Un giro del destino
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Renata se negó a seguir con el tratamiento de electrochoques. Según mis últimas pruebas, mi energía circulaba igual a la del resto de portales y ya no era necesario.
—Si te excita eso de la electricidad, yo puedo...—comenzó a decir Ian cuando me acompañó hacia el gimnasio.
—¡¿Por qué todo es un fetiche para ti?! —lo interrumpí.
—La de los fetiches eres tú, yo solo te complazco. —Me sonrió de medio lado.
A medio camino nos cruzamos con el señor Key y Solange. Me apresuré a abrir mi mochila y lo intercepté con mi informe ya en la mano.
—Buenos días —lo saludé con formalidad, él me dedicó la sonrisa amable de siempre. Noté que Ian se tensó un poco al verlo—. Tengo mi informe—. Se lo extendí y el no sacó las manos de sus bolsillos, me miró como si estuviera loca.
—Oh tranquila, no necesitas imprimirlo, basta con que me lo envíes a mi correo. No me gustan los papeles. —Los empujó hacia mí y me sentí muy tonta—. Estoy ansioso por leerlo, es más, me gustaría que me cuentes algunas cosas en persona. —Con un gesto, Ian y Solange entendieron que debían retirarse y nos dejaron a solas—. ¿Cómo está la dimensión T52, algo interesante?
—Bueno, apareció un carroñero. Nos deshicimos de él y descubrí algunas cosas, otros portales, que perdieron la conexión con este lado. Secuestrados y asesinados de niños —le conté parte de lo que había investigado, a ver si así me prestaba atención y me ayudaba de alguna manera a desmoronar lo que fuera en que estaba metida la familia de mi madre.
—No lo dudo. Este punto geográfico, en conexión con la otra dimensión, tiene una muy fuerte energía. Es muy común que se abran portales interdimensionales y que haya más gente como tú. Por eso estuve ahí hace quince años. Quería abrir un laboratorio e investigar. Lastimosamente un... trágico accidente acabó con mi vida, como ya sabes, y no había nadie de confianza para seguir con lo que inicie allá. Mandé a Aaron, Liam y Christopher. Aunque un desdichado acontecimiento terminó con la vida de Cristopher antes que pudiera ir. Pero ahora te tengo ti. Una joven del lugar que seguro podrá ingeniárselas para continuar con el proyecto sin levantar sospechas. Esa es la misión nueva que tengo para ti.
—¿Quiere que abra un laboratorio para el proyecto en Almarzanera con Aaron y Liam?—confirmé que estaba entendiendo.
—Exacto. Algunos de mis hijos mayores irán con frecuencia a colaborar, así como gente del proyecto. En el otro lado no es mucha. Está el señor Jones, un excelente científico, quien además se encargó de criar a mis niños cuando yo hice falta. Él está manejando el proyecto en Londres, pero una sucursal en este mismo punto geográfico de Scielo1, lograría grandes avances en el proyecto. Tú conoces el pueblo, eres del lugar. Seguro puedes convencer a la gente que se trata de... una empresa familiar de los Hide. Yo les iré dando las instrucciones aquí. Hasta que la situación cambie, tú, junto con mis hijos, serán mis ojos y oídos en la otra dimensión. ¿De acuerdo?
—Sí, claro —acepté, notando que el señor Key había esquivado el tema de los niños secuestrados y asesinados. O sabía al respecto o no le interesaba en lo más mínimo.
—Perfecto. Me encanta contar contigo. Por cierto, espero verte en la fiesta aniversario de la compañía. —Golpeó mi hombro de forma amistosa y se retiró.
Con timidez fui al gimnasio, el entrenador del día anterior, que ya sabía que apellidaba Powell, no tuvo compasión de mí.
Marcus no estaba y todos habían mantenido el secreto respecto a lo ocurrido conmigo, así que fue como un nuevo inicio. Terminé con ganas de querer matarme después de una rutina horrible de pesas y cuando recibí mi nuevo plan alimenticio me di cuenta que me querían convertir en una masa de músculos. Debía dividir mi alimentación en seis comidas diarias y solo de ver las cantidades me sentía llena, además de complementar con suplementos que mandarían directo a mi casa.
