──── 038.
Han pasado unos meses desde el incidente en la torre de Astronomía. Las clases en Hogwarts se retomarían a pesar de las dificultades, pero aun así yo no pensaba asistir este año porque me uniría a Harry Potter para ayudarle a buscar los Horrocruxes faltantes.
—Hola, Ron —saludé al chico cuando llegué a la carpa donde se celebraría la boda de Bill y Fleur. Desde la entrada se veían en su interior hileras e hileras de frágiles sillas, asimismo doradas, colocadas a ambos lados de una larga alfombra morada; y los postes que sostenían la carpa estaban adornados con flores blancas y doradas.
—Hola —saludó Ron, quien se hizo a un lado y sonrió de forma perspicaz cuando un chico pelirrojo se acercó a nosotros—. Te presento a mi primo Barny.
—En realidad yo...
—Lo sé —dije suavemente al momento en que veía como mis abuelos hablaban con el señor Weasley—. El padre de Ron nos dijo quien eras.
—A este paso mi padre terminará contándoselo a todos —suspiró, ocasionando que Harry y yo soltáramos una pequeña risa—. Por cierto. ¿Por qué traes una maleta? ¿Acaso piensas regresar a Hogwarts?
—Oh, no, nada de eso —mencioné tranquilamente—. Solo lo he traído porque uno nunca sabe con lo que podríamos encontrarnos.
Ambos se han mirado extrañados al no comprender lo que sucedía. Pensaba explicarles, pero en ese momento un mago de aspecto sumamente excéntrico se nos acercó para preguntar cuál era la mesa que le correspondía.
—Xenophilius Lovegood —se presentó—; mi hija y yo vivimos al otro lado de esa colina. Los Weasley han sido muy amables invitándonos.
—Usted debe de ser el padre de Luna —dije con una pequeña sonrisa—. Encantada de conocerlo. Soy amiga de su hija; Ainara Scamander.
—¡Oh, la chica Scamander! Oh, sí, Luna me ha hablado mucho de ti —dijo con los ojos brillantes de la emoción—. Dice que usted comprende perfectamente a las criaturas mágicas y no mágicas.
—Algo así. Todavía estoy aprendiendo —dije soltando una pequeña risa para luego mirar alrededor—. ¿Ella no ha venido con usted?
—Sí, sí, pero se ha entretenido en ese precioso jardín saludando a los gnomos. ¡Qué maravillosa plaga! Muy pocos magos se dan cuenta de lo mucho que podemos aprender de esas sabias criaturas, cuyo nombre correcto, por cierto, es Gernumbli gardensi.
—Los nuestros saben unas palabrotas excelentes —comentó Ron—, pero creo que se las han enseñado Fred y George.
En ese momento Luna Lovegood llegó. La chica llevaba una túnica igual que la de su padre y, como complemento, un gran girasol en el pelo.
—¡Hola, Harry! —saludó.
—Me llamo Barny —repuso el muchacho, desconcertado.
—Ah, ¿también te has cambiado el nombre? —preguntó ella alegremente.
—¿Cómo has sabido...?
—Bueno, por tu expresión.
Xenophilius, enfrascado en una conversación con un conocido suyo, no oyó el diálogo entre Luna y Harry; poco después se despidió de su amigo y se volvió hacia su hija, que levantó un dedo y dijo:
—¡Mira, papá! ¡Uno de esos gnomos me ha mordido y todo!
—¡Qué maravilla! ¡La saliva de gnomo es sumamente beneficiosa, hija mía! —exclamó el señor Lovegood, sosteniendo el dedo que Luna le mostraba, y examinó los pinchazos sangrantes—. Luna, querida, si hoy sintieras nacer en ti algún talento... ¡No lo reprimas! ¡Es posible que los Gernumbli te hayan obsequiado con un don!
Pude notar como Ron intentaba aguantarse la risa cuando se alejó para guiar a los otros invitados, en cambio, Harry y yo nos encontrábamos en total normalidad.
—¿Rolf también ha venido? —preguntó Luna con una mirada soñadora—. Quisiera mencionarle algunas de las cosas que aprendí.
—Sí. Él se encuentra con mis abuelos —dije al momento en que señalaba la dirección exacta donde se encontraba mi hermano menor.
—En ese caso iré a saludarlo.
Luna comenzó a dar pequeños saltitos mientras se acercaba a la mesa donde se encontraba Rolf, en cambio, su padre fue a sentarse a la mesa que le correspondía para así esperar a que la boda comenzara.
—Ya deberíamos de ir a nuestros asientos —comentó Harry mientras veía como los invitados comenzaban a sentarse—. La ceremonia ya debe estar por comenzar.
—Así parece —dije tranquilamente—. Te veo más tarde.
