Capítulo 36
Planear un asesinato era más fácil decirlo que hacerlo. Y más si cabe, si la potencial víctima era el comandante de un ejército. Primero debían de encontrarlo. Había muchas posibilidades que siguiera en Perm. La zona era un bastión rojo y tomar posesión de ella les podría ayudar en crear una cadena de abastecimiento de víveres y armas.
—La idea es buscar al oso de metal. No creo que sea muy fácil de ocultar —indicó Aleksey.
—Nadie de su ejército puede pasar desapercibido. Ya viste lo que eran esos soldados con armadura. El armamento que usaron también llama bastante la atención. Perm puede ser un buen punto de partida.
—Hablando de armas, vamos a necesitar alguna. Nuestras intenciones no serán suficientes para matarlo.
Ivana se levantó de la silla que ocupaba en la casa de Aleksey para tomar un poco de agua de una botella de cristal. Aquella humilde vivienda construida en madera se componía de dos habitaciones: el dormitorio y el salón en donde se encontraba una pequeña chimenea de piedra y un espacio para cocinar. Era el lugar que él había levantado para vivir con Yuliya.
Mientras daba unos pocos sorbos, no podía más que imaginarse que de alguna manera la estaba traicionando. "No debería dormir aquí". La cama olía aun a las flores con las que Aleksey la había adornado para su primera noche juntos. Era una estúpida sorpresa que desde luego a Yuli le habría encantado. Y a Ivana también. "Este no es mi sitio", pensó mientras caminaba por la sala.
Ambos se turnarían para reposar en la cama y el no tan cómodo sofá. Esa noche, había sido el turno de Ivana en el lecho, a pesar de que ella no había accedido en un primer momento. Tras dos noches durmiendo en el exterior, nada más apoyar la cabeza en la almohada había quedado automáticamente dormida.
—¿No tienes nada? ¿Una escopeta de caza o algo?
—Nada. El hacha es lo único que se podría considerar un arma.
—Como no dispare algo tu hacha no nos va a servir. Antes que la levantes, ya nos habrán acribillado —comentó decepcionada— ¿Conocerá Boris o tu padre alguien...?
—No lo creo. Mi padre es un cristiano practicante. No creo que sea la opción que necesitamos. Y Boris, como médico, mucho menos.
—¿Y si asaltamos el cuartel de los guardias?
Aleksey levantó las cejas dándose cuenta de que era una estupenda idea. Los guardias, como cuerpo de seguridad de Krasnovishersk, tenían armas y munición de sobra para la veintena que eran. Y, como no había apenas crímenes, no estaban muy obsesionados con la seguridad. Si lo planeaban bien, podrían llevarse las suficientes para atacar y defenderse.
Sin embargo, ellos dependerían del factor sorpresa. Dos personas no pueden combatir contra cientos o miles de ellos. Tenían que estar lo más cerca posible, dar el golpe de gracia y salir corriendo. Si se lo proponían (y tenían mucha suerte), lograrían vivir para contarlo. "Tal y como está saliendo todo, nos descubrirán antes de dejar Krasno".
—Tiene que ser en el mismo momento en el que nos vayamos —indicó Aleksey.
—¿Cuándo nos vamos, entonces?
—Mañana a la noche.
—¿Tan tarde? —preguntó decepcionada Ivana.
—Tenemos que reconocer el terreno y controlar los horarios de cambio guardia. Saber cuántos hay a la noche defendiendo el cuartel... Preferible es gastar un día en esto que arruinar toda la operación si nos arrestan.
Ivana asintió. Estaba desesperada por salir de aquella casa. Dejar la presión de la omnipresencia de Yuliya que la acompañaría durante el resto de su vida (y más en los lugares que compartieron juntas). Además, sería una buena actividad para tener su cabeza ocupada. Estaba cansada de revivir de alguna forma u otra su muerte. "Me persigue, aunque yo trate de huir de ella".
—Déjame que yo vaya primera. Es más sencillo justificar mi presencia que la tuya. Eres un leñador y a estas horas, deberías estar trabajando y no deambulando por la zona.
—¿Entonces yo no hago nada?
—Trabajar. Si faltas sin motivo, vas a llamar la atención. Cuando vuelvas, al caer la tarde, nos encontramos aquí y haremos el cambio. Con suerte, tendré algo de interés que contarte.
—Iva...
—¿Qué?
Aleksey dudó por unos segundos. Parecía que estaba con ganas de decir algo, pero se lo contuvo.
—Mucha suerte. Sólo eso. Y ten cuidado.
