Capítulo 07
Amber Foster
No respondo. Hacerlo es absurdo porque cuando veo los ojos verdes de este hombre tengo la certeza de que no va a hacerme daño.
Tal vez, sea una ingenua al aceptar su mano e ignorar a quienes me dieron cobijo. Aunque no creo estar traicionando la confianza de Isaac y Katherin, al contrario yo soy incapaz de lastimarlos.
«Es mejor así.»
Haber tenido aquella pesadilla me obliga a bajar la cabeza y aferrarme a un desconocido porque la seguridad de mi familia es más importante que mi vida. Y no voy a retrasar más las cosas. Sé que un nuevo mundo repleto de interrogantes se alza delante de mí y por esa razón pienso afrontar las consecuencias de estar ligada a él. Después de todo, sé cómo se siente tener un vínculo sobrenatural con alguien o al menos creo saberlo.
«¿Lograré conocerte?»
Eiden no responde.
—¿Podré ver a mis padres? —Bajo la cabeza—. Señor Armstrong.
El silencio me obliga a contener la respiración. Entonces la respuesta cae limpiamente:
—Sí.
Desvío la mirada. La carga que sentía se desvanece. El pulso poco a poco se calma y una sonrisa nace en mis labios.
—¿Qué debo hacer? Además de quedarme aquí —hago una pausa antes de agregar—; a su lado. ¿A quién tengo que aferrarme para poder sobrevivir?
La pregunta quiebra la confianza. Y me siento incómoda debido a que estoy obligada a tener la iniciativa porque nadie va a preguntar por mí.
La sorpresa en los ojos abiertos de Blake hace que exhale, pero no puedo retroceder cuando vi como lastimaban a mi familia.
Sé defenderme, pero qué más hace falta para protegerlos. ¿Acaso no soy suficiente?
—He dicho que no podrán alcanzarte.
El rostro del hombre no demuestra emociones. Sin embargo, la sorpresa en sus ojos se percibe a flor de piel. De alguna manera, la preocupación me invade en cuanto las pupilas contrarias se dilatan.
"Cuánta seguridad."
Mi compañero alardea de manera burlesca.
El sarcasmo de Eiden hace que sonría y baje la cabeza porque me siento en un sueño o, quizá, una pesadilla.
—Prepárate —ordena—. Te veré más tarde.
Nuestras miradas se encuentran. Y me atrevo a deducir que el lazo que nos une es más atrevido de lo que puedo llegar a imaginar.
La sensación de quemazón en el pecho mientras miro cómo las pupilas de Armstrong se dilatan me genera un nudo en el estómago. Es inexplicable. Soy incapaz de emitir un sonido. No entiendo por qué mi cuerpo se siente acalorado y la atracción hacia el hombre se vuelve cada vez más fuerte, nublando mis sentidos.
«¿Será brujería?»
El verde se vuelve ámbar y el resplandor de este me atrae como el brillo a los cuervos.
—Sí... —estremecida, asiento sin oponerme.
¿Qué debo proteger? ¿Mi familia o la vida a un lado del hombre que me hace actuar de manera desconocida? No quiero ser inconsciente. Por esa razón, me encantaría llenar la habitación de preguntas, pero el oro en los ojos contrarios me cohíbe.
"Aún no es el momento."
Eiden manifiesta su postura con seguridad.
A continuación, bajo la cabeza dando por finalizada la conversación con mi alma gemela.
(...)
Luego de un baño. Mi cuerpo cae en el colchón.
El encuentro con el sujeto de mis sueños fue inesperado. Y a pesar de la confusión siento que no debo apresurarme hacer preguntas. Como dijo Eiden, todavía no es el momento adecuado. Me di cuenta porque la sensación de estar a un lado de Blake por un instante se sintió sofocante.
Él es directo. Aunque guarda discreción a la hora de comunicarse y palabras más o palabras menos mi cuerpo se encoge ante una presencia singular.
—¿Cuándo volveré a verlos?
Me siento con cuidado mientras me aferro a un mechón mojado y lo estrujo de manera ansiosa. Entonces la idea de haber dejado mi vida atrás es apresurada y suena como un disparate que antes no habría imaginado. De alguna manera, siento que mamá pudo haberme consolado y papá resuelto las interrogantes que me atormentaban cada día desde aquella noche.
