Capítulo 10

Era sábado y decidí levantarme temprano para hacer una pequeña maratón de películas, aprovechando que mi padre no estaba en casa. No le gustaba mucho el ruido del televisor.

Cuando él llegó, se recostó un rato en el mueble, mientras yo limpiaba un poco la casa.

— Creo que iré al mercado a comprar unas cosas. — anuncié restregando unos sillones.

— ¿Qué cosas?

— Ya sabes... lo que falta.

Honestamente, no faltaba nada, admito que solo quería salir y ver a Lucas. ¿Era eso extraño?

Mi padre meditó unos segundos y dudoso, aceptó. Hace unos días dijo que solo saldría de la casa a la escuela, pero como siempre, ya se le olvidó.

Salí rápidamente y me encaminé directo al local, sin saber exactamente lo que quería comprar.

— Hola. — saludé a Lucas alegre encontrándolo arrodillado en unas estanterías.

— Ellie, que sorpresa. — alzó su mirada hacia mí con varios panes en su mano.

— Si, necesitaba comprar unas cosas.

Antes de poder agregar algo, escuché gritar a Javier desde lo lejos reconociéndome.

— Ellie, que hace tiempo que no te veía. — bramó dándome un pequeño abrazo. Yo sonreí.

— No fue hace tanto. — lo miré irónica.

— Bueno, sí. Igual te he extrañado. — alzó sus brazos, inocente.

Lucas carraspeó su garganta llamando nuestra atención y sintiéndose de lado.

— Perdóname, pero a ti no te extrañé. Estoy ya es cansado de verte esa carota todos los días. — declaró divertido. A Lucas no se le hizo nada gracioso.

— Mira cómo me rio. — respondió sarcástico.

— Tenes que trabajar en esa risa.

— Te juro que no sé cómo lo aguanto. — comentó estresado el castaño. Yo alcé los hombros incrédula.

— Eh, ¿Qué tal si montamos un rato? — invitó Javier refiriéndose a las patinetas que había, un poco más afuera del almacén.

— No, yo no sé. — negué desanimada.

— Que va, yo te enseño. — contestó alentado y persistente.

— No estoy muy segura.

— Vamos, será divertido. — respondió, esta vez Lucas poniéndose de pie.

— Esta bien, supongo. — acepté algo nerviosa.

Esperamos un rato a que Lucas terminara su turno y nos alejamos unas cuadras intentando encontrar una calle vacía para yo practicar.

— Bueno, te subís así. — indicó Javier levantando su pie izquierdo encima de la tabla y haciendo un movimiento que no logré entender. — y te impulsas con el pie así. — de nuevo, movió su pie derecho ladeándolo.

Yo quedé más que confundida.

— Haber, tu no le sabes explicar. —se interpuso Lucas. — apóyate en mí. — me ofreció sus brazos. Yo los recibí, nerviosa mientras el continuaba guiándome.

— Ahora, impúlsate. — dio un pequeño empujón, yo me balancee hasta mantener el equilibrio y comenzar a moverme.

— Eso, así. — me felicitó apretando su agarre cuando me desplacé con impulso.

— Ya dos segundos y eres mejor que él. — bromeo Javier haciéndome reír.

— Ay, Javier, siempre he sido mejor que tú. — debatió Lucas presumido. Yo me bajé de la tabla volviendo con ellos con ganas de intentarlo otra vez.

— Creo que ya... — iba a comentar algo ignorando a ese par pelear, cuando vi a mi padre a un par de calles, caminando en nuestra dirección. Abrí los ojos asustada reaccionando enseguida.

— ¿Qué pasa, Ellie? Pareces una momia. — preguntó burlón Javier.

— Ay, no. — volví de mi trance. — escóndanse ya, ya. — los empujé casi que tirándolos hacia los arbustos. Mi padre ya se había percatado de mi presencia y se acercó, extrañado hacia mí.

— Ellie, ¿Qué haces aquí?

Yo seguía revisando que ni Lucas ni Javier, tuvieran rastro alguno.

— Nada, estaba pasando el rato. — respondí agitando mis manos, intentando parecer relajada. La verdad estaba muerta del susto, no queria más regaños de su parte.

— Veo que no has comprado nada. — habló observando mis manos vacías y arqueando su ceja, curioso.

— Si, justo iba para allá.

Un pequeño ruido en los arbustos se escuchó, poniéndome los nervios de punta.

— Ay, mi pie. — logré escuchar susurrar a Lucas, al parecer herido.

— ¿Que fue eso? — preguntó mi padre asomándose hacia los arbustos.

— Nada, nada, ardillas de seguro. — respondí nerviosa intentando bloquearle el paso.

— Bueno. No te tardes. — demandó despidiéndose y volviendo a retomar camino a casa. Yo suspire aliviada.

— Chicos, ya pueden salir. — me asomé entre las matas.

— Al fin, me estaba muriendo ahí. — salió celebrando, Lucas, sacudiendo su ropa y dejando a varias hojas caer.

Javier hizo lo mismo.

— Eh, no es por meterme ni nada, pero, ¿por qué tu padre es tan estricto? — inquirió, ladeando su cabeza interesado.

Yo suspiré.

— Es complicado.

— Tenemos tiempo. — incitó Lucas sentándose en una banca cercana a nosotros. Javier imitó la acción.

— No es... Bueno, está bien. — me rendí y me acomodé en la esquina de la banca quedando al lado de Javier.

— Te escuchamos. — se acomodaron prestándome su atención.

— Bien. Mi madre... — aquí vamos. — mi madre murió al tenerme, estaba dando a luz y... los doctores no supieron que pasó. — la verdad, no quería entrar en detalles.

Ellos continuaban escuchando, atentos.

— A mi padre nunca le ha gustado hablar del tema. Siempre ha sido muy protector conmigo, porque, creo que de alguna forma... teme perderme también.

Este era un tema del que me incomodaba hablar con las personas, pero creo que a ellos valía la pena contarles.

— Aunque le diga mil veces que nada me va a pasar, continuará siendo así. — expliqué.

— ¿No has intentado sentarte y hablar con él al respecto? — planteó preocupado, Lucas. Yo reí.

— Unas cien veces o más, es imposible.

— Pues, me parece muy injusto. Vos eres una adolescente, ¿Que espera el hombre? ¿Qué te quedés enana? — dijo enojado Javier, más que nada ofendido y agitando su cabeza.

— Pero sigo sin entender eso que tiene que ver conmigo. — debatió el castaño, confundido.

— Supongo que descarga su ira en ti. — alcé los hombros aún con mi mirada en el suelo.

— Bueno, esto amerita un abrazo. — incitó Javier abriendo los brazos. Lucas y yo nos miramos divertidos y aceptamos la oferta. — contás con nosotros, Ellie.

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Javier en galería.

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