35 • El tiempo es efímero
En mi vida había despertado por escuchar una voz cantando en mi casa.
—I've been standing at the edge of the water, 'long as I can remember, never really knowing why. I wish I could be the perfect daughter but I come back to the water, no matter how hard I try.
Fui abriendo los ojos lentamente, seguía escuchando la melodía a capela de How Far I'll Go de Moana, una de las películas favoritas de Asia. Tallé uno de mis ojos y bostecé, estirando también mis brazos. Juraría que mi cabello parecía un nido de pájaros.
Cuando mi vista se aclaró, busqué por todos lados la causante de tan linda voz pero no la encontré en la sala, así que me levanté y seguí el sonido de su voz hasta la cocina.
Y, joder, que linda escena me encontré.
Me recuesto del marco de la entrada de la cocina con los brazos cruzados y una sonrisa en mis labios mientras veo a Mónica moverse con tanta comodidad por mi cocina preparando lo que parecían huevos revueltos y tostadas.
Nunca me cansaría de ver como ella se relajaba más a mi alrededor y estaba más cómoda aquí. Me gustaba, se sentía bien ver toda la tranquilidad con la que estaba conmigo y mi ambiente.
Y lo que nunca me atrevería a admitir en voz alta: me a gustado demasiado despertar y encontrarla aún aquí. Venga, ni siquiera «gustar» es la palabra idónea, ¡Me a encantado! Normalmente estaba esa soledad, ese silencio al despertar pero hoy no, hoy hubo un lindo cantar de su dulce voz y un aroma delicioso de un desayuno casero.
No voy a negar que me gustaría que estas escenas así se repitan.
Dejé mi posición recostada y me acerqué a ella a paso silencioso. Noté que aunque se había vuelto a poner el jean azul que llevaba ayer y las botas de felpa, (que estoy seguro solo se usan en casa) aún llevaba puesta mi camiseta.
Estando detrás de ella tapé sus ojos haciendo que diera un respingo de susto y soltara un gritito, me reí de su reacción porque en serio que todo lo que hace esta chica la hace ver adorable.
—¡Maldita sea, Dave! —exclama con la mano en el pecho, tomando respiraciones profundas. Aún tenía sus ojos cubiertos—. ¡Quita tus manos de mis ojos! —exige.
No le hice caso.
—¡Dave Wyle! —advierte dando un pisotón que para mí mala suerte, me pisó los dedos del pie.
—¡Demonios, mujer! ¡No me maltrates! —exclamé adolorido, destapando sus ojos.
—¡No me asustes! —pide, siguiendo con la mirada mis movimientos—. No era mi intención pero bien merecido que te la tenías.
—Malvada, Mónica —mascullo.
Ella solo rueda los ojos con una mínima sonrisa.
—Me tomé el atrevimiento de hacer algo para comer, tengo hambre, lo siento.
—Tranquila —le digo—. ¿Qué has hecho?
—Huevos revueltos con tostadas y miel.
—Elegante.
Ella ríe sirviendo el desayuno que termina de preparar mientras yo sigo sentado en una silla de la mesa, sobando mis pobres dedos aplastados.
Frente a mí deja un apetitoso desayuno, también acompañado de un jugo de naranja. Es el desayuno perfecto.
Con una compañía perfecta.
Haz aparecido.
Nunca me fui, una parte de mi vive aquí.
Y es esa misma que viene a decir chorradas.
Claro, ¡Chorradas! Repitelo hasta que lo creas.
—Idiota —murmuro.
—¿Eh?
Miré a Mónica que tenía su mano congelada con un trozo de tostada que iba directo a su boca.
—Nada, nada.
Su mirada era desconfiada. A veces odiaba que supiera lo mal mentiroso que resulto ser.
Deja la tostada de nuevo en su plato y me da una mirada intensa que me hace sentir nervioso.
Esto es trampa, ¡Esas miradas son mías!
—Estás raro. Desde ayer lo estás.
