》V《


" Una nueva ilusión "


El silencio embargó  por varios segundos el lugar, al tiempo que todos lograban reaccionar a la inesperada decisión de la muchacha, la cual aplaudía frenéticamente al tiempo que corría para subir al escenario.

¡Eso fue increíble y...tan mágico! — exclamó  mientras corría hacia el dando pequeños tumbos para esquivar  los cables regados en el piso del escenario.

Ciertamente asustado por la actitud tan estrepitosa de la muchacha, este retrocedió  casi impulsivamente y aún con la guitarra colgando de su cuerpo cuando está se paró  frente a él con expresión de rotunda alegría.

¿Shiori, cierto? — Inquirió  y el asintió  tímidamente, al tiempo que ella tomaba sus manos entre las suyas sin una pizca de vergüenza en su rostro —  Mi nombre es Miwa, ¡Es un placer conocerte, Shiori—kun!, ¿Puedo llamarte así, no?

Eh..claro..no hay problema — murmuró  tragando en seco al tiempo que esta hablaba sin parar.

¡Tu presentación fue espectacular!, ¡Sentí  mariposas en mi estómago con esa voz tan increíble que tienes!

Con una pequeña gota de sudor frío resbalando por su frente, este escuchó su agitado parloteo sin el valor para detenerla. 

Tan exasperante como siempre, no cambias ni con desconocidos, ¿no, Miwa?

Una mano se posó  sobre su cabeza teñida de rosado, cambiando totalmente su gesto de rotunda alegría a uno de profundo fastidio, deteniendo en seco su cháchara inacabable.

El alzó  su mirada hacia el chico de cabello rubio ondulado y sonrisa amable que había aparecido junto a ellos, pronto notó  que este también llevaba perforaciones en su nariz y labio inferior.

¡Yo estaba hablando con el primero, Minami, quítate!

Pero al contrario de aflojar, este empujó  con más fuerza su cabeza hacia abajo, obligándola a hacer una pequeña reverencia junto a él.

Disculpa a mi atolondrada compañera, por favor — Pidió, dedicándole una relajada sonrisa. Negando rápidamente, este alzó  sus manos frente a él.

No hay necesidad de disculparse, no ha hecho nada malo, enserio — Replicó  entre risas.

La falta de educación siempre es un motivo para disculparse.

Otro muchacho entró  en su campo de visión, el cual tenía el cabello muy largo y castaño cayendo en cascada sobre sus hombros, con una pequeña coleta colgando tras su nuca. A decir verdad, este Lucía más adulto, quizás era por qué era el más alto y robusto de los tres, pero parecía más un hermano universitario que un simple adolescente.

Si, sobre todo cuando tienes a alguien tan exasperante  e impredecible como Miwa cerca..— Agregó  este, soltando por fin a la chica y cruzándose de brazos, observándola con expresión fastidiada— ¿Cuando aprenderás  a comportarte?, espantas a la gente.

¡Yo no espanto a nadie! — Defendió  ella, arqueando una ceja altivamente — ¿No es así, Mamo—chan?

Sintiendose completamente ajeno a la conversación, Shiori los observó  con la incomodidad pintada en su rostro. 

Ya basta los dos — sentenció  el mayor, cortando de lleno a ambos chicos, que no dudaron en detenerse en seco frente al regaño — Disculpa por favor la falta de modales de mis dos compañeros, Tenoh—san, aún tienen mucho que aprender sobre educación y respeto.

Sus ojos azules lo observaron fijamente, causando un escalofrío inevitable en su columna.

Eh, seguro,  no se preocupe — Intimidado por la inevitable presencia y respeto que este infundía en su grave tono de voz, este asintió casi roboticamente, al tiempo que se sentía tan pequeño como un grano de arroz.

Bien, ahora  por favor, permíteme presentarnos como se debe — Con una expresión más suave, este colocó  ambas manos en su cintura, sonriendo con serenidad — Mi nombre es Mamoru Kitagawa,  bajista y líder de nuestra agrupación musical, es un placer conocerte.

Su mano se extendió a sus dos compañeros, y estos se presentaron con una pequeña reverencia. 

Me llamo Minami Ichinose, y soy el baterista, encantado — Exclamó  el rubiecillo, guiñando un ojo con simpatía.

