2. Tutora
—No lo haré —solté sin ni siquiera pensarlo, cerré la carpeta que el director me había mostrado y la coloqué bruscamente sobre el escritorio de madera.
Para mi sorpresa, el llamado no fue por nada malo, luego de veinticinco minutos de tortura en la antesala de la dirección y de una brevísima discusión con la inútil secretaria, pude entrar. El director me atoró con halagos por mis excelentes calificaciones, cosa que no era de extrañarse de la mejor estudiante de último año. Seguido de eso, me ofreció participar en el programa de tutorías, lo cual llamó bastante mi atención y decidí intentarlo. El director parecía estar esperado aquello, sonrió con suficiencia y no rebuscó demasiado antes de tenderme una carpeta. En cuanto la abrí y revisé el nombre de la posible persona a quien sería asignada, mi mandíbula cayó por completo.
Es que debía ser una mala broma.
A ver intenten adivinar.}
Pues si. La solicitud yacía resplandeciente burlándose de mí con su nombre en grandes letras: TYLER STEVENS.
—Señorita Roberts, según creo no hay motivo alguno por el usted no pueda —replicó el director con el ceño fruncido—. Es una alumna brillante, no veo por qué no puede asistir a un compañero que necesita ayuda para no perder el año —terminó con voz de regaño.
No lo sé, quizás porque Tyler era lo más desagradable que había en la escuela, o que él no se detendría ni un solo momento a ayudar otro, porque era un egoísta, idiota, egocéntrico que creía que estaba por encima de todos.
Por algún motivo todas esas palabras se quedaron atoradas en mi garganta, sin ganas aparentes de salir.
—Lo siento pero no puedo —fue en cambio lo que dije, quería darme de golpes por no tener un argumento sólido. El director frunció el ceño, echándose hacia atrás en su silla.
—Sinceramente me encuentro decepcionado, ¿cómo es que alguien tan inteligente como usted puede carecer de la sensibilidad de ayudar a un pobre alumno que ha perdido a su madre a culminar con éxitos su año escolar con éxito? —negaba con la cabeza mientras hablaba.
Claro ¿qué clase de idiota sería para pensar que Tyler no se aprovecharía de cualquier cosa, con tal de salirse con la suya? la táctica de la pena. La muerte de un padre el algo duro de soportar, yo debería saberlo mejor que nadie, no por eso voy por allí con ojos de cachorro herido para obtener lo que quiero, eso sería totalmente despreciable y ahí otra de las razones por más que mi odio hacia Stevens crecía cada vez más.
—Ambos han pasado por situaciones difíciles lo entiendo —replicó, tocando un punto sensible en mí, debía detenerlo por el bien de mi equilibrio mental—. Quizás esto podría ayudarlos a ambos intercambiar historias.
Ya había ido demasiado lejos, la poca paciencia que me quedaba este día, se agotó con sus últimas palabras y exploté.
—Con todo respeto, señor director, pero no puede hablar de eso como si fuera la vieja receta de la abuela —comenté secamente, el volumen de mi voz se elevó una octava, conté hasta diez con los dedos y aspiré profundamente, para luego continuar—. De lo que usted habla forma parte de mi vida personal, yo decido si quiero compartirlo o no. Además, creo recordar tener un acuerdo con usted acerca de hablar de lo ocurrido —era cierto, mi tía uso sus poderes de persuasión para hacerlo prometer que no hablaría sobre aquello.
El director se puso totalmente blanco y luego rojo de vergüenza.
—Señorita Roberts, no fue para nada mi intención el ofenderle, ni mucho menos inmiscuirme en su vida privada. Supuse que para usted sería beneficioso ser la tutora de un chico con el que pudiera tener algo de empatía —en ese punto tantas palabras sofisticadas me daban dolor de cabeza.
Aún así, no pude librarme del latoso discurso.
—Entienda que el señor Stevens podría perder el año si no se pone al día con todas las clases, su padre me ha pedido la mejor tutora y solo he podido pensar en usted.
Y así fue como el viejo lame-botas me vendió a un idiota. Para nadie era un secreto el aporte financiero que hace su padre; al parecer no les conviene que el hijo de tipo de los donativos pierda el año. Era una molestia convivir con alguien que sobrepasaba todos mis limites en cuanto a que puedo soportar de una persona. Por otro lado, me darían crédito extra y sería bueno para mi solicitud de ingreso a la universidad. Este trato me convenía tanto a mí, como al director y a Stevens... Padre e hijo.
Solté un sonoro suspiro.
—Lo haré.
—Excelente, excelente —estrechó mis manos frenéticamente, casi como si lo hubiera salvado de su inminente muerte—. Llamaré al señor Stevens y se lo comunicaré, así ustedes podrán arreglar sus horarios. Con respecto al crédito, tenga por seguro que estará allí en la entrega de notas, no esperaba menos de usted señorita Roberts, y de nuevo me disculpo por lo de antes.
—Descuide —dije forzando una sonrisa que ocultaba mis ganas de abrirle el cráneo.
—Muy bien, puede retirarse, gracias otra vez —rodeó su escritorio, caminó a la salida y me abrió la puerta indicando que saliera.
Asentí con la cabeza y literalmente salí disparada al comedor. Casi choco con Sammy, quien iba de camino a la fila de la comida, me miró con sorpresa en sus grandes y oscuros ojos.
—Sé que la comida es buena, pero no puedes colarte —se burló—. ¿Qué pasa?
—No lo creerías —bufé—. ¿Dónde está Ale? tengo algo que contarle.
—Está en la mesa, te buscó y le dije que estabas en dirección. ¿Va todo bien?