Ivana asintió y se fue. Era muy importante para ella evitar que esa conversación, que alguna vez se tendría que dar, ocurriera. Todavía estaba enfadada con Aleksey y con ella misma. Cuando lo había confrontado el día anterior había esperado que le dijera que la amaba y que intentara besarla. "Afortunadamente, para él, no lo hizo". Eso la habría enfurecido más.
Durante la tortura en Perm él había dicho que la amaba. "A mí y a Yuli". Aquella declaración, que debería haber sido mágica en otras circunstancias, había sido una losa mayor que cargar. No se había definido por ninguna. Encima ahora parecía estar más confundido que antes. La muerte de Yuliya no debería ayudarla a ella. No podía esperar que ahora su decisión fuera más simple, porque era más compleja. "Amarme a mí en esta situación me maldice más".
Durante su paseo hasta el cuartel, un par de amigas de su madre la pararon y le dieron el pésame por su pérdida. Más que agradecer el gesto, deseaba desaparecer por todos los sentimientos que confluían por su cabeza. "Si pudiera, os cambiaría a todos por mamá y Yuli". El exponencial crecimiento de aquellos deseos la forzaba a alejarse de todos.
Decidió dar un rodeo y evitar recorrer las zonas comerciales del centro de Krasnovishersk. Estaba muy sensible como para estar recibiendo las condolencias de gente a la que no recordaba o que nunca le habían dirigido la palabra antes. Algunos hombres, se ofrecieron para convertirla su esposa para que no sintiera tan sola. Se tuvo que morder la lengua y siguió caminando con ganas de demostrarles que ya no era más una niña estúpida e indefensa. Había vivido experiencias que nadie en aquel pueblo podría imaginar. Vivencias que robaban la inocencia de forma irreparable. "No soy la misma, infelices".
Llegó a la placita donde el cuartel se levantaba. No era para nada comparable al que había en Perm. Era una pequeña casita de la guardia local, que contenía un despacho, un par de celdas y el arsenal (si es que se lo podía llamar así a la diminuta habitación que albergaría al armamento).
De momento, no había destacamento del ejército rojo o blanco en Krasnovishersk. Nadie estaba interesado en aquel miserable pueblo que aparte de troncos y un par de hombres, no tenía nada que ofrecer. "Pero aun así encontraron a Yuli". Por eso todavía se podía caminar con relativa paz. Aunque se podía oler que algo grande estaba pasando fuera de sus fronteras. La radio comunicaba las nuevas de la zona y no había nada halagüeño que esperar. "Esta falsa paz terminará en cualquier momento".
Se sentó con la espalda apoyada a uno de los árboles y empezó a llorar. Cada vez que recordaba que había deseado que Yuliya muriera, no podía contener su pena. "La maldije al final".
Su tristeza tenía el beneficio que nadie se le acercara. Salvo Aleksey y las amigas de su madre, ninguno de sus vecinos se había molestado en dirigirle la palabra mientras dormía apoyada al árbol. No cabía duda de que el rumor de que ella estaba maldita se había extendido por Krasnovishersk. Sólo los depravados hacían el intento de acercársele con la oportunidad de obtener algo más de ella. Tal vez tenía que morir alguien más para que la echaran definitivamente de allí. Pudiera ser que ella misma se tomara la molestia de hacerlo. El primero que se le pusiera de camino...
—¿Ivana? —una joven voz masculina la sorprendió por la espalda. Se giró lentamente y se encontró a Erik, el hijo de un vecino—. ¿Cómo estás?
Erik tenía su misma edad, dieciséis años, era más alto que ella, pero no tanto como Aleksey. Tenía el pelo castaño y ojos azules, no tan claros como los de Aleksey. Siempre había sido muy agradable con ella, pero Ivana siempre había pensado que estaba enamorado de Yuliya. "Nadie me miraba si ella estaba a mi lado", recordó. "Ahora soy el premio de consuelo para todos sus pretendientes".
—Necesito olvidar, Erik. Con eso te lo digo todo —respondió mientras lo miraba de arriba abajo. Estaba vestido con el uniforme azul oscuro de la guardia local—. ¿Desde cuando eres guardia?
—Desde que muchos de ellos se fueron para combatir por los rojos. Dicen que es la fuerza dominante.
—De momento —indicó Ivana mientras recordaba el poderío del ejército negro.
—Mi... mi sentido pésame... No... no sé cómo decir...
—Gracias, no hace falta más —expresó mientras le agarraba las manos—. Con eso es más que suficiente.
—Sé que no es un tema del que quieras hablar, pero... la noche en la que todo ocurrió, escuché un estruendo desde el cuartel. Pensé que sería aquella tormenta brutal. Si no, te prometo que habría ido corriendo para ayudaros.
