46) Confesiones
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Cuando la alarma sonó lloré internamente. Eran las seis de la mañana y me dolía horrores la cabeza.
Me levanté con desanimo, recordando todo lo que pasó anoche.
Después de quitarme esa molesta sensación en el estómago con un baño, me preparé para ir a casa de mis padres a pasar noche buena con ellos. Una vez lista y abrigada, porque afuera hacía un frío tremendo, le mandé un mensaje a Brook informándole que no tendría que venir. No me sentía segura ya, las palabras de Jayden calaban en mí desde anoche, y tenía miedo de salir sola a la calle, pero Brook tenía asuntos que resolver y yo no era nadie para impedírselo.
Antes de salir de la casa miré una última vez las escaleras. Una sensación dolorosa se instaló en mi estómago. Jayden no había llegado y sabía que no lo haría hasta bien entrada la mañana, por eso me iba tan temprano, para evitar verlo.
Las cosas ya estaban rotas entre nosotros y no había forma de repararlas.
Al llegar a casa de mis padres estacioné junto a un BMW muy conocido. Una pequeña sonrisa se formó en mis labios a pesar de todo. Pensar en la idea de él ahí me hacía mínimamente feliz, me animaba. Se suponía que llegaría hoy en la tarde, pero dada las situaciones anteriores me encontraba antes de tiempo, y agradecía que mis padres me creyeran que todo salió bien y Jayden y yo decidimos venir un día antes.
Decidiendo olvidar las cosas como mejor se me daba hacer entré en la casa. Casi al instante escuché la risa de mi familia desde comedor. Todos debían estar desayunando, eran poco más de las ocho de la mañana. La idea de comida me retorció el estómago, tenía tiempo que no comía bien y de solo pensarlo me parecía poco apetecible.
Caminé hacia el comedor y los vi a ahí a todos, a mis padres, a mi hermano y su familia, y a Erick. Y también había alguien más, alguien que alegraba mis días... Mi abuela.
Le sonreí desde la puerta porque me vio llegar. Ella me devolvió el gesto con esa cálida mirada en sus ojos.
—Margaret: ¡Hija! —saludó con entusiasmo—. Qué bueno que llegas, hacías falta.
Y esa era ella, Margaret González, la mejor abuela del mundo. Tenía 72 cumplidos no hace mucho, cabello castaño claro como el mío bañado en canas, unos lindos ojos marrones, hermosa sonrisa, piel clara, alta, y con ese aire que solo portaba una mujer con muchos años de vida. Ella era la mamá de mi mamá, mi abuela favorita si tenía que decirlo, a la que más veía y la que siempre me abrazaba y me llenaba de mimos sin importar la edad. Durante mucho tiempo la necesité y ella siempre estuvo ahí, jamás me dejó y por eso hoy guardaba un espacio en mi corazón. Uno que se hizo más grande al ver la alegría en sus ojos a pesar de la muerte del abuelo. Ella era feliz aunque él no estuviera, y yo quería tener esa capacidad de poder superar las cosas, o más, aceptarlas como ella lo hacía.
—Vane: Abuela —la saludé con una sonrisa, antes de acercarme y estrecharla entre mis brazos con fuerza. Necesitaba su abrazo en ese momento—. Feliz navidad. —Besé su cabello.
—Margaret: Feliz navidad, hija —besó mi mano con cariño—. Siéntete a desayunar con nosotros. Estás muy delgada, necesitas comer más.
Rodé los ojos, para ella siempre estaba delgada. Aunque esta vez no estaba muy equivocada.
—Vane: Feliz navidad, familia... —Hice una pausa intencional—, y Erick.
Rieron y negaron la cabeza, en especial Erick, nuestro invitado a pasar noche buena. Hace mucho no hacíamos esto, y estoy segura de que mi hermano está muy feliz de tenerlo aquí, incluso Jace se ve emocionado con su nuevo tío. Pero vamos, Jace se emociona con todo, tiene una energía impresionante.