Antes de retirarme por el día, le pregunté a Emily si me acompañaba en la tarde a hacer compras, ya que ambas iríamos a la fiesta de la compañía el fin de semana, pensé que podía ser una buena experiencia para ambas. Ella me respondió con un gruñido, lo tomé como una afirmación y anoté su número.
Invité también a Claudia y antes de reunirme con ellas en el centro comercial, pasé a ver a papá. Y no debí molestarme. Él ya tenía su laptop y jugaba en línea con Daniel. Estaba tan concentrado en gritarle y amenazarlo de muerte en el juego, que apenas y me saludó.
—¡Muere maldito mocoso! —le gritó a la pantalla mientras apretaba con desespero las teclas de la computadora.
—Eh... papá. Iré de compras con unas amigas. ¿Me necesitas para algo?
—Sí, yo también, chau —fue su vaga respuesta, sin dejar de mirar la pantalla.
—Luego me mudaré con Ian y nos casaremos en un casino nudista en medio de una fiesta sadomasoquista.
—Diviértete, te veo mañana —me respondió.
Ni al caso.
Bueno, al menos estaba bien. No parecía ni enfermo y tenía la atención de todas las enfermeras del piso. No solo porque la clínica era bastante costosa y ofrecía un servicio de calidad, sino porque mi padre llamaba mucho la atención. En definitiva, no iba a ser sorpresa si en verdad salía de ahí con una novia, o varias.
****
No importaba lo que Emily se probara, todo le quedaba espectacular. Imagino que era una de las ventajas de haber sido creada seleccionando los mejores genes disponibles.
Claudia igual alagaba todo lo que me ponía, aunque yo no decidía con cuál vestido me veía menos pequeña.
—Creo que este, en definitiva el azul es tu color. —Claudia volvió alagarme cuando salí del probador con un vestido de gala corto adelante y con cola, lleno de brillos y straple cuadrado.
—Puede ser. ¿Tú no quiere probarte alguno? Tal vez pueda conseguirte una invitación.
—No Sophie, sabes que eso no es lo mío —reaccionó rápido. Si a mí no me apetecía demasiado esa fiesta, podía imaginar que a Claudia menos.
—En cierta forma eres parte de la familia de 3IE —le dije con sarcasmo—. Deberías recibir una compensación por trabajar dos años en esa horrible sucursal.
—No está tan mal y por cierto, despidieron a Will. Su puesto está vacante y la gerencia abrió postulaciones.
—¡Oh, eso es genial! Te postulaste ¿verdad? Imagina que tú lo dirijas —me entusiasmé. Claudia asintió, contenta—. Seguro podemos hablar con alguien de la compañía para asegurarte el puesto. ¿Verdad Emily? —me dirigí a la otra chica, quien acomodaba el escote de un espectacular vestido rojo en el espejo.
—Ajá —fue su estoica respuesta.
—No Sophie. Quiero conseguir esto por mérito propio, si tú hablas sentiré que no me lo merezco y que le quité el puesto alguien. Lo consiga o no, el ambiente en la sucursal ha cambiado desde que Will no está. Incluso desapareció el fantasma.
—Seguro eran sus malas vibras —le respondí—. Me alegro que todo esté yendo mejor. No puedo estar tanto tiempo contigo como antes —le dije sintiéndome un poco culpable. Claudia y yo éramos muy unidas y en esas semanas en las que había conocido a Ian que ya casi no la veía—. Ni siquiera te ayudé con Evan.
—No es necesario...—mencionó con algo de tristeza, tratando de distraerse al regresar al colgador uno de los vestidos que me había probado—. Me invitó a salir poco después de tu cumpleaños.
—¡Oh por dios! ¡¿Cómo no me lo contaste?! ¿Qué pasó? —Le quité la prenda de las manos y la obligué a darme toda su atención.
—No resultó. Fue incómodo. No teníamos de qué hablar. Cruzamos un par de palabras sobre ti y me di cuenta que lo único que tenemos en común eres tú.
—Claudia, lo siento.
