[02]-La Luz de mis mañanas

Advertencia: Escritura muy, pero muy cursi. Contiene lemon Soft y "Mabideon" señoras y señores (Hice un Mabideon) así que si no les gusta esta pareja, váyanse a leer lemon Mabill con otras autoras >:V

Pero les diré que esta parte la historia tiene un orden cronológico. Así que corran bajo su propio riesgo. Por cierto es del punto de vista de Gideon.

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La luz de mis mañanas: Mabideon

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Los gemelos Pines habían regresado al año siguiente, para disfrutar un nuevo verano y sin problemas o al menos eso pensé.

- ¡Ahg! – Grito una castaña tirando de las cuerdas de un tronco, mientras era zabullida en la corriente del agua. – No otra vez.

- Deja de tirar tonta. – Le regaño un albino, al igual que ella estaba tirando pero del lado contrario. - ¡Bluhhhh! – Ahogándose en la corriente de agua.

Hola soy Gideon Gleeful, un chico de doce años carismático, adorado por las algunas personas por mi piel tan suave como la de un bebé, piel nívea y pecas perfectas, un copete del doble tamaño que mi cabeza y ojos azules como el acero. Así... la que está atada junto conmigo en el tronco de la muerte es Mabel Pines. Que agradable forma de rencontrarnos nuevamente.

- ¡Gideon deja de tirar! – Grito la castaña mientras daban vueltas en el tronco y se turnaban para ahogarse el uno al otro.

- ¡Mabel! – Grito el chico. – ¡DIOS QUEDATE QUIETA!

Se preguntaran como terminamos así mientras una horda de furiosos hombrecillos en forma de pelota nos perseguía con palos y antorchas a las orillas del río. En cuanto a nosotros luchábamos para salir de la corriente furiosa y de morir en las...

- ¡CATARATAS! – Grito la castaña.

Ahora si ya nos cargó el payaso, diría mi padre mientras veía mi vida pasar en tan solo esos segundos.

Pero antes de que me vaya ya sea al infierno o al cielo, con esta chica preciosa y "bondadosamente ingenua". Déjenme contarles desde el principio.

- ¡AHHH! – Gritando los dos al mismo tiempo al caer por las cataratas.

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Reanudemos hace dos semanas...

Un pre adolescente albino se encontraba en su habitación debatiéndose que atuendo usar, para ir a la reunión de sus amigos los reos de la prisión.

- Me gusta esta camisa negra con esa corbata blanca. – Viendo la prenda suave de algodón. – Pero la camiseta azul cielo con pantalones negros me llama.

Estaba tan nervioso ya que hoy irían a la <<Escupidera de Salty>> un bar de mala muerte, y según su amigo "Ojos Blancos" tenía que parecer lo más rudo para que lo dejaran entrar. También tener mayoría de edad, pero eso no había problema si iba acompañado de un adulto. Y los chicos dijeron que no lo dejarían solo.

- Ya está, me decidiré por esta. – Tomando el segundo conjunto.

Se apresuró a ducharse, cambiarse, peinarse su frondoso cabello albino y colocarse su colonia especial; "chicos malos antes que flores". Era una fragancia muy masculina con olor a especies, madera y un toque de vainilla.

Tome mi cartera y un poco de dinero, bueno un poco más del tarro de mis ganancias. Si hay algo que debo agradecerle a ese temible demonio de un solo ojo, es que al menos me dejara conservar el poder de mi clarividencia. Aunque claro no todas mis predicciones eran acertadas y a veces tenía que dar reembolso. Es un negocio de ganar y perder, muy justo Cipher, muy justo.

Tome mi chaqueta y salí corriendo para rencontrarme con Ojos Blancos y los muchachos en el parque de Gravity Falls.

Fueron minutos extenuantes de correr un extremo a otro, pero eso me pasa por quedarme dormido hasta mediodía. Por suerte la pubertad comenzaba hacer lo suyo, o claro que sí crecí unos centímetros y comenzaba adelgazar. No tanto, pero si lo suficiente para que mi papada no me obstruyera la vía respiratoria.

Todo iba bien hasta que choque con una chica que no se quitó del camino y caí al suelo, rasgando la tela de mis pantalones nuevos. Justamente en la rodilla, un raspón y sangre.

- ¡Auch! – Volteé mirándola con sumo enoje. – Oye tú la calle es para que caminen, no para que te quedes parada como estatua.

- ¡Que grosero eres! – Dijo la chica encarándolo para que ambos se rencontraran sus miradas e inmediatamente se sorprendieran. - ¿Gideon?

- ¡M-Mabel! – Dije con mi voz tartamudeando y nerviosa. – Eres tú.

- Hola - Dijo la chica saludando. – Pensé que eras un tonto que solo, choco por así.

- Perdón. – Dije levantándome. – Oh lo siento tanto por el comentario. – Mis mejillas se tornaron rojas de la vergüenza al ofender a mi amiga.

- No hay problema. – Soltando una risa. – Yo tuve la culpa por quedarme viendo el anuncio. – Señalando un edificio que colocaba un gran afiche que decía: Bienes raíces, Tad Strange.

- Así ese sujeto. – Dijo Gideon. – Es... agradable y sí que sabe vender casas de segunda.

- Sabía que Tad iba ser grande, algún día. – Dijo Mabel.

- ¿Cuándo regresaron? – Pregunte curioso, pues nadie había comentado de su regreso, ni los chicos, ni mucho menos el pueblo.

- Hace cuatro días. – Menciono la castaña. – Mi tío Stan no dijo nada, porque nos mantuvo ocupados limpiando la tienda y arreglando unas atracciones turísticas.

- Ya veo. – Soltando una risita. – De algo busca para que alguien le ayude en la tienda sin pagar.

- Ya lo conoces. – Encogiéndose de hombros.

Di una mirada rápido viendo su hermoso rostro; ojos grandes y avellanados, labios pintados de un labial rosado color coral, piel suave y tersa levemente pálida que mostraba sus mejillas rosadas. Su cabello iba trenzado y llegaba justamente a la cadera. Vestía unos short cortos y una blusa rosa y holgada con la imagen de una estrella. Unas calcetas altas que llegaban a sus muslos y unas zapatillas deportivas de color rosa pastel, con decorado de parches. Y sin olvidar que traía un suéter lila amarrado a su cintura. Simplemente se veía tan linda como la recordaba.

Malditas mejillas traicioneras, porque te sonrojas pensara que sigues enamorado como un idiota.

- Por cierto, ¿Por qué venias corriendo?

- ¡Ay, cielos! – Grito el albino saliendo de su ensueño. – La reunión soy un idiota. – Sacudiendo sus ropas. – Mabel, lo siento luego hablamos me tengo que ir.

- -Espera Gideon...

- Lo siento, luego hablamos.

- Pero...

- Luego Mabel. – Grite antes de salir corriendo.

Estaba feliz porque me encontré con Mabel Pines y pude hablar con ella; una conversación rápida de 25 segundos lo valía. Solo espero que mis amigos no se enojen.

Llegando me desparrame con un poco de estilo en el suelo y con mi respiración levemente agitada, no por correr, si no por esa chica.

- Lamento la tardanza, chicos. – Dije tratando de recuperar el aliento.

- ¡Gideon! – Dijo uno de los chicos de la prisión, Serpiente Azulada. – Pensábamos que te retractarías.

- Pero no lo hiciste. – Dijo Kevin Navajas, mientras me tomaba por el cuello y despeinaba mi pelo.

- Oigan, oigan dejen al jefe en paz. – Dijo Ojos Blancos. – Él no se retractaría, es un hombre de palabra. – Revolviendo su pelo.

- Ojos Blancos, basta jaja – dijo avergonzado de sus halagos.

- Hey, Gideon genial look. – Dijo Mark musculoso. – Eso si es verse rudo.