«¿Para ellos... fui importante?»
La sensación de estar siendo ahorcada hace que llore en silencio.
—Mamá... —desconsolada, sollozo—. Papá... —hipo.
"No llores, Amber. Eres importante para ambos, más de lo que crees."
No puedo decir que siento los brazos de Eiden, pero el hecho de que la cobija caiga sobre mí hace que llore aún más.
"¡No llores!"
Me cubro el rostro.
—Es un caos —abatida, afirmo mi inquietud.
Me pongo de pie y giro en el lugar con el objetivo de asimilar en donde me encuentro. Y la ansiedad hace que respire con dificultad. La dimensión colosal de la habitación es absurda, incluso la idea de caminar hacia el balcón y tener la oportunidad de admirar una ciudad enorme es irracional.
—No lo entiendo —suspiro—, ¿cómo es posible ocultar un mundo así?
Con cuidado, apoyo las manos sobre la baranda de cemento y admiro el sol acariciando un paisaje precioso y moderno nunca antes visto para el ser humano.
—He conocido a un rey.
Me quedo sin aliento.
La belleza de una ciudad se alza delante de mí.
"No es la gran cosa."
Blanqueo la mirada.
—No seas envidioso —carcajeo, ya que sus celos son notables debido a su tono—. ¿No eras alguien extravagante? —divertida, recuerdo—. Te gustan las cosas novedosas.
El silencio se hace por unos segundos.
"Por supuesto. De todas formas, no podría conformarme con un simple castillo y una ciudad "idílica". Te convierte en alguien predecible, Amber."
—Eres odioso, Eiden —desconcertada, confieso abiertamente los pensamientos sobre él, un demonio demasiado exigente—. ¿Lo sabías?
La palmada que siento en la espalda me deja tendida sobre la baranda. Esto ocasiona que el corazón de un vuelco y un alarido de horror sea arrancado de la garganta. Las manos tiemblan mientras me aferro con fuerza y en cámara lenta me acomodo a fin de volver a sentir el suelo con los pies.
"¿Quieres sorprenderme? Muere y revive, Amber."
Me quedo congelada, ya que su tono se vuelve frío. Aunque en cuestión de segundos la sangre sube a mi rostro gracias a la rabia y el pulso se dispara con violencia.
—Realmente —gruño entre dientes—, eres odioso.
Por esa razón, para mí honestamente él es un demonio.
(...)
He sido encantada. La grandeza del castillo es inimaginable. Hay tantos pasillos que recorrer, puertas por abrir e inmensas vidrieras que representan las fases de la luna. A su vez, el suelo está cubierto por una larga e interminable alfombra de terciopelo.
Por otro lado, cuadros de personas esbeltas, de facciones marcadas, llaman la atención. Supongo que se trata de figuras importantes para su Historia.
Me crucé con muchas personas a lo largo del recorrido que Eiden marcó con el objetivo de encontrar a Blake Armstrong.
«Un rey.»
El pensamiento es absurdo, quiero decir, la idea de cruzarme con un soberano... ¿sobrenatural? Sigue siendo ante mis ojos un hecho fantástico.
Aunque no puedo hacerme la tonta cuando claramente Eiden está ligado a mí, un demonio, Dios, o lo que fuere, que me pisa los talones.
"Eres dramática."
Él tiene razón.
«No eres un buen guía. Nos perdimos.»
Al final del pasillo veo a dos mujeres caminar hacia mí, por lo que los nervios de haberme extraviado desaparecen.
Está claro que Eiden lo hizo a propósito, pero no puedo quejarme. Un recorrido no le hará mal a nadie. Aunque ser permisiva con él a veces termina en situaciones desfavorables.
Levanto la mano.
—Buenos días.
Ellas me miran extrañadas.
—Busco a Blake Armstrong. —Mi sonrisa se tuerce debido a mi falta de respeto—. Tenía que reunirme con él hace media hora, pero me perdí.
Entiendo que el tiempo de las personas es valioso y debo ser consciente a la hora de comprometerme. El hecho de no ser capaz de cumplir me produce malestar.
