Capítulo 39 🎻
Raven
Un trueno suena tan fuerte que sacude todo Arkos. Algunos muebles de la habitación traquetean. Las hojas de los árboles proyectan sombras en las paredes y las ventanas se abren y se cierran dando paso a la lluvia. Ignoro el caos, ignoro el dolor en mi corazón mientras deslizo el arco por las cuerdas del violín. Las notas vibran dentro de mi alma, las luces rojas emergen y siento calidez. Un tipo de calma que relaja la agitación. La conmoción. La decepción.
Soy una tonta.
Me expuse sola a esta situación.
Él me dejó claro desde un principio cuál es su posición sobre la paternidad. ¿Por qué me duele tanto? Tengo dieciocho años, soy joven y con un futuro por delante. Necesito ser racional y aprender a gestionar mis emociones. No juzgo sus miedos. Me lastimó ver la expresión en su rostro. Me miró como si fuera la única responsable de las acciones que ambos cometimos. Tuvimos sexo sin protección desde que nos conocimos. ¿Qué demonios esperaba?
La primera lágrima rueda por mi mejilla y mis dedos acompañan al arco en una melodía tan desgarradora que me roba un sollozo. Maldito imbécil sin consideración. No tiene problemas en follarme, pero cuando se trata de asumir las consecuencias se convierte en un monstruo que le da igual lastimarme.
Bastardo.
Permito que la música se haga cargo. Un tono inquietante y extraño que me hace sentir poderosa. Los minutos pasan y luego oigo un grito agudo y violento. Mi atención se dirige en la ventana dónde distingo unas gigantescas alas blancas agitarse bajo la tormenta.
Kiva.
Otro trueno impacta detrás de ella y sus ojos azules brillan en la oscuridad. Sus aleteos provocan escalofríos en mi piel. Mi vestido mojado se pega a mi cuerpo y mi cabello rojo flota alrededor de mis mejillas. Desde que vi a esa criatura por primera vez supe que no estaría sola nunca más.
Fuimos hechas para estar juntas.
Amo y guardiana.
―¿Raven?
La melodía se detiene, las ventanas se cierran de golpe. Dos brazos me rodean desde atrás en un intento de relajar mis emociones fuera de control. El violín tiembla en mis manos. El corazón me retumba. Trato de enfocarme en el hombre que me sostiene y no en la ira que me embarga. Necesito respirar.
―Apártate―digo―. Hazlo ahora o voy a gritar.
Krestel me suelta y me giro para enfrentarlo. Con el pecho agitado, parpadea rápidamente y sacude la cabeza. Sus ojos lucen atormentados y oscuros.
―¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? ―pregunta―. Ella pudo entrar aquí y destruir todo con tal de protegerte.
—Le daría las gracias si te quemara el trasero.
Aprieta los labios.
—No estás entendiendo lo que he dicho...
—Lo entiendo perfectamente. La llamé con mis emociones porque hemos desarrollado una conexión desde que nos vimos por primera vez. Es mi guardiana y muy capaz de atacarte si lo ordeno—mascullo, dejando el violín sobre el sillón de cuero—. No la detendría.
Lo digo con tanta naturalidad, mi voz engañosamente tranquila. Culpo a la ira por mi falta de emoción. En otra ocasión saltaría y trataría de tocar a esa hermosa criatura por darme el privilegio de ser su jinete.
—Raven...
Un núcleo de rabia burbujea a través de la fina corteza de mis otras emociones. Estoy molesta, cansada y triste.
—No, Krestel. No hagas esto de nuevo. Hemos estado en la misma posición varias veces. Lo arruinas, te disculpas y te perdono. Pero esta vez no quiero nada de ti—Señalo la puerta—. Déjame tranquila.
Le doy la espalda y camino hasta el armario para buscar ropa seca y limpia. Mis labios tiritan por sofocar el llanto. Odio ser tan sensible. Ni siquiera soy capaz de discutir sin quebrarme. Este hombre me ha robado todo. Mi alma. Mi corazón. Mi propia voluntad.
—Yo...
—Olvidas el detalle de que tengo sentimientos. No puedes usarme y luego desecharme cuando no eres capaz de afrontar los problemas.