Analicé mi apariencia viendo la camiseta llena de tierra, la parte del pantalón rasgada y con la herida sangrante. No sentí el dolor hasta que vi el raspón y mi adrenalina me abandono. Ah y no olvidemos mi cabello, desecho haciéndome ver el flequillo más largo y cubriéndome una parte del ojo. Parecía una versión emo y gótica de Robbie Valentino. Claro sí Tambry y Robbie tuvieran un hijo con esas facciones.

- Bueno, ahora siento el dolor en mi rodilla. – Musite.

- Vamos. – Dijo Ojos Blancos.

Me subí al asiento de alado de la motocicleta y comenzamos a andar por las calles del pueblo, haciendo un poco de ruido. Me divertía bastante con los chicos, llegamos al bar de mala muerte <<Escupidera de Salty>> y vimos un tipo rudo parado sobre el marco de puerta, con los brazos cruzados y con una venda de color verde en la cabeza. Tenía cicatrices en su rostro, barba, tatuajes en su pecho y antebrazos; uno decía "I Love Catherine". Llevaba una remera blanca y unos pantalones negros con remaches.

El sujeto comenzó a analizar a cada sujeto que entraba al bar, y les preguntaba: "Bienvenido a la Escupidera de Salty, ¿Qué tan rudo eres?". Y todos contestaban una pequeña anécdota o mostraban sus músculos.

Nos formamos en la fila y todos iban bien orgullosos, bien contentos y emocionados. El primero en pasar fue Serpiente Azulada, quien dijo que tan rudo era.

- ¿Qué tan rudo eres? – Dijo el portero del bar.

- Me gradué de ingeniería. – Menciono el sujeto. – Y sin calculadora.

- Pase usted es muy rudo. – Dejándolo pasar. – Siguiente. – Viendo que se acercaba Kevin Navajas. - ¿Qué tan rudo eres?

- Tuve un duelo a muerte con cuchillos. – Menciono sacando cuchillos. - ¿Quieres pelear?

- Adelante, este es tu lugar.

En ese momento paso Ojos Blancos y conto su historia mientras esperaba atrás de él. Cuando entro al bar me espero junto a los demás, era mi turno.

- Tú eres un niño. – Señalándolo. – Tú perteneces allá. – Señalando la tienda de dulces y helados.

- ¿La choza de los pequeñines? – Viendo molesto. – Tengo doce y ya casi soy adolescente.

- Oh perdón, me refería más allá. – Señalando el edificio a junto a la heladería.

- ¡La choza de los súper-ultra pequeñines! – Dije en tono furioso. – Es una broma.

- Este es un bar muy rudo para ti. – Menciono. - ¿Dime que tan rudo eres y tal vez lo reconsidere? – Soltando una carcajada de su aliento a olor a cigarrillo y cerveza.

Solté un gruñido y perdí los estribos nuevamente. - Escúcheme bien señor, va dejarme entrar. – Tomándolo de la camiseta. – No me revele de simplemente para luchar contra un demonio triangular de un solo ojo, Dios del caos y creador del temible Raromagedón. Solo para que me envié a la choza de los súper-ultra pequeñines. – Colocando una mirada gélida de mis ojos azules. – Va dejarme entrar y a convivir con mis amigos o juro que le hare sufrir, lo que Bill Cipher me hizo a mí.

- ¿Q-Qué... te hizo Bill Cipher? – Pregunto temeroso el portero, ya que algunos habitantes del pueblo recordaban al temible ser que los condeno a un infierno de locura.

- Me hizo usar un traje de marinerito y hacer poses adorables durante su dominio, durante las 24 Hrs del día. – Menciono. – Sin descanso alguno.

- Pasa... eres bienvenido. – Haciéndose a un lado.

Una sonrisa se curvo en mis labios anunciando mi victoria, por fin entraría a la "Escupidera de Salty". No pensé que esa anécdota serviría, tal vez si soy rudo como pensé.

- Estoy listo. – Dije confianzudo.

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- ¡Ouch! – Sobándose la cabeza. – ¿Qué me sucedió?

- Pisaste cerveza derramada y te golpeaste con la barra. – Dijo su amigo.

- Vaya, debí quedar como un ridículo. – Recostándose en la banca, mientras miraba como la luz del día daba su término. – Esto es patético.

Volteo a su cabeza y vio a persona conocida, inmediatamente sus mejillas se sonrojaron.

- ¡Mabel! – Levantándose de golpe. - ¿Qué haces aquí?

- La linda chica quiere decirte algo. – Dijo su amigo haciendo un guiño y levantando ambos pulgares arriba.

- ¡Ah, cierto! Resulta que se te cayó tú cartera cuando chocaste conmigo. – Entregándosela. – Por eso te dije que te esperaras, tuve que buscarte un buen rato.

- ¿Buscarme? – Dije algo nervioso y con mi rostro arder.

- Luego te vi salir con este sujeto inconsciente de un bar. – Viendo el fuerte chichón en su frente.

- Sí, fue algo tonto. – Sobándose el golpe. - Perdón, chicos lo arruine.

- Descuida Gideon. – Dijo su compañero. – No todos los días vemos al portero temblar ante esas palabras.

- ¿Qué palabras? – Pregunto la castaña.

- Niña lo que sucede en la Escupidera de Salty, se queda en la Escupidera de Salty. – Menciono uno de los ex reos. – Son las reglas.

- Gideon. – Reclamándole al albino.

- Lo siento Mabel, lo que sucede ahí, se queda ahí. – Colocando una sonrisa media.

Ambos nos devolvimos la sonrisa y nos reímos un buen rato, creamos nuevamente la reconexión de ese contacto.

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Una tarde salí a explorar al bosque mientras llevaba en mi mano un melocotón, lo comía gustosamente saboreando el jugo dulce del fruto. Curiosamente vi a los gemelos Pines traer en sus manos los diarios del autor, llegándose a adentrar al bosque.

Decidí seguirlos ya que era extraño que estuvieran por esta parte, más a estas horas de la tarde. Me acerque a unos arbustos y los vi ahí, apilándolos y atándolos con un nudo.

- ¿Estas lista? – Dijo el castaño. – Solo lo haremos por última vez.

Vi que encendieron con un pedazo de periódico fuego y lo acercaban a los diarios. De repente el chico tuvo unas extrañas visiones, desconociendo si son de un futuro incierto o verídico.

- ¿Qué rayos hacen? – Proteste.

- ¿Gideon? – Miro Dipper con una expresión de extrañez.

- Gideon ¿Qué estás haciendo aquí? – Dijo Mabel.

- Ustedes que hacen en el bosque y con los libros. – Después sus ojos se abrieron de par en par. – Oh no, no lo harán. – Tomando los libros. – No vamos a cometer el error tres veces.

- Espera no lo muevas. – Sujetando el libro que agarro. – Suéltalo.

- Mabel, entrégamelo. – Jalando el libro. – No sabes el riesgo.

- ¡Gideon suéltalo!

- No, lo vas invocar y todo saldrá mal. – Dije furioso. – Estamos bien sin él.

- ¿Qué? Te equivocas, nosotros no estamos invocando a...

En un momento de distracción la jale con toda mi fuerza atrayéndola hacía mí; pero su peso nos hizo rodar colina bajo y caer por accidente ¿en una pequeña aldea?

Unos hombrecillos pequeños salieron de las casas pequeñas y parecían no estar contentos con nuestra presencia.

- Vaya, si son los temibles gigantones. – Dijo un Liliputh enfurecido. – Todavía no contentos con engañarnos y luego destruir nuestro hogar en el campo de mini golf, vienen y destruyen nuestras casas.

- ¡Tras ellos! – Grito otro un hombrecillo rubio cargando un tridente.

- ¿Qué son estos? – Dije sintiendo cosquillas de los hombrecillos. - Jajaja hacen cosquillas.