Venga, ¿Me tienes que recordar lo de ayer?
—Son solo tonterías mías, Mónica.
—Sabes lo mal que mientes, ¿verdad?
Resoplé.
—Boberías, Mónica, solo son boberías.
Y sé que no me cree, en lo absoluto, pero no vuelve a tocar el tema. Terminamos de desayunar en silencio, ella parecía muy centrada en comer mientras yo estaba entre mi plato y ella. Le daba algunas miradas que al parecer, ella no nota.
Nos levantamos de la mesa cuando terminamos la comida.
—Iré a cambiarme, ¿Lavas tú los platos?
—Claro, tranquila.
Así es como quedo solo en la cocina. Solo yo y mis pensamientos y recuerdos de la noche anterior.
Los calenturientos recuerdos de la noche anterior.
Recordar la imagen de Mónica usando solo una prenda mía es algo a lo que con ella en mi casa no debería hacer, para nada, pero son cosas que no puedo evitar. No sabía que me podía crear fantasías en solo segundos.
Y vaya que lo hice.
Pensamientos de ese tipo debía de evitarlos a toda costa, ella y yo no somos nada más que amigos que... fingen una relación. Nos besamos una vez y fue de manera accidental y una vez creyeron que le estaba metiendo mano en un closet de artículos de limpieza, había confianza no solo por las situaciones que hemos vivido en este último tiempo, también en el sentido de que contábamos con el otro en todo momento, ella podría contarme sus problemas y yo la escucharía sin quejarme porque quiero ayudarla y sé que si la situación fuera al revés, ella haría lo mismo.
Pero no hay confianza de más allá, todo tiene límite y sé, que con mis cachondosos pensamientos, estoy cruzando uno de los más importantes.
Y lo peor de todo es que también sé, que si tuviera la oportunidad de romper ese límite por completo, no dudaría en hacerlo.
Ya estoy demasiado dañado.
Tardaste en admitirlo.
—¡Estoy lista! —avisa Mónica cuando yo ya estaba secando mis manos.
—¿Te llevo?
—Oh, con que ahora sí me puedes llevar —bromea—. Aún no me creo que tengas astigmatismo.
—No es astigmatismo, es... vista borrosa.
Ella arquea una ceja hacia mí.
—Es lo mismo, idiota. En fin, tranquilo, tomaré un taxi.
—¿Segura?
—Claro, ya hiciste mucho por mí —se acerca hasta donde estoy para ponerse de puntillas y dejar ese clásico beso en mi mejilla—. Nos vemos después.
La acompaño hasta la salida y no me aparto de la puerta hasta que la veo despedirse con su mano mientras las puertas del ascensor se cierran. Suspiro entrando de nuevo al apartamento solitario.
-
Me despido de mis compañeros de trabajo antes de subir al auto y recostarme del asiento. ¡Vaya! La jornada de hoy había sido dura, ¿Es que acaso a todo Boston se le dió la gana de venir a este café hoy?
Antes de emprender camino a casa, trueno los dedos de mi mano y muevo la cabeza de un lado a otro, haciendo una mueca cuando mi cuello cruje. En serio que hoy fue un día muy duro de trabajo.
Cuando ya estuve menos tenso, encendí la radio, dejándola en una estación al azar, ya quisiera yo tener esa habilidad de Mónica de encontrar canciones buenas en la radio.
Aunque esa canción no estaba nada mal, el ritmo me sonaba familiar pero aún no sé qué canción...
Hey soul sister, ain't that mister mister on the radio, stereo, the way you move ain't fair you know.
Hey soul sister, I don't want to miss a single thing you do tonight.
—¡Claro! —exclamo al escuchar el coro de la canción.
Hey, Soul Sister de Train era la canción que se reproducía por el estéreo y con esa misma me fui a casa. En el camino disfruté la melodía, es una que me gusta mucho porque es genial y animada.