—Maldita sea, basta —Me toma por los hombros antes de que haga otro movimiento y me fuerza a mirarlo. Pongo las manos en su pecho, tratando de apartarlo, pero es pesado como una montaña. Su agarre se vuelve más fuerte y me aprieta contra él—. Soy jodidamente impulsivo y me odio por ello. Te prometo que sigo aprendiendo. A veces no puedo evitar actuar como...
—¿Cómo un idiota? —Lo interrumpo con una risa falsa—. Sí, ya me di cuenta. Este eres tú después de arruinarlo sin ser capaz de ofrecer una sincera disculpa. ¿De qué sirve un lo siento cuando sigues cometiendo los mismos errores?
La fría palma de la mano de Krestel se fija en mi boca antes que pueda seguir hablando.
—Merezco cada insulto y lo acepto con gusto. Haz lo que quieras conmigo—Le lanzo la mirada más letal y aún así sus ojos rojos lucen gentiles. No caigas, Raven. No caigas...—. No debí hacerte responsable de lo sucedido ni causarte dolor. Odio ser el motivo de tus lágrimas. Odio verte llorar. Si tú sufres yo también.
Aparto su mano de mi boca y desvío los ojos hacia un rincón oscuro de la habitación.
—Aún no me aceptas tal y como soy. ¿Sería tan terrible que tú y yo tengamos un hijo?
Caemos en un tipo de silencio que revela secretos de las sombras, algunas confesiones que necesitan salir a la luz. Mi corazón da un frágil golpeteo cuando susurra algo inesperado.
—No creo que sea terrible de ninguna manera—susurra—. Sería incapaz de odiar cualquier cosa que venga de ti. Yo... me sigo aferrando a mis propios miedos. No soportaría que esa parte de mí sea perseguido ni arruinado.
Mi garganta se seca.
—El futuro es incierto —Me desprendo de sus brazos y vuelvo a mirar la ventana. La tormenta no se ha calmado, el cielo rojo se mezcla con las nubes grises y veo cientos de murciélagos volando—. Te aseguraste de que la vida de Karrie sea mucho mejor desde que la rescataste. ¿Por qué piensas que sería diferente si un día nace alguien con una mezcla de ambos?
—No he experimentado muchas cosas buenas antes de que llegaras a mi vida, Raven. A veces me cuesta asumirlo—Me atrae de nuevo a él y esta vez no lucho—. Eres perfecta, pura y buena. Todo lo opuesto a mí. Todavía me pregunto qué demonios hice para merecerte.
Un trueno ilumina su rostro durante un instante que graba su belleza en mi memoria por siempre. Levanto la mano a su mejilla y toco los contornos de sus labios húmedos.
—Te prometo que eres digno —musito—. En todos los sentidos, Krestel Markovic. Somos compañeros. Nacimos para estar juntos. Si hay algo de lo que me siento orgullosa es pertenecerte. Te quiero a ti el resto de mi vida. Como amigo, como aliado, como padre de mis hijos.
Su boca reclama la mía.
Y aunque mi cabeza me suplica que lo aparte, mi corazón anhela otra cosa. Me levanta con un solo brazo mientras mis piernas le rodean la cintura. Separo los labios y le doy acceso a su lengua. Cada átomo de mi cuerpo vibra en respuesta, mi pulso se acelera y el calor viene en proporciones alarmantes. Puede que me moleste un poco, pero solucionar nuestros problemas con sexo se ha vuelto una costumbre. Ambos necesitamos desesperadamente esa conexión. El recordatorio de que no iremos a ningún lado. Pertenezco aquí. A su lado.
—Krestel...
—Si te vas... —dice sin aliento y con los ojos cerrados—. Te juro que no sobreviviría.
—No lo haré.
Se ríe en medio del beso.
—En algún momento te darás cuenta de que mereces a alguien mejor.
Agarro sus rizos entre mis dedos y vuelvo a besarlo. Esta vez con más profundidad. Quiero acabar con sus inseguridades, su dolor. Sus emociones son tan fuertes que lo siento como una brasa. Ira y deseo. Miedo y alivio. Me baja al suelo mientras mis dedos empiezan a trabajar en los botones de su camisa. Cuando la tela está fuera, me inclino y beso su pecho desnudo, su torso y lentamente me pongo de rodillas.
—No—Me detiene y se lame los labios—. Soy yo quien debería estar de rodillas ante ti.
—Kres...
—Déjame terminar lo que empezamos.