- ¡Oh no! Gideon cuidado. – Dijo Mabel apartándose y alejándose del libro, para después ser atrapada por ellos. - ¡Ah! – Grito la chica siendo cargada por ellos.

- ¡Hey! ¡¿Qué hacen con Mabel?! – Tratando de librarme de su agarre pero fui llevado de la misma manera que ella.

Terminamos atados a un viejo tronco de un roble, mientras preparaban una fogata. Creo que su plan era quemarnos y cocinarnos vivos.

- Mabel. – Le llame.

- ¿Qué? – Dijo molesta.

- Es mi imaginación o planean comernos. – Menciono el albino.

- No, tonto. – Dijo ella. – Primero nos sacaran las vísceras y después nos comerán.

- Oye, tampoco me ofendas.

- Sí tan solo hubieras escuchado.

- Planeaban revivir a Bill.

- ¿Qué? Eso no íbamos a hacer.

- Conozco el ritual, iban a conjurarlo.

- No idiota. – Menciono ella. – Íbamos a quemar los diarios, por segunda vez.

- ¿Qué? No los pueden destruir.

- No, no podemos. – Dijo. – Hay un hechizo protector que los mantiene a salvo. Y queríamos probar con fuego.

- ¿En un bosque?

- Pues sí.

Los hombrecillos comenzaron a picar a la pareja mientras les ordenaban guardar silencio.

- Mabel... no quiero alterarte, pero si no salimos de esta en cinco minutos, seremos su cena.

- Podríamos levantarnos y correr.

- ¿Puedes? ¿no es tan pesado para ti?

- Es un intento.

Empujamos a los hombrecillos de colores morados y azules e hicimos un esfuerzo para levantarnos y correr a colina arriba. En estos momentos la adrenalina funcionaba bien para nosotros dos, ella gritaba ayuda por su hermano al igual que yo lo llamaba. Una horda de hombrecillos nos perseguía por el bosque, terminamos siendo acorralados en la cima del precipicio con una corriente rápida y violenta y una turba furiosa.

En un vago intento por salvarnos, terminando cayendo a la orilla del rio y ya sabrán la historia de cómo terminamos siendo arrastrados a las cataratas.

- ¡AHHH! – Gritaron la pareja hasta que unas redes amortiguaron su caída y quedaron colgando.

- ¿Nos salvamos? – Dijo Mabel.

- Eso parece.

Minutos después el tronco se partió en la mitad, lo más seguro por los constantes golpes en las rocas y la humedad del agua.

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Termine de acompañarla a su casa junto con su hermano gemelo. Mi ropa estaba mojada y de seguro cogería un resfriado, pero en ese instante nada me hizo sentir feliz, cuando ella me hablo y me dijo.

- Gideon.

- ¿Sí?

- Salimos... mañana. – Dijo ella con las mejillas sonrosadas. – Con Dipper y conmigo.

- Claro, Mabel. – Acepte su invitación.

Tal vez un malentendido y el estar en una situación de peligro, daño nuestras mentes y nos hizo olvidar el pasado. Pero esa aventura nos hizo acércanos y revivir esos momentos divertidos y únicos en nosotros. Sí, debía agradecerle a mi estúpida clarividencia y a esas falsas alarmas por reunirme con esa linda castaña. Aunque lastimosamente no salimos hasta el día siguiente, debido a que ambos cogimos un resfriado.

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Desde ese instante comenzamos a salir a principio como amigos, Mabel y Dipper me invitaban a sus aventuras explorando por el extraño bosque de Gravity Falls. Descubriendo secretos y tesoros ocultos, buscando las criaturas que aparecían en los diarios y compartiendo risas y chistes entre nosotros.

Luego se fue uniendo al grupo Wendy, Soos y Pacifica siendo las exploraciones más divertidas. A veces acampábamos en el bosque y contábamos historias de fantasmas y criaturas que jamás se habían visto en la vida.

Entre las historias Wendy y Soos comenzaron a contar anécdotas del Raromagedón, Dipper se unió a la conversación de forma animada.

- Recuerdan que comimos carne de murciélago por dos días. – Menciono la pelirroja. – Debo de decir que sabía a pollo.

- Yo probé solo las ratas. –Dijo Soos. – No tenía sal para condimentarlas.

- Yo me enfrente a Bill a golpes. – Dijo Dipper. – Le lance un puñetazo en su cara amarilla.

- ¡Woow! – Exclamaron todos.

- ¿Y le diste? – dijo Mabel impresionada.

- Ahmm... sí, si lo hice. – No quería admitir que el demonio lo detuvo y lo lanzo lejos contra un muro, quitándole los diarios y quemándolos.

- Yo me revele y quise hacerlo pagar junto con mis compañeros. – Mencione. – Pero él me atrapo y me humillo, públicamente en una jaula.

- Tan siquiera no hizo grafiti en tu casa o quemo tus pertenencias. – Dijo Pacifica. – Mis padres al darle total y absoluta libertad, con tal de ser parte de su pandilla. Este aprovecho y le cambio los orificios a mi papa y a mi mama le cambio la mente a la de un pichón. – Frunciendo el ceño. – En cuanto a mi... me dio un saco de costal de papas y trigo.

- ¿Te trato como animal? – Dijo Wendy.

- Me decía Llama vete de aquí, Llama tráeme esto, Llama mala. – Dijo la rubia. – Nunca entendí por qué me decía así.

- Creo que todos la pasaron mal por mi culpa. – Dijo Mabel.

- No fue nada más tu culpa Mabel, también fue mía. – dijo Gideon. – Por invocarlo la primera vez que lo mande a robar el código.

- Oh yo cuando pedí la contraseña de la laptop. – dijo Dipper.

- Todos hicimos algo en el apocalipsis del dorito.

- Cierto.

Esa noche fue risas e historias divertidas, enterrando malos recuerdos. El verano iba finalizar y los gemelos se irían de regreso a Piedmont, California. Yo no quería que acabara tan pronto.

Una tarde recuerdo que caminábamos de regreso de jugar en la tienda de videojuegos, cuando de repente te hice la pregunta más riesgosa de nuestra relación.

- Mabel.

- ¿Qué sucede?

Recuerdo perfectamente como el sol de aquella tarde reflejaba sobre tu figura de dieciséis años. Llevabas una polera rosada con brillos, unos pantalones cortos a media pantorrilla, unos tenis tornasolados y tu suéter blanco de botones con imágenes de flores. Tu cabello iba recogido en una trenza francesa y tu rostro se iluminaba con un leve sonrosado de tus mejillas.

- Mabel – Dije con mi rostro ardiendo de la vergüenza. - ¿Quieres ser mi novia?

- Gideon.

- Lo... siento lo arruine. – Dije algo decepcionado sabiendo lo que diría. – Ya sé que no debí decirlo, pero... me gustas mucho, me sigues gustando. Y pensé que a lo mejor tendría una oportunidad.

- Gideon.

- Descuida, esta vez no importa si me rechaces, con tan de estar a tu lado estoy bien.

- ¡Gideon! – Alzando la voz y sujetando sus manos con suavidad. – Sí quiero.

- ¡Eh! – Poniéndose su rostro rojo como un tomate. - ¡Enserio!

- Oye, estaba esperando a que lo dijeras. – Menciono la chica sonrojada. – Por un momento... pensé que no me lo pedirías hasta... que creo que estuviéramos más grandes.

- Entonces esperabas a que te pidiera ser mi novia. – Tragando nervioso. – Tú esperabas a que te preguntara.

- Sí.

- ¿Desde cuándo?

- Después de que fuimos acampar con los demás.

- Eso fue... hace dos años – Llevándose sus manos a su rostro por la sorpresa. – Dios estuviste esperando. El chico comenzó a reír un poco antes de soltar un suspiro largo. – Vaya... sí que la pensé mucho.

- Gideon.

