Capítulo 2
Fue peor de lo que pude imaginar. Lord Xaldin decidió que sería divertido añadir a una chica más a la fiesta. No lo fue, al menos no para mí. Una vez que el moreno nos lo permitió, tanto la vampira como yo abandonamos su habitación.
—¿Quieres un café? —Ofrecí a la chica de cabello corto y negro. Era casi mediodía, pero para nosotras el día acababa de empezar.
—Sí, no estaría mal —aceptó con voz amable.
No me explicaba cómo era posible que sus ojos no fueran dorados. Todos los vampiros tenían los ojos así, sin excepción, pero ella... Pese a que la curiosidad me estaba matando, decidí que lo mejor sería mantener la boca cerrada y no hacer preguntas, tal y como había hecho durante toda mi vida. Si alguien quería hablarme, yo escucharía, pero jamás haría preguntas. Mary me educó así, y no iría en contra de sus enseñanzas, al menos no con vampiros.
Y así fue, preparé la bebida y la chica y yo la tomamos en silencio en la cocina. Me sentía un poco violenta en aquella situación, es decir, habíamos pasado toda la noche explorando el cuerpo de la otra, así como Lord Xaldin nos había tocado a nosotras, y ahora estábamos ahí, sentadas una enfrente de la otra tomando un café casualmente, como si la noche anterior jamás hubiera pasado.
Quería, no, necesitaba salir de ahí, a cada segundo que pasaba peor me sentía y más preguntas se agolpaban en mi cabeza. ¿Cuántos años tendría? ¿Cómo se llamaba? Era difícil saber la edad de un vampiro ya que generalmente alcanzaban su apariencia adulta y se quedaban así hasta el fin de sus días, que tardaba mucho, pero que mucho tiempo en llegar.
Al principio los humanos pensamos que los vampiros eran inmortales, pero poco a poco el tiempo nos demostró que no era así. Si bien era cierto que tenían una vida muchísimo más larga que la de un humano, llegaba un momento en el que se veían obligados a suicidarse o dejar que su cuerpo se fuera quebrando y cayendo a pedazos, como si de una vasija de porcelana se tratara. Jamás había visto a un vampiro en aquel estado, aunque sinceramente tampoco me atraía demasiado la idea.
—¿Cómo te llamas? —La calmada y amable voz de la chica me sacó de mis pensamientos.
—Ellia —respondí escuetamente, evitando mirarla a los ojos y centrando mi atención en mi café; apenas quedaba.
—Es un bonito nombre —halagó ella, yo asentí, cohibida —. Yo me llamo Xion —se presentó.
—Encantada —susurré para luego apurar mi bebida y levantarme —. No sé en qué habréis quedado el Lord y tú, pero por mí puedes quedarte el tiempo que quieras —a fin de cuentas, ese no era del todo mi hogar.
—Aprecio tu hospitalidad, pero tu Lord solo pagó para que pasara la noche aquí, y tengo más clientes que atender —explicó, dejando su taza en el fregadero, tratándome como si fuera una igual a ella.
—No se supone que hagas eso —la regañé, yo estaba ahí para servir a todo vampiro que entrase en esa casa.
—Tengo manos que son iguales a las tuyas —replicó ella —, además, me sabe mal que alguien quite algo que yo misma he ocupado.
—Pero... —comencé.
—Sé que estás aquí para eso, pero simplemente no me gusta, ¿vale? —Me cortó ella —. Yo no soy tu Lord ni nadie importante de la comunidad vampírica, así que para mí estás al mismo nivel que yo. Ni más abajo, ni más arriba —me sonrió cálidamente, pero yo no sabía cómo tomarme exactamente sus palabras.
Sentía que quería hacerme sentir bien, pero ella era una prostituta... No, ella era más que eso, Xion era una vampira, un miembro de la raza superior y gobernante... Al final, le sonreí de vuelta y la acompañé hasta la puerta.
—Que tengas un buen día, Xion —deseé, ella asintió mientras abría la puerta por sí misma.
—Igualmente, Ellia. Espero poder verte en el futuro —deseó antes de echar a andar.
Me quedé mirándola mientras abandonaba el recinto. ¿Verme más adelante? ¿Se refería a que era posible que Lord Xaldin la contratase de nuevo? ¿O quizá se trataba de un mensaje mucho más críptico que yo no era capaz de entender? Fuera cual fuese, lo aparté de mi mente, tenía que ponerme en marcha con mis labores diarias.
Y así fueron pasando los días, siempre iguales, repetidos uno tras otro. Casi sin darme cuenta, la luna llena del siguiente mes llegó, y Lord Xaldin se marchó a casa del cuarto miembro de la Alta Sociedad vampírica, Vexen, no sin antes extraer once viales de sangre de mi cuerpo como obsequio para el resto de los miembros.
Suspiré con alivio cuando eso pasó, me ponía muy tensa que todos los miembros se congregasen en casa, más que nada porque solo conocía a Lord Xaldin y me daba miedo cómo podían llegar a ser el resto de ellos. Si los vampiros mismos temían a Los Doce de la Alta Sociedad, también conocidos como Los Doce Señores del Gran Continente, era por algo.
Me encontraba en mi habitación leyendo un libro cuando un repentino golpe en la planta baja llamó mi atención. Fruncí el ceño, en ese momento solo Mary, Ferdy y yo estábamos en la casa, y Ferdy se había retirado a su habitación hacía unas horas, alegando que estaba cansado.