—Lo sé —mentía. Estaba segura de que al ver a la bestia habría dado la vuelta tan rápido como habría llegado.
—Todo terminará bien. Te lo aseguro. Te ayudaremos a que se haga justicia. No estás sola.
"Estúpido. No sabes de lo que hablas. De otra forma, ni te acercarías a mí". ¿Qué iba a hacer? ¿Buscar al oso para dispararle? ¿Matarlo de aburrimiento? ¿Y qué haría para con el ejército negro? "No, Erik. El mundo en el que vives es tan sólo una ilusión. No tienes ni idea de lo que hay tras ese velo". Probablemente, cuando se encontrara con cualquiera de aquellos maníacos o bestias, reconocería su error, se arrepentiría y correría con todas las fueras que le quedaran. "Si tuvieras la oportunidad". Cosa que Ivana dudaba.
—¿Cómo te va en la guardia? ¿Qué turno te asignaron? —preguntó para cambiar de tema y obtener algo de información. Que él fuera parte de la guardia sería una interesante ventaja.
—Bien. Bueno, si te soy sincero aburrido —respondió mientras se rascaba la cabeza—. Me tocan los turnos de vigilancia nocturna, salvo hoy que tengo que sustituir a un compañero. De diez a seis. Me cuesta mantener los ojos abiertos hasta que viene mi reemplazo.
—Pero te dejan que vayas a comer algo o, ¿estás ahí de pie todo el día?
—Cada dos horas puedo ausentarme cinco minutos para comer o beber algo o lo que sea necesario.
—¿Qué tienen ahí que les interese tanto guardar? ¿Una reserva de oro? —preguntó con picardía.
—Desafortunadamente, no. De otra forma no me verías más por aquí —bromeó—. Cuidamos de un pequeño arsenal. El ejército imperial nos lo cedió por si fuera necesario para defender a los vecinos en caso de invasión rebelde. El tema es que, como los rojos ocuparon esta zona, nadie volvió de los blancos para reclamarlo. Los comunistas, nos ven despreciables: no tenemos una fuerza militar destacable, tampoco esto es un punto estratégico, ni tenemos nada que pueda resultar valioso, prefieren dejar que nos pudramos.
—No tienes ni idea lo agradecido que tienes que estar por eso. Te lo digo con conocimiento de causa. Unos como otros, son la misma basura.
—Es una pena, pero mucho me temo que tienes razón. Aun así, formar parte de alguno de ellos es la única salida para la mayoría de la gente de aquí. Cuando llegue el invierno... En fin, no te quiero aburrir tampoco.
—No te preocupes. Igualmente, vosotros estáis ahí para protegernos. Pero esas armas tienen que ser muy jugosas para desertores o criminales. Me las imagino protegidas noche y día, con todas las medidas de seguridad posible.
—Nada más lejos de la verdad. Por eso hay alguien siempre a la puerta. Es una casa sin más que la acondicionaron como arsenal. No tiene bóvedas seguras, ni múltiples cerraduras. Si no hubiera alguien de guardia, cualquiera podría colarse y abrir el portón sin más e irse con todo.
Aquella información era más que suficiente para ella. Le apenaba aprovecharse de Erik, pero no tenía otra alternativa. Su venganza estaba por encima de todo, amistades, amor, hombre o mujer. "Además el problema lo tendrá quien haga guardia a la noche. No él", se consoló en ello.
—Bueno, te tengo que dejar, no sea que el capitán se enfade conmigo —dijo incómodo. Pareciera querer quedarse más con ella—. Cualquier cosa que necesites... ¡No importa cual! No dudes ni un segundo en decírmelo. También... si... si quieres hablar con alguien... ya sabes... Te repito, no estás sola.
—Eres muy amable. Te agradezco mucho tu preocupación. Espero que tengas un buen día.
Erik le deseó lo mismo y se fue con una sonrisa en los labios. Mientras tanto, Ivana se quedó un poco más, descansando, pensando y finalmente viendo a Erik ocupar su posición en la entrada del cuartel. Alguna que otra vez le dirigió algunas miradas y sonrisas tímidas, siendo correspondido por ella.
Tras estar más tiempodel que debería haber invertido allí. Se puso en pie y dejó la placita trassaludar a Erik con la mano. De camino a la casa de Aleksey meditó en toda lainformación que tenía hasta el momento. El asalto no debería ser muy complicadode llevar a cabo. "Las cosas nunca fueron fáciles para mí, ¿por qué habrían deserlo ahora?".
Con el siguiente capi, se cierra el primer libro de The Red Steam Revolution. Espero que los que hayáis llegado a este punto os haya gustado la historia, sus protagonistas y sus vivencias.
Aunque todavía queda un capítulo más.
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