Epílogo.
Un año después...
Ver el amanecer al borde de los acantilados siempre sería un espectáculo digno de admirar, las olas rompiendo e iluminándose con los primeros rayos del sol, valía la pena morir de hipotermia solo por ver este momento.
Temblaba de frío a pesar de llevar un suéter, sentí una tela gruesa rodearme y sonreí ante la sensación de calidez que me brindaba la chaqueta de mi idiota egocéntrico favorito.
—Tenemos un largo camino por delante.
—No quiero enfrentarlo aún.
—Estoy aquí.
—Lo sé.
Me apoyé en su hombro y seguí admirando la belleza que había a nuestro alrededor. La belleza era algo tan relativo ¿Por qué a veces le dábamos tanta importancia? ¿Por qué juzgar un libro por su portada o un caramelo por su envoltura?
Y no nos bastaba con juzgar las cosas por no ser bellas a nuestros ojos, a veces nos gana el egoísmo y necesitamos destruir la belleza misma, desmantelarla hasta volverla nada, ir apagando su luz hasta hacerla tinieblas.
Emprendimos nuestra ruta, Tyler nunca soltó mi mano, incluso cuando vi el nombre grabado en esa lápida; había un dibujo grabado bajo la fecha de su muerte, cubrí mi boca para contener un sollozo, ahora solo me quedaría mirándola cuando el cielo este lleno de estrella y después de la lluvia, cuando reine el arcoíris.
¿Como éramos capaces de tal aberración? porque sí, me incluyo, a veces no nos dábamos cuenta de lo que una acción desmedida puede causar.
Matábamos la belleza sin darnos cuenta.
Peor aún, llevábamos a la belleza hacia su propia destrucción.
¿Eso es lo que haríamos para siempre? ¿Por qué no volver al mundo un lugar mejor? ¿Por qué no decir sí a la libertad de expresión? ¿Por qué no ser capaces de aceptar a los demás por sobre todas las cosas? ¿Por qué no olvidar los prejuicios?
¿Vamos por buen camino?
¿Esto es lo que queremos ser?
Es tiempo de pensar, buscar las respuestas en nuestro interior y hacer el cambio posible.
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