—No, no lo sientas. Simplemente no funcionó. Y en este momento quiero concentrarme en el trabajo y en mis estudios.
Le froté el hombro como dándole ánimos. Si no había funcionado, pues no iba a obligarla. Aunque me hacía mucha ilusión que hubiese empezado una relación con Evan.
—Por cierto, ¿sabes lo que pasó con Alan y Emily? —me susurró cuando Emily regresó al cambiador. Yo paré mis orejas para el chisme—. El otro día, cuando fueron al Spice club, ella y Alan salieron juntos. Él dice que se fueron a su apartamento a ya sabes...—contó un poco avergonzada—. Luego Emily se fue al baño por muchas horas, cuando Alan decidió entrar a ver qué pasaba, ella ya no estaba. Él se asustó mucho. Piensa que saltó por la ventana o algo.
—Eso es absurdo, Alan vive como en el piso veinte.
—Por eso, está muy desanimado, dice que una chica prefirió casi suicidarse antes de hablarle.
Esperé unos minutos a que Emily saliera del vestidor y le dediqué una mirada recriminatoria.
—¿Qué?—me preguntó.
—¿De verdad escapaste de Alan sin decirle nada? El pobre piensa que preferiste saltar del piso veinte.
Emily me volcó los ojos.
—Ya te dije que no me gustan las relaciones y los chicos se ponen muy pesados, creen que por acostarte con ellos ya les debes una cita o algo.
—No tienes que ser su novia o salir a otra cita. Solo se un poco cortes. Alan es un chico muy dulce.
—Argh como sea. No está tan mal. Lo llevaré a la fiesta conmigo —explicó con tanta tranquilidad que me sorprendió y alegró.
Volví a mirarme al espejo. El vestido era precioso. Decidí llevármelo y por primera vez no me fijé en el precio.
***
El resto de la semana en Almarzanera, Tiago y Liam seguían compitiendo por Grecia, al extremo de parecer sus lacayos personales, ayudándole con la venta de comida. Por lo menos eso servía para que los imbéciles de Paul y Rubén dejaran de molestarla, así como el resto de chicos del colegio que seguían murmurando y hablando mal de ella, ya no tan abiertamente.
En las tardes íbamos al risco a practicar la teletransportación o solo pasar el tiempo. Y en Scielo1, mi rutina era ir al laboratorio, entrenar, hacer pruebas, luego visitar a papá, quien seguía pegado a sus videojuegos.
No obstante, lo único que le hizo desprender la mirada de la pantalla el día viernes, fue cuando le llevé el dibujo de Tiago que Ian había hecho. Él lo contempló largo rato, conociendo las fracciones de su hijo. Recién entonces me di cuenta que sí se parecían. Tanto en lo físico como en su forma de ser.
No se iban a conocer nunca, pero en cierta forma lo harían a través de mí. Como tener un amigo a larga distancia.
Al final sí pasé esas noches en casa de Ian. Mientras que en Almarzanera era él quien venía a dormir conmigo, en Scielo 1 yo era quien lo acompañaba. No quería pasar la noche sola en mi nueva vivienda y el pequeño Aaron, el ente, parecía disfrutar de mi compañía. Ian no lo admitía, pero le había agarrado cariño también. Era nuestro pequeño secreto.
***
—¿Me veo bien? —le pregunté saliendo del baño ya con mi vestido y maquillaje. Di una vuelta rápida, él me miró apenas, cerrando el botón de la manga de su camisa.
—Te ves bien siempre —me respondió.
—Al menos mírame más de un segundo —le reclamé. Él solo movió los ojos hacia mí y los regresó a su manga.
—Si te miró demasiado terminaré por arrancarte el vestido y al final no iremos a la fiesta.
—Por qué tu respuesta no me sorprende —le dije con ironía.
Yo sí lo contemplé a detalle. Llevaba un traje negro y una camisa blanca, con los primeros botones abiertos, dejando sus tatuajes al descubierto. Estos se distinguían en sus manos también, la semana anterior se había tatuado un búho en el anverso de su mano derecha. Su padre tenía razón, a ese paso, se quedaría sin espacio.