Miwa Hanase, guitarrista y corista, igualmente encantada — Añadió  la ya conocida muchacha de cabello rosa.

Es un placer conocerlos a todos  — Replicó  este, inclinándose de igual manera, para luego incorporarse lentamente y con una sonrisa amable.

A los alrededores del escenario, tanto Kiyoko como Sugawara aún se encontraban sentados observando en su dirección, notoriamente impresionados.

Un sonoro aplauso cortó  de lleno el silencio de la sala y los ojos de todos los integrantes, los apoyo, y los que aún se mantenían en la mesa, siguieron su dirección.

Con su vista algo cansada, Shiori observó  hacia las butacas, al tiempo que  orbes oliva se llenaban de una profunda ilusión y felicidad, contemplando que el solitario aplauso; era de nada menos que Kiyoko, quien sonreía en su dirección.

Pronto Sugawara se unió a su aplauso, y por consiguiente; todos terminaron aplaudiendo, satisfechos del acto que acababan de contemplar, pero sin duda, el único aplauso que le importaba, era el de ella.

Vámonos, Suga — Dijo derrepente, mermando su aplauso y retirándose con calma del lugar.

Intrigado por la repentina decisión, este caminó  rápidamente tras de ella.

¿Por qué la prisa?, el espectáculo acaba de terminar — Inquirió con intriga, al tiempo que veía como esta sacaba de su mochila un extenso papel  dentro de un folio, el cual tenía el título de " Club de Voleyball Karasuno " impreso en letras grandes y negras en la parte superior.

Tengo algo que hacer — Exclamó  al fin, sin quitar la vista del camino. Aquello en lo que pensaba cruzaba sus orbes grisáceos pintando vetas luminosas de ilusión en ellos. 

Al cruzar las puertas de la escuela, guiando su camino hacia el gimnasio, esta contempló  el cielo azul con alegría y cerró  sus ojos unos momentos.

Lamento haber dudado de ti, Shiori..tenías toda la razón. Es momento de terminar nuestra apuesta..《  pensó  en esos instantes, al tiempo que sus dedos sujetaban con fuerza el folio, y sus pies daban un pequeño salto, esquivando el pequeño escalón en la puerta del gimnasio.

Al entrar en el amplio lugar, el sonido de una pelota dando fuertemente contra el suelo cortó  sus pensamientos. Sus ojos recorrieron el gimnasio con cierta impresión, pues jamás había estado ahí donde sus dos amigos se sentían tan felices. Un escalofrío recorrió  su espalda; al tiempo que un fino recuerdo cruzaba su mente.

"—... Imagino que eso que amabas hacer, lo era todo para ti, pero quizás, eso solo era un principio en tu vida,  un conector que le da paso da paso a algo  nuevo que te hará inmensamente feliz, si le das una oportunidad..—"

Con su vista cayendo nuevamente a sus pies, está soltó  un suspiro, al tiempo que esbozaba una pequeña sonrisa.

Si tu crees en ello, yo también lo haré, Shiori, y quizás..solo quizás..yo también pueda encontrar un nuevo comienzo, en algo que me hará inmensamente feliz.《 


•     •     •

Fue una gran audición, Shio—kun, te felicito — Exclamó  ella, con su estuche colgando de su espalda. Sonriendo, este caminó  a su lado, observando el camino con cierto desdén.

Les agradezco mucho que vinieran a apoyarme chicos, enserio, me salvaron — Replicó amablemente y el chico a su lado le colocó  una mano en el hombro, dedicándole una sonrisa.

No podíamos defraudar a un amigo, y además, siempre es un placer tocar contigo, mocoso — Continuó  ella. Pero el parecía perdido en sus propios asuntos mentales,  al contrario de mostrarse alegre por su inminente triunfo; este parecía un globo desinflado.

A punto de decir algo, este volteó de inmediato al ver por el rabillo del ojo, algo que lo hizo detener su paso en seco. Entre los cerezos, sentada plácidamente en una de las pequeñas bancas de blanca  madera gastada, sus ojos grisáceos observaban a algún punto incierto en el cielo, como si aquello le brindara una profunda reflexión.

