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Revelaciones, días grises de un dulce sabor amargo.
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«④»

Le costo mucho hacer entender a aquel pequeño que él era su verdadero padre, le costo mucho que su hijo le dirigiese la palabra, a mediados de Mayo una gran noticia mucho mejor que aquella que le dio la oportunidad de tener devuelta a sus hijos y dejarlo fuera del ojo de la tormenta se dio a conocer.

En su hogar en Grecia junto a sus dos hijos, la más grande de todas las revelaciones dadas se daría en este instante. Quien por una parte sabe que él es su padre esta ansiosa de saber quien es su hermano.

Así es, Egipto le comento a su pequeña que ella tenia un gemelo varón, ambos mellizos que por su inocencia no se daban cuenta de que al parecerse demasiado cabía la posibilidad de que fuesen hermanos, convivieron juntos algún tiempo, breves instantes en que jugaron se hicieron amigos e hicieron una que otra travesura claramente recibiendo llamadas de atención leves.

Aquel pequeño había guardado en su pequeño corazón un enorme rencor hacia quien dice ser su padre, jamás perdonaría lo que le había hecho a su "verdadero" padre, jamás olvidaría lo salvaje que se comportó hace cuatro meses atrás, para él no era más que un simple extraño que se hacia pasar por su padre, un extraño que fue capaz de secuestrarlo con ayuda de alguien más de su dulce hogar.

Aquel hombre quiso tomar su mano pero el se negó a dársela, de brazos cruzados y con un aspecto sombrío le siguió los pasos, hay tristeza en su mirada y rencor, más que todo odio ¿cómo un niño de su edad puede ser capaz de odiar como lo haría un adulto? Eso era una cuestión bastante inquietante.

En la sala de aquel hogar abandonado y apenas limpio tomo de las manos a sus pequeños, para sorpresa de ambos infantes se volvían a encontrar, por una parte Egisra no podía creer que su hermano fuese aquel pequeño niño que conoció hace un año y del cual se hizo su mejor amiga, por otra parte Egipel estaba desconcertado, puesto que hasta el momento el egipcio no le menciono nada al respecto del porque estaba enfrente de su mejor amiga.

—Hijos míos, quiero que se vean y me digan que diferencias ven en sus rostros.—manifesto cálido, haciendo que ambos pequeños tomasen un tiempo de sus vidas a mirarse.

Cada uno con detenimiento se veía en el otro con tan solo la diferencia en el color de la estrella que llevan en medio de su rostro.

—Su estrella es azul.

—Su estrella es amarilla.

Ambos se señalaron, asombrados por lo parecidos que llegaban a ser, sobre todo Egipel quien hasta el momento no se había hecho aquella pregunta del porque ella se parecía un tanto mucho a él.

—Pero, en lo demás son iguales ¿verdad?.

Ambos pequeños asintieron.

—Es por que son mellizos, son hermanos.—sostuvo la mano de su pequeña y la guió a tomar la mano de su pequeño.—Él es tu hermano, Egipel. Y ella es tu hermana, Egisra.

Ambos pequeños se miraron curiosos, en tan solo un instante ambos se abrazaron con notoria euforia, estaban más que alegres al saber que eran hermanos, de hecho se sintieron felices al hacerse amigos ahora lo eran más al verse como hermanos, era como si uno de sus deseos de cumpleaños se hubiese cumplido y para él era como un motivo para estar alegre y olvidarse siquiera un instante del trauma que le había tocado vivir.

Que entre sus pequeñas manos no exista maldad, que entre sus risas tan solo exista alegría y ninguna barbarie o palabra hiriente saliera de sus labios, que sus miradas jamas se opaquen mas al contrario luzcan como si fuesen estrellas del firmamento, que en un futuro ambos sean capaces de protegerse, que Egipel sea capaz de proteger a Egisra y viceversa, que se apoyen el uno al otro, y sobre todas las cosas que se quieran y respeten. Que Egipel no sea capaz de ponerle la mano encima a Egisra ni que ella aproveche aquella inmunidad para hacerlo ella misma, que se traten con respeto y si se enfadan que traten de solucionarlo hablando con sinceridad y sin ira. Tan solo aquello pedía al gran Allah, que su petición sea oída, que en un futuro sus hijos crezcan sanos y seguros, fuertes y valientes pero que nunca olviden quienes son sus padres, que jamás los deshonren o los desconozcan. Tan solo eso pedía en silencio, tan solo eso suplicaba al ver a sus pequeños nuevamente juntos tal y como siempre debió haber sido. En su silencio a los cielos rogó con anhelo, esperando que la benevolencia del gran Allah llegue a su hogar y que sea capaz de cumplir su ruego.

—Muy bien pequeños, es hora de irnos.—se limpio una pequeña lágrima que amenazaba en salir con rapidez mientras tomaba de sus manitos a sus hijos.

Estaba apresurado por tomar el primer vuelo a Israel, el mayor de sus deseos se había hecho realidad, al fin las investigaciones exhaustivas habían dado con el paradero de quien se suponía en una primera instancia estaba difunto, Israel estaba vivo pero en un estado deplorable. Su evolución era lenta y complicada pero las grandes ansias que tenia por vivir lo impulsaban a seguir luchando para persistir en la tierra, deseando muy pronto despertar y lo primero que sus ojos vieran serian a sus retoños alegres y abrazándolo con total amor y cariño.

Que infierno había soportado, que suplicio fue seguir manteniéndose firme sin siquiera reconsiderar quitarse la vida para evitar más sufrimiento, cuanto vejamen su cuerpo ha soportado, no solo lo destrozaron por fuera también lo hicieron por dentro, en su vida pensó jamás volver a ver una vida nacer de él y eso vio, quien le arrebato a su pequeño fue el causante de su ahora depresión post-parto, casi con la mirada perdida espera volver a ver a sus pequeños pero no a Egipto, no al él.

Que en su memoria quede grabado mis manos sobre su cuerpo, mis labios sobre su boca, mis caricias sobre su piel, mi aroma en sus manos y mi incesante deseo en su alma, que la vida que creó jamas la olvide, que el fruto de nuestro amor quede en su memoria como un peso en su conciencia, que no olvide mi rostro, que jamás fuese capaz de delatarme y que soporte mi presencia recordando nuestros encuentros, que viva conmigo incomodándose por mi presencia, ese sera su castigo. Quien dijo esas palabras las repite en su mente una y otra vez, sabe quien fue uno de sus perpetradores pero es incapaz de delatarlo, no puede y jamás podrá.

Tan solo queda que el tiempo cure aquellas heridas. El tiempo lo cura todo pero en el camino te vas desangrando, te desangras y eso nadie lo nota...nadie.


—¡Mami!

—¡Israel...habibata!

Simples palabras que resultan ser hirientes, heridas que no dejo cicatrizar se abren a la par con aquellas palabras. Se rehúsa a esbozar una sonrisa. Simplemente con la mirada que intenta ser tranquila y amena intenta tomar a sus hijos...no puede...no quiere.

❝Estoy en ti corderito~, nunca lo olvides.❞

2/2

Fin 1/3.

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