Aaron el ente se acercó a mí con un osito de peluche que le había comprado. Si bien su apariencia era siniestra, se comportaba tan cariñoso y juguetón como un perro. No me arrepentía de habérmelo quedado.
—Sophie, ¿has notado que esa cosa está cada día más grande? —me preguntó Ian, cuando le lancé el osito a Aaron y este saltó tras él.
—¿Más grande? no, solo se estira.
—Está más grande. Cuando lo hallaste era del tamaño de un gato, ahora parece un pastor alemán.
—Bueno, quién sabe. Tú querías un perro grande ¿no es así? —le sonreí. Él tenía razón y lo había notado, mas no había dicho nada. El ente crecía un poco cada día.
—Sophie no es un animal, no sabemos hasta qué tamaño puede crecer y si es peligroso.
—No es peligroso, tu alarma lo sigue detectando como un ente nivel dos y ya lo viste, es como un perrito —mi extraña mascota me trajo el peluche de regreso y golpeó su cabeza contra mí, igual a un gato pidiendo cariño. Seguro entendía que hablábamos de él.
—Vamos a tener que poner un límite, si no para de crecer, tendremos que regresarlo. El espacio le quedará chico y estaremos en serios problemas.
—Tal vez solo está en etapa de crecimiento y en algún momento se detiene. O está evolucionando, como un pokémon.
—No es un...—Ian soltó aire, frustrado—. Olvídalo, mejor nos vamos, hablaremos de la cosa en otro momento.
***
En ingreso a la fiesta era tan glamoroso como un evento de la alfombra roja. Ni las fiestas de Almarzanera se comparaban a eso. Gente millonaria de la ciudad, famosos de la televisión e incluso gente del gobierno estaba presente. Días antes con Ian habíamos confirmado que el ministro de defensa, quien era mi abuelo, no estaba en la lista de asistentes. Eso me relajó, ya que no sabía cómo iba a reaccionar si me lo encontraba.
La decoración por dentro del salón era un sueño de ciencia ficción. Pantallas y hologramas por doquier. Aparatos nuevos que lanzaría la compañía en un futuro próximo siendo presentados por modelos, más de un bar con barra libre y mesas con chefs cocinando con show en vivo.
Ian y sus hermanos avanzaban por ahí, respondiendo de manera educada a los saludos de los invitados.
—Oye, ¿esa gente sabe quiénes son? —le pregunté a Ian.
—Algo así, saben que somos hijos biológicos de Anthony Key. Frutos de diferentes aventuras. —Arqueó las cejas y se terminó de un trago el martini que llevaba.
—A su esposa no debe gustarle eso.
—¿Qué más le queda?—preguntó con la aceituna en la boca—. Sabe que somos probeta y que no somos más que meros conejillos de indias. Igual, es la esposa del hombre más rico del país. Dudo que le importe demasiado.
En eso tenía razón. Pude localizar cerca de nosotros a la familia principal: El señor Key, junto a su esposa y dos de sus hijos, los que Daniel llamaba del calendario.
Nos divisaron con la mirada y reaccioné rápido, me fui hacia el bar e Ian no tuvo más opción que ir hacia su padre. Sé que me iba a odiar, me daba igual. No quería estar en el radar de esa gente.
Pedí dos martinis que no tardaron en entregarme y al darme la vuelta me choqué de frente con un hombre, en mi intento de no lanzarle el trago encima le pisé el pie.
—¡Perdón! ¡perdón! —me disculpé dejando las copas en la barra.
Quería no llamar la atención de millonarios pretenciosos y le pisaba el pie a uno.
—Tranquila señorita, fue mi culpa me acerqué demasiado—. Muerta de la vergüenza levanté la vista. El hombre sacudía su saco que había mojado con su propia bebida—. Lo siento mucho, es que te pareces a alguien que conozco —me dijo recibiendo una servilleta de uno de los meseros—. No escuché tu nombre.
—Ah... Sophie, Jensen —respondí insegura. Pensando cómo escaparme. El karma me había golpeado rápido. De haber ido con Ian, seguro me habría ahorrado ese bochornoso momento.
—¿Sophie? Es un hermoso nombre, mi esposa se llamaba así.