Ensimismado en su imagen, este se mantuvo estático en su lugar, la delicada silueta de perfil de la muchacha, lo hipnotizaba; intentando grabar cada centímetro de ella en su memoria como un recuerdo invaluable.

Al percatarse  de ello, ambos chicos se giraron sobre sus talones.

¡Oye Shio!, ¿no vienes? — Pregunto ella y este pareció  despertar de un profundo sueño, girándose  en su dirección con expresión avergonzada.

Les...¿les importa si los alcanzo en un minuto?, olvidé algo — Preguntó y ambos se miraron entre ellos, encogiéndose de hombros y asintiendo.

Despidiéndose de ellos con su mano en alto, este corrió  a toda prisa en dirección a los cerezos bajo los cuales ella estaba posada.

Como si nadie pudiera interrumpir sus solemnes pensamientos, ella no se percató de la presencia de quien la observaba a unos  pocos metros detrás de ella. Su  atenta mirada admiró cada una de sus facciones con una amplia sonrisa, desde el contorno de su espalda y la curva en sus piernas, hasta su pequeña y respingada nariz, perfectamente equilibrada con el resto de sus suaves facciones, que brillaban bajo el sol de primavera.

Deseando poder contemplarla así para siempre y casi sintiéndose un criminal por romper aquella imagen que le causaba tanta alegría. Este se acercó  a ella a paso tranquilo, con las manos en los bolsillos. Una vez estuvo en su campo de visión, ella levantó  la vista rápidamente, descubriendo así que no estaba sola.

Te ves bien en contraste con el rosado de los cerezos, Shimizu—chan.

Sintiendo como sus mejillas tomaban el más ligero y suave de los rubores, ella bajó  la vista a sus pies, al tiempo que este tomaba asiento junto a ella, dejando el estuche con su guitarra a un lado de la banca.

Te estuve buscando al terminar la audición, pero desapareciste casi al instante..— Dijo en tono suave, guiando su vista hacia el cielo de la tarde, el cual empezaba a tomar tonos anaranjados — ¿Te surgió  algo importante?

Eso creo..—  murmuró  luego de varios segundos, intrigando al muchacho.

¿"Crees "? — inquirió, sin entender.  A modo de respuesta, sus finos dedos tomaron un folio de la mochila a su lado, deslizándolo  hacia él por encima de la banca.

Tenía que cumplir mi parte de la apuesta.

Tomando con cuidado el papel entre sus manos, este observó una ficha de inscripción al club masculino de Voleyball  de la escuela, a nombre de Kiyoko Shimizu.

Suga—san estaba insistiendo hace un tiempo con ello — explicó —  el está dentro de ese grupo, junto a mis otros dos compañeros, y ya que no podré  volver a hacer atletismo, me sugirió  que me anotara a su club como mánager. 

Comprendiendo la situación, este soltó  una risita, dejando el folio en su regazo.

Ya veo..— murmuró, dirigiendole  una amable mirada, junto a una sonrisa dulce — Estoy muy orgulloso de ti, Shimizu, estoy seguro de que serás una gran mánager.

Sin mucho más que decir, ambos se dedicaron a observar el anaranjado atardecer sobre sus cabezas, viendo como los pequeños pétalos de cerezo caían a sus pies.

No sabía que supieras cantar —  Dijo ella derrepente, rompiendo el silencio.

No preguntaste — Replicó  el, en tono de broma— Pero si, bueno..eso creo, jamás he ido a clases de canto como tal.

Aún así, cantas como un profesional, es impresionante.

Sonrojandose  ante el cumplido, este rascó  su mejilla con su dedo índice, desviando la mirada.

Te lo agradezco, pero no sonaria tan bien sin mis amigos.

Cayendo en cuenta de la presencia de los otros dos chicos en el escenario,  esta inquirió.

Por cierto, ¿quiénes eran ellos?, no los había visto antes en la escuela.

Es por qué no son de por aquí, son de otra prefectura — Explicó rápidamente — ellos eran mis mejores amigos cuando vivía en Tokio.

¿Vinieron desde tan lejos? — Preguntó, incrédula — Deben quererte mucho para venir aquí solo para apoyarte.

Eso creo — rió— la verdad, conozco a esos dos desde que era solo un crío, son mis únicos amigos, pero los aprecio como si fueran mis hermanos.

