24 • Cuando amas a alguien, permanece dentro de tu corazón siempre

No me creía lo que veía.

Y no paraba de reír por ello.

-¿Pero qué te pasó? -pregunté sin dejar de reír.

Esto era un épico momento.

-Dos palabras -quita la pintura roja en su mejilla, dejando solo un borrón mas claro pero aún visible-. Guerra de pintura.

-Esas son tres palabras, Mónica.

-Tú me entiendes.

La repasé una vez más sin poder evitar la risa que salía de mí. Mónica estaba literalmente manchada en pintura, tanto su ropa como cara y brazos, incluso mechones de su cabello castaño claro tenían motas de colores; verde, amarillo, rojo, azul y anaranjado eran los que más visibles estaban. Su cara había sido utilizada como lienzo para plasmar una obra de arte que sin duda es abstracta. Tenía manchas blancas, rojas, amarillas, azules por toda la cara, aunque no la cubría completamente, aún era algo que no pasaba desapercibido. Incluso su nariz tenía un movimiento repetitivo, como la nariz de un conejo, creo que podría tener pintura por allá adentro.

-¿También tienes en la nariz? -pregunté cuando no dejó de moverla.

-Creo -empieza a pasar su mano por debajo de su nariz haciendo muecas de disgusto.

Esto ameritaba una foto.

Sonreí cuando repentinamente estornuda, lo cual pareció bastante al estornudo de un gatito, que tierno.

-Mejor vamos a tu casa, antes de que se seque toda esa pintura.

-Pero... ensuciaré tu auto, Dave -dice, sin moverse de su lugar.

-Estate quieta, mi auto estará bien, tu ropa no está tan sucia.

-Pero...

-No seas terca, andando. Necesitas una ducha urgente.

Le abro la puerta de acompañante y Mónica suspira, pero puedo ver una mínima sonrisa en sus labios.

Subí en el asiento de conductor y emprendí camino a su casa. Me era casi imposible no reírme cada vez que le daba miradas de soslayo a Monica, lo cual la hacía murmurar un «idiota» hacia mí para luego echarse a reír.

Estando frente a su casa me invita a pasar, alegando que su hermano aún estaba viendo unas últimas clases y que su padre estaba en el trabajo.

No pude evitar bromear con eso:

-¿Qué pretendes, Mónica?

Ella me vio confundida.

-¿Qué pretendo con qué?

-Casa sola. Tú y yo solos. Tú en una ducha...

Reí cuando sus mejillas se colorean de un fuerte color rojo.

-Pervertido.

-Estaba jugando, ¡Andando!

Rueda los ojos antes de bajar del auto. Dentro de su casa no pude evitar ver todo a mí alrededor, era una casa linda, muy hogareña pero sin perder el estilo elegante. Las paredes estaban pintadas de blanco que hacía una buena combinación con el azul que coloreaba algunas columnas, como si fueran pequeños detalles. Desde la entrada principal se podía ver la que iba hacia el comedor, que era una gran entrada en arco. Las escaleras que iban al segundo piso estaban a un lado y la sala de estar frente a ellas solo estando un poco más oculta. Ahí habían un juego de muebles y mesas que hacía contraste con todo el lugar y un televisor frente a los muebles.

No se me fueron los detalles de las fotos, adornos y pinturas, todo seguía en la misma posición que la última vez que había pisado esta casa.

-Todo sigue igual.

Oigo a Mónica suspirar.

-Aún no estamos listo para... hacer cambios -es toda su respuesta en un murmuro-. Eh... siéntete cómodo, vuelvo en unos minutos.

Tras anunciar su salida, se va escaleras arriba.

Tomé asiento en uno de los sofás individuales de la sala de estar, todo era silencio hasta que escucho el sonido de la regadera arriba, anunciando que Mónica se estaba dando un muy necesario baño. Me fijé en la mesita de madera a un lado de donde estaba sentado, habían varias fotografías. Una de ellas era de Mónica con Miguel, ambos parecían tener como ocho y nueve. En otra aparecía la mamá de Mónica con ella; su madre la rodeaba con los brazos y tenía su cabeza recostada de la de su hija, ambas sonreían a la cámara donde se reflejaba los rayos del sol, dándole un buen efecto.