—Feliz navidad —dijeron todos.
Desayunamos entre risas como era de esperarse en mi familia. No probé bocado e incluso guardé un poco en una servilleta para que no se notara mi falta de apetito, pero me sentí bien de estar ahí, recordaba que tenía cosas y personas buenas a mi alrededor que me querían. Ellos eran esa calma que tanto necesitaba.
No obstante, toda esa tranquilidad y paz se fue por un tubo cuando mi abuela hizo la pregunta.
—Margaret: ¿Dónde está tu esposo, hija? —cuestionó, sin dejar de comer.
Todos en la mesa nos tensamos, menos Jace. Jace estaba jugando con su comida como si estuviese en una guerra y todo aquel que perdiera o "muriera" tuviera como castigo su boca.
Me obligué a pensar con rapidez en una excusa.
—Vane: Tuvo que hacer algunas cosas. Ya sabes, con esto de la empresa hay mucho trabajo encima. Pero tal vez llame después y así lo saludas. —Me obligué a sonreír viendo como asentía, conforme—. ¿Qué haremos hoy?
—Fer: Tendremos una tarde en familia... con Erick —comentó papá, para intentar aligerar el momento y quitar la atención de Jayden.
—Erick: Me están ofendiendo —le siguió la broma a papá—. Estoy pensando irme.
—Margaret: No, claro que no, aquí todos apreciamos, Erick, ¿o no Jace? —Este asintió energéticamente, consiguiendo sacarnos una sonrisa—. Tú eres parte de nuestra familia. No le hagas caso a Fernando y a Vanessa, ellos no saben lo que dicen. No todos los días aparece alguien tan guapo como tú. —Le guiñó un ojo con coquetería.
—Jeyson: ¿Y qué hay de mí, abuela? —Levantó de su mirada de su hijo para verla con las cejas alzadas.
En ese momento me dieron ganas de reír. La cara de mi abuela era un poema.
—Margaret: Oh, Jeyson. Sé que tienes una gran autoestima, hijo. No quiero acabar con ella.
La cara de mi hermano no tuvo precio.
—Valeria: ¡Mamá! —la regañó—. No lo desilusiones más. El pobre ha luchado mucho para sentirse atractivo, no le hagas eso.
Mi hermano no sabía qué cara poner.
—Jeyson: No lo puedo creer. —Se pasó la mano por cara con frustración, antes de girarse hacia su esposa—. Tú sí crees que yo soy muy atractivo, ¿verdad?
—Fer: hijo por favor no pongas a Nora en una situación tan comprometedora, mira que si te deja no creo que consigas otra esposa, y la vida de padre soltero no es fácil. —Se giró hacia Nora con una seriedad atípica del momento—. Desde hace mucho quiero hacerte varias preguntas... ¿Puedo? —Ella asintió—. ¿Cómo es posible que te hayas casado con mi hijo? ¿Te pagó para que lo hicieras? ¿Es una apuesta?, ¿Te está obligando?... Puedes confiar en mí. —Ella, tan desequilibrada como todos aquí, puso su cara más seria, de quien va a hacer la mayor confesión de su vida.
—Nora: La verdad es que quería decir esto hace mucho tiempo. —Hizo una pausa dramática bajo nuestra mirada expectante—. Pero sí, él me obligó a casarme con él, y me amenazó si le decía a alguien. Durante años he tenido que guardar este secreto, pero ya no puedo más.
Papá la miró con horror.
—Fer: ¿Te obligó a estar con él? —Miró a su hijo con desaprobación—. Esas no son las cosas que yo te enseñé. ¿Qué formas son esas de tratar a una mujer? No te preocupes, Nora, yo me encargaré de esto.
—Jeyson: Eso no va a ser necesario, si ella quiere le daré el divorcio —comentó con martirio—. Pensé que después de la segunda semana esposada en mi cama me comenzarías a querer, pero veo que no. Incluso esa vez en la que te dejé sin comer dos días, creí que me estabas empezando a amar, y no fue así.
