Capítulo 40

Hago todo el camino de vuelta a casa intercambiando mensajes en el grupo de whatsapp. A Irantzu ya se le ha pasado el susto y estar a tope de adrenalina parece que ha aumentado por mil su verborrea habitual. Para colmo, como Vanesa se ha perdido todo el jaleo al despistarse del grupo, quiere saber con todo detalle lo ocurrido. Siguen hablando hasta que por fin me preguntan, si ya está todo resuelto. Inocente de mí, pensaba que con responder "sí" sería suficiente pero solo da pie a que quieran saber más. Al final, quedamos para la tarde ya que es imposible contarles todo por mensaje. Y ya, a estas alturas ¿para qué ocultarles nada? No he conseguido mantenerles al margen del peligro así que por lo menos se merecen saber lo mismo que yo.

Durante todo el intercambio de mensajes, Martín no dice nada y aunque sé que él no ha resultado herido, quiero asegurarme. Le envío un mensaje:

"¿Estás bien? No has dicho nada en el grupo aunque sé que has leído toda la conversación".

No tardo en recibir respuesta.

"Estoy bien. Es solo que tengo la sensación de que estorbo en todas partes".

De primeras no entiendo a qué se refiere, luego recuerdo cómo le ha tratado nuestro amigo el vampiro, sin tacto alguno. Vale que la situación era tensa pero...

"Mikael no debería haberte gritado así. Pero lo ha hecho porque le importas. Mucho".

Un minuto de silencio. Dos.

"¿Hablas en serio?".

"Ajá. No se lo tengas en cuenta, ¿vale? Mañana nos vemos".

"Gracias por escribirme".

Con mejor ánimo llego a casa e intento hacer poco ruido para no despertar a Camille. Paso por el baño para curar la herida antes que nada y después me bebo una bolsa de sangre para recuperar fuerzas.

Ya en la habitación, comienzo a desvestirme, cuando un ruido en la ventana, me sobresalta. Al otro lado del cristal, un Luca con gesto atormentado me espera. Abro y me cruzo de brazos, dejando claro que no es bienvenido.

—Vaya, si es mi gato... No pensaba que tendrías tanta cara como para venir, la verdad.

—Lo siento. Mucho... Si me dejaras explicarme...

—¿Explicarte? ¡Explicarte! —Al darme cuenta de que estoy levantando la voz, continúo con un susurro. No tengo ganas de despertar a Camille—. Te has colado en mi casa, has dormido en mi cama, me has estado engañando durante días y días...

—Por favor, déjame hablar...

Una parte de mí quiere darle con la ventana en las narices, la otra, se muere de curiosidad.

—Vale, pero vamos a algún lado.

Me calzo de nuevo las botas y recupero mi chaqueta, tirada sobre la cama. Salgo por la ventana y echo a andar en dirección al parque infantil de la urbanización. A estas horas no habrá nadie allí.

Luca camina a mi lado sin decir nada y me alegro de que el lugar esté cerca, el silencio me está matando. Una lluvia fina comienza a caer y maldigo mi idea de salir de casa. Me acerco a la típica cabaña de madera tamaño infantil y entramos para protegernos del aguacero que cada vez cae con más fuerza. La peor de las ideas si pretendía mantener las distancias: entre esas estrechas paredes estamos respirando el aliento del otro. "Perfecto Olivia. Aquí su aroma apenas te despistará".

—Tú dirás —invito.

—No sé por dónde empezar...

—Yo te ayudo. A ver... eres un cambiaformas y en vez de contármelo, has preferido colarte en mi casa convertido en gato y dormir conmigo ¡como si fueras mi mascota! —Es decirlo en voz alta y no puedo evitar cabrearme de nuevo.

Luca rehuye mi mirada y se le nota incómodo. Pero ¿qué pensaba?

—Lo siento. Por todo. No sabía cómo contártelo.

—Mira, entiendo que no lo hicieras al principio, pero el otro día en la librería... te pregunté por ello y no quisiste decirme la verdad. ¡La verdad Luca! No te pido más que eso.

Por fin me mira y un brillo extraño aparece en sus ojos.

—Tú tampoco es que hayas sido muy sincera que digamos. Si no fuera por lo que ocurrió en el bosque, jamás me hubieras dicho que eras una vampira.

En eso tiene razón.