Mónica parecía tener dieciséis ahí y por su sonrisa, se veía auténticamente feliz. Sabía que a ella le dolía muchísimo haber perdido a su madre, que fue y es duro de superar. Me fijé en otra foto, era la familia Reynolds entera con lo que parecía una fuente detrás y los edificios de Nueva York.

Se veían felices por todas sus sonrisas.

Debían de extrañarla mucho.

Quería entender el dolor de Mónica, pero solo no podía, yo no he pasado una perdida tan dura como la de ella. No podía decirle que la entendía, que entendía su dolor porque sería mentira. Ni siquiera imaginarlo podía.

Solo podía... estar ahí con ella.

-¿Dave? -doy un pequeño respingo al escuchar la voz de Mónica detrás de mí-. ¿Estás bien?

-Eh, sí, sí, ¿Por qué?

Me analizaba con la mirada mientras su ceño se fruncía ligeramente.

-Es que... tienes los ojos brillosos.

-Es que mi mirada es como una luz.

Menea la cabeza riendo, se sienta en el sofá contiguo a donde yo estaba, empieza a desenredar su cabello húmedo.

-No, los tienes empañados.

Parpadeé varias veces para espantar la humedad de mis ojos. No lloraría, sería patético.

-Umm, Mónica, ¿Puedo hacerte una pregunta? -pido con delicadeza.

-Vale -accede sin dejar de desenredar su cabello húmedo, parecía estar batallando con el peine.

Pienso unos segundos en la pregunta que quiero formular.

-¿Qué... qué se sintió para ti perder a tu mamá?

Ella se tensa visiblemente, deja de peinar su cabello y suelta aire por la nariz temblorosa.

-No hay una palabra exacta para describir lo que se sintió perder a mi mamá, ¿Dolor? ¿Tristeza? ¿Ira? No lo sé, Dave, solo sé que dolió como el infierno mismo -deja un mechón húmedo de su cabello tras su oreja-. Solo te puedo decir que es algo horrible, malditamente horrible.

»¿Sabes? Aún duele, han pasado casi ocho jodidos meses y aún duele -su azulada mirada se va hacia la mesa con las fotografías de su familia, sonríe ausente-. Mamá era una gran persona, cuando era pequeña siempre me caía de la bicicleta cuando estaba aprendiendo, me frustraba y lo dejaba. Hasta que un día ella me dijo «las dificultades siempre serán parte de la vida, y nosotros debemos aprender a superarlas» me enseñó a no rendirme tan fácilmente.

Aparta la vista y veo como sus ojos están empañados.

-Creo que sí hay palabras para describir mi perdida: un horrible dolor por sentir todos los días su ausencia.

Entonces fue que la primera lágrima salió de sus ojos para seguirle las otras.

Nunca en mi vida había visto a Mónica llorar, ella siempre fue de molestarse antes de llorar, pero ahora... ahora me dolía ver sus lágrimas y oír sus sollozos.

No pensé mucho cuando me pasé a su lado y la rodeé con mis brazos, ella me correspondió al abrazo casi al instante. Su pequeño cuerpo temblaba ligeramente, aún seguía sollozando y un eventual hipo se unía a sus lágrimas.

-La extraño, la extraño mucho -susurró.

-Lo sé, Mónica, lo sé -acaricié con mi mano su espalda.

-No fue justo que me quitaran a mí mamá -solloza.

-Claro que no lo fue, pero imagina que está bien, en un lugar mejor dónde no sufre, dónde no le duele -nos separé un poco para acunar con mis manos sus mejillas y limpiar con mis pulgares sus lágrimas.

Odio verla llorar, verla triste, era horrible.

Sorbe su nariz y limpia sus ojos, obligándome a quitar mis manos.

-Lo sé, pero no puedo evitar pensar eso. La extraño demasiado.

Acaricié su mejilla con mi mano.

-Está bien extrañarla, no es nada malo, quizá ella no está físicamente aquí contigo, pero recuerda, Mónica: cuando amas a alguien, permanece dentro de tu corazón siempre.

»Tu mamá estará en tu corazón sin importar qué.

Esboza una pequeña sonrisa ladina.