- Mabel... no juegas conmigo. – Viendo a la chica. – No es una broma, es real.

- Sí, tontito. – Sonriendo. – Es real.

- ¿Si quieres salir conmigo?

- Sí.

- ¿Quieres ser mi novia? – Mencione. – En verdad, quieres.

- Claro que sí. – Abrazando al chico por encima de su cuello. – Quiero serlo. – Viendo su mirada azulada suavizarse con la luz de la tarde. – Me gustas Gideon, y si quiero estar contigo.

- Me haces muy feliz. – Sujetándola de la cintura. – Te amo, Mabel Pines.

Un beso nos unió aquella tarde de verano, sus labios dulces y rosados junto con los míos. La amaba demasiado, ella era mi luz y mi primer amor.

"Por favor que esto no sea un sueño, que sea real"

Después de esa tarde, muchas citas llegaron a alegrar nuestras vidas. Momentos románticos y divertidos que gozábamos mi adorable castaña y yo. A pesar que tuvimos dificultades con sus tíos abuelos y su sobreprotección, pero nada impidió que estuviéramos juntos.

"Sabes Mabel; nunca entendí bien cuándo termina la amistad y empieza el amor".

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[3 años después]

Una chica de cabello castaño se encontraba descansando plácidamente sobre las almohadas, mientras unas manos rodeaban su cintura, haciendo que ella se acomodara cerca de su cuerpo y se acurrucada en su calor. Hasta que abrió los ojos viendo la luz del día a todo su esplendor y el ruido de algunos autos. Sacándola de su sueño completamente; su rostro reflejaba una cara de haber visto un fantasma combinado con un gesto confuso.

- Oh dios mío, es tarde. – Se levantó apartando las sabanas y corriendo a colocarse unos pantalones y una blusa naranja en su armario. - ¡Gideon, no sonó la alarma!

- Mm... ya lo sé. – Menciono el albino somnoliento. – Cinco minutos más.

- Nada de cinco minutos más. – Dando un brinco para subirse arriba de él y moverlo de la cama. – ¡Despierta! – Sacudiéndolo. – Son casi las 9 de la mañana.

- Bomboncito te quiero mucho, pero bájate que me estas matando. – Dijo el albino al sentir su abdomen ser aplastado con sus piernas.

- Vamos Gideon. – Levantándose de la cama para jalarlo de un brazo. – Recuerda que hoy tienes que ir a trabajar. – Dijo la castaña. – Aparte la universidad te llama, tu equipo te necesita.

- Tienes razón. – Dándole una sonrisa coqueta a la castaña. – Pero yo también necesito a mi linda caramelito devuelta aquí. – La jalo atrayéndola de la cintura para tirarla suavemente de la cama y provocarle cosquillas en sus costados y besos amorosos en su cuello.

- ¡G-Gideon! Jajaja – Riendo mientras se retorcía en sus caricias traviesas y matutinas. – El trabajo, ya casi es tarde.

- Mabel. – Colocándose encima de ella. – Es sábado, no hay escuela y yo descanso.

La chica miro de reojo el reloj digital que tenían encima de su cama y después fulmino con la mirada al albino.

- No hay trabajo en fin de semana, preciosa. – Colocando un gesto burlón. – Me adelante.

- Solo por eso... - Dijo ella envolviendo sus manos alrededor de su cuello y acercándose a su oído. – Ya no tendrás besos matutinos, los fines de semana.

- ¡Oh vamos! – Hizo un puchero el chico pecoso, colocando ojos de perrito triste. – Ni una caricia.

- No. – Empujándolo suavemente para levantarse y estirarse. – Apúrate a vestirte y ayúdame hacer el desayuno. Más tarde tenemos que ir a que me ayudes arreglar la tienda y desempacar la mercancía. – Dándole una caricia en su rostro. – Esa mercancía no se desenvolverá sola.

- Suenas como Stanley. – Dije, colocando una mueca de frustración. - ¡Stanley salte del cuerpo de mi amada!

- Vamos, si no trabajamos no mantenemos el apartamento. – Soltando una risa antes de darle un golpe en su cabeza.

- Corazón no te preocupes, aún tengo mis ingresos de cuando ayudaba a mi padre a vender autos.

- Gideon Charles Gleeful, prometimos que nos apoyaríamos mutuamente. – Dijo la chica. – Aparte no me gustaría que tú cargues con todo el peso.

- De acuerdo, no tocare mi cuenta nuevamente. – Menciono de brazos cruzados.

- Ahora levántate.

- Tengo sueño.

- Sí vienes a la cocina tal vez piense besarte mucho.

Camino hacia el pasillo de forma coqueta, llamando la atención del chico albino de ojos azulados. Este solo la miro sonrojado y con una sonrisa traviesa. Se levantó de la cama con sus pantalones azul marino y con su polera blanca. Para estar a mediados de Julio hacia bastante frío en la ciudad, por las lluvias. Sin perder el tiempo siguió el rastro de su novia para encontrarla con su delantal de corazones, haciéndola resaltar sus finas curvas en la cintilla. Se quedó un buen rato embobado viéndola a la chica.

"La amo con todo mi corazón"

Se colocó atrás de ella y paso sus manos por encima de su vientre abrazándola por detrás, mientras plantaba suaves besos en su nuca y cuello. Provocando una risa suave y un gemido por parte de ella.

- ¿Qué haces? – Pregunto Mabel.

- Husmeado a ver qué hiciste de desayunar. – Menciono.

- Hice huevos revueltos y tocino. – Soltó un gemido alto cuando sintió que la mano del chico viajaba adentro de sus pantalones y acariciaba su monte. Apegándola a su cuerpo. – Gideon. – Gimió su nombre.

- Tengo una linda chica haciéndome el más apetitoso desayuno. – Susurrando en su oído. – Pero... tengo ganas de devorarme a la cocinera.

- Ahh... sí. - Sintiendo desabrochar sus pantalones vaqueros, mientras su mano frotaba enérgicamente su zona intima a través de su braga. – Gideon... te quiero tanto, pero... - Deteniéndolo. – No compre condones, ¿o tú sí?

- Mabel. – Bajando sus pantalones junto con sus bragas. – Conoces la respuesta hermosa. – Mientras sacaba un preservativo y lo abría, se bajó su ropa colocándose en su miembro erecto el condón. – Sabes muy bien que el sexo en la mañana, es una rutina de nuestra relación. – Frotando su miembro entre sus nalgas, provocándoles gemidos provocativos. – ¿Tenemos lubricante?

- ¡Es enserió! – soltó un gemido frustrado y una risa. – Se te olvido.

- Podríamos... - Menciono el chico tocando su zona intima.

- No. – Menciono ella. – Aparte sabes muy bien que, no estamos seguro de un bebé.

- ¿Asustada de uno?

- ¡Gideon! – Regañándolo. – Solo no me siento preparada de uno. Todavía, eso creo.

- Tienes razón, no quiero infartar a tus tíos tan pronto.

- Pero, más adelante sí. – Susurro ella, mientras acariciaba su rostro con ternura.

- Míranos hablando del futuro. – Soltando una suave risa profunda de su voz. – Tendría que llenarte con mi semilla y brindarte una posición para que quedes embarazada.

- Bueno pero empezamos apenas este mes. – Sonriendo la chica. – Así que no hables como si fuéramos... ¡tan activos! - Soltó un grito en sus palabras, siendo penetrada por el albino. – ¡Ahh!... dios... Gideon.

- Hacerlo dos veces en este mes ¿no es suficientemente activo? – soltó una risa cantarina. – Este es nuestra tercera vez. – Soltando un jadeo. – Vaya te lubricaste. – Menciono en un tono lujurioso. – Tramposa, y yo preocupado.

- Sabía que lo harías – Aferrándose a la mesada de la cocina. – Ahm... Gideon. – Sintiendo el suave vaivén del albino.