Si me vieras en este momento, pensarías que soy alguna clase de raro, pero no, solo soy una persona disfrutando de una buena canción melodiosa. Yo no cantaba tan lindo como Mónica, de hecho, creo que soy igual de pésimo que Cooper, pero, cuando se trata de una canción como esa, eso no importa y te vuelves el cantante de la misma.
Si Mónica me viera ahora, se estaría riendo de mí y luego también empezaría a cantar, ella haciéndolo mejor, evidentemente.
Me toma varias canciones llegar a casa, cuando estaba entrando a mi apartamento tenía una sonrisa porque la música del camino me había animado y aunque sigo cansado, estoy bastante feliz.
-
Me resulta increíble la velocidad con la que pasa el tiempo, como unas horas se vuelven minutos y esos minutos en segundos y esos segundo en... nada.
El tiempo es efímero, pasajero, pasa tan rápido que no te das cuenta de en qué momento se te escapó de las manos.
El fin de semana pasó en un abrir y cerrar de ojos y cuando menos lo ví venir, ya estábamos otra vez en lunes, otra vez en la universidad, otra vez en el salón de clases anotando hasta el más mínimo detalle de lo que estaba escrito en el pizarrón.
En los años que llevo de universitario estudiante de medicina, me he dado cuenta que cada cosa importa, que ningún detalle se te debe de escapar porque puede ser importante, puede ayudar a algo así sea un detalle pequeño.
Cada cosa importa, y en esta carrera, aún más.
En cuanto termino mi clase, mi mano duele por todas las materias que llevo de hoy y lo mucho que he anotado. ¿Por qué, Dave? ¿Por qué medicina? ¿No era más fácil algo como... no sé, ¿arquitectura? ¿Marketing? No, te viniste a elegir una de las carreras más complicadas.
Te gusta, por eso la elegiste, quieres ser pediatra, imbécil, ayudar a los niños, por esa razón te elegiste esta carrera, no seas llorón.
Vale, mi conciencia aparece en los mejores momentos.
Gracias.
No era un cumplido.
Lo sé, aún así gracias.
Ruedo los ojos y sigo mi camino hacia el comedor, dónde en unas de las mesas finales veo con su cabeza metida en lo que parecían sus apuntes, a Mónica. Estaba de espaldas a mí, con su cabello castaño claro con reflejos blancos caer sobre su espalda. Su condición capilar me parecía increíble, la hacía única y debo admitir que tengo debilidad por ese mechón blanco suyo, siempre me provoca jugar con él, enredarlo en torno a mi dedo o dejarlo detrás de su oreja.
Y si no lo he hecho, es porque yo, Dave Wyle, tengo un autocontrol tan increíble que hasta ahora no había descubierto.
Ya con una sonrisa plasmada en los labios, fui acercándome a donde estaba sentada concentrada en sus asuntos y claramente no pude evitar la clásica manera en que siempre la saludaba:
—¡Boo! —digo ya detrás de ella, provocado que dé un respingo en su asiento.
Se vuelve al instante y ya su ceño está fruncido y su boca en un puchero de clara molestia.
Me lanza su lapicera que atrapo riendo.
—¡Debes dejar de asustarme así! —me reclama—. Harás que me dé un infarto.
Me siento frente a ella, devolviéndole su lapicera.
—Es divertido ver tu reacción —ella me da una mala mirada—. No, no lo hagas. Sabes que eso no funciona conmigo.
Suspira entrecerrando sus ojos hacia mí.
—Atrévete a decirlo y te juro que...
Muerdo mi labio inferior en un mal intento de ocultar mi sonrisa.
—Es que pareces a...
—Dave... —me señala amenazante con la lapicera.
—¡Un cachorro enojado! —finalizo entre una risa.
Es que es tan cierto, ¿Mónica molesta se ve aterradora? ¡No! En serio que parece un cachorrito tratando de ser intimidante.
—No digas más eso.
—¿Por qué? No es nada malo. De hecho, es tierno. Te ves tierna cuando intentas molestarte.