Ya veo...— Impresionada ante la profundidad notoria de sus sentimientos para con ellos, esta bajó  la vista a sus manos, las cuales se removían nerviosamente sobre su regazo.

En medio de un profundo silencio, este se acercó  un poco más a ella, deslizándose con cautela por la banca.

Oye Shimizu, ¿de casualidad conocías  la canción que canté?  — Preguntó derrepente y ella negó, imperturbable en su calma.

Para nada, aunque honestamente, suena muy bien, ¿por qué lo preguntas?

Bueeno, por qué aún sobre el escenario, no te quité  el ojo  de encima ni por un segundo — Explicó  sin una pizca de exageración en sus palabras, al tiempo que la observaba con una sonrisa traviesa— Y si no tuviera la  sospecha de que aluciné  por la adrenalina del momento, juraría que te vi llorar.

Sonrojada ante la repentina acusación , que en realidad no tenía ni un ápice de mentira en ella, sus ojos se abrieron de par en par y su cuerpo tembló, al tiempo que esta miraba hacia otro lado.

Fue una ilusión tuya.

— ¿Ah sí?, no me digas.

— Te digo.

Una risa escapó  de sus labios inevitablemente, haciendo fruncir el ceño a la muchacha, quien bajo ningún concepto admitiría  que el tenía razón.

Eres increíble..shimizu—chan — masculló  ladeando  la cabeza con una divertida sonrisa — ¿Sabes?, sabía de antemano que alguien tan orgullosa como tu no lo aceptaría así como así, pero la forma en la que te sonrojas, me confirma que tengo toda la razón.

¡Claro que no!

Su rostro se giró  instintivamente, encontrándose de lleno con el muchacho, quien se congeló  de igual manera que ella ante la repentina cercanía de sus rostros, los cuales solo se separaban por unos escasos centímetros, haciendo que sus respiraciones golpearan el rostro del otro, y sus ojos pudieran apreciar cada mota  de color en los orbes ajenos.

Sin la posibilidad de decir una sola palabra, la muchacha intentó  retroceder, consiguiendo encontrar sus manos sobre la banca, en una irónica broma del destino que, sin duda alguna, tenía un propósito que residía en ellos dos.

Ambos bajaron la vista  por impulso ante el nuevo tacto que residía en sus manos, las cuales reposaban una sobre la otra. Sin el valor para quitarlas, ambos evitaban subir la mirada, refugiando su propia vergüenza en el silencio y la quietud de sus cuerpos sobre el asiento de madera.

Una suave brisa sopló  entonces, acariciando sus rosadas  mejillas, acentuando el rubor que quizás podría ser  producto  del frío, pero por el contrario contrario;  eran producto del fogoso calor que emanaban sus corazones.

S—shimizu..— Murmuró  este de pronto, llamando la atención de la sonrojada muchacha—  hay algo que quiero decirte..

Tragando  en seco ante la advertencia, esta lo observó  con intriga, expectante a aquello que el muchacho quería confesar.  Levantando su vista hasta ella, el sujetó  su mano suavemente sobre la banca.

Aunque no es la primera vez que me subo a un escenario.. jamás había tenido alguien que viniera a verme, y me observara de la misma manera que tú lo haces, con esos ojos llenos de ilusión..

Una sonrisa asomó  en sus labios rosados,  al tiempo que este levantaba sus manos juntas del frío tacto de la madera y las guiaba cerca de su rostro. Acercando el dorso de ella a sus labios, su piel se erizó sintiendo su cálido aliento sobre el dorso de su mano.

Quiero que sepas, que cada genuino sentimiento que puse en esas  estrofas, las puse pensando en nadie más que en ti, Kiyoko. Estoy más que agradecido de tener a alguien como tú en mi vida.

Sus ojos se abrieron como platos al tiempo que sus labios se posaban sobre su piel, en un cálido y honesto beso sobre el dorso de su mano, la cual hasta ese momento se había sentido tan fría, pero ahora, se tornaba cálida junto al roce de sus suaves labios contra su dermis.