- Te gusta. – Besando su cuello y aspirando su aroma. – mi dulce malvavisco.

- Jaja... sexo suave que pretende ser rudo. – Dijo con una sonrisa, mientras mecía sus caderas. – Ahh~ duele... pero es tan bueno.

- No todas tienen sexo por atrás. – Menciono lujurioso el albino.

- Sucio. – Dijo ella soltando un gemido un poco más alto.

- Me aprietas bien, amor.

La sujeto firmemente de las caderas mientras daba un poco más fuerte sus empujones, la castaña solo gemía y gritaba en voz baja y alta. Se había acostumbrado al tamaño del albino, aunque en el sexo anal aún era nuevo en ellos y en su relación.

De repente aumento sus embestidas siendo más placenteras entre ellos, besos profundos y caricias calientes hacían que el momento íntimo fuera duradero.

- Gideon. – Gemía la castaña siendo cambiada de posición quedando enfrente de él, siendo levantada de un pierna, envolviéndola en su cintura. Mientras era penetrada con un ritmo lento y fuerte.

La habitación se llenó de sonidos como gemidos y suspiros altos entre la pareja. Un aumento en la temperatura y sus alientos chocando en sus rostros.

- Mabel... M-Mabel – Jadeando fuertemente. – Te amo.

- Yo también. – Aferrándose a sus hombros y apretando su camisa contra la tela. - ¡Ah en ese punto! – Grito la chica, sintiendo un líquido correr por sus muslos, había llegado a su propio orgasmo. – ¡Ahh!

- ¡Mabel! – Grito el chico sintiendo su miembro palpitar en sus paredes, llegándose a correr. Pero noto que su semen no se había quedado en el preservativo, y se dio cuenta cuando salía el espeso líquido, bajando hasta tocar su vulva.

Salió de ella rápidamente y soltó una pequeña maldición por lo bajo.

- Gideon...

- Lo siento mucho. – Dijo avergonzado el chico retirándose el preservativo para ver el orificio que se creó. – Dios no había ocurrido esto, se supone que son de buen material.

- Gideon

- Mabel, que no cunda el pánico mi amor. – Dijo el chico. – La pastilla de emergencia, eso ayudara. Iré por unas.

- ¡Gideon! – Grito para llamar la atención de su novio.

- Uh... - Viendo a la castaña.

- No me embarazare si es por ese lugar. – Dijo la chica sonrojada. – Solo es semen, solo se derramo, no es que fuera a correr por dentro de mi vagina.

- Pero se mezcló. – Dijo él.

- No me penetraste aquí. – Señalándose. – Solo se mezcló con lo derramado. Deja de preocuparte.

- Pero Mabel...

- Y para comprobarte que no hubo concepción en esa parte. – Sonriendo. – No tomare esa pastilla.

- ¿Segura?

- Sí.

- ¿Completamente?

- Ya lo dije. – Cruzándose de brazos por la insistencia del chico.

- Si hay bebé en ese vientre, me harás muy feliz y los cuidare a ambos. – Sonriendo entre dientes. – Así que prepárate para traerte una prueba de embarazo.

- ¿Es una apuesta? – Arqueando una ceja la chica.

- Sí lo quieres tomar así. – Dijo el albino. – Nolan vendrá a finales de noviembre.

- Ya tienes planeado un nombre, para el chiquitín – Dijo la castaña.

- Oh Roseline si es niña. – Dijo el pecoso con un rubor en sus mejillas. – Seria lindo verte con un bebé entre tus brazos.

- Aww – Dijo ella tomando su rostro plantando un beso. – Eso es tierno.

- Mabel. – Susurro entre sus labios. – Salimos esta noche.

- ¿A dónde?

- Es una sorpresa. – Abrazando a su novia. – Quiero llevarte a una cita, no hemos tenido una formal desde que teníamos, 14 y 16.

- ¿Cuándo nos hicimos novios? – Acariciando con ternura sus hombros.

- Sí.

- Mm... de acuerdo joven Gleeful. – Dijo en tono divertido.

- A las 8, te quiero arreglada.

- Oh pero recuerda traerme a casa o mis padres se molestaran. – Dijo Mabel en tono coqueto.

- Señorita, le aseguro que sus padres no serán los únicos que se molesten – Dijo. – El hombre guapo que la espera aquí también lo estará.

- Lo sé. – Ambos se soltaron riendo.

Recordando que cuando fue su primera cita, Gideon por accidente llevo a Mabel a su casa 15 minutos después de las diez. Aun recordaba a Stan golpeándolo con la escoba y al hermano de la gemela con un bate de beisbol, si no fuera por Ford que lo ayudo a defenderse otra historia seria.

Pero ahora ellos vivían juntos desde hace un año y medio, en un pequeño apartamento en Los Ángeles, California. Mientras que ambos terminaban la universidad de UCLA. Gideon había querido adelantar unas materias en la preparatoria, tuvo que pedirle ayuda a Dipper y a Ford, para poder entrar a la par con su novia a la universidad. No quería estar distanciado de ella por dos años. Adelantar bastantes semestres en la preparatoria era difícil para el albino, pero nada imposible. Ambos estaban a la par, tenía dieciocho años y podía ahora trabajar sin problema alguno, aunque su novia cumpliría veinte al final del siguiente mes.

- Oye Gideon. – Le llamo. - ¿Has hablado con Dipper recientemente?

- Dipper. – Sorbiendo un poco nervioso su café. – Un poco...

- Es que siento que actúa sospechoso.

- ¿Sobre?

- Siento que me oculta algo. – Dijo. – El otro día estaba hablando con en él en el video chat.

- Así y... ¿Qué te dijo? – En mi mente solo rogaba que Dipper no haya dicho nada.

- Estábamos hablando de cómo le fue en su cita de aniversario con Pacifica, pero de repente se escuchó un ruido al fondo del viejo estudio y los gritos de mi tío.

- Ah... - Dije aliviado, pero de repente me extrañe por lo que dijo. - ¿Ruidos?

- Sí. – Untando mantequilla a su pan tostado, para darle una mordida. – Y... muc-choss... insultos.

- Mabel no hables con la boca llena. – Acercándose para limpiarle la mejilla. – Eso es extraño, ¿crees que Stanley haya hecho otra estafa?

- No, lo creo. – Dijo Mabel. – Ya dejo la cabaña del misterio a Soos y solo se dedica a salir con el viejo McGucket y mi tío Ford, ya sabes a pescar.

- Mabel no creo que tu hermano te oculte algo. – Dijo el albino. – A lo mejor tú tío estaba inventando algo y se descompuso.

- También le pregunte, porque se conectaba contigo hasta altas horas de la noche. – Dijo la castaña con una sonrisa.

- Ah... sí. – Tosiendo un poco su comida. – Es que le pedía ayuda con tarea de... historia universal.

- Aja... y la historia universal, tiene un historial de búsqueda en horarios de autobuses a Oregón. – Dando otra mordida en su pan. – ¿Gideon?

- Bien me atrapaste. – Soltando un suspiro. – Dipper me dijo que no te dijera que Pacifica está embarazada.

- ¡¿Qué?! – Dijo impresionada con los ojos abiertos similares a un plato y con un brillo. – No, mientes.

- No lo hago. – Levantando su mano. – te prometo que no es una mentira, y que me comerá la lengua una rata grande del tamaño del puño de Stanford Pines, si llega a ser mentira.

- ¡AAH! – Grito emocionada la chica. – ¡Seré tía!

- Mabel, bomboncito. – Dijo el chico. – Cálmate, le prometí a Dipper que me quedaría callado y no diría una palabra hasta llevarte a Gravity Falls.

- De acuerdo. – Dando brincos de alegría. - ¿Cuándo iremos?

- Mmm... tenía pensado mañana. – Comento. – Compre los boletos para el mediodía.

