34. Llave escondida
Camino por el largo pasillo del mini-reino que hace unas semanas le pertenecía a mi abuelo, lo cual me genera algo de nostalgia. Observo en las paredes unos marcos de fotos de Roody con algunos guardias o con mi padre y yo, unas estatuas nada interesantes y uno que otro cuadro decorativo.
—¡Bú! —grita una voz masculina haciendo que me posicione en forma de ataque, pero me relajo al darme cuenta que solo era una broma de mi mejor amigo, Andy— Hey, tranquilo viejo. Qué extraño verte por aquí.
—Si. He estado bastante ocupado con los entrenamientos pero ya por fin tuve algo de tiempo para... —Digo pero me detengo al ver la cara de horror que tenía mi amigo— ¿Qué sucede?
Apunta detrás mío y cuando volteo veo un gran pedazo de mármol estrellado en las cerámicas del piso, junto a un rastro de polvo y pequeños trocitos del mismo material. Material que se usa para hacer las estatuas. Estatuas que veía mientras caminaba.
Cierro mis ojos al darme cuenta que con el salto del susto empujé y rompí una de las estatuas, la cual ya no tiene arreglo alguno.
—Creo que debemos huir —opina Andy poniendo su cabeza junto a la mía por sobre mi hombro, invadiendo mi espacio personal.
—Opino lo mismo —digo y me volteo.
—¡Espera! —Exclama mi amigo antes de acercase a la obra destrozada. Se agacha y recoge algo de entre los pequeños trozos de mármol.
Una vez de pie, me extiende su mano para mostrarme lo que recogió. Una llave con un aspecto algo antiguo, pero que aun así llama mi atención. La tomo y la acerco a mis ojos para apreciarla por todas partes jugando con la luz de las ventanas.
Entre los pequeños movimientos logro ver con el reflejo un grabado en esta que decía con letra curvas "Roody".
—Creo que es de mi abuelo —Se lo muestro a mi mejor amigo— tiene su nombre en ella. ¿Crees que sea de algo importante?
—Eso hay que averiguarlo —hace una seña con la cabeza a la estatua y entiendo que quiere alejarse de ella— ¿Sabes si dejó alguna caja o puerta sin abrir? —comienza a caminar y yo lo sigo.
—No que yo recuerde. Pero en su cuarto dejó muchas cosas que ahora están en la bodega —Asiente y comenzamos nuestra caminata.
Una vez fuera de ella -luego de escondernos de muchos de los guardias- abrimos la puerta cuidadosamente y entramos rápido para que nadie nos viese.
Cierro la puerta detrás de mí y la habitación se oscurece completamente, y es cuando recuerdo que no hay ninguna ampolleta.
Cambio mis ojos a los de lobo para poder ver en la oscuridad y Andy hace lo mismo.
—Busquemos lo que sea que tenga una entrada de llave.
Luego de casi una hora probando la llave con toda cerradura que encontrábamos, solo quedaron unas pocas.
Logro ver a lo lejos un pequeño baúl con el mismo grabado de la llave. Me acerco rápidamente y le quito la lleve a Andy para probarla.
Ingreso esta y me emociono cuando llega hasta el fondo. La giro y mi alegría aumenta al oír un pequeño click, y es cuando la caja se abre.
Levanto la tapa completamente y veo un montón de papeles, sobres y uno que otro amuleto.
—Llevémosla —digo y mi mejor amigo asiente.
Salimos con cuidado y sigilo de la bodega con el baúl escondido bajo la sudadera, y nos dirigimos a mi solitaria casa en la ciudad para tener más privacidad.
—Me siento algo mal por revisar las cosas de mi abuelo sin su permiso —digo sujetando la caja sobre mis piernas mientras me siento en mi cama.
—Quien sabe si encontramos algo importante —Me anima Andy sentándose a mi lado.
Volteo la caja encima de la cama esparciendo todo su contenido. Lo primero que hacemos es separar sobres con sobres, papeles con papeles y amuletos con amuletos.
De primera vista los papeles son solo trámites de alfa, de los terrenos del pueblo o algún que otro dibujo que yo le hice cuando era pequeño. Los amuletos son solo colgantes o anillos, donde uno que reconozco llama mi atención.
—Este es... —tomo el collar entre mis manos— este era de mi madre. Lo recuerdo perfectamente.
—Ves, te dije que hallaríamos cosas importantes. Quizás tú abuelo lo quería guardar como recuerdo —dice mirando el objeto— opino que deberías quedártelo. Como recuerdo de tu madre, digo —asiento y lo dejo a un lado en mi mesita de noche.
Nos ponemos a revisar los sobres y son solo cartas de otras manadas, listas de reclutas de guardias y finalmente dos que tenían el nombre de mi padre y otro con el mío.
Me quedo observando detenidamente e inconscientemente paso mi mano por la tinta del nombre imaginando a mi abuelo escribiéndolo. Lo extraño muchísimo.
Estaba tan concentrado revisando el contenido de la caja que no me percate que Andy se había parado a hablar por teléfono.
Cuando corta, me avisas que debe irse por asuntos de entrenamiento, pero sin antes animarme a que lea lo que puede ser una carta destinada a mí.
Una vez que se fue guardo todo como estaba, a excepción de la carta. Dejo el baúl bajo mi cama y guardo el sobre en un cajón de mi mesita de noche.
Alguno de estos días la leeré. Solo debo estar más preparado.
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