-Antes de que mamá se fuera nos hizo prometerle que no lloraríamos al pensar en ella, quería que se le recordara con sonrisas y no lágrimas, ahora siento que le estoy fallando a esa promesa.

-No le estás fallando, es normal llorar ante la perdida, pero mientras sepas apreciar los recuerdos felices y dejar atrás los malos, todo será más fácil -su sonrisa crece-. Ahora, ve a limpiar esas lágrimas, no me gusta verte llorar.

Escuchar su risa después de un momento como ese me hace sentir bien.

-Gracias, Dave, necesitaba eso.

La atraigo hacia mí en un rápido abrazo y dejó un beso en su frente que la hace reír.

-Yo siempre estaré cuando me necesites -nos separamos-. Ve a limpiarte, odio verte así.

-Vale, ya vengo.

Mónica volvió unos minutos después con las mejillas menos sonrojadas y sin lágrimas, pero la parte blanca de sus ojos estaba roja y también los tenía hinchados, algo que delataba que había estado llorando. Cambié el tema por algo menos triste y así fue como terminamos hablando de la salida con mi hermana este sábado. De hecho, Mónica parloteaba emocionada sobre la salida y yo escuchaba atento a sus ideas sobre lo que podríamos hacer. Propuso hacer un picnic, o como ella le dijo, un «piquiniqui», fue casi imposible no sonreír por tan adorable palabra. Admitió que le decía así desde pequeña y que casi todos en su familia emitían un «aaaww» cuando ella lo decía.

¿Cómo no hacerlo? Era una palabra adorable.

Hablamos también lo que podríamos llevar para comer, ambos estuvimos de acuerdo en alguna comida sencilla y ella me dijo que podríamos preparar algún postre, no puse quejas.

La salida no era algo extremadamente grande, solo quería pasar un sábado con mi hermana y lo que ella conoce como "mi novia". Luego de tener todo planeado vimos una película hasta que llegó el hermano de Mónica, hablamos poco antes de irme hacía la casa de mis padres, le iría a comentar la idea a Asia.

-

El resto de la semana pasó en un borrón y lo siguiente que supe fue que ya era sábado.

Por suerte, ayer Mónica fue a mi apartamento y ambos preparamos las cosas que llevaríamos hoy al picnic con mi hermana. Ser el asistente de cocina de Mónica fue divertido y puede que por esa misma diversión mi cocina terminara como el campo de batalla de una guerra de harina.

Riendo por los acontecimientos de ayer con la misma chica que me acompañó en los estragos de mi cocina, iba en dirección a la casa de mis padres. En los asientos traseros descansaba una canasta de picnic con todo lo que necesitaríamos.

-Aún hay algo que no entiendo -comento-. ¿Cómo es posible que todo eso haya entrado en esa canasta?

Habíamos preparado unas cuantas cosas para hoy, además de algunos postres que había hecho ella más la manta de picnic y las bebidas, no entendía cómo todo eso había entrado en esa canasta de picnic. No es que era diminuta, pero tampoco es que era tan grande.

Mónica ríe por mi pregunta, encogiendo los hombros.

-Solo es cuestión de saber ordenar las cosas, Wyle.

Y siguió moviéndose al ritmo de la canción que sonaba de mi celular: Solo Dance de Martin Jensen.

-I know you want me, but I don't care baby
Just wanna dance, dance, dance. Dance, dance, dance -cantaba ella con tanta emoción que se me contagió.

No había que poner en duda que Mónica amaba la música, disfrutaba cantar y bailar. En las pocas veces que he podido escuchar su voz, me a gustado, ella tiene una voz muy linda. No mentí aquella vez en que le dije que cantaba igual a Mackenzie Ziegler, su voz era casi similar, era igual de dulce y melódica.

Asiente con un poco de fuerza con la cabeza, haciendo que los lentes de sol que me había robado caigan sobre sus ojos.

-¿Qué hace un chico con una canción como Solo Dance en su playlist de canciones? -me pregunta, acomodando mis lentes sobre el puente de su nariz.

Le sentaban bien.

-No lo sé, es una gran canción, pero creo que llegó a mi playlist por Sal.

-Que buen gusto el de ella.

Y siguió cantando.

Antes de que la canción terminara, ella ríe dejando de cantar y levantando los lentes para dejarlos sobre su cabello.