Por la expresión en el rostro de Erick ambos estábamos a punto de reírnos, así como todos en la mesa. Salvo Jace, Jace seguía con su guerra de comida y ahora su comida estaba en guerra con la de su papá y el castigo seguía siendo el mismo, todo a la boca.
—Nora: Claro que te amo. Me di cuenta cuando me dejaste atada a una silla en el sótano, mi amor.
—Jeyson: Lo sabía, ¿ven? ella sí me ama —comentó con satisfacción.
—Margaret: Oh, Jeyson. —Se lamentó mientras negaba con la cabeza—. ¿Sí sabes que es la lástima verdad?
Sin poderlo evitar me reí, y poco después los demás me siguieron.
Como dije, mi familia siempre sabía cómo animarte, pero también podía burlarse de ti sin problema alguno.
( * )
Para la cena tuvimos más invitados. Llegó uno de los hermanos de papá con su esposa y su hijo, y la hermana de mamá con su esposo y sus mellizos, un chico y una chica. También llegó la hermana de la abuela, Vega, la viuda multimillonaria. La cena fue bastante agradable, todos nos arreglamos y después de unas bromas dirigidas a mi hermano, comimos en medio de todo tipos de conversaciones. Y en eso era experta mi familia, en hablar de lo que sea.
Eso fue una ventaja, pues mi estómago todavía no quería abrirse, por lo que tuve que ocultar mi comida otra vez. Sabía que eso estaba mal, estaba haciéndole daño a mi cuerpo, pero no tenía ganas y no quería forzarme a comer.
Todo iba bien, incluso había hecho que mi abuela olvidara a Jayden en todo el día, aunque la vi la intención de preguntarme por él en varias ocasiones, hasta que a ella se le ocurrió una idea.
—Margaret: Deberíamos hacer una fiesta —sugirió.
Estábamos hablando sobre el año nuevo y la forma en la que la pasaríamos. El año pasado no pudimos estar juntos y no queríamos pasar este año sin vernos otra vez, éramos una familia muy unida, y por qué no decirlo, fiestera también.
—Vega: Me parece una idea exquisita, hace algunas semanas que no voy a ninguna —comentó la hermana de la abuela, con ese acento excéntrico de suyo.
—Fer: A mí también. De hecho, creo que podríamos hacerla en nuestros hoteles, así invitamos a algunos amigos y reservamos el lugar para pasar año nuevo.
Su hermano le palmeó el hombro, de acuerdo con la idea de papá.
—Martín: A nuestros padres les gustaría estar aquí para año nuevo.
—Becky: Es una buena idea. Pero hay un problema —habló la hermana de mamá. No sé si fue porque ya la conocíamos, pero su forma de ver el lado negativo de las cosas no nos sorprendió, simplemente nos hizo prestarle atención.
—Vale: ¿Cuál?
—Becky: ¿Quién lo organizará todo?
Y así se fue la emoción de la fiesta.
Esa mujer tenía un talento para ponernos los pies sobre la tierra impresionante.
Mamá se encogió de hombros.
—Margaret: Podríamos sortearlo, ¿Qué dicen?
Todos estuvimos de acuerdo, nadie quería salir, pero tampoco nos veíamos capaces de ofrecernos para hacer algo así. Algo que cabe recalcar, es que cuando mis padres dicen invitar a amigos, se refería a la mitad de la población de la ciudad, siendo persona estaba invitada. Y con la idea de papá, una que explicó a más detalles mientras mamá buscaba un jarrón, escribía los nombres y los introducía, dijo que la idea era llegar el treinta uno de diciembre, quedarnos el año nuevo en la fiesta, y como nadie estaría en condiciones de conducir, quedarnos ahí y pasar el primer día del año también juntos. Eso quería decir: Reservar todo un hotel, sino es que dos. ¿Y había todo un hotel libre para llevar aquello? Claro que no, y menos en navidad.
Eso sin contar las preparaciones para dichosa fiesta.