—Nunca conocí a nadie con mi nombre —dije queriendo ser cordial, el hombre seguía al frente mío, no había forma de escabullirme con discreción.
—No es común por estos lados del mundo, ella era francesa.
—Ah... ella ¿falleció? —pregunté dado que se refería a ella en pasado.
—Sí, hace muchos años.
—¡Sophie!—como si las cosas no se pudieran poner peor, se nos acercó Edward, el hijo mayor del señor Key, a quien había conocido en el restaurante de la empresa varios días atrás—. Qué gusto verte de nuevo, veo que ya conociste a mi amigo, el señor Cohen—dijo de manera entusiasta. El rostro del señor se trasformó en uno de fastidio.
—No soy tu amigo.
—No aún —Edward respondió con perspicacia—. El señor Cohen es un futuro socio de negocios. Dueño de la compañía desarrolladora de software con más crecimiento de Scielo2. —Edward me explicó con la clara intención de alagar con disimilo al señor Cohen, quien mantenía ese rostro de fastidio.
—Genial —respondí, ahora sí que no sabía cómo decirle que no me importaba y solo quería irme de ahí.
—Ya veremos —el señor Cohen le dijo con cinismo.
—Sophie —otra vez mi nombre, esta vez reconocí la voz de Ian y me sentí salvada—. Nos necesitan en la mesa —nos excusó. Saludó con un gesto de cabeza a su hermano y al hombre que lo acompañaba y me llevó de los hombros hacia sus otros hermanos.
—Gracias.
—Nada de eso, me vas a agradecer bien luego. Tú fuiste malvada, yo no podía dejarte con ellos. Ambos se veían muy interesado en ti.
—¿Un viejo ya intentó seducirte? —me preguntó Daniel cuando llegué a la mesa.
—No, bueno, no sé, fue raro.
Sam también estaba ahí, Emily no había dejado de pasear por el salón con Alan, y Diana, a quien tampoco veía hacía tiempo, estaba sentada, con rostro trémulo. Sam parecía darle ánimos.
—¿Qué pasó? —le preguntó Ian.
—Nuestro padre me dijo esta mañana que quiere que me haga una cesárea en dos meses, con la luna llena, para que mi bebé tenga más posibilidades de ser portal—Soltó un bufido—. Me prometió que mi vida personal no tendría nada que ver con el proyecto. Que mi bebé no sería parte de esto.
—Diana, solo lo sugirió, no va a obligarte. Sabes que su vida gira en torno a esto y piensa que la nuestra también. El lunes pediré una cita con él y lo esclareceré todo, ¿está bien? —Sam le dijo.
—Sí, claro. —De pronto Marcus llegó a reunirse con nosotros. Bien vestido como el resto de sus hermanos y con una copa en la mano—. ¿De verdad se creen ese cuento de que al ser adultos nuestra vida privada no es parte del proyecto? —por la forma en la que pronunciaba las palabras notaba que estaba un poco ebrio—. Tu hijo será otra rata de laboratorio. La primera fase del proyecto creándonos de manera artificial ya fue concretada, ahora que somos lo suficientemente grandes para tener hijos propios, por fin le daremos los portales naturales que tanto ansía—. Giró hacia mí y hacia Ian y habló sin desprendernos la mirada—. Que alguno de nosotros procree con otro portal, será como la navidad anticipada para él. Una nueva generación de niños con los que experimentar a su antojo. —Terminó su trago y nos dejó la copa vacía en la mesa. Luego se retiró tambaleante. El resto nos quedamos en silencio, hasta que Emily y Alan llegaron muertos de la risa.
—¿Qué? ¿Se murió alguien? —preguntó Emily, con un optimismo poco común en ella que delataba que también había bebido un poco de más.
Los demás nos desentendimos del tema y tratamos de hablar de otras cosas, para disfrutar lo que quedaba del resto de la noche.
****
Ya les avisé que es recta final, últimos capítulos y sí, habrá una secuela.
Espero sus comentarios y si quieren hacerme preguntas de este libro, los otros libros o cosas de la vida, visiten mis historias de Instagram donde les dejo un buzón de preguntas. Un besote!
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