Y entonces hace eso exactamente. Se pone de rodillas mientras sube la falda de mi vestido hasta mis piernas. La tela mojada de mi tanga desaparece antes de que su lengua chupe mi clítoris. Oh, dioses. El contacto es tan suave que me hace temblar.
—Eres tan dulce, amor.
Estoy ardiendo. Estoy desesperada. Apenas retengo los sonidos que se acumulan en mi garganta mientras levanto una pierna y la coloco sobre su hombro. Krestel se vuelve más intenso, introduciendo un dedo dentro de mí, aumentando la agonía.
—Eres mía. Todo de ti—gruñe Krestel—. Y si te vas juro que no quedará nada de mí, Raven. Nada.
Miro hacia abajo y veo la ferocidad en sus ojos rojos. Arrastra la lengua por mis muslos antes de que libere los colmillos y me muerda con fuerza. Suelto un chillido mezclado con gemidos. Cuando empieza a succionar mi sangre la ola de calor es inevitable. Quiero más. Necesito más.
—No puedo vivir sin ti—musito—. Nunca podría. Preferiría morir.
Me bomba con otro dedo y trabaja en mi clítoris hasta que sufro espasmos, mi boca se abre en un grito y pequeñas chispas estallan detrás de mi visión mientras los relámpagos sacuden el castillo. Todavía tengo los ojos cerrados cuando Krestel se aparta y me besa. Pruebo mi sabor mezclado con mi sangre en sus labios.
—Separarnos nunca será una opción.
Asiento.
—Nunca lo será.
Rodea mechones de mi cabello en su puño y pone mi cuello a su entera disposición. Le clavo las uñas en los brazos y permito que tome una cantidad generosa de sangre. Mis pechos, repentinamente sensibles, se endurecen y gimo con suavidad.
—Estoy tan enamorado de ti—susurra—. Nunca creí amar así.
Es todo lo que oigo antes de que mis párpados se agiten y todo sea oscuridad.
🐇
Despierto con el suave resplandor de las velas. Las sábanas frías acarician mi piel mientras me muevo y contemplo la silueta de Krestel sentado entre las sombras. Sostiene un cáliz de sangre en la mano y sus colmillos se asoman cuando sonríe.
—Me duele mucho la cabeza—gimo y toco mi cuello—. Auch.
—El orgasmo y la mordida te agotaron.
Me sonrojo.
—Creo que lo necesitaba—admito sin pudor—. Soy adicta a ti.
Coloca el cáliz sobre un mueble antes de levantarse y arrastrarse a la cama sobre mí. Lo recibo sin resistencia. Mi cálida palma recorre sus anchos hombros. Está sin camisa, solo vistiendo un pantalón de cuero.
—Quiero llevarte a una curandera para que estemos seguros. Ella responderá todas nuestras dudas. No dudo de la efectividad de la poción, pero he olvidado consumirla hace dos semanas y puede pasar algo inesperado.
La tensión me rodea de pies a cabeza.
—Es solo un retraso —digo—. Se debe al estrés y la presión de lo que vendrá en los siguientes días. Mi cambio de forma y la misión que implica encontrar las notas de Niss. Nada será fácil.
Krestel recorre mi mejilla con sus nudillos.
—La única que me importa eres tú ahora mismo. Necesito ser responsable y cuidarte —Se aparta y avanza hacia al armario. Cuando vuelve a acercarse me tiende una pila de ropa limpia a elección—. Date un baño. Vendré por ti en treinta minutos para que visitemos a la curandera.
🐇
Krestel
Raven oculta sus inseguridades detrás de una bonita sonrisa que me desarma por completo. Quiero quitarle su dolor y recibir cada uno de ellos. Conozco mi naturaleza. Sé que reacciono sin pensar y la mayor parte del tiempo no me importa a quién lastimo. No puedo desquitar mi ira. No con ella. Nunca más. Si vuelve a repetirse aceptaré la penitencia sin resistencia. Prefiero rasgarme la piel antes de volver a ver sus lágrimas por mi culpa.
—Sería más fácil entenderte si me dejas entrar —dice—. Tu mente es un absoluto misterio. Un muro de acero.