Como la mayor y la de la idea fue la abuela, a ella le tocaría sacar el nombre. Había una gran posibilidad de que persona seleccionada la odiara de por vida, pero ella decidió arriesgarse. Quién sabe, tal vez terminaría odiándose a sí misma.
Con suspiro introdujo la mano dentro del jarrón, revolvió un poco con ganas de no salir como todos ahí, y al final lo sacó. Con lentitud lo desdobló, lo leyó, pestañeó, lo leyó otra vez y al final suspiró con alivio.
No salió ella.
—Vale: ¿Quién salió, mamá? —preguntó con impaciencia.
—Margaret: Sólo quiero decir que lo lamento mucho a la persona que le tocó.
—Vale: ¡Mamá!
—Margaret: Todos felicitemos a mi nieta Vanessa, ella se encargará de la fiesta. —Mi corazón se detuvo.
Todos suspiraron aliviados, me palmearon el hombro y yo no era capaz de reaccionar ni decir nada.
¿Me había tocado a mí? ¿En serio a mí?
¿Tan cruel era mi suerte?
Al parecer sí, porque todos me daban ánimos y me decían que podría lograrlo. La abuela incluso me dijo que era joven y eso me serviría.
( * )
Salí de mi habitación al escuchar los ruidos abajo muy escandalosos, típicos de mi familia la mañana de navidad. Bajé con una pequeña sonrisa al pensar en lo que pasaría, porque además de entusiasta, mi familia era fanática a la navidad y sobre todo de los regalos, por lo que no me sorprendí cuando llegué a la sala de estar y encontré todo lleno de obsequios, envolturas por todos lados, y muchas personas con sonrisas en la cara.
—Vane: Feliz navidad a todos —saludé mientras entraba y me acercaba a besar la sien de la abuela.
—Feliz navidad —contestaron con una gran sonrisa.
—Vane: Veo que Santa se esforzó este año —comenté con una sonrisa, viendo como Jace hacía pesados la envoltura de uno de sus regalos. Sus padres resoplaron. El niño era incorregible, por más que le dijeran que hiciera algo, no lo hacía, menos si tenía que ver con cosas activas.
Si no mal recuerdo en la escuela le da siete vuelvas al jardín por pura diversión y ganas de correr, todos los días.
—Margaret: Es que todos hemos sido buenos este año. —Muchas gargantas se aclararon en la sala.
Eso nos hizo reír. Si fuese por nuestras buenas acciones del año diría que nos quedábamos sin regalos.
—Vale: Bueno, es hora de abrir los... —Mamá entró a la estancia con entusiasmo, pero al ver a Jace a un paso de usar los dientes para abrir sus regalos se quedó congelada en su lugar, y después comenzó a reír, como todos.
Nos pasamos la mañana abriendo todos los regalos que "Santa" nos trajo. La abuela volvió a preguntar por Jayden, quería verlo y aunque a veces se le olvidara, cuando lo recordaba preguntaba por él. Tuve que mentirle, algo que no me gustaba en lo absoluto. Pero era lo correcto, era muy delicada de salud y por no alterar sus nervios decidimos no decirle nada sobre mi matrimonio ni su procedencia.
En la tarde nos quedamos en casa haciendo prácticamente nada más que hablar y tomar café. En ese momento me di cuenta de algo... Erick estaba solo. Bueno, no era extraño verlo solo, no solía salir con muchas chicas a pesar de ser coqueto, pero si tanto le gustaba esa chica como me había dicho, debió presentarla aquí, con su familia. Incluso le pregunté a mi hermano si sabía quién era, pero él se limitó a decir que se lo preguntara al mismo Erick.
Y eso iba a hacer, pero extrañamente comenzó a desaparecer en lo que restó de la tarde, y la única oportunidad que tuve para verlo fue después de la cena, porque incluso ahí se sentó lejos de mí. Así que con decisión lo tomé de la mano, y para que no se me escapara, lo llevé a la habitación del fondo en el primer piso, esa que tenía una ventana de piso a techo desde donde se podían ver las estrellas. Era mi habitación favorita además de la mía.