Tiene un pequeño tic en el ojo izquierdo, se rasca la ceja derecha y finaliza aclarandose la garganta.
—No lo vuelvas a decir —decreta volviendo la mirada a sus apuntes.
Sobre la mesa veo varios libros, todos de artes.
—Oye, ahora que lo recuerdo, ¿Cómo te fue en tu exámen?
—No tengo idea, las notas las darán en una semana.
—¿Por qué tanto tiempo?
—¿Sabes lo que tarda corregir un exámen de diez páginas de treinta estudiantes?
Vale, buen punto.
Mónica suspira pasando la página.
—Estoy nerviosa, Dave, ¿Y si no logré pasarlo? —murmura.
Ver a Mónica en estas facetas no es algo a lo que me acostumbre aún. Claro, me gustaba que ella tuviera esa confianza conmigo, de que mostrara todas sus emociones y no solo en las que muestra comúnmente. Revela su confianza hacia mí pero no negaré que es raro no verla siendo... pues, la Mónica sarcástica de siempre, la que le cuesta compartir, la arisca antiabrazos y la que odia que invadan su espacio personal.
Es raro, agradable también, podía acostumbrarme a ello y seguir descubriendo cuáles facetas más tiene.
—Hey, yo sé que sí pudiste. Estudiaste mucho, también te quedaste dormida pero lo hiciste y sé, que en ese exámen vas a ser una de las mejores. Confío en ello.
Ella me regala una de esas sonrisas suyas que eran mis preferidas, aunque todas lo son, esta podría decir que es la favorita número uno por la forma en que sus ojos se achicaban y sus mejillas se volvían más rellenas y las mínimas pecas en ellas se notaba un poco más.
Cierra el libro que leía aún manteniendo esa sonrisa y asintiendo convencida.
—Sí, tienes razón, saldré con la mejor nota.
Después de decir eso, cambió el tema a lo que hizo ayer. Con el pasar de la conversación, ella se fue relajando notablemente, hablaba tanto de tantos temas en una sola conversación que llegué a marearme. Me agradó verla relajada, sin estrés por saber cómo había salido en su exámen, además, otra cosa que Mónica me estaba enseñando de sí: su parte habladora. Dioses, esa chica a veces se inspira para hablar sin parar.
—Oye, hoy empiezas la pasantía, ¿Verdad? —me pregunta ella, cortando el otro tema.
Asentí recostando mis brazos de la mesa.
—Sí... Hoy es el gran día.
—¿Y por qué ese tono tan decaído?
—No es decaído, estoy un poco nervioso —admito tomando su lapicera—. Temo arruinar esto. Esa pasantía es un sueño para mí, Mónica, es... una gran probada de esa meta que he tenido desde hace años, y arruinar eso sería... —suspiré meneando la cabeza.
—Oye —su mano se posiciona sobre la mía, obligándome a levantar la mirada—. No lo arruinarás, no seas idiota, Dave. Lo harás increíble, los niños te amarán, todos lo harán porque eres bueno en lo que haces.
—¿Y si...?
—No, no vengas con los «¿Y si...?», ¿Okey? No seas pesimista, te irá genial y punto.
Reí tomando su mano entre la mía. Mónica tenía una mano pequeña y suave, cuando se dan las ocasiones que tomo su mano, más que hacerlo para disimular, lo hago porque en serio quiero entrelazar sus dedos con los míos, se siente bien, me gusta.
Esas cosas con ellas se siente bien, son sensaciones nuevas pero que tienen un pequeño sabor conocido.
—Gracias, bonita.
—Solo no seas pesimista, piensa en positivo —aconseja ella antes de separar nuestras manos. Fruncí las cejas he hice un pequeño puchero casi de inmediato.
Eso no me gustó pero no protesté.
—¿Qué te parece si después de clases vamos por un helado? Algo tranquilo entre los dos y así estarás como nuevo para la pasantía.
—Vale, me gusta esa idea.
—A mí me gusta que te guste esa idea.
Reímos.