Caminamos por los pasillos del castillo, uno al lado del otro. Robin saltando en un intento de seguirnos el ritmo. La curandera tiene su propia cabaña en uno de los aposentos. Nunca usé sus servicios a mi favor. Ella fue contratada para estar a disposición de mis soldados en caso de que se presente alguna emergencia.
—Me niego a ocasionarte más traumas—respondo—. Te haré daño si derrumbas esos muros.
Raven se muerde el labio.
—Me subestimas tanto.
—Te estoy cuidando, la mente de un demonio es ruin. Recibirás mi dolor como un golpe en el pecho. Estamos conectados, Raven. No lo olvides.
—Recibiría cualquier cosa por ti.
Sé que está hablando en serio y una especie de tristeza me embarga. No puedo exponerla ni permitir que salga herida. Ella no peleará ninguna de mis batallas personales.
—No quiero que lo hagas—Me detengo y miro sus ojos—. Ni siquiera lo intentes.
Arquea una ceja y se cruza de brazos en un gesto intimidante. No se refiere solo a entrar en mis pensamientos para rescatarme de mí mismo o sanar las heridas. Ella enfrentaría a cada uno de los demonios que me persiguen. Mi hermosa chica valiente.
—Olvidas que soy tu reina y la nota de la muerte. Yo no recibo órdenes.
La acecho lentamente hasta que acorralo su cuerpo contra la pared. Mis brazos en cada lado de su cabeza, sus grandes ojos azules intensos mientras me mira. No dudo de su fortaleza. Me ha demostrado de muchas maneras que es capaz de vencer al monstruo más aterrador, pero no puedo controlar este instinto protector.
—Tú lo dijiste, Raven. Eres mi reina—mascullo—. Nadie te tocará un solo cabello mientras estemos juntos. Mi deber siempre será protegerte, incluso de mí mismo. ¿Entiendes?
Sus labios están tan cerca de los míos que no me resisto a tirarlo entre mis dientes. Mis colmillos raspan pequeñas gotitas de sangre que succiono y la dejo sin aliento cuando me aparto. Noto la hinchazón de sus pechos y sonrío con arrogancia. El cambio de forma la afecta en varios aspectos. Sus hormonas están fuera de control y soy el único que puede satisfacerla.
—Te odio—musita, empujándome y avanzando sin esperarme.
Robin se queda quieto en una esquina así que lo agarro en mis brazos y alcanzo a Raven.
—Al parecer no te he dado suficiente.
—Oh, cállate —Se ruboriza—. Si no logramos controlarnos sucederá lo que tanto temes.
Me aclaro la garganta, fingiendo que ese tema en particular no me incomoda.
—Pediré una poción mucho más afectiva. No puedo seguir arriesgándote.
Raven se frota los brazos.
—Debería tomarla yo también.
—No —susurro de inmediato—. Soy el responsable aquí.
Mantiene la sonrisa suave, aunque noto el pánico en su expresión.
—Eres tan...
—¿Qué?
—Diferente—Se ríe—. No eres el mismo idiota que conocí hace meses.
—Tú eres la única que puedes mantener a raya mis demonios.
Cuando entramos a la cabaña ubicada en los alrededores del castillo, muy cerca de los establos, la campana de la puerta suena. Raven atrapa a Robin en sus brazos mientras me detengo un segundo, percibiendo el aroma familiar de la vieja habitación: cedro cortado, manzanilla y miel. Hay un tipo diferente de energía que detona tranquilidad. Las velas se encienden de inmediato y distingo a una hada con una sonrisa de amabilidad. Su cabello platino está recogido y sus ojos son de tonos naranjas.
—Majestad—Se inclina—. Es un honor tenerlo en mis aposentos.
—Kirsi—saludo—. Hoy vine a pedirte un favor importante.
Su atención se desvía a Raven que la mira cohibida. Mueve la mano llena de pulseras y hace un ademán para que entremos. La puerta se cierra detrás de nosotros.
—Me sorprende que tardara tanto en regresar—comenta Kirsi moviéndose hacia uno de los estantes—. No ha venido por su poción anticonceptiva cuando ha sido muy puntual y atento.
—Tuve algunos percances —Mi brazo rodea la cintura de Raven y la acerco a mí—. Tenemos dudas y necesitamos tu ayuda.
Saca un frasco con un líquido granate de la esquina y se vuelve hacia mi mujer con ojos brillantes. Su sonrisa crece, haciéndola sonrojar de incomodidad.
