Día 1: Hormonas
"Bienvenidos a:
Valle Normal
(Somos Personas Muy Sencillas)"
Era lo que se leía en el cartel bienvenida del pueblo que poseía un aspecto lóbrego y tenebroso. Al conducir su automóvil pudo notar como la extraña bruma que reinaba alrededor se hacía más espesa en la proximidad del camino al cementerio del pueblo fantasma.
«Nott, vas a pagarme los tres millones galeones que apostaste» pensó Draco Malfoy en un intento de infundirse valor. Iba a vivir un mes entero en la mansión tenebrosa que se encontraba en el centro del cementerio. Si lo pensaba Hogwarts era igual de tenebrosa con fantasmas y poltergeist, así que la mansión sería fácil de manejar o eso esperaba.
Suspiró un tanto sorprendido por la penumbra de aquel lugar; se quedaría así tuviera que hechizar a los esqueletos para que no emergieran de sus sepulcros. No era sarcasmo, aquel pueblo de muertos despertaba extrañamente en el mes de octubre hasta el primer día de noviembre. Cuando era un niño su padre solía decirle: "Está maldito" "Hay una fiesta constante, de la cual ningún hombre ha podido escapar" "No te enamores de la dama fantasmal que vive en allí o estarás perdido" Era lo suficiente inteligente para no meterse a una fiesta en ese pueblo y mucho menos enamorarse del espectro que vivía ahí. No era un adolescente que se dejara llevar por las hormonas, iba a pasar un mes en la mansión y no pasaría nada. Por el aspecto descuidado de las sepulturas era claro que debía estar llena de polvo y bichos.
Estacionó su coche en la entrada del cementerio, apagó las luces y el motor. Tomó su varita, no le asustaba ver fantasmas, en el colegio había visto muchos de ellos, su problema eran los "zombis" putrefactos; de solo pensarlo deseaba vomitar.
Al llegar a las rejas observó una placa de acero oxidado en la que estaba escrita la dirección: "777 Ghost St." Hubiera reído de no ser porque escuchó el aullido de un lobo que un mal augurio al que decidió no prestar atención. Pasó a través de las rejas oxidadas que tenía flores secas enredadas a través de los barrotes, el chirrido de esta lo sobresaltó, respiró profundo en un intento de calmar su ansiedad por lo desconocido. Las hojas secas crujiendo bajo sus zapatos y el grillar de los grillos le ponían los pelos de punta, ¡Malditos bichos! ¿A quién se le ocurría buscar la atención de las hembras en un cementerio? Estaba asustado y desde luego no iba aceptarlo por mucho que le temblaran las manos.
Continuó su camino hacia la casa en centro del cementerio. Era un mago de la casa de Slytherin, por ello sus instintos de autopreservación le pedían a gritos que regresara al coche y fuera a casa para pagar los tres millones de galeones. Sin embargo, su orgullo no estaba dispuesto a dejar que se avergonzara a sí mismo. Subió las escaleras de mármol que estaban impregnadas de alguna mancha negra que esperaba fuera cualquier cosa menos sangre. Empujó las puertas de caoba que estaban cubiertas por telarañas polvorientas, observó el interior de la casa y no parecía estar adornada para una fiesta constante, incluso se atrevería a afirmar por las capas de polvo que no hubo ninguna celebración en los últimos trescientos años.
— Ya sabía yo que esto sería pan comido. — Habló en voz alta para sí mismo, en ese mismo instante se sobresaltó cuando las armaduras de caballeros tomaron vida para acercarse a él.
— Bienvenido señor. — Saludó uno de ellos, la visera del yelmo se movía de arriba abajo como si de una boca se tratara. Lo que le dejó observar que no había nada dentro de él — La señorita lo está esperando en su habitación.
— ¿La señorita? — Tuvo que tragar grueso. Entonces era real la existencia de una dama fantasmal. — Antes de eso, debería limpiar la casa...
Ni siquiera esperó la aprobación de las armaduras y se escabulló por la puerta más cercana tratando de no resbalar por culpa del polvo espeso que estaba en el piso, debía encontrar la manera de ganar tiempo hasta el final del mes y así evitaría conocer a la dama fantasmal a toda costa y ganaría los tres millones de galeones.
Al darse cuenta de a donde ingresó quedó perplejo al ver en el centro de la habitación un ataúd de arce que estaba abierto ¿Quién sería el pobre diablo que decidió quedarse en su mansión después de muerto? Debía ser un loco o probablemente fue el último en morir de su familia. Se acercó sosteniendo fuertemente su varita, repasaba mentalmente varios hechizos para evitar que el difunto se levantase para asustarlo, al tenerlo frente a él lo más evidente era que se trataba de "ella". Una mujer muy guapa que no debía de pasar los 21 años, parecía estar dormida. El responsable del embalsamiento debió ser un artista, hasta la última hebra del ensortijado cabello castaño se notaba bien conservado, la piel era pálida como la porcelana china y las pestañas seguían intactas como las de una muñeca. Era como si estuviera viva aún...
— Es hermosa — Murmuró para sí. ¿ahora se sentía atraído por una muerta? ¿Desde cuándo era un necrofílico? ¡Malditas testosteronas! ¡Maldita hormona! — ¿Y si ella es la dama fantasmal?
Dio pasos hasta la puerta, se dio con la sorpresa de que estaba cerrada, usó varios hechizos para abrir la puerta, mas su varita parecía ser un palo inútil. Se sentía tan indefenso como un muggle. ¡Si la dama despertaba estaba muerto! De eso estaba seguro, tendría que pensar en una manera de salir, intentó con la aparición y no funcionó. La mansión debía estar maldita por lo que anulaba su magia.
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