- ¿Y tu equipo de trabajo? – Menciono ella. - ¿Y tú empleo en la librería?

- Salí de vacaciones el viernes y mis amigos tienen la parte que les envié, fueron muchos desvelos pero a complete la unidad. Aparte iniciamos las clases a mediados de agosto. – Sonriendo. – Es algo tiempo para quedarnos unos días en Oregón y sacarle el chisme a tu hermano.

- Gideon eres un chico atrevido y astuto. – Extendiendo una sonrisa. – Empacare mi cepillo y vestidos, ya que hará calor. – Levantándose de la mesa. – Por cierto hay que pagar por adelantado al casero. Y también pagar el internet y la renta de la tienda mientras no estamos.

- La renta del apartamento ya está y la tienda también. Pero el internet no lo hice. – Sonrió apenado. – Creo que lo olvide.

- Descuida, iremos los dos y pasaremos a comprar unos dulces para llevar a los futuros padres.

- Sí. – asintiendo. – Oye, pero aún me debes la apuesta.

- No se sabe. – Canturreo la chica. – Pero ve buscando una buena excusa, si llega a ver un bebé.

- Lo haré.

Durante la tarde habían salido a pasear y pagar algunos servicios. Se dirigieron a la tienda que tenía la chica, un lugar de tamaño mediano cerca de unas cafeterías y oficinas de despacho jurídico.

Su tienda era una de suéteres y libros; con el tiempo la chica había empezado a tener un gusto por los libros, entre ellos novelas románticas y de aventura, amante de la fantasía y la ficción entre otros géneros. El chico le había ayudado en dar el primer pago de mes de renta, mientras se acomodaba en las ventas.

No por eso Gideon trabajaba en la competencia, en una librería que estaba dentro de una plaza. Sí no aprendía de su jefe en el negocio de la compra de libros, jamás podría impulsar la tienda de su novia; el aprendía cuales eran los libros exitosos y los difíciles de conseguir. Esta información se la compartía a su novia para mejorar en la clientela, venta y popularidad.

Aunque con el paso de dos meses tenían mucho éxito ya que no solo compraban libros, si no los suéteres que hacia ella, más si la chica lo hacía a base a la temática del libro favorito de los lectores y el fandom.

- Gideon, y si agregamos... – Tomando un pequeño cartel que decía; predicciones. – un poco de telepatía.

- Negocio de la telepatía. – Sonriendo al ver el anuncio. – Hace rato que no veía esto.

- Si, como lo hacías en el pueblo. – Dijo la castaña. – Ya sabes consulta al gran Gideon para ver un vistazo al futuro.

- Jaja, me gustaría mucho, terroncito. – Colocando un beso en su mejilla. – Pero a veces mis predicciones pueden ser más o menos certeras. No todas son muy... correctas.

- Nada perdemos, solo un rato.

- De acuerdo. – menciono. – Pero pediré en cada quincena, que me des una caricia cariñosa.

- Okey.

- Y que me dejes comer helado de pay de frambuesa en las noches.

- Eso es mucho. – dijo ella – Si va bien en el negocio, te subiré esa petición.

- Bueno al menos lo intente. – Tarareando una risa con las mejillas rojas. – Y eso que no te pedí, que nos bañáramos juntos.

- Te estas ganando unos golpes con la escoba Gideon. – Dándole con un libro infantil.

- ¡Ouch! Solo era sugerencia.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Llegando la noche ambos se separaron para cambiarse y arreglarse para su cita. Gideon había optado en ponerse una camisa blanca de cuello V con una corbata negra y un traje azul cielo. Peino su cabello corto de forma lisa y formal, observo la pequeña caja que estaba en la mesita. Una sonrisa se posó en sus labios, pensando que hoy sería la noche perfecta.

Espero sentado en la sala a su novia, minutos después la vio salir con un vestido rojo y unas zapatillas de tacón negro. Su cabello achocolatado iba recogido en un molote ordenado y con dos mechones a los lados y su flequillo cubriendo su frente. Iba con un maquillaje discreto que la hacía relucir bella esa noche.

- ¿Y bien? – Dando una vuelta. – Te gusta.

- Mucho. – Menciono ruborizado el albino. – Eres hermosa.

- Tú también te ves guapo. – Acomodando su corbata.

- Lista para salir, mi lady. – Sonriendo.

- Sí.

Iban abrazados caminando por las calles, sonriendo tontamente y brindándose palabras graciosas y llenas de cariño. Parecían nuevamente dos adolescentes que apenas comenzaran su primer noviazgo.

Llegaron a un fino restaurante el cual la chica lo vio costoso, pero él hizo el gesto de que no se preocupada, que era una noche especial. Mabel no sabía porque decía que era especial si su cumpleaños había pasado, y el suyo aún faltaba. La cena transcurrió entre miradas y sonrisas y planes en cuanto llegaran a Gravity Falls. De repente en lo que traían el postre, el albino tomo su mano con delicadeza y la apretó suavemente.

- Mabel Pines. – Tomando una inhalación y una exhalación profunda. - Sonara loco y precipitado, pero cuando me diste esta segunda oportunidad de salir contigo, ser novios y andar juntos por más de cinco años. Tuve que pellizcarme muchas veces para pensar que esto no fuera un sueño. Que esto era real y que tú estuviste a mi lado, acompañándome en estos momentos importantes en mi vida. – Sacando una cajita azul de su saco. – tuve que ensayar mucho frente a un espejo, para llegar a este momento. No sabrás cuantas veces le pedí ayuda a Dipper y a Pacifica para buscar las palabras adecuadas, el momento y el tipo de.... Bueno eso tú lo veras.

- Gideon – Sonrojándose fuertemente de sus mejillas, al ver la cajita azul con el lazo blanco. – Acaso es.... ¿Lo es? – Con sus ojos brillantes de la emoción.

- Mabel me harías el honor de ser mi prometida, hasta llegar al momento de casarnos. – dijo. – Quiero pasar el tiempo a tu lado, saber que estoy en tu corazón y que serás mi esposa.

- ¡Siii, acepto! – Abrazando al chico con todas sus fuerzas para después besarlo. – si quiero.

- Enserio. – Colocando una sonrisa grande. - ¡ELLA ACEPTO! – Grito contento, lo que los del restaurante miraron sorprendidos por la forma en que hacían relajo, pero igual al ver la escena aplaudieron y los felicitaron. Aunque claro si hubiera sido en el restaurante del pueblo todos gritan de alegría.

- Por eso estabas nervioso. – Dijo ella mientras extendía su mano. – De acuerdo, que bueno que no interrogue más a Dipper.

- Cielos soy tan feliz – colocando su anillo en su dedo anular. – Te amo tanto.

- Es lindo. – Admirando la joya.

- Como quisiera que el tiempo se congelara y pudiera permanecer en esta felicidad.

- ¡Hey! No lo hagas. – le regaño la castaña. – Yo una vez lo hice y trajo una consecuencia.

- Lo sé.

- Te quiero.

- Igual yo.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

A la mañana siguiente tomaron el autobús a Gravity Falls, fue un largo viaje en lo que solo tenían paradas de 15 a 20 minutos, teniendo tiempo para estirar su cuerpo o comer algo en la estación. Fueron aproximadamente 13 horas con 40 minutos de viaje, pero llegaron a su destino casi al anochecer entre las once de la noche.

La familia Gleeful los recibió en su hogar para evitar la molestia de despertar a los tíos de Mabel. Pasaron la noche en la vieja habitación del albino; los padres de Gideon pensaron que ellos querían privacidad, por lo que no habían subido a la planta alta.

- Es extraño que estén silenciosos. – Dijo Bud Gleeful. – No escucho sonido de chirridos de colchón.

- Tal vez pusieron una almohada. – Dijo la esposa con una sonrisa pícara. – Chicos astutos.