—Ninguno de los dos hemos hecho las cosas bien —reconozco —. Cuando me mudé aquí, hice amigos por primera vez y quise proteger eso por encima de todo. Nunca he querido pasar tan desapercibida como en este lugar. Solo deseaba ser una adolescente de instituto más...

—Y lo hubieras conseguido de no ser por Mikael.

—¿Qué quieres decir?

Se toma un momento para contestar y cuando lo hace, me sorprende su respuesta.

—Que realmente lo habías conseguido. No sé cómo pero eras invisible para la gran mayoría. Con tus gafas falsas y esa costumbre tuya de intentar esconderte tras una cortina de pelo... Y sin embargo, algo de ti me atraía de tal forma que no podía hacer otra cosa más que mirarte.

Me doy cuenta de que le estoy observando boquiabierta. Incluso se me ha pasado un poco el enfado. ¿Por qué se empeña en decirme esas cosas?

—Pero lo descubriste...

—Ya te he dicho que fue por Mikael. En cuanto le vi me puse en alerta. Al principio no supe qué era pero por si acaso, comencé a vigilarle. No tardé en pillarle cazando en el bosque. Y ya no había duda. El día que os descubrí discutiendo detrás de la Sala Ilargi, me di cuenta de que erais iguales.

Hago memoria y no tardo en calcular que apenas dos días después fue cuando apareció el gato por primera vez en mi ventana.

—Y entonces decidiste vigilarme más de cerca —insinúo—. Claro, me acompañaste hasta casa... te lo dejé todo en bandeja.

—No lo digas así. Me sorprendió descubrir que eras una vampira, pero a la vez fue como si eso hiciera que todo encajara. Y por algún motivo, sabía que no eras como Mikael. Tenía curiosidad y creí que esa era la forma más sencilla de averiguar más sobre ti.

—Claro, porque lo de hablar está sobrevalorado, ¿verdad?

—¿Qué querías? ¡Eres una vampira y yo un cambiaformas! ¿Que nos sentáramos a charlar sobre lo raras que son nuestras vidas?

—¡Pues aquí estamos! —protesto.

—¿Tan difícil es de entender? Me he criado en una casa en la que me han enseñado a desconfiar de cualquier otro ser sobrenatural y de pronto, resulta que estoy enamorado de una vampira. ¡Perdona por no saber cómo abordar la situación!

—¿Enamorado? No digas tonterías...

—Tanto como para haberme saltado todas las normas de mi familia. No quiero pensar en lo que pasará cuando mis padres se enteren de lo que ha ocurrido durante las últimas semanas...

Ahora entiendo. Todas las reticencias, todas las veces que se echó atrás en el último momento, que dijo que no podía tener algo conmigo, era porque estaba pensando en su familia, no por mí ni porque a él le importara mi naturaleza...

—Sabes que yo nunca os haría daño ¿verdad?

—Lo sé pero no se trata de eso. Mis padres son muy sobreprotectores. He crecido en una casa con un millón de normas debido a lo que somos. Si alguien entiende eso de tener que pasar desapercibido, soy yo.

—Bienvenido al club, entonces.

Ha dejado de llover. Luca sale fuera de la caseta y da una gran bocanada de aire, como si el peso de sus palabras, le hicieran imposible respirar entre esas paredes.

Le sigo y me planto frente a él. Quiero entenderle pero está claro que algo se me escapa.

—¿Qué más hay? No es solo eso, ¿verdad?

—Me has dicho que tú no nos harías daño pero no te has parado a pensar que aquí, el animal peligroso soy yo.

Hola, hola... ¿qué tal por ahí? Siento el retraso, me gusta publicar los martes pero ayer se me hizo tardísimo. Espero que no os haya importado esperar un poquito...

¡Y bien! ¿Qué opináis de lo ocurrido?

Empecemos por esa pequeña conversación con Martín. ¿Pensáis que tiene motivos para sentirse así? Lo cierto es que Mikael se pasó bastante al contestarle de esa manera y yo creo que Olivia ha hecho bien en decirle que es porque Mikael se preocupa por él. Habrá que ver qué pasa con estos dos. 

Y en cuanto a Luca... yo creo que ahora se entiende mejor por qué no se acaba de lanzar con Olivia. La presión de la familia marca mucho pero si además tienes miedo de ti mismo... vamos que es normal que esté hecho un lío entre lo que quiere y lo que cree que debe hacer.  Veremos cuál de las dos opciones pesa más.

En el próximo capítulo, un montón de información nueva. ¡No digo más!

Os adoro. Besitossss

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