Extra #1

Pido disculpas de antemano por las futuras faltas ortográficas y de redacción, ya que escribí este capítulo aquí en mis vacaciones y en mi celular, por lo que no tengo mucho tiempo de arreglar las cosas. Pero apenas pueda, lo mejoraré.

—¡Roody! —dejo todo mi peso en una pierna esperando respuesta— ¡Roody, ven!

—Mami, ¿que pasa? —entra mi hijo por la puerta de la cocina.

—¿Me ayudas a mover el refrigerador? —pido con una sonrisa.

—¿Qué es esta desesperación? —entra mi esposo por donde segundos antes había entrado Roody.

—Tyler, pensé que no estabas en casa. —me acerco y este me toma de la cintura para depositar un tierno beso en mis labios— Quería que Roody me ayudase a mover el refrigerador.

—Primero, llegue recién y escuché que llamabas a nuestro hijo. Hola cariño. Y segundo, tiene apenas cinco años, no puedes hacerlo mover esta cosa.

—Uy, perdón por no tener la fuerza sobrenatural que ustedes tienen, y que se me complique mover los muebles pesados —finjo molestia.

—Mami, tranquila. A mí no me importa ayudarte —habla el pequeño abrazando mi pierna derecha y mirándome hacia arriba con una sonrisa. Le revuelvo un poco el cabello orgullosa de lo tierno que es.

—¿Reunion familiar sin mi? —aparece Luke por la puerta de la cocina.

—Hijo, ¿cómo te fue en el examen? —le pregunta Tyler apenas lo ve.

—Bien. Nada que no pudiese completar.

—Me alegro —me acerco y planto un beso en su frente.

—Si...

—¿Pasa algo campeón? —pregunta mi esposo preocupado.

—No, es solo que oí para que necesitaban a mi hermano y, a mi me hubiera gustado poder ayudar, pero no soy como ustedes. Yo...

—Tu nada. Tu me has ayudado bastante en muchas otras cosas. Quizás no eres como ellos, pero lo que si tienes es un corazón de otro mundo. Llenito de amor —le interrumpo y le doy un gran abrazo.

Luke es nuestro hijo mayor. Actualmente tiene 16 años, llevándose por bastante con su pequeño hermano. Lamentablemente no salió hombre lobo, lo que le ha costado un poco superar, siendo que es lo más normal no ser sobrenatural.

Literal.

—Ah, ma —deshace el abrazo y me mira— Kyle me invitó a su casa hoy ¿puedo ir?

—¿Tu novia? —se mete el pequeño Roody.

—No es mi novia.

—Claro que puedes. Cuídate.

—Le avisaré a Andy que vas —habla mi esposo levantando su móvil— no me gusta como se ponen los guardias en el pueblo cuando vas solo.

—Solo por que soy un simple humano —vuelve a deprimirse.

—No, solo se preocupan por la seguridad. Pero ya aprenderán —se queda pensando un poco y vuelve a hablar— Yo te llevo, iré donde mi padre —el chico asiente y ambos salen.

Miro a Roody y el entiende enseguida, por lo que se acerca al mueble.

Aparco la motocicleta, y Luke se baja de ella dándome su espalda mientras caminaba por la entrada de la casa de su "amiga". Es un chico muy fuerte para tener apenas 16 años. De seguro si hubiese salido de mi especie, hubiera sido un perfecto hombre lobo. Lamentablemente, las cosas no fueron así.

Me dirijo al mini-reino de mi padre y saludo a los guardias de la entrada. Entre ellos Andy, a quien saludo con un fuerte abrazo.

Continúo mi camino por el mármol, hasta llegar a la habitación donde mi padre trabaja.

Toco dos veces en ingreso cuando escucho un adelante desde dentro.

—Señor Miller, tengo los papeles... —digo cuando abro la puerta y este de gira asombrado, para acercarse a mi.

—Hijo, qué gusto verte —me abraza y se lo devuelvo con gusto— ¿cómo está Emily? ¿Y los chicos, están bien? Hace días que no los veo.

—Gracias por preocuparte por mí familia antes que de tu hijo, pero si, están todos bien —ríe.

—Lo siento, pero te veo que estás bien.

—Lo estoy.

Mi celular suena y noto que es un mensaje de Emily.

Si estás en el pueblo, invita a Andy y a tu padre mañana a cenar, ya que haremos una despedida para Alvin. Se irá mañana a Italia con su novio.

Sonrío y le respondo con un "Ok"

Le aviso a mi padre y a mi mejor amigo y, luego de unas horas de charla sobre nosotros y ver asuntos de gobierno, vuelvo a casa solo, ya que Luke iría más tarde.

En el camino a la ciudad, otra motocicleta se para a mi lado. Le hago una señal para que nos movamos a una orilla de la carretera y lo hacemos.

—Tio Tyler —dice la chica una vez que se saca el casco, dejando su larga melena libre.

—Sophia ¿como estás?

Sophia era una joven de 22 años, cabello castaño, y sobrenatural como su padre y madre. Mágicamente, era una chica alegre y fiel, bastante diferente a sus progenitores.

La única semejanza con su madre es su belleza, que puede cautivar a cualquier chico que ella desee.

—Muy bien. ¿Y Emily y los chicos?

—Bien, tranquilos en la vida —me limito a decir— ¿Y Miriam?

—Ya sabes cómo es mi madre, con sus altos y bajos. Pero en general, todo bien.

Miriam tubo un parto muy trágico. Fue justo en un ataque que hicieron a su manada, donde lamentablemente el padre de su hija murió. Ella sufrió mucho, ya que a diferencia que conmigo, Miriam amaba mucho a ese hombre.

Cuando Sophia cumplió 2 meses, Miriam decidió ir a rehabilitación, donde se sano bastante, maduró y hasta se volvió soportable.

Con los años decidió alejarse del mundo sobrenatural, hicimos las pases. Durante estos 22 años no ha hecho nada malo, por lo que la confianza en ella está volviendo a nacer.

Su hija, un amor. No ha hecho problema alguno y hace siempre lo necesario para que todos estén bien.

Me despido de la chica y vuelvo a casa, donde Emily estaba haciendo dormir a Roody, mi hijo sobrenatural, de ojos esmeralda un poco más oscuros que los de su madre.

Me acerco a ella y la cargo en mis brazos como si fuese una princesa, llevándola hacia la sala.

—Roody está durmiendo, Luke llegará más tarde...

—Debo preparar algunas cosas para mañana, además de que Romina me dio otro proyecto —me mira con tristeza y envuelve mi rostro con sus manos— pero podemos salir el viernes en la tarde, les entregamos los niños a Kira, para volver el domingo en la noche.

—Me parece perfecto —acorto nuestra distancia y depósito un corto beso en sus labios.

—Te amo, Tyler.

—Yo también te amo, Emily.

—Bueno, ¿me ayudas a preparar las cosas para la despedida? —se pone de pie quedado frente a mí.

—Vamos —tomo su mano y la guío hacia la cocina, donde tenía algunas decoraciones.

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