-¿Sabes? Esa canción me trae un gran recuerdo -admite sin abandonar su sonrisa-. Se la había dedicado a mi ex.

-Uh...

-En medio de una fiesta con toda la preparatoria.

-¡Pobre chico! -fingí lastima aunque estaba riendo.

Mónica también lo hace.

-Fue increíble, creo que una idea de Amapola nunca había sido tan buena.

-¿A que fue idea de ella?

-Sí, no había pasado mucho tiempo desde lo de mi ex, ella estaba cabreada y yo también, así que se nos ocurrió una idea de dejarlo en vergüenza.

-Que cruel.

-Se lo merecía.

Eso me hace preguntarme cómo fue la anterior historia amorosa de Mónica, ¿Qué tan idiota fue ese tipo para hacerle daño a tan increíble chica?

-Fue un momento épico -retoma su relato-. Me sentí como una jodida diosa.

-Y luego el egocéntrico soy yo.

-A ti nadie te quita el puesto.

Lo que restó del camino seguimos escuchando música de mi playlist, a veces recibía alguna que otra broma de su parte en los momentos en que canciones de películas Disney se reproducían, ¡Oye! Las bandas sonoras de todas las películas son buenas.

-Llegamos -anuncio, aparcando frente a la casa de mis padres-. ¿Esperas aquí?

-Vale.

Bajé del auto y fui hacia la puerta de mi vieja casa, toqué de la forma en que siempre lo hacía para avisar mi llegada, se supone que tengo las llaves de la casa pero las había dejado en mi apartamento.

Cuando se abrió pude ver a mi hermanita y su gran sonrisa entusiasta.

Hay que recordar que una vez dije que entre mis hermanos y yo había muy pocos parecidos, por no decir que ninguno. Pero ¿Entre mis padres y sus hijos? Ahí la historia cambia.

Yo, como el hijo mayor, era una mínima combinación entre mamá y papá, según mis abuelos. Había heredado el cabello negro de mamá pero los ojos marrones claros de mi padre, también decían que mi sonrisa era como la de papá a mi edad, no lo sé, es lo que opina mamá.

Henry en cambio había heredado el cabello castaño oscuro y un poco ondulado de papá y los ojos verdes de mamá. Habían pequeñeces en mi hermano que lo hacían un poco parecido a mí, pero eran cosas que notabas si nos detallabas profundamente.

Y luego estaba Asia que en definitiva era un poco de todos. Mi hermanita tenía su largo cabello de color chocolate con algunos rizos heredados de papá, aunque no era totalmente crespo. Sus ojos eran entre verdes y marrones claros, siendo una extraña pero bonita combinación. Si mirabas a mi hermana, no sabrías exactamente con quién de nuestra familia encontrarle parecido, si a mamá o a papá, incluso sus hermanos. Ella era la menor de los Wyle que había sacado un poco de todos nosotros.

Algo en que mucha gente coincidía, es que si nos veían sonreír, sí podrían relacionarnos ya que, a según «nuestras sonrisas son parecidas»

Y hablando de sonrisas, mi hermana esbozaba una de emoción, Asia estaba ansiosa por este fin de semana.

-¡Hermanote! -exclama con alegría antes de abrazarme.

-¡Hermanita! -devolví la emoción, el abrazo y el saludo, era una vieja costumbre nuestra. Nos separamos de nuestro abrazo-. ¿Nos vamos? Mónica está esperando en el auto.

-¡Andando! -se vuelve en dirección hacia adentro-. ¡Dave y yo nos vamos! -anuncia.

-¡Diviértanse! -ese es el grito de nuestro padre desde la sala de estar.

De camino al auto, Asia no paraba de dar saltitos de emoción, adentro, ella se sentó en los asientos traseros a un lado de la canasta de picnic.

-¡Monik! -exclama antes de meterse en medio de los asientos delanteros para medio abrazar a mi "novia"

-Hola, Asy -sonrío ante los apodos que se tienen, hace años nadie llamada «Asy» a Asia-. ¿Cómo has estado?

Mi hermana le sonríe.

-Súper, ¿Tú qué tal?

Y es así como se enfrascan en una conversación de chicas de la cual soy sacado sin vergüenza alguna.

