CHRIS

Llegó temprano a la cafetería. Ni siquiera había amanecido.

Tras intentar sin éxito dormir, lo mejor fue mantenerse ocupado.

El problema es que allí todo le recordaba a Audrey.

Sentado en el despacho, cerró los ojos y pensó en ella, en cómo le había cambiado.

Sus ojos, su sonrisa, su cuerpo, el modo en cómo se agarraba a él cuando la besaba o cuando se corría.

Mierda, se estaba poniendo duro.

Se pasó la palma de la mano sobre la erección para calmarla, cosa que solo consiguió endurecerla y hacerle gemir el nombre de ella.

Joder, solo con que apretase un poco estallaría. No podía parar. Estaba a punto.

Con un movimiento brusco desabrochó el pantalón, cogió un par de pañuelos de papel de la caja que había junto al ordenador y rodeó su miembro con ellos.

Cerró los ojos de nuevo y la imagen de ella de rodillas lamiéndole fue lo que hizo que se corriese.

Levantando la parte inferior de su cuerpo, bombeaba aquellos pedazos de papel imaginando que era la boca de ella, hasta que se vació del todo.

Tras recuperarse lo suficiente para abrocharse los pantalones, cerró el puño alrededor del pañuelo antes de arrojarlo a la basura.

Aquello no podía seguir así. Audrey tenía que decidir.

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