3. Nunca te pedí ayuda

Suena el timbre indicando que terminó la última clase del día, y que podemos volver a casa. Le digo a Mathias que se vaya y que yo me las arreglaría para irme más tarde. Después de insistir bastante y prometer que le contaría todo luego, accede y se va.

Miro la hora. Maldita sea, he perdido bastante tiempo hablando con mi mejor amigo.

Corro lo más rápido que mis piernas me lo permiten por los pasillos del instituto en su búsqueda. Avanzo a la salida y apenas atravieso la puerta, visualizo aquellos perfectos hombros y la sedosa cabellera castaña.

—¡Tyler! —le grito acercándome hacia él.

Llego a su lado y me mira con lo que es confusión y desprecio. Me hace un gesto con la mano para que me apresure en hablar.

—Bueno, quería hablar contigo de todo lo que te ha pasado esta semana con Gerard. Sé que es un chico bastante desagradable, lo comprobé el año pasado y no me gustaría que fue...

—Al punto, debo irme —me interrumpe.

—¿Por qué nunca me agradeces o, por qué no me miras con amabilidad o simplemente no respondes a alguna de mis sonrisas? Quiero decir, te he ayudado y defendido frente a Gerard, lo menos que espero es un gracias, o por lo mínimo una sonrisa y un asentimiento. Pero en vez de eso recibo solo una mala cara de tu parte y un gran "ignorado" en toda mi frente. Sabes, yo lo único que quiero es ayudarte para que tu pasada aquí en el instituto sea genial.

—Primero que nada no te conozco, por lo que no me es obligación simpatizar —comienza a hablar con seriedad, pero al mismo tiempo con una voz impresionantemente sexy—. Segundo, yo soy lo suficientemente grande para defenderme del estúpido ese. Y tercero, cuando sienta que realmente hagas algo útil te lo voy a agradecer, pero hasta el momento solo has hecho verme como una persona débil que no puede defenderse sola, cuando en realidad soy capaz de eso y de mucho más.

—Okey. Es grandioso que tengas esa confianza en ti, lo digo muy enserio. Quizás no haya hecho algo muy útil contigo pero es parte de mí, es mi forma de ser. Lo lamento si te molesté.

—Repito. No te conozco, así que no es mi obligación tener que soportar e incluir tu "forma de ser" en mi vida.

—Yo tampoco te conozco, y aun así intento ayudarte

—No todos reaccionamos de la misma manera ante los demás —Una pausa en nuestra conversación en donde nos miramos seriamente.

—Sabes que, tienes razón, no debí meterme en tus asuntos. Eres un mal agradecido al que no le importa cuando una persona te ayuda.

—Yo nunca te pedí ayuda.

Dice esto de manera fría y se gira dejándome más molesta de lo que estaba en un principio.

Qué se cree este idiota dejándome de esa manera. No sé para qué le doy tanta importancia. Hubiera preferido que Gerard le golpease en todo ese perfecto y definido rostro.

Con esto, me dirijo a la parada de buses ya vacía de alumnos. Vuelvo a casa y tomo un descanso para olvidarme de este idiota mal agradecido.

—Yo nunca te pedí ayuda —Finalizo y me volteo dejándola ahí parada.

Me dirijo a una de los grifos que hay fuera del instituto, lleno mi botella de agua y amarro bien mi mochila a la espalda para comenzar mi carrera hacia casa.

Me gusta correr para liberarme de todo y lograr mantenerme en forma fuera del pueblo de los lobos, donde teníamos una hora diaria para entrenar defensa personal.

Llego a casa pasada una media hora y me doy una ducha para sacar todo el sudor. Me pongo un pantalón de chándal gris y una camiseta negra para estar más cómodo.

Bajo las escaleras y oigo pasos en el jardín. Segundos después, suena el timbre. Presiento a mi mejor amigo y le abro la puerta antes de que toque.

—¡Andy amigo, qué extraño verte aquí! —Exclamo y me lanzó a darle un abrazo.

—Te extrañe, Tyler —Me aprieta fuertemente a el—. No sabes lo difícil que se me hizo el poder salir del pueblo y venir a verte aquí a la ciudad —Se deshace del abrazo.

—¿Por qué? ¿Ha habido muchos problemas? —Voy a la sala y nos sentamos ahí para conversar mejor.

Andy es mi mejor amigo desde que tengo conciencia. Siempre hacíamos todo junto, pero desde que me mudé fuera del pueblo no lo había vuelto a ver, solo chateábamos por WhatsApp o hablábamos video llamada.

—No, pero ya sabes. Con esto del conflicto de manadas la seguridad se ha vuelto muy estricta. Tú abuelo no quiere más muertes, así que pone mucho empeño en cuidar a sus queridos betas.

—Sí, siempre ha sido preocupado por los suyos.

Pasaron tres horas en las que estuvimos hablando de todo, entre eso, le conté sobre la chica de ojos esmeralda que se había enfadado conmigo por no darle las gracias.

Mi padre llega y nos saluda a ambos, antes de ir en busca de un vaso de jugo y sentarse junto a nosotros.

—¿Cómo te fue en las inscripciones para el equipo de fútbol? —Me pregunta.

—Genial, creo que los reflejos y la resistencia de lobo ayudan bastante.

—Entonces si te fue tan bien, ¿por qué te siento con algo de remordimiento?

—No es nada...

—Es una chica, Sr. Miller —me interrumpe Andy.

—Así que una chica, eh. Vaya que vas rápido —dice con una sonrisa pícara.

—¿Qué? No, no no. Lo que pasa es que una chica se enojó conmigo porque no le di las gracias por algo que hizo. Solo eso.

—Y sientes culpa porque te diste cuenta que tenía razón.

—Puede ser...

Y ahí nos quedamos hablando de cómo había sido mi primera semana, Andy nos puso al día de lo que está sucediendo en el pueblo, a pesar de que mi papá va todos los días, y otras cosas más sin sentido.    

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