Mónica guarda sus cosas, se levanta de su asiento y viene hacia mí para dejar en mi mejilla ese suave beso que con ansias siempre espero cuando se aproxima.
—Nos vemos después de clases —me sonríe sinceramente una última vez antes de irse.
Me despido con un gesto de mi mano de ella cuando la veo alejarse. No pasa mucho tiempo cuando decido irme también, los chicos ya no llegarían para pasar el descanso juntos.
La clase de pediatría ambulatoria no se me hace tan tediosa después del descanso y cuando por fin terminan mis asignaturas de hoy, suelto un suspiro de alivio y recojo mis cosas con prisa y salgo del salón para ir al estacionamiento. Ahí espero a Mónica unos diez minutos, luego de un rápido saludo subimos a mi auto para emprender camino hacia la heladería que ella planeaba llevarme para «estar como nuevo» antes de la pasantía.
Agradecía ese gesto de ella. Lo necesitaba en serio, me sentía muy ansioso con respecto a todo lo de la pasantía y que ella esté pasando conmigo esta tarde previa antes de iniciar solo para que me relaje, me hace saber que aunque Mónica pueda ser muy apática en muchas ocasiones, sí es considerada con las personas que les importa.
Creía yo estar ahí.
Todo el camino solo hablamos de nuestras clases, quejas de ambas partes y también hay música, buena música gracias a Mónica, claro.
—Llega a decir algo del supuesto don y te golpeo.
Aprieto los labios tragandome las palabras que tenía para decir de ese mismo don.
—Vale.
Pero sí que lo tiene, hay que admitirlo y Mónica debía de aceptarlo.
Cuando llegamos al centro comercial, me dejo guiar por ella a esa heladería aquí que le gusta mucho, que no es tan buena como Rainbow Cream pero que es aceptable.
Yo solo quería un helado de pistachos, o una buena combinación de helado que haga Mónica, pero en el lugar no estaba esa máquina de helado como en Rainbow Cream, así que solo ordenamos dos conos de helado: chocolate para Mónica, pistachos para mí.
Es uno de mis helados favoritos, ¿Va?
Nos sentamos en una mesa frente al local, riendo de la pequeña escena que había adentro: un niño de al menos ocho años regañando a su padre porque el helado no tenía suficientes chispas. El hombre estaba todo rojo de vergüenza.
—Si a mí mi hijo me llega a hacer una escena así, lo desheredo, en serio —admito dando una lamida a mi helado.
Mónica se ríe imitando mi acción solo que le deja un poco sucio bajo la boca.
—Yo haría lo mismo —conviene, volviendo a comer de su helado, volviendo a ensuciarse.
—Espera, Mónica —estiro mi mano y ella me ve confundida, limpio con mi pulgar bajo la comisura derecha de su labio los restos que le había dejado el helado.
Ella sigue mis movimientos con sus ojos cuando llevo mi pulgar a mi boca, saboreando el buen sabor de su helado de chocolate.
—El chocolate es bueno, pero el pistacho es mejor.
Menea la cabeza y ríe.
—No decías eso de mi gran creación en nuestra salida al cine.
—He de admitir que Frankenjunior estaba bueno.
—Tu expresión de deleite decía muchas cosas diferentes.
—Mis expresiones siempre suelen decir muchas cosas diferentes a las que realmente pienso, Mónica.
Lo comprobé cuando ella se quedó a dormir en mi casa. Por fuera mi cara podría haber visto un fantasma, ¿Por dentro? Por dentro era todo caliente y pensamientos no puros.
Tenemos un lugar asegurado en el infierno, amigo mío.
No lo dudaba, en lo absoluto.
—Vale, señor mis caras dicen cosas diferentes a lo que pienso, ¿A qué hora es tu pasantía? —pregunta dando una lamida a su helado.
Esa acción hace que mis ojos se desvíen instantáneamente a sus labios. Siempre me fijaba en sus llamativos ojos, pero nunca en sus labios. Eran de un color rosa muy suave, el inferior es más lleno que el superior y ese mismo tenía la ligera forma de la parte de arriba de un corazón.