Cuando su rostro tomó una lenta pero segura distancia, bajando sus manos hasta su posición inicial, su cuerpo entero sintió  un escalofrío con el posar de sus brillantes ojos verdes sobre ella. El silencio los rodeó  a ambos, quienes parecían hundirse en aquella infinidad de sentimientos que flotaban a su alrededor. Ella lo observaba fijamente, perdida en las profundidades esmeraldas de sus ojos que la escrutaban con sumo detalle. Sus labios temblaron, en un vago intento de expresar algún sentimiento de los miles que acariciaban su pecho como las alas de miles de mariposas ansiando salir y por fin, ser libres.

¡Shio—kun!

La cercana voz que los buscaba los sobresaltó tanto que sus frentes chocaron al levantarse al mismo tiempo, causando un quejido unísono y una firme caricia en sus frentes.

Pronto ambos miraron en dirección al origen de la voz, encontrándose de lleno con una rubia que se acercaba a toda velocidad con gesto de pocos amigos.

¡Allí estás, mocoso! ¡Al fin te encuentro! — Exclamó llegando a su lado y deteniéndose repentinamente en seco, mientras sus mejillas se sonrojaban. 

I—izu—chan, ¿qué haces aquí? — Preguntó  el rubio mientras acariciaba el golpe en su frente con expresión cansada.

P—pues..yo..pensé que te había sucedido algo y..— balbuceó  esta con expresión avergonzada, desorientando  a ambos chicos.

Te dije que debíamos esperar, ¿por qué siempre eres tan lanzada? — Otro muchacho apareció  en la escena con cara de pocos amigos, al tiempo que guiaba  su mirada al mismo lugar que la de su compañera —  Oh vaya..

Ambos chicos se miraron entre ellos con denotaba confusión, sin encontrar respuesta alguna de lo que perturbaba a los recién llegados.

E—eh, si la verdad tienes razón, me equivoqué, mejor regresemos — Dijo  esta derrepente, trotando  tras el otro muchacho — ¡Te esperamos en la entrada!

Reaccionando al fin, este apenas tuvo tiempo de replicar antes  de ser arrastrado lejos de ahí  por la apresurada rubia que había llegado antes que él.

En menos de lo que pudieron contar, ambos estuvieron completamente solos de nuevo. 

Tus amigos son..un tanto raros — Opinó  ella, saliendo por fin de su burbuja, y por consiguiente, despertandolo  también a él, quien volteó su rostro avergonzado hacia ella.

—  Si, bueno, disculpalos, son especiales..— Explicó, antes de bajar su mirada de golpe hasta la  unión que aún mantenían  sus manos entrelazadas entre sus cuerpos. Percatándose entonces de lo que había ahuyentado a sus amigos, este soltó  un suspiro de pesadez, al tiempo que sus mejillas se teñían de un rojo aún más persistente.

Tenoh—san, tal vez..deberíamos

Anulando  su habla, su suave y dulce voz fue interrumpida de lleno por el muchacho, quien sostenía su manos con aún más firmeza, sorprendiendo a  la pelinegra, quien en busca de una respuesta lo miró  a los ojos, los cuales brillaban junto a una cálida sonrisa.

Si, lo sé — Dijo entonces, con un tono que demostraba genuina tranquilidad — ¿Me acompañas?

Dudando por unos cuantos segundos, esta observó  la firme unión de sus manos con un tenue brillo en sus orbes grisáceos, aquella cálida sensación que embargaba todo su cuerpo con el suave tacto de las manos ajenas, la mantenía en un estado de trance, en el cual sus ojos analizaban cada marca en las delgadas y pálidas manos del muchacho, como algo enteramente artístico.

Dejándose llevar por lo que sentía, ella aceptó  el tacto que la sostenía con tanta intención, enredando sus dedos con los de él, para luego levantarse de su lugar.

El colgó  su estuche nuevamente en su espalda, para luego tomar la mochila de Kiyoko y colocarla también en su hombro.

Tranquila, yo te la llevo  — Afirmó al ver que ella dudaba y dicho esto, ambos emprendieron una serena caminata, alejándose de los cerezos con las manos entrelazadas.

Cruzando el camino de concreto que trazaba el rumbo a la salida rodeado por los árboles, los dos caminaron en silencio, sin prisas ni incomodidad, aquello les resultaba tan natural que podían mantenerse horas enteras en silencio, solo sentados uno al lado del otro, sin  sentirse incómodos o incorrectos.