"Como dije. Una dramática."
—Alfa —corrige.
Hago una mueca.
—Eh... —balbuceo—. ¿Si? Sí, Blake Armstrong. Su alfa.
"Esto es incómodo. ¡Mira sus caras! Para ellas eres vómito de gato."
Tengo escalofríos.
—No va a tener oportunidad, señorita. El rechazo es inminente por parte del alfa. Si intenta seducirlo...
—¡No! —avergonzada, grito con fuerza dejándolas heladas. Me llevo una mano al entrecejo. —Lo que quiero saber es en dónde se encuentra. Soy su... ¿invitada?
Trago con dificultad.
«¿Cómo debo comunicarme con estas personas? ¿Debería decirles que es mi alma gemela? ¿Acaso eso tiene relevancia?»
La mueca desconcertada de ambas me apuñala.
—Está bien.
—Mira —dice la acompañante—. Debes continuar por el pasillo, pasarás tres puertas y en la cuarta lo vas a encontrar. —Ella me sonríe antes de hablar—. Pero honestamente no va a recibirte.
—Exacto —carraspea la primera—. El alfa odia la impuntualidad.
«Yo también lo hago.»
—Se los agradezco.
Hago un movimiento con la cabeza antes de volver a caminar.
—Solo tenía que preguntar —molesta, murmuro gracias a la "ayuda" que recibí.
«Uno. Dos. Y tres.»
Toco la puerta, pero no recibo una respuesta. Entonces me aferro al pomo de esta para abrirla con cuidado.
—Creí que los humanos eran educados.
El susto hace que la cierre y tome distancia de la apertura gracias a la inesperada aparición. Aunque mi espalda termina por chocar con un cuerpo y en consecuencia tiro la cabeza hacia atrás
—Lo siento —suspiro y sonrío—. Creí que se encontraba allí —señalo antes de alejarme.
Él rechista.
—Sígueme —ordena. Luego me da la espalda y empieza a caminar. —Adela, la ama de llaves del castillo, va a recomendarte algunas actividades y podrás elegir las que sean de tu interés. Tú llegada es inesperada. Así que, la preparación ha sido un poco precaria.
—Entiendo.
Luego oprimo los labios por la pregunta que quiero hacer.
—¿Eh, Blake? —me corrigo con rapidez—. Es decir, ¿señor Armstrong? Yo... —El calor asciende a mi rostro y me sofoca en cuanto recibo una mirada de reojo—. ¿Qué rol tengo aquí? Entiendo que soy su... ¿protegida? Lo que quiero decir es en qué me afecta ser su alma gemela.
En un parpadeo alcanzo a divisar como la mirada contraria cambia por completo.
—No —responde en automático.
Me encojo porque no logro comprenderlo.
—¿No?
—Ellos no necesitan saber quién eres. —Él se voltea y se inclina en mi dirección—. Sé discreta, Amber.
Nuevamente, siento que la temperatura de mi cuerpo se eleva y las manos me sudan por haber oído mi nombre provenir de sus labios. Peor aún. La sensación de percibir como su cercanía genera un revoltijo en el estómago me desconcierta.
Entonces en un acto inconsciente miro sus labios. Y, sin querer, llevo una mano a los míos porque siento sequedad en ellos.
"Haber echado a los chicos que intentaban ligar contigo no fue una buena idea. ¡Mírate! Quieres comértelo vivo."
Afirma Eiden y honestamente estoy obligada a estar de acuerdo con él.
«Me gusta su mirada.»
Estoy hipnotizada.
—¿Señor Armstrong?
Ver el brillo en sus ojos mientras dirige lentamente una mano a mi rostro me impacienta.
—¡Joven amo! Aquí está. No lo encontraba por ninguna parte.
La atmósfera se rompe en cuestión de segundos y el hecho de volver a la realidad hace que de un paso hacia atrás. Por su parte, él se endereza y entrelaza las manos en la espalda.
«Eres peligroso.»
(...)
—El joven amo me comentó su situación, señorita —explica. Luego las arrugas son fáciles de visualizar cuando la anciana sonríe. —En caso de haber un problema puede acudir a mí y yo me haré cargo. El joven ya le habrá dicho mi nombre, si no es el caso me presento. Me llamo Adela, soy la ama de llaves del castillo.