- No, no lo creo. – Dijo el señor. – A lo mejor solo se contienen.

- ¿Crees que lo hacen lento?

- Despacito. – Dijo el señor con una ceja arqueada.

- Oh vamos, a su edad éramos más rebeldes. – Dijo la esposa.

- No lo sé, y si solo esperan más noche.

- Pero ya son mayorcitos.

- Eso tienes toda la razón. – Volviendo a su periódico.

Cinco minutos después subieron arriba colocando una oreja en la puerta de la habitación de su hijo. Pero nada escucharon, más que ronquidos de la pareja.

- Están dormidos. – Dijo su esposa.

- Ya veo. – Dijo Bud. – Vaya chicos puritanos. Bien, está bien que se guarden para el matrimonio. No quiero que Stan le dé un infarto por saber que su sobrina nieta se embarace.

Mientras que dentro de la habitación se encontraban Gideon y Mabel dormidos como troncos, uno por casi fuera de la cama y la otra extendida como estrella de mar. No habían tenido tiempo de descansar en el viaje.

❀~✿ ❀~✿ ❀~✿ ❀~✿

Al día siguiente se reunieron a la Cabaña Mystery Shack, siendo recibidos por Soos y su esposa Melody, quienes mantenían el negocio de la tienda y el museo de la rareza. Después la pareja fue saludada por sus tíos abuelos, quienes no dejaban de abrazar a su sobrina. Al final su hermano apareció junto con su novia actual o mejor dicho prometida, al notar su embarazo.

- ¿Cuántos meses tienes Pacifica? – Pregunto la castaña mientras sobaba su vientre.

- Cuatro meses. – Dijo la chica algo sonrosada de sus mejillas y un gesto que marcaba felicidad en ella.

- Hermano te luciste, sabía que me harías tía muy pronto. – Dijo ella.

- ¿Cómo lo tomaron los señores Noroeste? – Pregunto el albino imitando a la chica, mientras colocaba sus manos en el bulto de la rubia. – Oh vaya es grande.

- Pues digamos que los padres de Pacifica... más o menos lo tomaron bien.

- Sí, hubieran visto a Preston Noroeste. – Soltando una carcajada Stan. – Quedo inconsciente por más de dos días.

- ¡Tío Stan!

- Y nuestros padres ¿Cómo lo tomaron?

- Ehmm... igual que su padre. – Dijo el castaño. – Pero me dieron su bendición.

- Eso es genial

- Seré Tío bisa abuelo – Diciendo con orgullo Stan. – Diablos pensé que jamás llegaría a esto.

- Descuide señor Pines. – Tomando a Mabel de los hombros. – Pronto le daremos nietos, si eso quiere.

- ¿Qué dijiste? – Fulminándolo con la mirada. – No mi calabaza está muy joven, esperar a que tenga 30.

- ¡Tío Stan! – Grito Mabel.

- ¿Te vas a casar? – Pregunto Melody viendo el anillo que traía la castaña.

- Vaya sí que eres observadora Mel. – Alzando su mano. – Pues sí.

- ¿En qué momento ocurrió que ni me di cuenta? – Dijo Stan

- Felicidades hermana por su compromiso. – Abrazando a su gemelo.

- Tendremos mucho que planear, Mabel. – Dijo Pacifica dándole un codazo amistoso.

- Yo creo que primero tú Baby shower y después mi boda. – dedicándole una sonrisa.

En ese momento un grito desgarrador se escuchó provenir del sótano, vio a su tío Ford salir con múltiples heridas en sus brazos. Dipper se acercó corriendo ayudarlo, pero él le pidió que le entregara un botiquín que se encontraba en el baño. Mientras que Pacifica iba a la cocina a llenar una jarra de agua, entregándosela a Ford.

- Gracias, pero es mejor que se alejen. – Obteniendo el botiquín que Dipper le trajo. – Otra vez esta inestable.

Los gritos eran fuertes; Mabel y Gideon se acercaron a Ford para ver que era, pero él les negó el paso.

- No es seguro entrar.

- Tío no podemos dejarte solo con él. – Menciono el castaño. – Mira lo que te hizo.

- Sr. Pines está sangrando demasiado. – Dijo Pacifica.

- Descuida estoy bien.

- Tío Ford.

- En un momento regreso con ustedes.

- Tío. – Le llamo Dipper entregándole un analgésico y un sedante. – Puede que lo relaje.

- Eso esperemos. – Dijo Ford viendo las pastillas de Triazolam y Clonixinato de Lisina.

Bajo al sótano dejando al grupo en el pasillo, los gritos eran fuertes y agudos pasaron unos minutos antes de escuchar unos sollozos y de repente un sonido sordo. Ford volvió arriba con manchas de sangre en su viejo abrigo, con la imagen de una mano pintada en su espalda.

- ¿Se calmó? – Pregunto Dipper un poco preocupado pero manteniendo un semblante serio.

- Tuvo otra crisis, y parece que los medicamentos lo vuelven a su cordura. – Menciono el hombre mayor. – No sé que le paso, hace un momento estaba tranquilo hablándome y contándome de sus chistes ácidos cuando de repente comenzó a tirar las cosas.

- ¿Quién está abajo? – Pregunto Mabel con algo de temor.

- Bueno, creo que no hay que ocultárselos. – Dijo Pacifica.

- Ocultar ¿a quién? – Pregunto Gideon.

- A Bill Cipher. – Dijo Dipper.

- ¿Qué hace aquí? – Dijo molesto el albino. – Se supone que debería estar encerrado, sellado en una estatua.

- Ese ciclope triangular, hizo un último trato. – Menciono Stan. – Cuando estuvo adentro de mi cabeza, no sé si sea un trato o un hechizo. Él punto es que volvió.

- Pero no tiene casi poderes. – Dijo Dipper. – Es casi mitad demonio y humano.

- ¿Por qué esta aquí? – Pregunto Mabel.

- Cierto, ¿y porque actúan de esa forma? Despreocupados y sin temor. – Dijo Gideon. – Es el demonio que aterrorizo la ciudad, y que nos hizo sufrir a cada uno de nosotros.

- No podemos dejarlo. – Dijo Ford. – Es inestable y atacaría a cualquier persona, pierde el control en algunas ocasiones.

- Lo correcto es que este en prisión o vigilado en una celda. – Dijo el albino molesto y con los brazos cruzados.

- Pensamos en eso. – Dijo Dipper. – Pero luego vimos que no era necesario.

- Aun no confió de todo esto.

- Yo tampoco confío, Pentagrama.

Un sujeto alto de cabello rubio y largo, amarrado en una coleta se recargo en el marco de la puerta. Su orbe color ámbar con dorado intenso y con la pupila alargada y afilada, miraba con seriedad a la pareja que se encontraba sentada en el viejo sillón. Su otro ojo se encontraba tapado con un parche ocular de cuero negro con la imagen de un triángulo invertido y un círculo siendo atravesado en el medio por una línea. Su vestimenta era una camisa blanca y unos pantalones café ocre.

- Bill. – Musito el albino.

- Cipher, te dije que no te levantaras.

- Se acabó esto. – Aventando la caja vacía de Triazolam.

- ¿Qué? Acabo de traerlo esta semana. – Dijo Dipper. – Tenía que durarte un mes.

- Pino, las drogas no duran. – Dijo. – Y si no quieres que haga otra escenita, te sugiero que vayas y compres más.

Mabel comenzó a temblar pero su novio la tranquilizo colocando una mano en su brazo. Dándole su apoyo durante su estadio.

El rubio comenzó a olfatear y miro a dirección a la pareja antes de cerrar su ojo y soltar un suspiro. Acercándose a paso cauteloso hacia la sala.

- Huele delicioso. – Menciono por lo bajo el demonio acercándose a ellos. – Viene de ahí.

- ¡Bill aléjate de Mabel! – Atrayendo a la chica para protegerla.

