Por mi voluntad 1 -infisonic-
Guerra, esa es la realidad de su reino en este momento, una gran y enorme guerra. Nunca pensó que tan solo pisar el trono sería invadido por uno de los reinos más grandes.
Observa con dolor todas sus tierras, donde el llanto es escuchado, donde los guerreros no regresan y si lo hacen vienen con grandes heridas que terminan de llevarse su vida dentro de las murallas.
Baja la cabeza cruzando sus dedos, apretando el agarre entre ambas manos. Respira por la boca sintiendo unas fuertes palpitaciones en su pecho junto a un dolor algo agudo que no lo deja inhalar suficiente oxígeno. Ya no puede con esto.
Su reino ha sido sitiado, sus hombres están por caer, muchos de sus súbditos de diferentes aldeas han llegado en búsqueda de ayuda. La comida escasea, los botánicos y médicos no se dan abasto para salvar las vidas que llegan grave mente heridos. No pueden pedir ayuda a ningún otro reino, no puede obligar a las familias a entregar a más de sus hijos.
Como quisiera poder llorar en estos momentos.
—mi señor— uno de los generales del rey llama su atención
El joven rey, un erizo azul de ojos verdes, regresa a estar en una buena posición en su asiento, resistiendo todo el caos de su interior, el monarca debe ser fuerte porque si él flaquea, todo su reino lo hará.
Suelta, cansado, el aire que retenía en sus pulmones.
—díganles a todos que nos rendimos— dice firme, pero con una gran tristeza reflejada en su mirada sin atreverse a levantarla.
—pero mi señor, no podemos rendirnos, nuestro imperio sería destruido— reniega su mano derecha
—lo sé, sé que no es la mejor solución, pero llevamos dos meses de esta guerra, la mitad del ejercito fue destruido y ya han sitiado la ciudad —se levanta de su asiento y camina hacia la ventana más cercana —si ellos ingresan por la fuerza, mataran a todos los soldados que quedan, incluso a civiles. —suspira con tristeza —ya no deseo más muertes
—mi rey, no podemos darnos por vencidos, si seguimos luchando tenemos una oportunidad, podemos protegerlo
—mi deber como monarca es protegerlos a ustedes, no ustedes a mí— mira hacia el lobo color fuego –general rockie, usted tiene familia, gran parte de los que están en esta sala la tienen, ustedes harían todo por protegerlos— todos asienten, dándole razón a sus palabras —Y yo también, el reino entero es mi familia y yo deseo protegerlos, solo deben bajar sus cabezas ante el nuevo rey —vuelve a ver la ventana, resistiendo como puede sus lágrimas —icen las banderas blancas y avisen a todos de la rendición. —aprieta sus puños con fuerza —preparen mi caballo, iré yo mismo al campamento del enemigo, entregaré mi cabeza a cambio del perdón de todo el reino
—que?!— gritan varios mientras otros solo se quedan con los labios entreabiertos ante las palabras del joven rey
—sin mí, la matanza parara, ustedes, como los soldados, deben bajar las armas; vayan con sus familias, y sigan sus vidas bajo un nuevo reino, sean felices por mí— dice con calma y una leve sonrisa para proseguir a retirarse sin dejar que ninguno ponga alguna objeción a su decisión.
Camina por el pasillo del castillo, decidido, con su mirada al frente, pero con sus manos temblando. Mira cada retrato de la familia, cada rey por generación, y lo ignora sabiendo que lo que está haciendo es demasiado cobarde. Lo sabe y lo acepta, no lo hace por protegerse si no proteger lo que ama.
Durante años fue educado para tomar el poder por parte de su padre, y amar a quienes le rendían lealtad por parte de su madre antes de fallecer. “El deber de un monarca es proteger a su pueblo” son las palabras que tiene gravada en su alma y que hoy cumplirá.
Suspira y llega hasta su habitación. Allí, en soledad, se permite soltar un par de lágrimas, asustado. Después de todo es aún muy joven. No creyó que su reinado terminaría tan pronto, ni de esa manera.
Con pesar camina hacia la ventana, mirando a lo lejos aquel ejército ubicado en el perímetro, pensando en el rey que ha llegado a tomar sus tierras. Baja las orejas, solo espera que este rey no sea un tirano.
Luego de reponerse y darse el valor que necesita, se coloca el resto de su armadura, su espada y su corona. Sale del lugar caminando hacia las caballerizas donde su caballo lo espera, con su mano derecha esperando, junto a otros generales.
—mi rey, por favor, recapacite —pide el rojo, quien también es su hermano de armas
—no tengo nada que pensar, rockie, es mi deber como rey proteger al reino, y esta es la única forma que veo
—pero entregarse al rey enemigo —toma al caballo de rey impidiendo que se marche
—no deseo que entren buscando mi cabeza —jala las riendas subiendo al caballo
—sonic, no lo hagas —sigue deteniendo al caballo
—ya lo he decidido, rockie, no me lo hagas más difícil —lo mira, ya no como su rey sino como su amigo —también tengo miedo, pero si ellos entran ustedes seguirán luchando, no deseo más muertos, entiéndelo —mueve las riendas y logra pasar del lobo —cuida de todos rockie —se despide y arrea a su corcel saliendo de allí a toda velocidad.