—¿Problemas anticonceptivos?
Raven se aclara la garganta.
—Tengo un retraso —La curandera frunce el ceño en confusión y Raven añade en un idioma más apropiado a Arkos—. No he vuelto a sangrar.
—Oh, entiendo—Kirsi asiente y señala un viejo sofá. Raven se sienta sin soltar al conejo blanco que olfatea el aire—. Es muy común que se presenten estos inconvenientes dado a la naturaleza de ambos. Licántropo y strigoi—dice como si no pudiera creerlo—. Algo extraño en Arkos.
Me tenso.
—No aceptaré ningún prejuicio hacia mi reina.
Kirsi balbucea.
—No era mi intención, majestad. Lamento que haya malinterpretado mis palabras—explica rápidamente—. Es solo muy... curioso.
—¿Por qué? —inquiere Raven.
La curandera nos da la espalda para proseguir a buscar más frascos en las innumerables estanterías. El olor a hierva satura el aire, haciendo picar mi nariz.
—Si usted concibe un heredero del rey, esa criatura será imparable—Noto los nervios en su voz—. Tendrá una naturaleza letal. Licántropo, médium, strigoi...
—Detente—La interrumpo antes de que vaya más lejos—. Limítate a hacer tu trabajo y danos una solución.
Raven se queda en silencio y baja la mirada a su regazo dónde descansa el animal. ¿Una mezcla de ambos en Arkos? Suena como una locura, no la voy a arriesgar. Menos ahora que nos espera una guerra y tenemos otras prioridades. Ella es jodidamente joven para una responsabilidad tan grande. Aún debe vivir, conocer y explorar. No le quitaré su libertad.
—Mastique esto, alteza—Kirsi le tiende un ramo de lavanda a Raven—. Es para calmar los nervios—Le sonríe—. La noto muy alterada.
Raven asiente con una sonrisa sutil.
—Gracias.
Me mira brevemente como esperando mi aprobación el cuál concedo y ella mastica la planta con cuidado. Kirsi se vuelve a acercar con un tarro de líquido rosa que desprende un aroma dulce. Lo acerca a la nariz de Raven y ella tose.
—Esperemos unos minutos —dice la curandera—. Si cambia a morado significa que usted está en cinta.
La realización de sus palabras trae un leve escalofrío a mi columna vertebral. Estoy en absoluta negación sobre esta situación y espero que cualquier resultado no nos afecte. En caso de que sea negativo seguiremos nuestras vidas con normalidad, pero si es positivo Raven es la única con el poder de elegir qué hacer. No importa cuál sea su elección. La apoyaré.
Pasan unos breves minutos y miramos el frasco. Mi respiración es tenue y lenta mientras el de Raven es más brusco, agitado. El líquido emite algunas ondas antes de que el color poco a poco empiece a cambiar. Joder...
—Es rojo—acota Raven—. ¿Qué significa?
Kirsi tapa el contenido del frasco antes de devolverlo a su sitio. Se limpia las manos con el delantal alrededor de su cintura.
—Significa que está ovulando, una etapa muy alta de fertilización —contesta y me rasco la nuca—. Si las pociones que le doy al rey no fueran tan efectivas, estaría embarazada.
Enarco una ceja. Raven empieza a toser, sus dedos tocan las orejas de Robin.
—Entonces no hay nada de qué preocuparnos—digo—. Dame otras de tus pociones, pero que tenga una duración más extensa.
La curandera asiente.
—Consume la de seis meses. ¿Por cuál la reemplazará?
—Quiero la de dos años.
—Como desee, alteza.
Prosigue a trabajar, buscando entre numerosos frascos mientras dejo salir un suspiro sin disimular lo aliviado que me siento. No es el jodido momento. No aún, pero mi mente empieza a imaginar como se vería Raven embarazada de mi heredero. No vayas ahí, Markovic.
—¿Te sientes bien? —Le pregunto y noto la sonrisita en sus labios.
Maldita sea, ella sabe hasta dónde ha ido mis pensamientos.
—Un poco avergonzada, pero bien.
—¿Avergonzada por qué?
Kirsi sigue de espaldas y Raven la señala.
—Ella acaba de decir que estoy ovulando—Su voz baja y no contengo mi sonrisa—. Una forma bastante sutil de recordarme que sigo en celo.