Cuando se relame esos mismos labios rosas, vuelvo a tener pensamientos impuros.
Necesitamos ir a la iglesia.
Con urgencia.
—¿Dave?
—¿Ah? —balbuceo levantando la mirada con rapidez, teniendo miedo a ser descubierto.
No es mi culpa que ella sea el epicentro de mis pensamientos indecorosos, vale, sí es mi culpa pero, ¡No puedo evitarlo!
—¿Me has escuchado?
—¿Si? —dudo notablemente.
—¿Ah, si? Entonces, ¿Qué dije?
Vamos, vamos, ¿Qué fue lo que dijo? Algo con la hora...
—Me preguntaste la hora —digo, seguro. Tuvo que ser eso.
No fue eso.
Mónica ríe dando otra lamida a su helado, tenía que dejar de hacer eso, en serio.
—Vaya, que atención la tuya. Te pregunté a qué hora inicia tu pasantía, idiota.
Oh, claro, la pasantía.
Espera, ¡La pasantía!
Busco mi celular en los bolsillos de mi chaqueta con rapidez, no podía llegar tarde, no en el primer día, no la podía cagar tan así.
Suspiré aliviado al ver que aún tenía tiempo.
—Tengo tiempo.
—Estás ansioso, pero tranquilo, te irá bien, confía en ti —y me guiña un ojo como tantas veces yo le hice a ella. Esa acción me hizo reír.
—Gracias, bonita.
—Venga, será mejor irnos ya, no quiero que te retrases por mi culpa.
Mónica se levanta de su asiento, empezando a comer la galleta del cono. Ella no era alguien con demasiada estatura, a mí me llegaba al menos hasta la mitad del brazo, por lo que estaba muy por debajo de mí. La observo unos segundos: se había recogido el cabello en una larga coleta de colores castaño claro y reflejos blancos y su clásico y característico mechón blanco estaba recogido detrás de su oreja con otras hebras de cabello.
Mónica es linda, más que linda, ella era preciosa con su estilo simple, personalidad compleja y actitud apática.
¿Cómo se podía ser alguien así y de igual forma hacerte ver bien ante los ojos de otros?
—¿Vamos?
Reacciono a su pregunta asintiendo.
—Andando.
De camino a la salida, Mónica se detiene en una tienda de ropa, dónde en vez de observar los vestidos veraniegos como habría hecho otra chica, se queda observando una chaqueta azul oscuro con detalles en blanco.
—No sabía que aquí podrían venderla —murmura sin apartar la mirada.
—¿La habías visto antes?
—Sí, en una tienda online. Quería comprala, pero mis ahorros no fueron suficientes.
—¿Y por qué no la compras ahora?
—Vaya, no lo había pensado —comenta sarcástica—. No traigo mis ahorros conmigo, Dave, además, está al mismo precio. Supongo que será para otra ocasión.
Encoge los hombros y vuelve a caminar.
Veo el exhibidor, veo a Mónica, veo al exhibidor otra vez.
Veo una idea formarse.
Estás en todo lo correcto.
Alcanzo rápidamente a Mónica y empezamos una nueva charla llena de risas y así es como me convenzo más de la idea en mi cabeza.
———————————
Nota de la autora:
¡Actualización después de mucho tiempo!
Perdonen por no actualizar aquí, es que tuve un feo bloqueo escritor con estas partes, aún está ahí pero al menos logro editar un poco más.
Así que sí, hoy tenemos los cinco capítulos de esta semana que traen: el inicio de la pasantía de Dave, la fiesta de época y entre otras cosillas.
¿Recomendación musical? Hey, Soul Sister de Train y How Far I'll Go de Moana. Tremendas canciones, en serio.
Siga leyendo que ahora es que queda capítulo.
Besos y abrazos con canciones de Moana y Train, pensamientos indecorosos y helados.
MJ.
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