Extrañada cuanto menos saqué del último cajón de mi mesilla de noche mi pequeña daga de plata, el único material capaz de dañar a cualquier tipo de criatura mágica, y salí de la habitación con paso sigiloso pero decidido, dispuesta a enfrentarme a lo que fuera que se hubiera colado en la mansión.
—No pienso entregártela, la chica se quedará aquí, ella tiene una buena vida —la voz de Mary enfadada salió de la sala de estar, ¿hablaba de mí?
El otro sujeto que se hallaba con Mary rio amargamente, con resentimiento.
—¿Una buena vida? ¿Estar encerrada hasta el fin de sus vidas siendo abusada diariamente te parece a ti una buena vida? Ambos sabemos que tu Lord la convertirá en un conejo de cría en pocos meses. ¿Eso es lo que quieres para tu preciada niña? ¿Verla preñada una y otra vez hasta que su cuerpo no aguante más y muera durante el décimo parto? —Tragué saliva ante las duras y frías palabras del hombre que estaba con mi madre adoptiva.
Pero, aunque duras y frías, sus palabras eran ciertas. Intentaba no pensar en ese horrible futuro que cada vez se acercaba más y más a mí, pero que en algún momento se convertiría en mi presente, inexorable e ineludible. No tenía pruebas de ello, pero los rumores siempre decían que las esclavas solo aguantaban diez partos, ni uno más ni uno menos. A fin de cuentas, éramos humanas, y nuestro cuerpo no era ni de lejos igual de resistente que el de una vampira.
Mary se quedó callada, y, tras una inhalación que yo misma pude oír, el hombre habló de nuevo, dejándome claro que no era un humano:
—Hablando de la reina de Roma... —Pasé saliva y di un paso atrás, el extraño me había descubierto. Quise correr y esconderme, pero antes de que pudiera siquiera moverme el sujeto se materializó tras de mí y me apretó la muñeca derecha para que soltara mi pequeña arma, haciéndome soltar una exhalación de miedo y dolor.
—¡Suéltala! —Ordenó Mary al tiempo en que el hombre avanzaba conmigo a rastras hasta quedar frente a la mujer, que se hallaba atada a una de las sillas del comedor mediante unas oscuras y serpenteantes ataduras, como de oscuridad pura.
—¿Cuánto has oído, niña? —La voz del hombre en mi oído me puso los pelos de punta, aunque no pude contener mi asombro al girar un poco la cabeza y descubrir un rostro juvenil tras de mí, de grandes y brillantes ojos aguamarina, medio escondidos tras una melena plateada.
Su mirada se cruzó con la mía por un cortísimo instante, dejándome embelesada y descolocándome, haciéndome olvidar por completo dónde estaba y lo que estaba pasando.
—Déjala ir, por favor —suplicó de nuevo Mary, devolviéndome al presente.
—Sabes que yo puedo ofrecerle una vida mejor al norte, en las colonias humanas y bajo la protección de los dragones —el norte... aquel lugar al que los humanos más afortunados lograron llegar antes de que los vampiros comenzaran con su dictadura.
—La encontrarán antes de que lleguéis a la frontera, ¿tienes idea de a quién le estás robando, muchacho? —Mary negó con la cabeza —. Vete y haré como que esta noche jamás ha ocurrido. Sabes cómo es Lord Xaldin.
—Soy muy consciente de ello, y jamás me sentiría culpable de mis actos o me arrepentiría. Los Doce merecen un escarmiento —su voz sonaba resentida, con un rencor con muchos años de antigüedad. Sus ojos no parecían los de un vampiro, ¿un tritón, quizá? ¿Un hombre lobo? ¿Qué tipo de criatura era aquel joven? Porque dudaba de que fuera un vampiro, ellos jamás se alzarían en contra de Los Doce.
—Cómo se nota que eres joven e ingenuo... —Mary negó de nuevo.
—Si me voy contigo, ¿prometes no hacerle daño a Mary? —Tenía que parar aquella discusión antes de que Xaldin volviera. Era improbable ya que estaba en la mansión de Vexen, allí en el territorio de La Escuela, pero algunos vampiros podían teletransportarse, y Lord Xaldin se encontraba entre los que poseían aquel talento.
—Ellia, no lo hagas —intervino Mary.
—Trato hecho —respondió el extraño de cabello plateado.
Le miré por encima del hombro de nuevo, haciendo caso omiso a las protestas de Mary, y pude ver cómo el joven llevaba su pulgar hasta su boca, mordiendo la parte blanda con uno de sus colmillos sin dejar de mirarme, instándome a repetir su acción. Yo no tenía colmillos, pero aun así junté todas mis fuerzas y me mordí el dedo también, logrando hacerme una herida. Acto seguido el chico pegó su dedo al mío, herida contra herida, chasqueó los dedos y las ataduras de Mary desaparecieron.
—Dile que hui —pedí, ella no tenía la culpa de nada de esto, yo misma había tomado esta decisión que no sabía lo que traería consigo.
La mujer hizo el ademán de correr hacia nosotros, pero la oscuridad nos envolvió antes de que ella pudiera siquiera dar un paso hacia nuestra posición. El chico me dio la vuelta entonces, tras despegar su pulgar del mío, y me miró fijamente a los ojos.
No pude evitar perderme en su brillante y profunda mirada mientras me sonreía, satisfecho por haber logrado su cometido.
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