En el Corazón del Caos

Lincoln caminaba rápidamente detrás del niño, su mente llena de preguntas y ansiedad. Cada paso lo acercaba a lo desconocido, pero también a la única esperanza de sobrevivir que tenía. El niño, que parecía no ser mayor que él, caminaba con paso firme, como si estuviera acostumbrado a moverse en este nuevo y aterrador mundo. Los ojos de Lincoln lo seguían, buscando alguna señal de que, en realidad, había algo de seguridad en este caos.

Ambos avanzaron a través del parque, pero cada rincón que recorrían parecía estar plagado de sombras que amenazaban con tragárselos. Las ramas de los árboles, que antes ofrecían sombra y frescura, ahora se balanceaban al ritmo de un viento inquietante. El silencio, normalmente reconfortante, se había vuelto opresivo. No había ni un alma a la vista, solo el eco de sus propios pasos resonando en el aire. Pero el niño no se detenía. Sus ojos nunca dejaban de moverse, alertas a cualquier sonido.

"¿A dónde vamos?" preguntó Lincoln finalmente, rompiendo el silencio que pesaba entre ellos.

El niño no se detuvo ni miró hacia atrás. "Hay un lugar... un refugio. Algunos de los sobrevivientes están allí. Es nuestra mejor oportunidad."

"¿Sobrevivientes?" Lincoln repetía la palabra, con algo de incredulidad en su voz. ¿Cuántos quedaban realmente? ¿Sería este refugio de alguna utilidad o simplemente otro lugar que se convertiría en una trampa mortal? No sabía en quién confiar, pero en ese momento, el niño era su única guía. Y en este mundo, eso tenía que ser suficiente.

Avanzaron por las calles desiertas, rodeados de casas en ruinas y vehículos abandonados. Cada rincón parecía contar una historia de desolación. Al llegar a una intersección, el niño se detuvo repentinamente, haciendo una señal de silencio con su dedo índice sobre los labios. Lincoln se quedó inmóvil, con los ojos bien abiertos, intentando escuchar lo que el niño había oído.

A lo lejos, el sonido de pasos pesados llegó a sus oídos, y el crujido de algo siendo arrastrado por el pavimento les heló la sangre. No era el ruido de un solo Cruzado. Eran muchos. Lincoln podía escuchar los gruñidos, los murmullos bajos, la cacofonía de los infectados que se acercaban lentamente.

"Espera aquí," susurró el niño, su tono serio, y sin más explicación, se deslizó hacia un callejón oscuro, desapareciendo de la vista de Lincoln en cuestión de segundos.

Lincoln se quedó donde estaba, su corazón latiendo con fuerza, el miedo apoderándose de su mente. Las sombras parecían moverse más rápido, acercándose cada vez más. En ese instante, se dio cuenta de lo frágil que era, de lo fácil que podría ser convertido en uno de ellos. Si los Cruzados lo encontraban, no tendría ninguna oportunidad.

Los pasos se acercaban más, y Lincoln comenzó a caminar hacia un pequeño seto, agachándose para ocultarse lo mejor que podía. La adrenalina en su cuerpo lo mantenía alerta, y a medida que los gruñidos se volvían más intensos, su respiración se hizo más errática. Miró hacia el callejón donde el niño había desaparecido, preguntándose si habría hecho lo correcto al separarse.

En ese momento, una sombra apareció en la esquina. Lincoln apenas pudo reaccionar cuando vio a una figura humana pasar junto a su escondite. Era otro niño, probablemente de su edad, que se movía de manera sigilosa entre las sombras. Esta vez, sin embargo, no era un niño común. Sus ojos, inyectados de sangre y desorbitados, brillaban con una ferocidad perturbadora. El rostro, cubierto de tierra y sangre, estaba descompuesto, pero aún mantenía una apariencia humana. Un Cruzado.

El niño infectado pasó de largo, sin notarlo, pero el miedo se apoderó de Lincoln. Su pulso latía con fuerza, y una parte de él deseaba huir, pero se quedó allí, congelado, esperando que el Cruzado se alejara. Cuando la figura finalmente desapareció en la esquina, Lincoln soltó un suspiro de alivio, pero sabía que no podía quedarse mucho tiempo.

De repente, el niño que lo había guiado apareció nuevamente a su lado, su rostro tenso y preocupado.

"¿Estás bien?" le preguntó rápidamente, sin detenerse. Lincoln asintió con una mueca nerviosa.

"¿Qué... qué era eso?" preguntó Lincoln, aún sin poder sacudirse la sensación de horror que le había dejado el encuentro con el Cruzado.

"Son ellos," respondió el niño, con un tono grave. "Los infectados. Y no solo son los humanos. Hay animales también, todos están enloquecidos por la plaga. Ahora, más que nunca, debemos estar alerta."

"Entonces... ¿hay más de ellos?" Lincoln preguntó, casi con desesperación. El niño asintió.

"Sí, y están buscando sobrevivientes. Nosotros solo somos una presa más en este juego."

Con ese comentario, el niño se adelantó de nuevo, haciendo una señal a Lincoln para que lo siguiera. El joven Loud, sintiendo un nudo en el estómago, lo hizo sin cuestionar más. Estaban corriendo contra el tiempo, y cualquier segundo de duda podría ser el último.

Al llegar a un grupo de casas en ruinas, el niño lo guió a través de un pequeño pasadizo entre los muros, un acceso oculto que no parecía visible desde la calle. De alguna manera, ese lugar parecía seguro, al menos por ahora. Lincoln observó cómo el niño se movía con facilidad, como si hubiera estado allí antes, como si supiera cómo navegar por este nuevo mundo.

"Estamos cerca," dijo el niño, casi con un suspiro de alivio. "Es aquí."

Cuando llegaron a la última esquina, una gran casa de aspecto antiguo apareció ante ellos. Era grande, de dos pisos, con las ventanas sucias y las puertas cerradas, pero aún parecía intacta. No había signos visibles de actividad, y parecía ser un refugio perfecto en medio del caos.

"¿Aquí?" Lincoln preguntó, mirando al niño que asintió lentamente.

"Sí. Dentro, hay algunos que han estado sobreviviendo aquí. Pero ten cuidado. No todos son de fiar."

Lincoln se detuvo por un momento, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. No podía confiar completamente en nadie, ni siquiera en el niño que lo había guiado hasta allí. Pero ahora no tenía opción. Necesitaba respuestas y necesitaba seguridad. No quedaba mucho tiempo.

El niño dio un paso hacia la puerta principal y, con una mirada rápida a su alrededor, la abrió lentamente. La madera crujió al hacerlo, como si la casa misma se estuviera despertando. Dentro, la penumbra reinaba, pero al menos había una sensación de refugio. Lincoln no podía dejar de pensar en lo que encontraría dentro.

"Bienvenido al refugio," murmuró el niño, su tono sombrío. "Pero recuerda, no todos los refugios son seguros."

Con un suspiro, Lincoln entró en la oscuridad, con la sensación de que nada volvería a ser igual. El refugio, con todos sus misterios, podría ser la única esperanza que le quedaba, pero también podría ser la última trampa en un mundo que ya no tenía sentido.


te.

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