El cielo se pintó  de tonos rosados y naranjas, advirtiendo  que la noche se encontraba cercana a ellos. Con el atardecer tocando su punto culminante por sobre sus cabezas, el muchacho se propuso hablar.

Kiyoko—chan — llamó  entonces y ella  lo observó  de reojo, indicando que lo escuchaba — sabes, mientras caminábamos, estuve pensando mucho y..decidí  que quiero componer una canción.

¿También sabes componer? — Cuestionó ella, sorprendida.

Nunca lo he hecho, pero me gustaría — Explicó, sonriente —  Tengo una relación bastante buena con la poesía y la escritura.

Me pregunto si habrá algo que no sepas hacer..— suspiró  pesadamente y el muchacho la observó  con sorpresa.

¿Huh?, hay muchas cosas que no se hacer — Exclamó llevando su mano libre a su mentón en gesto pensativo — para empezar, no se darle forma a las bolas de arroz, siempre me quedan deformes.

Impactada ante la peculiar confesión, esta sonrió enmarcando una ceja.

¿Como es eso?

¡Es enserio!, ¡Nunca me salen! — Exclamó  dramáticamente mientras movía su mano derecha intentando imitar el movimiento correspondiente a redondear el arroz — No puedo comprender como  es que para todos es tan fácil..¡Incluso  compré  uno de esos moldes! , y lo que tendría que ser una amigable bola de arroz con forma de Hello Kitty  parecía un marciano derretido de una horrible película de terror, ¡Tendrías que haberlo visto!

Aún a pesar de  angustiado que se veía el rubio intentando explicar sus penas, y de la supuesta seriedad que mantenían sus palabras, ella no pudo evitar reír. Aparentemente ofendido, este infló  las mejillas haciendo puchero, aunque internamente, se estaba burlando de él mismo con esa charla. 

No te burles de esa manera tan cruel de mi, Kiyoko—chan  — Pidió con sus mejillas infladas y esta sacudió  sus manos frente a él mientras intentaba mermar su risa.

Perdóname Shiori, pero es que es muy gracioso — Se disculpó  con dificultad. Perplejo, este se inclinó  a su altura, observándola con una genuina sorpresa que la extrañó— ¿Q—que sucede?

Es..es la primera vez que me llamas por mi nombre — Exclamó  y ella lo notó, desarrollando una sorpresa igual a la del muchacho, a quien los ojos le brillaban de ilusión.

Oh...cierto.

Plenamente feliz ante ello, este le ofreció una gran sonrisa.

¿Eso significa que me quieres un poco más? — Concluyó  y esta se avergonzó, mirando en la dirección opuesta.

Tal vez..—  murmuró  no muy convencida y este se tomó  unos segundos  de gracia antes de hablar, pues no podía creer que esta lo admitiera tan fácilmente.

Admirando aquel sutil rubor en sus mejillas, este sonrió.

— Kiyoko—chan.

— ¿Si?

Tomándola por sorpresa al voltearse, este plantó  un dulce y cálido beso en su frente, al tiempo que se retiraba con lentitud, dedicándole una de sus más dulces sonrisas.

—  Yo también te quiero — murmuró aún cerca de su rostro y aunque ella no lo notó, sus mejillas tomaron un profundo color rojizo que sin duda, no tenía nada que envidiarle a los  más maduros y relucientes tomates del supermercado.

Cerrando sus ojos, está recordó  que ese tacto ya le era familiar, pues había besado su frente de esa manera tan tierna y cálida antes de subir al escenario, como si quisiera brindarle paz y tranquilidad, junto a unos genuinos sentimientos de cariño que sin duda, habían golpeado su corazón con fuerza, desorientandola  por completo.

Sin la posibilidad de decir nada, esta solo apretó con fuerza la unión en sus manos, que no había aflojado ni por un segundo.  Y eso fue suficiente respuesta para él,  quien interpretando a la perfección aquella señal en la tímida personalidad de su amiga, ladeó  la cabeza con un amplia sonrisa en sus labios, sonrisa producto de aquella maravillosa   felicidad que solo ella, con algo tan simple con el pronunciar de su nombre, podía conseguir.

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