Traicioneras. Igual no me apetecía mucho, pero igual, es traición.

-Uh, la playlist de Dave, a ver qué tiene mi hermano de nuevo en su repertorio de canciones -comenta Asia luego de un rato de hablar con Mónica.

Se estira entre los asientos para alcanzar mi celular y hurgar entre mis canciones. Me daba igual, Asia incluso descargaba música desde mi teléfono.

-Oye, esta es nueva -comenta antes de que la canción se empiece a reproducir.

-Mi canción... -oigo murmurar a Mónica.

Breathe de Mackenzie Ziegler empezó a sonar por el estéreo del auto. Soy conciente de que Mónica me da algunas miradas que finjo no notar.

Ni siquiera sabía a ciencia cierta por qué había descargado esa canción, solo cuando me di cuenta, ya la carga estaba casi completa. No sabía por qué Mónica la llamaba «su canción» solo sé que cada vez que la escucho pienso en ella y en esa noche en la que fuimos al cine y la ví cantarla emocionada.

Por alguna razón era su canción, y por otra yo no dejaba de pensar en ella cuando la escuchaba.

-Mackenzie Ziegler, algo nuevo -comenta Asia antes de reír-. Esto no es nuevo.

La anterior canción se interrumpe para empezar a sonar Lava del corto animado de Disney.

Mónica sonríe divertida.

-¿Mi hermano te dijo que le gusta descargar el soundtrack de las películas Disney si le gusta? Incluso de algunos musicales.

-Soy de gusto abiertos, ¿Okey? -me defiendo.

Vale, sí, admito que me gusta tener la banda sonora de algunas películas y las canciones de mis musicales favoritos, no es nada malo.

-Igual Lava es una gran canción, no hay que negarlo -agrega mi hermana.

Y con esa canción de fondo transcurre el camino al parque.

Asia canta sin pena alguna, mi hermana no tenía una voz precisamente bonita, desafinaba en las notas altas y agudas y se confundía mucho en la letra pero igual lo disfrutaba.

-Mi sueño aquí, se hará realidad, si estás para mí, y yo para ti, mi corazón ruega a la mar y a la tierra, amar a un alma de lava -cantaba ella y Mónica y yo nos reíamos disimulados.

Aparqué el auto cuando estuvimos frente al public garden, lugar donde haríamos nuestro picnic cerca del lago. Asia encontró un buen lugar donde hacía sombra y teníamos una linda vista al lago a unos metros de nosotros.

-Bueno, iniciemos este piquiniqui -declara Mónica, sacando de la canasta que sostenía en manos la manta de picnic.

-¿Piquiniqui? -rió Asia.

-Así le dice ella.

Mónica extendió la manta en el suelo y los tres nos sentamos, la ayudaba a organizar lo que habíamos preparado, que eran algunos sándwiches de diferentes sabores, algo sencillo y delicioso.

-Todo se ve muy rico -admite Asia.

Declaración que no negaré, Mónica sabía cocinar increíble.

-¿Los preparaste tú? -señala mi hermana unos muffins de arándanos en una taza plástica transparente con tapa.

-Así es -responde Mónica sin dejar de servir jugo de naranja en vasos plásticos-. Aunque con Dave ahí fue difícil, parecía un crío comiéndose la mezcla.

Encogí los hombros, dando un sorbo a mi jugo cuando me lo entregó.

-No me disculparé por eso, estaba deliciosa.

Reí al recordar la tarde de ayer, Mónica no paraba de decirme «¡No te comas la mezcla, Wyle!» imposible, sabía deliciosa y cuando probé uno de los muffins, era como probar el sabor de las nubes.

-Entonces... -mi hermana tamborilea sus dedos sobre sus muslos-. ¿Por qué estamos aquí?

-Quiero pasar tiempo con mis chicas -veo a Mónica negar con la cabeza y sonreír.

Asia asiente.

-Vale, si es así, yo ya quiero comer de todo esto.

-Pues adelante -accede Mónica y Asia no duda en tomar varios sándwiches.

Reímos al ver los intentos fallidos de Asia de comer varios sándwiches, en un momento casi se ahoga pero se le pasa rápidamente con un vaso de jugo, aún así eso no le impide ir por un muffin de arándanos.