- Ella oculta algo. – Tomo su bolso de mano y lo abrió sacando una bolsa con dulces y pastelillos. – Estrella fugaz los tenías bien escondidos. – Y como un mapache toma la bolsa y se los lleva. – Míos.

- ¡Oye, eso no es para ti! – Reclamo la chica.

- Ahora son míos. – Sacándole la lengua.

- Bill maldito demonio, ¡vuelve con eso! – Exigió Stan.

Pero el rubio solo lo ignoro y camino para encerrarse nuevamente al sótano. Dejando a todos un poco desconcertados con la escena.

- Perdón Mabel, le da hambre. – Dijo Ford. – No sabe la palabra "no".

- Sí la sabe tío. – Dijo Dipper. – Solo que no quiere escucharla.

- Aun no entiendo ¿Por qué está aquí? – Dijo Gideon.

- Porque... Bill aún sigue siendo mi amigo. – Menciono el hombre mayor. – A pesar de ser un demonio idiota que causo muchos problemas en el pueblo.

Gideon y Mabel tuvieron que aprender a llevarse con el demonio de los sueños, a pesar de que Bill se la pasaba el resto del día encerrado en el sótano y solo reuniéndose a cenar cuando Ford se lo ordenaba.

Aunque el rubio odiaba el ambiente que se encontraba a su alrededor, en un lado de la mesa miraba a Mabel y a Gideon siempre aferrados a sus manos con el rostro ruborizado, demostrando que son pareja. Del otro lado miraba a Soos y a Melody que eran invitados siempre a cenar y como demostraban su cariño nivel máximo. Y para finalizar veía a Dipper y a Pacifica viendo como la chica se sobaba a cada rato su vientre abultado. Así a completaba la rueda de la relación o la vida, lanzando un chasquido con su lengua con total desagrado.

Los últimos días se comportó distante y manteniendo distancia en la pareja, sin llegar a molestarlos. Más solo entablo conversación con el albino, durante la noche en el porche de la cabaña, antes de irse de regreso a Los Ángeles, California. Ambos se encontraban viendo la noche despejada, llena de estrellas. Mientras adentro de la cabaña se encontraba una castaña charlando con sus amigas.

El demonio se recargo en la viga de madera, mientras el albino se sentó en los escalones de la entrada. El rubio saco de su pantalón una cajetilla de cigarrillos, tomo uno y lo encendió.

- Tú y Estrella fugaz son pareja. – Dijo el rubio mientras fumaba y miraba al frente. – Y se casaran.

- Vaya, eres adivino. – Dijo sarcástico el albino. – ¿Cuál fue tu deducción que te llevo a esa teoría?

- Su anillo y su intento por embarazarse. – Menciono.

- Sí lo dices por la prueba en el baño, fue... por otra cosa. – Dijo sonrojado el chico.

- No creo que una apuesta, sea una excusa.

- Nos escuchaste.

- No son discretos.

- Solo, no lo hicimos correctamente.

- Pentagrama.

- No puedes decirme por mi nombre. – Frunciendo el ceño.

- No hagas llorar a Estrella fugaz. – Menciono el demonio tomando otra calada de su cigarrillo. – Tuve una visión y me imagino que tú también.

- No es real. – Apretando sus puños. – Todas son erróneas.

- Esta no lo es. – Apagando su cigarrillo y acercándose al chico para tomarlo de la camisa. – No hagas la estupidez, quédate donde estas y tal vez dures con ella. – Dijo. – De lo contrario, si la haces llorar a esa estúpida e ingenua humana. Yo mismo iré y te pateare el trasero.

- Nada es cierto. – Apretando sus brazo. – Ten por seguro, que ella es feliz y que ese futuro es incierto.

- Demuéstralo. – Dijo fríamente. – Quédate con ella.

Más tarde cuando Gideon y Mabel se habían despedido de todos para regresar. Su prometida le pregunta con un leve puchero al chico.

- ¿Qué hablaban tú y Bill?

- Mm... si quería fumar un cigarrillo.

- ¿Lo hiciste?

- No.

- Oye, regresando hay planear la boda.

- Sería bueno.

- Terminamos la universidad, nos casamos y tenemos luna de miel.

- No me digas que tu hermano te convenció. – Frunciendo el ceño.

- Puedes aguantar a la luna de miel. – Dijo sonriente.

- Eso lo decidiremos si aguantamos un poco más de abstinencia.

- Querías el bebé. – Menciono Mabel.

- Me había emocionado. – Dijo Gideon.

- Lo tendremos. – Tomando sus manos.

❀~❀~❀~❀~

A veces pienso que debí hacerle caso a Bill, y tal vez quedarme con ella. Si tan solo hubiera esperado un poco más. Tal vez ella no estaría sufriendo.

El sonido de una ambulancia se escucha en la carretera; dos carros volcados y destruido de algunas partes del cuerpo. Tres lesionados y dos muertos, se encontraban en la fría mañana de invierno.

Ese día Mabel salió del apartamento con todas sus fuerzas, tomo el primer taxi y se dirigió al hospital donde se encontraba él. Sus pasos resonando por los blancos pasillos de urgencias, llegando a la recepción con trabajo social. Siendo escoltada por una enfermera y llevada ante el medico de turno y él encargado de atender a la persona que se encontraba en el cubículo numeró seis.

"Nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable, ni te has visto reflejado en sus ojos. No has pensado que Dios ha puesto un ángel en la tierra para ti, para que te rescate de los pozos del infierno, ni qué se siente ser su ángel y darle tu amor y darlo para siempre". Oye, Bill lamento pedirte esto, pero por favor... cuida de Mabel.

La castaña le dieron el paso al cubículo, dentro había un monitor sin marcar un dato, en la camilla había un cuerpo cubierto por una sábana blanca hasta el cuello. Su rostro se reflejaba palidez en sus labios, como un fantasma. Tenía leves hematomas purpuras y sangre en la superficie de la cabeza.

- Gideon. – Colocando sus manos en su rostro y moviéndolo un poco. – Abre los ojos. – Sintiendo su piel fría como el hielo, sin calor corporal. – Por favor.... Abre los ojos, soy Mabel. – Derramando lágrimas apoyando su rostro sobre su pecho. – Gideon, me prometiste que vendrías a casa, por favor abre los ojos. Vamos a casa. – Un sollozo escapo de sus labios y las gotas saladas se hicieron propensas a caer sobre la tela de la sabana. – No, no me dejes.... – Viendo su rostro con una expresión de dormido. – Me prometiste que me amarías, que te casarías y tendríamos hijos. Gideon no me hagas esto.

Por más que moviera al chico no conseguía respuesta, odiaba ese sentimientos, lo detestaba lo había visto la primera vez con su abuelito. Su amado se encontraba a lejos de ella. Ya no habría momentos de risas entre ellos, ni besos dulces al despertar, ya no volvería sentir sus abrazos ni escucharía lo lindos sobrenombres que le daba; aquellos que la hacían ruborizar de vergüenza y darle uno que otro golpe. No más citas, ni idas al parque, ni viajes de compras tomados de la mano.

Un futuro se iba ante sus ojos, la planeación de juntar sus vidas y formar una familia se desvanecía. A pesar de ser muy jóvenes, lo habían planeado tan bien que casi parecía perfecto.

- Gideon Gleeful. – Dijo con voz quebrada. – Te amo. – Besando sus labios helados, sus manos apretando su fría mano. Sintiendo su piel junto a la suya por ultima vez.

Gideon, jamás te perdonaré por haberme amado tanto, porque me has dejado un hueco en el corazón. El amor es cruel y justo.

"Hasta pronto Gideon, te amare.

[♡]

El segundo te enseña el dolor y te aferras a él aún que sabes que no es para ti, el que hubieras deseado que fuera para siempre, pero te ayudo a madurar.

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