—Sí —asintió sin dejar de mirarme fijamente—. Por cierto, hoy estás muy guapa.
Harry se alejó dejándome un poco desconcertada debido a que no esperaba su cumplido. Suspiré, tomé mi maleta y comencé a acercarme a mi familia.
—Damas y caballeros... —dijo una voz cantarina, Me llevé una ligera sorpresa al ver al mismo mago bajito y de cabello disperso que había presidido el funeral de Dumbledore, de pie frente a Bill y Fleur—. Hoy nos hemos reunido para celebrar la unión de dos almas nobles...
En la primera fila, la señora Weasley y madame Delacour sollozaban en silencio y se enjugaban las lágrimas con pañuelos de encaje. Unos trompetazos provenientes del fondo de la carpa hicieron comprender a todos que Hagrid había utilizado también uno de sus pañuelos tamaño mantel.
El mago del cabello disperso alzó la varita por encima de las cabezas de los novios y, acto seguido, una lluvia de estrellas plateadas descendió sobre ellos trazando una espiral alrededor de sus entrelazadas figuras. Fred y George empezaron a aplaudir y, entonces, los globos dorados explotaron, dejando escapar aves del paraíso y diminutas campanillas doradas que, volando y flotando, añadieron sus cantos y repiques respectivos al barullo. A continuación, la gente comenzó a acercarse a los novios para felicitarlos en su reciente unión, luego comenzaron a bailar o a disfrutar del gran buffet.
Solté una pequeña risa cuando he visto como Luna arrastraba a mi hermano hacia la pista de baile. Luna se movía de un lado a otro disfrutando de la música, mientras que Rolf intentaba seguirle el paso intentando tranquilizar aquel nerviosismo que le daba cuando la chica se le acercaba. Continué mirándolos hasta que sentí una amarga sensación en mi pecho al recordar aquella ocasión cuando Draco y yo bailamos escondidos de los demás.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Harry una vez se acercó a mi mesa y se sentó a mi lado cuando mis abuelos fueron a felicitar a los recién casados.
—Lo estoy. Solamente me sentí melancólica por un segundo.
Harry realizó una pequeña mueca, pero luego formó una pequeña sonrisa y me extendió su mano.
—¿Te gustaría bailar?
Sonreí débilmente e iba a sostener su mano, pero en ese momento una figura enorme y plateada descendió desde el toldo hasta la pista de baile. Sutil y brillante, el lince se posó con suavidad en medio de un grupo de asombrados bailarines. Todos los invitados se giraron para mirarlo y los que se hallaban más cerca se quedaron petrificados en posturas absurdas. Entonces el patronus abrió su boca y habló con la fuerte, grave y pausada voz de Kingsley:
—El ministerio ha caído. Scrimgeour ha muerto. Vienen hacia aquí.
Fueron momentos muy confusos, de una extraña lentitud. Sostuve mi maleta al momento en que Harry se levantaba. Muchos magos y brujas se iban percatando de que había pasado algo raro; algunos todavía no habían apartado la vista de donde poco antes se había esfumado el felino plateado. El silencio se propagaba en fríos círculos concéntricos desde el punto en que se había posado el patronus. Entonces alguien gritó y cundió el pánico.
Harry y yo nos lanzamos hacia la atemorizada multitud. Los invitados corrían en todas direcciones y muchos se desaparecían. Los sortilegios protectores que defendían La Madriguera se habían roto.
—¡Ron! —oí chillar a Hermione—. ¿Dónde estás, Ron?
Nos abrimos paso a empujones por la pista de baile, y vi que entre la multitud aparecían figuras con capa y máscara; entonces distinguí a Lupin y Tonks blandiendo sus varitas, y los oí gritar: «¡Protego!», un grito que resonó por todas partes.
Pudimos ver a Hermione mirando hacia todos lados con una expresión aterrada. Harry no tardó en ir hacia ella y debido a la multitud que intentaba huir, terminamos por separarnos. En ese instante un rayo de luz pasó zumbando por encima de mi cabeza; no supe si se trataba de un encantamiento protector o de algo más siniestro.
—Siempre estás en los momentos más peligrosos —oí mencionar a una voz masculina detrás de mí, la cual me era muy reconocida debido a todos los momentos que pasé junto a él.
—Eres tú... —musité débilmente mientras sentía sus manos sobre mis hombros. Draco evitó que me diera la vuelta, él simplemente comenzó a arrastrarme entre la multitud hasta que logramos ver a Harry reunirse con Hermione y Ron.
—Ten cuidado —susurró con un tono de voz que hacía a mi pecho doler.
El chico empujó suavemente mi cuerpo para que así el trío de oro me viera y, entonces, cuando llegué hasta ellos, me di la vuelta para mirar a Draco; sin embargo, él ya no se encontraba.
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