Las puertas del castillo son abiertas para él, mientras espera mira hacia el castillo con tristeza, con la idea de arrepentirse y regresar, con el deseo de su corazón de que alguien pare la locura que va a hacer, pero al bajar la mirada la sangre en el suelo le da el valor que necesita para continuar.
Pasa las grandes puertas de madera entrando al camino principal, recorriendo los campos que rodean el gran castillo, llegando al pueblo. Mira a sus pobladores asustados, muchos sufriendo por la falta de alimentos al ser quemados los campos y que no dejen pasar a los mercaderes. Muchos proclaman ayuda cuando lo notan y su corazón se estruje.
Aprieta los labios y acelera.
Sale del pueblo pasando la segunda muralla y no tarda mucho en llegar al campamento enemigo. Traga un poco grueso y saca de su caballo una bandera blanca bajando la velocidad hasta estar en la entrada del campamento donde ya hay varios guardias esperándolo con armas.
—vengo a ver a su rey— pide, usando la voz de mando que siempre ha poseído.
Uno de los soldados sale corriendo para avisar, mientras que los otros siguen en guardia. Mientras, baja del caballo dejando este de lado llegando con los guardias.
Ya no hay vuelta atrás.
—mi lord! —grita llegando el soldado a la carpa más grande, donde un chacal negro de ojos bicolor se encuentra con sus generales y soldados de más confianza. El soldado se arrodilla cuando se encuentra ya dentro. —mi señor, ha llegado el rey del otro reino, viene con una bandera blanca y pide verlo.
—una bandera blanca? —su soldado afirma con un asentamiento de cabeza —significa que se rinden —sonríe con cierta malicia —tráiganlo ante mí —indica y el soldado sale del lugar
El chacal mira a sus generales y tras unos segundos de silencio se coloca en su asiento —parece que esta guerra terminará más pronto de lo que pensamos —dice bastante alegre
Tras unos minutos, llegan varios soldados escoltando al caballero de armadura dorada y capa morada que lo identifica como el rey, en su mano lleva la tela blanca.
Al estar frente al otro rey, se retira la corona —gracias por recibirme
—qué extraño ver al rey sonic sin sus guardaespaldas— comenta mirando extrañado a la figura que llega sin protección alguna —a que debe su visita? ¿No era más practico mandar un mensajero? —alza una ceja mirando de arriba hacia abajo al menor.
El erizo respira profundo antes de proseguir, con sus manos algo temblorosas, pero una decisión firme, se arrodilla confundiendo a los presentes.
—le entrego mi cabeza —habla con algo de nervios en su voz, pero lo aclara hablando con mayor decisión —por el perdón a mi reino.
Todos los presentes guardan silencio ante la impresión, hasta el mismo rey. No es común que un rey se sacrifique por su reino.
—pues… gracias, rey sonic, será un gran honor tener su cabeza en la pared de mi nuevo castillo— se levanta acercándose un poco al erizo sin perderlo de vista, buscando algo que lo haga decir que es mentira, o trampa —shadow —su caballero se acerca —ejecútalo —ordena
Su caballero asiente y levanta la espada que empuña, alzándola listo para dar la ejecución frente al chacal, que no parece importarle el hecho que se manchará de sangre. El azul retiene su respiración y su temblor se hace más evidente, pero no puede evitarlo, todos los seres vivos temen morir, aunque sea su decisión.
De sus ojos se escapa una última lágrima cuando siente que el caballero se mueve para bajar su arma.
El impacto contra otro metal es escuchado, asiéndolo abrir los ojos con sorpresa, mirando cerca de él, no muy alto, otra espada que lo ha protegido. Recorre el filo hasta el mango y subiendo hasta el dueño de la mano que la empuña. Mirando al rey quien lo ha salvado.
—realmente hablas enserio —dice el rey bajando su espada cuando su caballero la retira —vaya, nunca creí ver a uno de la realeza tener tal virtud —guarda su espada —¿no era más sencillo pedir algún tratado? ¿solo rendirte y, no sé, dar algún tributo? —regresa a su asiento
El pequeño azul solo puede temblar, escondiendo lo mejor que puede su mirada ante el fuerte llanto que no logra controlar.
—bien, aceptaré tu solicitud —asiente mirando a sus generales —avisen a todos que tomaremos el reino que se ha rendido, no será necesario más derramamiento de sangre. —mira al azul postrado a sus pies —liberad a todos los prisioneros, esta vez solo llevaremos a uno
—como ordene, rey infinite —dice su caballero, el erizo oscuro de ojos rojos, quien con varios de los presentes se retiran.
—llevad al rey sonic al área de prisioneros, a partir de hoy, su vida es mía
—si —dos de los guardias asienten tomando al erizo azul, levantándolo y sacándolo de ese lugar
Es arrastrado por gran parte del campamento hasta unos postes donde están todas las mujeres y hombres que habían capturado de las aldeas, los mira de soslayo aun conmocionado. Al llegar se le es retirada toda la armadura y sus ropajes son rasgados, siendo lanzado al suelo para luego amarrar sus brazos sobre su cabeza en el tronco.
Mira hacia el cielo oscurecido por las nubes negras que amenazan con una tormenta. Logra calmar sus lágrimas al fin y suspira, no creyó que le perdonaría la vida, solo espera que no haya sido para torturarlo. Aun así, se alegra saber que por lo menos su reino ya no será dañado. Es un consuelo para su corazón.
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