5. Retorno y venganza

A la mañana siguiente, despertó con el jaleo que se había formado. El extraterrestre había desaparecido y en su lugar había solo un botiquín, restos de comida, una puerta abierta y las llaves junto a las cadenas. Yami ya sabía lo que la esperaba. Tenía miedo, pero solo Troy sabía realmente que ella era la responsable. Y no pasó mucho tiempo hasta que entró a la sala y se dirigió a ella.

- ¿Cómo ha escapado?

- Creó un portal y se marchó- respondió ella.

- ¡Pero tú le has liberado!

- Sí.

Al instante recibió una bofetada.

- Prefiero que me odies a que quieras acostarte conmigo- contestó ella.

- ¿Quién ha dicho que te odie? Esto te lo mereces por dejarle escapar. Nadie hará que cambie de opinión sobre lo que quiero de ti.

- No sientes nada por mí, ¿por qué no me encierras en una celda y dejas que me pudra?

Troy se relajó un poco y se sentó junto a ella. Le cogió la cara y la besó repentinamente. La besó hasta que se quedaron sin aire.

- No digas eso. Tú eres mía.

- ¿Tu conejillo de indias?

- No. Mía.

Yami no le entendía.

- ¿Acaso sientes algo por mí?

- Sí, claramente me gustas, si no, ya te habría delatado, ¿no crees? Y si no voy a hacer ese experimento contigo es porque si vas a ser mía, no quiero que si tienes un hijo sea el de un animal.

- No soy tuya porque mi corazón no es tuyo y tú no das nada de tu parte. No me gustas, solo quiero que me dejes en paz- protestó ella.

- Respuesta errónea. Pero ya cambiarás de opinión cuando te haga sentir placer.

La cogió en brazos y se la llevó a su habitación y cerró con llave. Como no dejaba de moverse, le ató las manos a la cabecera de la cama. Le empezó a desabrochar la bata y luego la camisa mientras la besaba. Descendió con los besos y las manos que sentían el tacto de su piel hasta el último botón. Luego le acarició las piernas subiendo con la mano hasta debajo de la falda, que fue  levantando hasta que quedó al descubierto su ropa interior bajo la falta subida y la camisa desabrochada. Jugó con ella un rato antes de quitarle el resto de ropa. Yami empezaba a asimilar que no se libraría y lo mejor sería aceptarlo y relajarse o luego sufriría. Al ver que estaba más tranquila, Troy le desató las manos un momento solo para quitarle la bata y la camisa. Antes de bajar a la falda, iba a atarla de nuevo, pero ella le rodeó con los brazos, haciéndole ver que no haría falta. Le atrajo hacia ella, tumbándose y le besó. Mientras, iba pensando en la forma de tirarle de la cama y aprovechar para escapar. Primero tenía que alcanzar las llaves. Pero Troy vio sus intenciones y le paró las manos. La volvió a atar, pero no le dio tiempo a nada más, puesto que se escuchó un estruendo y gritos y golpes.

- Ni que hubiera una guerra- se sorprendió Troy, levantándose y arreglándose para salir fuera y ver qué ocurría.

- A lo mejor sí que es una guerra y vas directo a recibir tu sentencia...- murmuró ella, deseando acertar.

Mientras, trataba de deshacerse de las cuerdas que apretaban sus manos, pero de pronto se abrió la puerta y Yami enrojeció, aunque por otra parte tenía miedo a lo que ocurriría y estaba aliviada de saber que Troy no volvería a molestarla.

- ¿Quién hay ahí?- se asomaron unos seres con armadura.

- Nadie, yo me encargaré personalmente de ella luego, ¿está claro?- dijo Slay enrojeciendo y cerrando la puerta inmediatamente para que nadie más la viera.

Yami creía que no podía estar más roja hasta que una de las paredes se derrumbó y detrás vio a un hermoso ser parecido a Slay, pero en vez de blanco azulado, este ser tenía el cabello dorado. Acababa de derrotar a algunos científicos y su espada se clavó en la pared, haciéndola añicos. Se acercó a ella con curiosidad y la miró.

- Por favor no me mires, me da vergüenza- le suplicó.

Él se sonrojó y sus ojos se volvieron rosas mientras iba a desatarla y ella se bajó la falda y se puso la camisa lo más rápido que pudo. Él se quitó la chaqueta del deslumbrante traje que llevaba y se la puso sobre los hombros.

- Gracias... Me alegra saber que hay quienes aún respetan la intimidad de una mujer...- dijo ella cubriéndose el rostro con una manga de la chaqueta.

