"Down the block, there's an antique shop"

Era un cálido día de verano en Seúl. La joven Nayeon, de apenas 7 años, se encontraba en el parque acompañando a su madre a una importante reunión. Mientras los adultos se enfrascaban en conversaciones que no comprendía del todo, Nayeon se sentía abrumada por el aburrimiento. Observaba con envidia a los niños que jugaban alegremente en el parque y ansiaba unirse a ellos.

Por otro lado, Jeongyeon, de 6 años, era una niña tranquila y observadora. Le encantaba la naturaleza y, en particular, las flores. Aquel día, llevaba consigo una cesta de mimbre y se encontraba recogiendo flores silvestres en un rincón del parque. Cada flor que seleccionaba lo hacía con un cuidado especial, como si estuviera eligiendo tesoros. Sus rizos castaños caían sobre su rostro mientras se concentraba en su tarea.

Nayeon, intrigada por la niña que parecía estar recolectando tesoros naturales, se acercó tímidamente a Jeongyeon. Con curiosidad en los ojos, observó cómo Jeongyeon sostenía una flor particularmente hermosa. Entonces, con una sonrisa amable, Jeongyeon extendió la flor hacia Nayeon.

—¿Te gusta esta flor?—preguntó Jeongyeon con voz suave.

Nayeon, sorprendida por el gesto amable de una niña que no conocía, asintió con entusiasmo y tomó la flor en sus pequeñas manos. La delicadeza de la flor y el gesto de Jeongyeon la llenaron de alegría. Desde ese momento, una chispa de amistad nació entre ellas.

Con los ojos brillantes, Nayeon buscó en su pequeña bolsa y encontró un billete de 10 dólares que le habían dado sus padres para comprar un helado. Con una mezcla de generosidad y gratitud, extendió el billete hacia Jeongyeon.

—¡Gracias por la flor! Quiero que tengas esto —dijo Nayeon con un brillo de emoción en sus ojos.

Jeongyeon se sorprendió y se sintió incómoda—No, no es necesario. No te preocupes por no darme nada —protestó con sinceridad.

Nayeon sonrió y le dijo con una sonrisa—Mi mamá me dijo que cuando quieres hacer amigos, compartir es importante. Y quiero ser tu amiga, así que toma el dinero. Podemos compartirlo.

A medida que los años pasaron, Jeongyeon y Nayeon se hicieron inseparables. Su amistad floreció y se fortaleció de una manera única. Aunque compartían risas, secretos y aventuras como cualquier otro par de amigas, su conexión era especial.

Una tarde de verano, cuando tenían alrededor de 10 y 11 años, Jeongyeon y Nayeon se encontraban en la azotea de la casa de Nayeon. Mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, charlaban sobre la vida, los sueños y los misterios del mundo.

—¿Sabes, Nayeon?—dijo Jeongyeon con un tono reflexivo. —Nuestra amistad es diferente. Puedo sentirlo.

Nayeon asintió con seriedad.—Sí, lo sé. Es como si pudiéramos entender lo que el otro piensa y siente sin decirlo en voz alta.

Jeongyeon sonrió. —Exactamente. A veces siento que somos como dos mitades de un todo, como si fuéramos almas gemelas.

Nayeon asintió nuevamente. —Me alegra que sientas lo mismo. No importa a dónde nos lleve la vida, siempre seremos amigas especiales, Jeongyeon.

Pero Nayeon no lo veía de esa manera.

La amistad entre Nayeon y Jeongyeon continuaba floreciendo con los años, pero un sentimiento incómodo comenzó a gestarse en el corazón de Nayeon. Cada vez que veía a Jeongyeon junto a otras personas, especialmente cerca de Park Jimin o Jihyo, una sensación de desagrado la invadía. Sabía que sus celos eran egoístas, pero no podía evitarlo.

Nayeon comenzó a experimentar emociones que la confundían. Cada vez que compartían una noche de sueño en una de sus casas, Nayeon se sentía incómoda, sus pensamientos se centraban en Jeongyeon. Deseaba abrazar su cintura y estar siempre entre sus brazos.

Con el tiempo, los sentimientos de Nayeon hacia Jeongyeon se volvieron más profundos e intensos. Cada vez que hablaban, Nayeon se encontraba mirando fijamente los labios de Jeongyeon, incapaz de pensar en algo más. Sus pensamientos y emociones la abrumaban, y sabía que tenía que abordar este asunto.

Una tarde, mientras caminaban juntas por un parque tranquilo, Nayeon finalmente reunió el coraje para hablar sobre sus sentimientos. El viento susurraba entre los árboles, y el sol dorado del atardecer creaba una atmósfera cálida a su alrededor.

—Nayeon—comenzó Jeongyeon—siento que has estado actuando de manera extraña últimamente. ¿Hay algo que quieras decirme?

Nayeon, con el corazón latiendo fuertemente en el pecho, miró fijamente a Jeongyeon y comenzó—Jeongyeon, no puedo ocultarlo más. Estoy enamorada de ti, y me siento como un monstruo por ello. Me siento intoxicada por tus sonrisas, tus ojos, por cada parte de ti.

Finalmente, con voz suave, Jeongyeon admitió—Nayeon, esto es inesperado, pero también he sentido algo más que una simple amistad. No puedo evitar sonrojarme cuando estoy cerca de ti, y mis pensamientos también se centran en ti.

Nayeon se quedó sin palabras, con los ojos llenos de emoción. —Jeongyeon, ¿quieres decir que... tú también sientes lo mismo?

—Sí, Nayeon.

Nayeon y Jeongyeon se abrazaron con ternura. Era un abrazo que simbolizaba su apoyo mutuo y su deseo de explorar esta nueva fase de su relación.