—Un gusto, Adela. En cuanto a las indicaciones, veo que el jardín ha sido descuidado.
Apunto.
Aunque a diferencia de mi hogar estoy frente a un jardín enorme. Me considero capaz y no dudo de mis habilidades. Al menos, tendré que dividir el trabajo por partes para poder agilizar su restauración.
Y cómo podría olvidarme de mi ayudante.
"No abuses."
Sonrío.
—Con los años el jardín ha sido descuidado —suspira con pesar—. La antigua señora amaba los rosales, pero cuando esta falleció todos se marchitaron con el tiempo. Ella disfrutaba mantener esta zona del castillo. Así que, es normal que haya sido olvidada.
«¿Antigua señora? Se refiere a la madre de Blake o... ¿A su esposa?»
La angustia me deja sin palabras.
—Entiendo —balbuceo—. Supongo que estamos hablando de meses de trabajo, pero podré manejarlo —declaro con optimismo—. ¿Las herramientas de jardinería? Dónde puedo encontrarlas.
—Me temo que tenemos un problema —susurra.
—¿Cuál?
—El cobertizo ha sido desmantelado.
«Empezamos bien.»
Exhalo para conservar la calma.
—Está bien. Le haré una lista de lo que voy a necesitar, ¿papel y lápiz?
—Iré por ellos.
Ella se marcha en un abrir y cerrar de ojos.
«Tendremos mucho tiempo para reflexionar. ¿Qué opinas, Eiden?»
Él no responde.
Luego de caminar unos metros para medir la dimensión del trabajo a futuro me encuentro con un jazmín.
—Qué tenemos por aquí.
Rodeo la fuente para poder inspeccionarlo.
—Mira nada más. —Maravillada, contemplo y manipulo las hojas y los pétalos sanos.
Me siento complacida por lo que veo, pero la razón de sentir escalofríos me alarma.
Entonces volteo y me encuentro con un vampiro.
—¿Quién eres, vampiro?
Me alejo con cuidado para mantener la distancia.
—¡Me encantas! —proclama y esboza una sonrisa—. No sabía que Blake era poseedor de tal maravilla.
—¿Qué?
Frunzo el ceño, porque no comprendo la fascinación del sujeto enfrente de mí.
—Me llamo Demon. —Él realiza una reverencia—. Será una gran amistad, Luna... —afirma.
El hecho de que enseñe los colmillos al sonreír me asusta.
—Me confunde con otra persona. Me llamo Amber, Amber Foster.
—Supongo que estás confundida —musita. Y en un parpadeo se aferra a mi muñeca para besar el dorso de mi mano. —Yo podré ayudarte con eso.
Mis mejillas se encienden por ello, por lo que automáticamente alejo el tacto por el atrevimiento.
Sin embargo, la tensión desaparece y logra confundirme.
"Es un maldito sabandija."
Mi corazón empieza a palpitar con fuerza en el momento que nuestras miradas se cruzan. Y las palabras de Eiden no me generan seguridad, al contrario siento que estoy en problemas.
—¡He sido bendecido! —parlotea con entusiasmo como un niño—. Ser pariente de Luna va a ser divertido —ríe con fuerza.
—¿Eh? ¿Pariente? —pregunto con recelo—. ¡Le pido que se aleje de mí! —ordeno molesta. Luego frunzo el ceño antes de agregar—. Usted solo está asustandome. Ni siquiera entiendo de lo qué está hablando —reclamo—. Él dijo que iba a estar a salvo... —reprocho, porque está claro que no tolero esta absurda situación y solo deseo ir a casa.
Me siento sofocada. Además, las emociones de Eiden en estos momentos son como una mochila pesada que llevo en la espalda. En consecuencia, la cabeza empieza a doler y la vista se hace borrosa.
«¿Estoy en problemas?»
Me llevo la mano a el rostro y me percato de que mi nariz está sangrando.
—Por qué no tengo fuerzas... —farfullo al tratar de marcharme. Pero termino por caer al suelo de rodillas.
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