Capítulo 12

Di un suspiro lleno de valor y comencé a caminar hacia la habitación de mi padre.

Cuando llegué al marco, Amelia me recibió riendo divertida, mientras que mi padre, se veía más serio que nunca.

— ¿Es eso cierto? — preguntó.

Yo miraba al suelo avergonzada.

— Pero, ¿qué es lo que te pasa? Viniste aquí y de repente ya quieres crecer. — alzó sus manos, irónico.

Amelia parecía divertirse con todo esto.

— Eres muchas cosas, Ellie. Pero nunca te consideré mentirosa. — me señaló. — ¿Dónde están los valores que te enseñé?

No era capaz de sacar ni una palabra. Estaba realmente avergonzada pero el sentimiento que resaltaba más era la rabia. Amelia no tuvo por qué hacer aquello.

— Eso es todo. No más salidas. De ahora en adelante, escuela casa, casa escuela. — indicó. — haber si así aprendes.

Esto ya la había dicho antes, el mismo castigo una y otra vez, sin embargo, esta vez lo sentí más serio al respecto, mucho más.

— Estoy muy decepcionado. — se levantó de la cama mirándome con desilusión y pasó a mi lado saliendo de la puerta.  Me empezaba a hartar de lo mismo.

— Ay, yo... — Amelia habló con una voz apenada desde el rincón del cuarto. — no pensé que... lo siento.

Me quedé callada pues sabía que, si le hablaba, desataría toda mi rabia en ella.

— Ellie, en serio, es que pensé que...

— ¡Cállate! Por Dios, Amelia. — grité asustándola y acercándome quedando frente a ella. —  No debiste abrir la boca, ni siquiera quería que vinieras desde un principio. — era tarde, ya la ira me había ganado. — mi padre solo finge ser bueno contigo, pero él tampoco te soporta. No tenías por qué haberte metido.

Así, impotente y sin atreverme a volver a mirarla, fui hasta mi habitación y me tiré en la cama. Ahogué mi cara en la almohada, hasta quedarme profundamente dormida.

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Eran las seis treinta, todos estaban dormidos por lo que intenté hacer el menos ruido posible al organizarme para ir a la escuela.

Desayuné huevos y pan, con un poco de café, para luego salir apurada al colegio.

Me acomodé en mi asiento y esperé a que el profe llegara. A comparación de antes, ya tenía varios amigos en casi todas las clases; en biología, Jake, un chico muy agradable, en historia, Ariana y Carlos, ambos muy graciosos, y así varios. No éramos los más cercanos, pero hacían las clases más divertidas.

A la hora del almuerzo, Katia y yo nos acomodamos donde siempre a almorzar y platicar un rato.

Estábamos platicando sobre el profe de geometría y su peculiar forma de hablar, cuando Lucas se acercó a nosotras.

— Hola, chicas. — saludó decente arrodillándose, a lo que ambas respondimos. — Katia, ¿Me prestas a Ellie un segundo?

— Claro, vayan. — aceptó, yo la miré extrañada y me levanté.

— ¿Todo bien? — pregunté preocupada.

— Si, sí. — sonrío y pasó su mano detrás del cuello, nervioso. — es solo... quería saber cómo estabas. — ambos nos sentamos en una banca cercana. — Ya sabes, luego de todo lo de tu prima, quería disculparme, fuimos unos tontos, Javier me convenció y estuve a punto de decirle que no, pero al final todo se...

— Oye. — lo interrumpí notando que estaba deliberando. — tranquilo, todo está bien.

— ¿En serio? ¿Tu padre no te dijo nada? — preguntó ilusionado recostándose levemente hacía mí. Yo reí.

— Me dijo de todo. — su sonrisa desapareció.

— ¿Qué pasó? — ladeó su cabeza angustiado.

— Me dijo que no más salidas, aunque eso ya lo ha dicho varias veces, solo que esta vez, fue... diferente. — conté. — y que estaba decepcionado de mí. — dije desanimándome al recordar.

No me gustaba pelear con mi padre, pero las cosas no podian quedarse asi para siempre.

— Aveces siento que me odia. —  expresé con un poco de gracia. — no tienes idea de cómo me miro.

Sin darme cuenta, me había recostado en su torso.

— Él no te odia, Ellie. — habló casi en susurro con un tono reconfortante. — solo está en un momento de rabia, todavía te ama, jamás dejará de hacerlo. — yo me acomodé y lo miré con una pequeña sonrisa.

Me avergonzaba saber que estaba lloriqueando como una niñita frágil.

— No eres egoísta, eres humana. Solo querías divertirte, algún día lo entenderá.

Yo sonreí.

— Eres bueno. — lo felicité. El formó una pequeña sonrisa orgulloso.

— Con cuatro hermanas, se vuelve fácil dar palabras de apoyo. — alzó los hombros y me regaló una media sonrisa contagiosa.

— Gracias, definitivamente no pensé que esto pasaría. — apenada, acomodé un mechón de mi cabello evadiendo su mirada.

— No es nada, puedes contar conmigo. — alzó los hombros hablando como si lo que hubiera dicho fuera algo obvio.

Lo miré sonriente. Él hizo lo mismo y por un instante, sentí a nuestras miradas conectarse hundiéndome en esos hermosos ojos cafés.

— Bueno. — me levanté brusca por instinto. — creo que ya debería volver con Katia.

— Si, tal vez. — respondió levantándose igual y sobando sus brazos.

— Te veo luego.

— Si, adiós.

Charlé otro rato con Katia, para después separarnos y volver a clases. Hoy salimos un poco más temprano así que a eso de las dos y media, iba ya saliendo de la escuela.

Como todos los días y ya siendo parte de mi ruta a casa, pasé por el supermercado de Lucas, al que obviamente no podía entrar. Le di una pequeña ojeada a lo lejos, encontrando al castaño en la registradora trabajando y a Javier de fondo organizando varias cajas.

Tardó unos segundos en notar mi presencia, pero, al hacerlo movió su mano y me sonrió, yo amable le devolví el gesto.

Iba a continuar caminando cuando escuché a Javier llamarme. Vino a paso rápido hasta donde mí, tomándome por sorpresa.

— Ellie, ¿Por qué no has entrado? — preguntó extrañado. Yo recordé que él no sabía de lo sucedido, suponiendo que Lucas no le había contado.

— Mi prima los delató y ahora no puedo salir ni a la esquina. — expliqué con humor.

— ¡Que va! Ese papá tuyo es un patán, él no te puede quitar la adolescencia así. — delegó exaltado. — venga, que eres joven, esta etapa solo se vive una vez en la vida, ¿acaso no entiende?

— No, ya déjalo así, no empeoremos más las cosas, ya me tengo...

— ¿Ósea qué? ¿Ya no vas a poder salir más aparte del colegio? — se indignó. Parecía más enojado que yo.

— Esta bien, en serio, no te preocupes. — intenté quitarle importancia, pero el continuó igual.

— Pero es que no está bien, es que no me parece. — expresó dramático con sus manos.

— Ya, ya, estás más enojado que yo. — me burlé. — estoy segura de que se le pasará. Así es mi padre.

Javier se rindió, aunque aún seguía exaltado. Me despedí, de nuevo intentando calmarlo, y retomé mi camino a casa.

— Ya llegué. — anuncié mientras colgaba mi abrigo.

Al voltearme, Amelia y mi padre sentados en el sillón me recibieron, algo serios y asustándome.

— ¿Pasa algo? — pregunté preocupada.

— Siéntate, Ellie.

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Lucas en galería.

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