Mientras estaban abrazadas, Nayeon, con un ligero rubor en las mejillas, se acercó y depositó un suave beso en la mejilla de Jeongyeon. Fue un gesto lleno de cariño y complicidad, y ambas compartieron una mirada enamorada.

Pero en ese momento, Nayeon no pudo decir "¿Quieres ser mi novia?" A tiempo.

Todo el mundo, excepto su familia, sabía que Nayeon y Jeongyeon se gustaban. No era un secreto que se ocultara en las sombras; era una verdad palpable que se podía sentir en la forma en que se miraban, en sus risas compartidas y en la alegría que brillaba en sus ojos.

Nayeon y Jeongyeon no lo negaban. Aunque no lo gritaban a los cuatro vientos, su amor era evidente en cada gesto cariñoso, en cada beso robado, en cada mirada llena de pasión que compartían en privado.

La primera en notar el cambio en la relación de Nayeon y Jeongyeon fue Yeojin, la pequeña y dulce hermana de Nayeon. Llendo a buscar a su hermana por pedido de su madre, no pasó desapercibido para sus ojitos ver Nayeon y Jeongyeon compartieron un tierno beso en la habitación de la mayor.

Ambas estaban sentadas en la rosa cama de Im, viendo una película juntas, cuando en un momento, sus labios se acercaron y se dieron un dulce beso.

Yeojin abrió los ojos como platos y observó la escena con asombro. No pasó mucho tiempo antes de que su expresión de sorpresa se convirtiera en una sonrisa traviesa. Había descubierto el secreto de su hermana mayor y su amiga.

Cuando Nayeon y Jeongyeon voltearon a ver a Yeojin y vieron su sonrisa traviesa, Nayeon sintió un escalofrío de pánico recorriendo su espalda. Temía que la menor pudiera decirle a sus padres sobre el secreto que había descubierto.

Con una expresión de pánico en el rostro, la castaña mayor se inclinó hacia Yeojin y le susurró en tono de urgencia —Jin, por favor, no le digas a mamá y papá sobre esto. Todavía no es el momento adecuado para que lo sepan.

Yeojin, con una mueca vacilante en su rostro, se movió gateando hasta sentarse en medio de las mayores. Con falsa inocencia, miró a las dos y preguntó —¿Así es como las amigas se comportan, verdad?

Nayeon miró a Yeojin con una expresión de preocupación que reflejaba la seriedad de la situación. Exclamó con urgencia —Yeojin, no estamos jugando. Esto es importante. Por favor, prométeme que no dirás nada a mamá y papá.

Yeojin, mirando la seriedad en los rostros de sus mayores, asintió con comprensión. Aunque seguía siendo una niña, entendió que la relación entre su hermana mayor y su amiga era algo real y sincero.

Yeojin miró a las dos con una expresión de entendimiento y dijo con una risita —Está bien, no diré nada a mamá y papá. Pero deberían saber que son las amigas más cariñosas que he visto.

Y las mayores se sonrojaron.

La segunda persona en enterarse de la relación entre Nayeon y Jeongyeon fue Momo, una de sus mejores amigas. Momo había sido cercana a Nayeon y Jeongyeon durante mucho tiempo y conocía todo sobre ellas.

Un día, mientras las tres amigas compartían una tarde juntas en el parque, la pelinegra notó la forma en que Nayeon y Jeongyeon se miraban y se trataban con cariño. Aunque no dijeron nada explícito en ese momento, Hirai era lo suficientemente perspicaz para captar las señales.

Después de un rato, Momo se volvió hacia Im y Jeongyeon con una sonrisa cómplice —Chicas, no tengo que ser una detective para notar que algo ha cambiado entre ustedes. ¿Hay algo que quieran compartir conmigo?

Yoo y Im, en medio de su conversación con la nipona, se miraron entre sí con cariño. Sus ojos brillaban con complicidad y amor, sin necesidad de palabras. Momo observando la situación con claridad, no pudo evitar soltar una risa alegre.

—Chicas, no necesitan decir nada. Lo veo en sus ojos y en la forma en que se miran. Estoy feliz por ustedes —expresó Momo con una sonrisa cálida.

Cuando Nayeon notó que la japonesa estaba a punto de comentar algo en voz alta, pidió en tono suave—Momo, por favor, no digas nada en voz alta.

Hirai dejó de sonreír y asintió con seriedad. Aunque su intención era expresar su alegría por la relación de sus amigas, sabía el motivo por el cual Nayeon no quería comentarlo libremente.

En 1956, la sociedad era muy cerrada, y ciertas relaciones, como la de dos adolescentes del mismo sexo, eran vistas con un prejuicio y estigmatización mucho más fuertes. La discriminación y la falta de aceptación eran una triste realidad para quienes se atrevían a desafiar las normas de la época.

Nayeon y Jeongyeon eran conscientes de los desafíos y obstáculos que enfrentaban por estar juntas. Tenían que ser cuidadosas y discretas en una sociedad que no aceptaba fácilmente a parejas del mismo sexo. Su amor, aunque profundo y sincero, debía mantenerse en secreto para protegerse a sí mismas de la intolerancia de la época.

Jeongyeon siempre había sido una persona abierta y comprensiva. No le importaba la idea de estar enamorada de una chica, al menos hasta que se dio cuenta de que ese sentimiento estaba destinado a Nayeon, su mejor amiga de toda la vida.

Nayeon, al igual que Jeongyeon, no tenía problema en amar a Jeongyeon, al menos hasta que se dio cuenta de que amar a una chica iba más allá de una simple amistad. A medida que sus sentimientos se profundizaban, la castaña comenzó a enfrentar sus propias luchas internas y cuestionamientos.

Nayeon no quería amar a una chica.

Pero quería a Jeongyeon, y Jeongyeon era una chica. Una linda y hermosa chica.

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