirle lo que quería.
Las fotos de Lucía eran las que más le carcomían la cabeza, observó especialmente las de la boda, le habían hecho sentir que era lo más insignificante del mundo, se sentía tan estúpido, y con el corazón roto.
Había empezado a creer que era una mancha gris en la vida del saxofonista.
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