—Eh, sip. Voy a buscarla nos vemos allá —giré para dirigirme a nuestra mesa pero la voz de Sammy me detuvo.
—¿No vas a comer? —su expresión era una mezcla de enfado y preocupación. Como solía pasarme a veces, pude oír a mi padre tras su voz en esa pregunta que él siempre solía hacerme.
Pestañeé rápido para evitas el escozor de mis ojos.
—¿Me traes algo? —le rogué sonriendo— No tengo tiempo para la fila.
Sonrió y miro hacia abajo sacudiendo la cabeza.
—Anda yo invito. Ve.
—Eres el mejor.
—Lo sé —dijo dándome la espalda para fingir arrogancia.
Volteé los ojos y me dirigí a mi sitio junto a Ale en la mesa.
Normalmente solo éramos Ale, Sammy y yo, pero uno que otro día, algunas chicas del salón de Ale se sentaban con nosotros, aunque solo lo hacían por Sammy, lo que era irónico, ya que él solo se centraba en Ale y en mí.
—¿Qué hiciste? —preguntó la susodicha apenas sentarme.
—Nada, y te vas a caer para atrás cuando te diga porque me han llamado.
—Habla, vas a hacer que me de un infarto, por el amor de Dios —exclamó llevándose una papa frita a la boca en un gesto desesperado.
—El director prácticamente me rogó que fuera tutora.
—¿Eso es todo? tu definición de caerse para atrás es muy diferente a la mía —le restó importancia con un gesto de la mano.
—De Tyler Stevens.
Tanto ella como cada una de las chicas que estaban en la mesa se interrumpieron para mirarme bruscamente, una de ellas se congeló con la cuchara de camino a su boca. Me encogí intimidada por la repentina atención.
—¡Serás la tutora de Tyler Stevens! —exclamó Sarah, la líder del club de lectura.
—Es como un sueño —dijo una pelirroja cuyo nombre no recordaba.
Ale permaneció inmóvil con los parpados abiertos de par en par.
Troné los dedos frente a ella.
—¿Qué te pasa? —me miró con una rara cara de disgusto.
—Tú vas a ser la próxima —dijo al fin—. Me reñiste esta mañana, diciendo que sería la próxima pero la próxima serás tú.
—¿La próxima en qué? —intervino Sammy, ocupando su asiento frente a mí.
—La próxima en caer en las garras de Tyler Stevens —contestó la pelirroja que ya empezaba a caerme mal.
La fulminé con la mirada y me volví hacia a Sammy.
—Me asignaron como la tutora de Stevens.
Frunció el ceño ligeramente, bajo la cara a sus bandejas y colocó una frente a mí, contenía un sándwich, pudin de chocolate y jugo de naranja. Mi almuerzo de siempre.
—Técnicamente no tuve otra opción, va a repercutir en mis solicitudes —repliqué mirando mi plato.
Todos en el colegio sabían acerca de la reputación de Tyler, muchos aplaudían su descaro, otros lo detestaban por ello, naturalmente era el típico chico que le atraía a las chicas y quizá también a algunos chicos, véase en la reacción de mis compañeras de mesa. Por eso no me sorprendí al verlas prácticamente babeando ante el chico que se paraba detrás de Sammy.
Alto, con un bronceado envidiable, cabello castaño desordenado y ojos azules, que desnudaban con su mirada picara a cada una de las chicas que se encontraban en la mesa, deteniéndose en mí. Por un momento me perdí en sus ojos y en cuanto me di cuenta que bajó su vista a mi pecho, sentí una profunda rabia y recordé todos y cada uno de los horribles comentarios que se decían sobre él.
—¿Se te perdió algo? —solté, impacientada por su absurdo silencio.
—Tú —contestó simplemente con una ridícula sonrisa.
Juro que escuché suspiros por parte de las chicas de al lado. Enarqué las cejas y entorné los ojos.
—¿Qué es lo que quieres? —espeté.
—Bueno... si no te importa, bonita —tomó la silla que estaba junto a la pelirroja y la cerco a mí.
—Laura —respondió ella con una risita tonta, él le guiño el ojo y parecía a punto de un desmayo.
Volviéndose hacia mí dijo:
—El director dijo que serias mi tutora y pues vine decirte que nos reuniremos en mi casa a las cuatro todos los días hasta que finalicen los parciales empezando desde hoy —habló con tanta certeza y arrogancia que me dieron ganas de estamparle el sándwich en la cara.
Le lancé una mirada a Sammy y a Ale; él estaba concentrado en su hamburguesa y ella miraba a Tyler con su expresión más terrorífica, el resto de las chicas solo batían sus pestañas y soltaban risas intentando llamar su atención. El mantenía su mirada firme en mí.
—No iré a tu casa —dije, contando hasta diez para no matar a todos—. Estudiaremos en la biblioteca.
—No te conviene contradecirme.
—¿No escuchaste? Ella no irá a meterse en tu cama —fue Sammy el que habló con un tono de voz fuerte y furioso que nunca había escuchado.
Su ataque me hizo dar un respingo, me gire hacia él. Se había levantado y miraba a Tyler con los puños apretados. Miré a Ale suplicándole por ayuda y ella captó el mensaje llevándose a Sammy fuera de la cafetería. No iba a dejar que mi mejor amigo se metiese en problemas por alguien como Tyler.
Me giré hacia Tyler, quien comía pudin, luciendo divertido. Mi pudin.
—Bien —dije en tono seco.
—¿Bien?
—Sí, bien —tomé mi mochila, mi jugo y me marché.
Tras dar una última mirada atrás, pude ver como Tyler coqueteaba simultáneamente con Sarah y Laura.
Si, tampoco iba a dejar que se saliera con la suya.
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