- Permíteme que me presente: me llamo Sky. Bella dama, no mereces estar en un lugar como este donde no te tratan bien- dijo él con una reverencia-. Te llevaré conmigo a un lugar mejor- le tendió la mano, esperando que aceptara.

Por una parte, Yami pensó que estaba soñando. Por otra parte, imaginó que ese ser también venía con Slay, y por último, no le apetecía quedarse en ese lugar que iba a ser destruido. Aceptó la invitación de ese ser parecido a un príncipe y este se la llevó consigo fuera con un ligero salto desde la ventana. Poco después el lugar estalló y no quedó nada de él, pero Yami ya estaba viajando a través del portal acompañada por el apuesto ser.

Tras cerrar la puerta, Slay estuvo luchando contra Troy, quería vencerle por sus propias fuerzas, sin hacer uso de poderes o que le ayudaran. Acabó clavándole su espada y Troy cayó al suelo, inerte. Sus compañeros rápidamente vinieron a avisarle que el lugar se estaba cayendo a pedazos desde la última explosión y le dijeron que saliera de ahí. Slay fue a la habitación donde vio a Yami, pero la habitación ya no existía. Había un agujero en la pared y el resto del techo se había derrumbado.

- ¡¡NO!!- gritó Slay lleno de rabia, provocando una explosión que dejó todo el edificio en ruinas.

Por suerte, sus compañeros ya habían salido y solo faltaba él. Buscó, pero no la vio por ninguna parte. Preguntó si habían seguido sus órdenes de dejarla viva y ellos respondieron que no habían entrado a la habitación. Y tampoco la vieron en otra parte. Al ver que Slay no se movía, le llevaron a la fuerza al portal y regresaron a su mundo. Slay se metió en su habitación y ordenó que no le molestasen a menos que fuera algo muy importante. Estuvo encerrado varios días y sus hombres estaban preocupados por él.

- ¿Era guapa?- preguntó su madre a los que iban con él.

Los guardias que la vieron se sonrojaron, no sabiendo muy bien qué contestar. No les dio mucho tiempo a ver su rostro, pero lo que sí vieron se les quedó grabado en la mente.

- Según él, era especial. No creo que el físico fuera lo que más le importaba- contestó su amigo-. Además, sería difícil que los humanos sean más atractivos que los nuestros.

- Cada uno tiene su propio encanto, y a cada uno le atrae algo distinto. A ti te puede gustar algo o alguien y a otro podría no gustarle- les recordó la madre.

- De todas formas cuando vino la primera vez tampoco tuvo tanto tiempo como para asimilar lo de su prometida... y ahora tiene que asimilar también haber fracasado en la mitad de su misión...- recalcó otro de los guardias.

- Es verdad, las dos semanas que estuvo aquí no hizo más que mandar cartas y planificar la venganza y buscar de nuevo dónde se encontraba el planeta y cómo llegar. Se mantuvo ocupado para no pensar en otras cosas...

La madre esta algo preocupada por el estado de salud de su hijo. Regresó hecho un desastre y en vez de estar en cama recuperándose como aconsejó el médico, estuvo noches sin dormir y saltándose comidas. Si seguía en ese ritmo caería enfermo. Por lo menos ya no tenía nada más que hacer que descansar y recuperarse durante un tiempo. Quería confiar en que así sería. Sin embargo, dos días más tarde, salió de su habitación y fue a la imprenta. Pidió un millón de copias para un cartel en el que se recompensaba con una suma importante de dinero a quien encontrara a una humana llamada Yami que correspondiera a la descripción en el papel. Durante las semanas siguientes corrió la voz y había una gran conmoción en cuanto al asunto. ¿Por qué el más joven de los príncipes que había estado desaparecido durante años estaba interesado en encontrar a una humana en su mundo?

Slay no había perdido la esperanza, al fin y al cabo nada le aseguraba que ella estuviera muerta. Quizá escapó. O quizá se la llevaron. Debía averiguar quién hizo el agujero en la pared de la habitación, ya que sucedió después de que cerrara la puerta y podría haberse llevado o, en el peor de los casos, matado a Yami. Fuera quien fuera, sucediera lo que sucediera, necesitaba averiguarlo. Mientras tanto, esperaba respuestas de cada una de las personas a las que había pedido colaboración ese día. Sabía que él y su compañía no fueron los únicos en luchar, pero no estaba seguro de quiénes le ayudaron de todos a los que mandó cartas pidiendo ayuda. Con lo que no contaba era que uno de los receptores, al no poder ir, se lo encargara a otro...

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