Cuando da el primer mordisco, observa asombrada el postre y murmura encantada:

-Sabe a nube.

-¡Eso mismo dije yo!

Charlamos un poco de temas banales, Asia nos pregunta por la universidad y nosotros por la preparatoria, además de sus cursos extra, mi hermana era una prodigio, la más inteligente de los tres hijos de Mariano y Lilly Wyle.

-¿Qué tal un paseo en bote? -sugiere Mónica.

-Uh, yo quiero, ¿Qué dices, Agente D?

Fingí pensarlo pero la respuesta era obvia:

-Claro, andando.

Nos acercamos al lago donde rentamos uno de esos botes en forma de cisne que hizo reír a Asia. Por suerte hubo espacio para los tres aunque yo estaba un poco incómodo porque no podía estirar completamente las piernas. Asia y Mónica estaban muy agusto, cosas de ser enanas.

-Nunca me había subido a una de estas -admite Mónica pedaleándo conmigo.

-¿En serio? -pregunta mi hermana.

-Muy en serio, de pequeña me daba miedo, de grande nunca supe por qué no lo hice.

-Bueno, ahora estás teniendo una gran compañía para tu primera vez en un bote con forma de cisne.

Ella ríe.

-No lo dudo.

Tonteamos un rato, Mónica y yo nos reímos también cuando no podíamos avanzar ya que ella estaba pedaleando en la dirección contraria, eso teniéndonos atrapados un rato en el lago.

-Chicos... -llama mi hermana, ambos la vemos y me sorprendo al fijarme en que estaba pálida y sudada-. No... me siento bien...

Entonces inclina la mitad de su cuerpo fuera del bote para terminar vomitando en el agua.

¿Qué demonios? ¿Qué a pasado?

Mónica rápidamente recoge el cabello de Asia, escuchar como mi hermana vomita es un poco asqueroso, pero me sentía también impotente por estar en medio de un lago y no en tierra firme para poder revisar qué era lo que le pasaba y descubrir por qué vomitaba.

-Quizá solo se haya mareado -sugiere Mónica-. Vamos, es mejor salir de aquí.

Cuando Asia termina de vomitar pedaleo de nuevo hacia tierra, espero que nadie haya visto vomitar a mi hermana, no quería recibir una multa por contaminación.

Estando de vuelta, damos por terminado nuestro paseo, el encargado pregunta por mi hermana y respondo que solo se debe al mareo por el movimiento del bote. Asiente estando de acuerdo y me dice un cordial «estamos al servicio»

Llego con mi hermana y Mónica luego de haber recuperado nuestra cesta de picnic, le paso una botella de agua a Mónica que recién compré y ella se la da Asia, que bebe como si hubiera estado en el desierto.

-¿Cómo te sientes? -le pregunto.

Toma varias respiraciones antes de responderme.

-Mejor, solo fue un mareo.

-Será mejor llevarte a tu casa -sugiere Mónica, quitando unos cabello pegados a su rostro por el sudor.

-Chicos, estoy bien, en serio.

-Lo sé, pero estás pálida y te ves agotada. Luego podremos repetir esta salida, pero no quiero que algo peor te pase, Asia.

Ella suspira.

-Vale, andando.

De camino a mi auto nos detenemos en un puesto a comprar una nueva botella de agua para mi hermana, Asia se veía mal, parecía como si hubiera corrido una maratón.

-¿Qué crees que le pase? -me pregunta Mónica, observando a mi hermana sentada en uno de los bancos frente al quiosco.

-No lo sé, quizá algo le haya caído mal. Asia es de estómago sensible, comer exceso la hace vomitar.

-Pero está demasiado pálida.

-Quizá se deba al calor -ella no estaba muy convencida y, sinceramente, yo tampoco-. ¿Por qué tardan tanto en darnos una maldita botella de agua? -mascullo.

-Dave...

-¿Qué? -me vuelvo a ver a Mónica pero ella ya estaba corriendo a no sé dónde.

Me volví y fue que entendí por qué corría, pero ya era tarde.

-¡Asia! -exclamo yendo detrás de Mónica que estaba arrodillada en el suelo.

Junto a mí inconsciente hermana menor.

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