Le indiqué sentarse en el borde de la cama y me senté a su lado, porque de ninguna forma lo dejaría ir otra vez, y si tenía que ir directo al punto, lo haría.
—Vane: ¿Por qué no invitaste a la chica que te gusta?
Al escucharme se tensó. Pero poco a poco aflojó y terminó por suspirar, convencido de algo.
—Erick: Porque ella ya está aquí —soltó,
Mis cables se cruzaran.
—Vane: ¿Qué? ¿Quién es? —No tenía sentido, la mayoría de las mujeres aquí estaban casadas, y muchas eran mucho mayor que él. A menos que...— ¿Es mi prima?
—Erick: ¿Qué? No —rió con nerviosismo, mientras se pasaba la cabeza por el cabello—. No digo que tu prima no sea hermosa, porque lo es, pero esta chica, esta increíble chica que me quita el sueño para mí es mucho mejor.
Lentamente, como si la vida quisiese jugarme una broma, una a una pasaron las imágenes de Erick y yo juntos antes de que se fuera, nuestras risas, nuestros abrazos, nuestros momentos de locura. La razón por la que siempre estuvo a mi lado.
Pero me rehusé a creerlo..., porque no era yo. ¿Verdad?
—Vane: ¿Entonces quién es?
Con una sonrisa un tanto tímida tomó mi mano, me miró a los ojos, y cuando al fin la luz llegó a mi oscuridad, se me aceleró el corazón. Pero más lo hizo con una simple palabra que soltó con convicción.
—Erick: Tú.
Me quedé estática.
—Vane: N-no sé qué decir.
Era lo más cierto que había dicho desde que llegué a casa de mis padres. Jamás vi a Erick como algo más que eso, como Erick. Era aquel amor imposible que por más que te hacías ilusiones, sabías que jamás sucedería nada, porque él no te veía. Te miraba, pero no veía y nunca se dio cuenta de tus sentimientos. O bueno, en algún momento sí creí que me quería, pero terminé estando equivocada. Erick era algo imposible, y saber que ahora él estaba ahí, confesándome sus sentimientos... Estaba descolocada.
—Erick: No tienes que decir nada. Sé que esto es algo extraño, y que debí decirlo mucho antes. Quizás las cosas no se hubiesen complicado tanto. —Se rió con nerviosismo—. Pero necesitaba decirlo de una buena vez. —Y, sin estar seguro de sus movimientos, se acercó a mí. No me aparté. No era capaz de hacer otra cosa que verlo a los ojos y descubrir si mentía o si esto era real, y encima en ese momento.
Cuando quise darme cuenta tenía sus labios encima de los míos. Y me dejé llevar, soñé tanto tiempo con ese beso que sentirlo le produjo a mi cuerpo una alivio que no sabía que necesitaba.
Me dejé llevar por él, por su mano en mi mejilla, por el cariño en su beso, y por aquella seguridad de que todo estaría bien si estuviese con él. Eso sentía ahí, sentía tantas cosas que me mareé. Pero también comprendí que si se lo proponía Erick me ayudaría a salir de aquel hoyo en el que hundida, y me alentaría a olvidar a Jayden.
Al separarnos no pude evitar sonreír, más por nervios que por otra cosa. Él hizo lo mismo y así nos quedamos, mirándonos por algunos segundos, comprendiendo si eso que pasaba ahí era real o solo una ilusión más.
Sentía una presión extraña en el estómago. Nunca creí que fuera a ser verdad.
Pero todo ensueño se acabó cuando la vuelta se abrió con brusquedad, y por ella entró la última persona que quería ver en la vida.
—Jayden: Voy a matarte.
Seguimos. Esto se está poniendo cada vez más extraño.
¿Cómo demonios llegó Jayden ahí? ¿Y por qué con tanta agresividad?
El siguiente capítulo lo subo en veinte minutos.
Ya es el último de hoy.
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