—Suerte para ti que tienes un compañero dispuesto a complacerte.
Pone los ojos en blanco.
—Te desprecio.
El lazo que nos une se agita, otorgándome permiso de invadir sus pensamientos.
No, amas que esté dentro de ti, mi reina. Lo amas cada segundo y esta noche me encargaré de recordártelo.
—Te desprecio—repite, pero está sonriendo.
🐇
Karrie apunta con el arco el tronco de un árbol pintado de rojo. Sus ojos violetas entrecerrados en concentración. No tiene puesto su habitual vestido floreado. Su cuerpo está cubierto de cuero con un carcaj en la espalda. Pasar tiempo con Nikov y los soldados la ha cambiado. Sigue siendo la niña tímida, pero hay algo diferente en ella. Ha despertado sus ganas de combatir.
—Mide tu respiración—instruyo posicionándome detrás de ella y se sobresalta—. Tranquila, soy yo.
—Alteza —balbucea.
—¿En qué hemos quedado?
—Lo siento, Krestel.
Pongo una mano en su hombro manteniéndola en posición.
—Tus sentidos son muy importantes. Utiliza cada uno de ellos—Le digo, mirando el objetivo—. ¿Lo elegiste tú? Me gustan más las espadas, pero el arco es adecuado para ti.
—Nikov dice que soy buena.
Sonrío. Sabía que esto se trata de mi primo.
—Muéstrame lo que has aprendido.
Cuadra los hombros, endereza la postura y libera un aliento antes de disparar. El arco lanza la flecha justo en el punto rojo y ella chilla de alegría. Se gira a mirarme, saltando para abrazar mi cintura. Le acaricio el cabello a cambio. Mi mano cubre casi toda la extensión de su cabeza.
—Lo hiciste bien, princesa.
—Quiero pelear—musita entusiasmada—. Quiero vencer al monstruo que se esconde bajo mi cama.
Me pongo de cuclillas para estar al mismo nivel de su altura. Su cabello rojo está atado en dos trenzas, sus mejillas cubiertas de pecas me recuerdan a Raven, aunque sus ojos siempre harán la diferencia. Un día son morados y otros turquesa.
—No existe ningún monstruo, Karrie. Ya no.
Mira las puntas de sus botas.
—Él aparece cuando cierro los ojos.
—Son pesadillas —murmuro—. No es real, él no te hará ningún daño.
Una furia salvaje me desgarra el pecho. Sentí esa conexión con Karrie la primera vez que nos vimos porque sabía que su alma estaba rota como la mía. Algo dentro de mí quería protegerla a cualquier costo y el sentimiento no ha cambiado. Ella es mi princesa.
—Tengo mucho miedo.
—Te ayudaré a calmar tus pesadillas. Conozco un secreto.
—¿Sí? —solloza.
—No te sucederá nada malo mientras siga vivo.
Se le llenan los ojos de lágrimas y observa el cielo dónde vuela Skar. Hay anhelo en su mirada.
—Siempre quise volar como mi madre—confiesa—. Ella tenía alas muy bonitas. Eran rosas y brillantes. Me pregunto qué se sentirá tocar las nubes o el viento golpear tus mejillas mientras estás muy alto.
—¿Qué te detiene a volar?
—No puedo hacerlo. El monstruo quiere arrancarlo de mi espalda—expone, su voz ahogada llena de dolor—. Mamá me dijo que los esconda porque él adora destruir las cosas bonitas.
Le sostengo la mirada antes de que la atraiga a mi cuerpo en un fuerte abrazo. Es todo lo que necesita para quebrarse. Me rodea el cuello con los brazos y solloza en mi hombro. La sensación de impotencia me provoca un sabor nauseabundo. No debí permitir que mis soldados se hicieran cargo de esa escoria. Yo debí matarlo con mis propias manos.
—Él no va a lastimarte, princesa. Nunca más—susurro—. Tienes mi palabra.
Froto su espalda mientras sus sollozos se vuelven más ruidosos. Durante casi trescientos años he vivido con la creencia de que no podía ofrecer nada bueno. Convivir con Raven y Karrie me ha demostrado lo contrario.
🐇
Instagram: JessiR17
Twitter: JessiRivas17
Facebook: Jessica Rivas
Tiktok: Jessica_Rivas17
Pinterest: JessiRBooks
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top